jueves, abril 02, 2009

Fiat lux 2/2

Fiat lux 2/2

Siguiendo la sugestión de muchos amigos, reproduzco aquí mi mensaje del 17.12.08 @ 18:54:00. Archivado en Europa, Universidades, España, Sociogenética, Ética, Pro justitia et libertate, Pintura, Fotografía, Geopolítica

Sesenta-y-ochescos luminosos 2 / 3

Esta es mi forma de celebrar, a la luz de las velas, con una luz ecológicamente multiplicada por dos, cuarenta años de mi generación sesenta-y-ochesca.

Se cuenta que Edison lo hizo ya así con su lámpara incandescente recién inventada, para iluminar mejor el parto de su mujer que dio lugar al nacimiento de uno de sus hijos.

En tiempos de la contestación universitaria francesa, esta generación tenía treinta y dos años. Éramos jóvenes maestros particularmente conscientes de las deficiencias del sistema que estábamos obligados de transmitir a nuestros estudiantes, un poco más jóvenes que nosotros mismos.

Hoy, cuarenta años después, sabemos que la mecánica de este sistema no aguanta más los baches del camino.

La crisis que vivimos no es sólo financiera, bancaria y socioeconómica. Es principalmente una crisis global de confianza, porque todos hemos constatado, incluidos los países más ricos del globo, que la deontología económica ya no preside en absoluto nuestras relaciones profesionales remuneradas. En cambio, sufrimos la agresión continua de los agentes de la codicia, que están a punto de paralizar toda auténtica creatividad de la faz de la tierra.

Nos deseo a todos, en este final de año y de ciclo, el regreso de la generosidad a la faz de nuestra tierra, vilmente prostituida por los codisiosos, regreso que espero a más tardar para el año nuevo, que será entonces también el comienzo de un nuevo ciclo, que todos deseamos que sea brillante.

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"Fiat lux" es una composición fotográfica de mi "Pequeño pensador", de alrededor del 68, y de una lámpara LED con un gran diamante superpuesto, ambos de IKEA. Grandes formatos.

miércoles, abril 01, 2009

Los exiliados de 'El infierno vasco' 2/2

Los exiliados de 'El infierno vasco' 2/2

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"Hemos hecho una película que supongo que la mayoría de ustedes saben de qué va, de las personas que se tuvieron que marchar de esta tierra. Y un libro...

más de 700 ertzainas viven fuera de la Comunidad Autónoma del País Vasco, cuya seguridad tiene encomendada el cuerpo al que pertenecen. Son el 10% de los efectivos y eso debería hacer avergonzarse al partido que sostiene el Gobierno.

Que el cuerpo de seguridad resida fuera por razones de seguridad, me hace sentir el mismo desconcierto que Woody Allen en ‘Coge el dinero y corre’ cuando su psiquiatra le llama llorando a las tres de la mañana. No es sólo que el psicoanalista nos pida sopitas, es que, como dijo Martin Luther King: “Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX no nos parecerá lo más escandaloso las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas”. Parece que en el XXI será lo mismo. Si yo me dirigiera a cualquier persona de este país y le preguntara cuántos profesores de la UPV viven amenazados, contestaría, y ya he realizado la prueba, que 50 o 100.

Así empieza el testimonio del profesor Aurelio Arteta, que abre el libro. Según el rector de entonces, 10. El problema no es que haya muchos amenazados, sino que sean pocos. Apenas 10 han recibido algún tipo de atención particular por parte de ETA. Lo que prima en la UPV, como en el resto de la sociedad vasca, es el silencio, el consentimiento, el pasar por el aro… Ése es el problema".

Imagen: Un niño charla con dos ertzainas junto a una fotografía del etarra fallecido Pelopintxo, durante la concentración realizada en Amorebieta.
EFE , | 13/08/2007

Alfonso Galletero:

Como no tengo tantas tablas en esto de los bolos, me escribo siempre el texto, que es la mejor manera de improvisar. Lo he llamado ‘Consideraciones sobre el infierno’. No es que nuestra película haya provocado reacciones desmedidas. Los que compartían las tesis se han contentado con asentir y felicitarnos y darnos las gracias, y los otros nos han ignorado, que es lo que habitualmente hacen y no lo hacen mal. Entre estos últimos, esa voz con talento que es Efrén Vázquez, que dice que deberían ponerse trabas en Euskadi a quien no hable euskera. Y tiene talento porque hace esta afirmación tras reconocer que él no lo domina. No soy irónico: sabe que apellidándose Vázquez y no hablando euskera, lo mejor es defenderlo a ultranza para seguir perteneciendo a la tribu y que algún día pueda fundar la escuela vasca de motociclismo, con su gran cantera vasca. Es evidente que el amigo Efrén no sabe o no quiere saber nada del infierno, que vive en el paraíso. No sabe nada de Emilio Gutiérrez. Perdonen el inciso.

Aunque el contenido de la película no suscitó grandes reacciones, sí lo hizo el título. “Igual os habéis pasado un poco con lo del infierno”, nos dijeron algunos amigos, aunque si es por provocar… La elección del título no fue producto de la improvisación ni de la provocación, aunque no habría estado mal que provocara un poco más. Al buscar título se me ocurrió uno muy redondo, perdonen la inmodestia: ‘Amarga patria’. No es malo, pero después de haber escuchado todos los testimonios, la calificación antepuesta y explicativa tenía dos fallos. Que era demasiado poético y que era injusto porque ponía el acento de la causa de la amargura en la patria y eso nos hacía admitir la tesis que sobre la patria tiene los nacionalistas. Muchos de nuestros entrevistados también usaban el concepto de patria y en su explicación del término, patria iba unida a amigos, infancia, recuerdos. Lo dice F. G. de manera clara cuando decide volver de ese pueblo en que se ha expatriado voluntariamente: “Volví porque mis células sólo se encuentran a gusto en los paisajes de mi infancia”. No es la patria así entendida la que los llevó a la amargura y por eso acabamos desechando el título.

Otro posible, irónico, era de Xavier Arzalluz. En cierta entrevista sale a relucir el tema de los cientos y miles de vascos que se han tenido que ir de su tierra por motivos políticos y él, siempre tan generoso y tan caritativo, opinó que ancha es Castilla. No me digan que no es genial el título, que no trasmite empatía, solidaridad, amor al prójimo. Pero el problema era traducirlo a otros idiomas. A otras realidades nacionales, que diría Santiago. Sería muy cansino andar todo el día explicando el título. Y nos encontramos con nuestro querido Daniel Múgica, a través de una entrevista de hace unos años para ‘Voces en libertad’. Decía: “Lo único que yo deseo es poder vivir como vive un nacionalista y que ningún nacionalista tenga que vivir como vivo yo”. Oyéndolo, mi mente viajó a mi antigua juventud, a los años del bachillerato, cuando me daba religión don Jesús Ellacuría en el Instituto de Getxo. A don Jesús, hermano del desgraciadamente asesinado jesuita Ignacio Ellacuría, estábamos intentando volverle loco con el tema del infierno: que si las calderas, que si la eternidad, la simbología cristiana. Y cansado de nuestras estupideces nos dijo que el infierno no era lo que nos habían contado. Que el infierno era la ausencia de Dios y aquí nos quedamos todos callados. Como comprobó que entonces no parecía asustarnos mucho, nos dijo que era semejante al que siente alguien que vive muy mal cuando los demás viven muy bien. Recordando eso se produjo la conexión porque de ese infierno van el libro y la película, ése en el que viven muchos, como el chico de Lazkao, mientras que otros creen vivir en el cielo.

Y aquí acaba mi escrito. Pero no quiero acabar sin decir que el amigo Arteta y un servidor andamos desde hace tiempo tras otra historia de lo que llamamos la cosa vasca. Tenemos cosas ya muy meditadas pero no quiero que echemos en saco roto el concepto de simbología. Aquí en el País Vasco nos han gustado mucho desde siempre los símbolos como forma de interpretar la realidad; algunos son clásicos: el tal García que iba en bici con el lehendakari, símbolo de integración; o el de la partida de cartas más reciente. Qué puedo decir. Yo tengo el mío particular: el de la mesa. Hace unos años me visitaron una pareja de amigos valencianos. Tenían ilusión por venir a Euskadi. Les habían dicho que aquí se comía mucho mejor que en Chirivella, donde ellos viven. Cuando hablaban conmigo, yo les ponía la cosa muy malita…, ya saben cómo somos los militantes de la cosa vasca. No me hacían mucho caso y yo no quería insistir para que no pareciera que no quería que vinieran. Total, que vinieron. Era Navidad. Les llevé a mi casa, en Urduliz, y los de la ‘kale borrika’ tienen allí por costumbre poner una mesa de restaurante con su mantel a cuadros, estilo sidrería, los platos, la botella de vino llena; sobre la mesa, las fotos de los etarras del pueblo encarcelados…, las criaturas. A los que somos de allí no nos impacta y no tenemos huevos para cortar aquello, no vaya a ser que nos llamen crispadores. Pasamos por delante de la mesa y mi amigo me pregunta: ¿Y esa mesa no la roba nadie? ¿Y quién lo iba a hacer?, le respondo. Joder, en Chirivella esto dura tres minutos. Le miro y le digo si se acercaría a robarla. No me contestó. La miró, me miró, y en ese momento me di cuenta de que lo había entendido todo. Que todo lo que no fui capaz de meter en su mollera dándole largas explicaciones, lo había logrado una imagen. Iñaki, majo, igual eso es lo que tenemos que lograr: una imagen contundente para romper con este infierno. ¿Qué te parece una maza?

Les dejo con el líder.

Iñaki Arteta:

Hemos hecho una película que supongo que la mayoría de ustedes saben de qué va, de las personas que se tuvieron que marchar de esta tierra. Y un libro. Y se preguntarán por qué ambas cosas, si no se vende ninguna. No son best-sellers. En la película contamos las historias que requieren ritmo, la contemplación de los rostros, es lo que tiene la imagen. Gente que ha sufrido. Es un acercamiento al sufrimiento, a sentir la injusticia en propia carne y a través de ese matiz del rostro acortar la distancia moral que tenemos con las víctimas. El libro puede dar más detalles. Además, incluimos entrevistas que por cuestión de metraje no pudieron aparecer en la película. Nos adentramos en los pequeños detalles que nos ayudan a dibujar mejor el panorama vital de la gente. Contamos sus aventuras, cómo tienen que cambiar el ritmo de su vida, por el impulso totalitario. Todas estas historias son muy distintas y tiene algo de común. Son personas corrientes que querían hacer su vida con su familia, progresar en el trabajo, participar en una vida social tranquila. Pero en un momento dado se han visto en la encrucijada de tomar una decisión que en ninguno de los casos es acertada. Viven con la sensación de no haber acertado, de que deberían haberse quedado y no abandonar, seguir luchando por un entorno más libre. Es la decisión con la que uno nunca se siente a gusto. Eso nos provoca interés y es lo que intentamos transmitir. Qué hay tras cada historia para que decidan cambiar el rumbo de su vida. No son personas aventureras, vinculadas a la mafia ni a una actividad ilegal que se vean perseguidas por ello. Casi sobra que diga que son inocentes. Pero ni siquiera han participado en nada que se merezca amenaza.

Si nos abstraemos de que todos los que estamos aquí conocemos y empalizamos con historias parecidas, si nos abstraemos de que vivimos en este país tan extraño, podríamos darnos cuenta de que esto es bastante anormal en este siglo en una sociedad democrática. Pensamos que más allá de nuestro pequeño círculo y nuestro pequeño país habrá personas interesadas en acercarse a estas historias y que consigan aprender algo más de lo que ocurre aquí y del comportamiento humano. Hablamos de alguien que cogió anteayer una maza como reacción a un ataque violento y en estos años no se han conocido casos iguales. Las personas que hemos entrevistado han tomado la decisión valiente de enfrentarse a la presión y un buen día decidieron marcharse de manera tranquila y serena, a sitios donde no han intentado formar ningún grupo parapolicial, que han optado por creer en la democracia y en la justicia a pesar de lo que sufrieron.

La película y el libro complementan otras cosas que hemos hecho y tratan de no dejar ningún formato en el que puedan ser contadas estas historias para que queden como se merecen en la memoria de todos. Dentro de unos años no se podrá decir que no existió mientras haya documentos de quienes nos hemos empeñado en contar esta realidad. Esta es nuestra maza; nuestra maza es el libro, la película, las mazas son los libros, los artículos de quienes escribimos aquí, el arte de Agustín, y sobre todo debe ser la voz de cada uno de nosotros. Tenemos la oportunidad de utilizar esa maza que es la voz, nuestro intento de ganar espacios de libertad. Cada uno debe utilizar esa maza en su círculo para que el espacio en el que vivimos sea cada vez más libre pase lo que pase a nuestro alrededor, pase lo que pase en las elecciones.

Coloquio

Público: Ante este agobio y esta presión nacionalista, ustedes que han estudiado la realidad social de nuestro pequeño país, ¿qué es lo que pasa para que no haya una reacción ciudadana normal cuando se le oye a Ibarretxe que está en peligro el autogobierno si ganan los otros, cuando resulta que los otros, los constitucionalistas, nosotros, hemos logrado el autogobierno, la Constitución? ¿Qué pasa si gracias a Dios la mayoría de la gente no es etarra? ¿El Athletic vale para todo? ¿Cómo pueden este individuo y su partido estar 30 años, con todas sus chapuzas, seguir ahí?

Javier Elorrieta: Es una acumulación de cosas. Haber pensado, los partidos nacionales, que dando un plus al nacionalismo vasco institucional se iba a solucionar. Podía haber sido razonable pero ya no. No son parte de la solución, sino del problema. El chiste de que peligra el autogobierno no deja de ser simpático, porque conseguir con su índice de representación nacional un poder casi omnímodo parece un tanto paradójico. Tanto que la única vez que en el País Vasco, sin un soporte historicista que permita argumentar el derecho de autodeterminación, la única vez que hay unidad territorial como comunidad autónoma, el que más se beneficia de ello lo cuestiona. En plan chistoso, Ibarretxe es un autogolpista. Nadie cuestiona más el marco a lo que debe el poder, eso contado por ahí es muy chistoso. Pero en torno a ello hay una violencia, un terrorismo que ha ido ganando miedo. No lo combaten, sólo lo condenan. Es la estrategia del nacionalismo. La prueba está en una policía políticamente paralizada. Lo denuncia Gil Robles en el informe de la ONU. La impunidad ha ido tomando cuerpo y no hay mayor enemigo para la libertad que la impunidad, la no aplicación de la ley. Esa es una parte de la respuesta.

Público: ¿Cómo se siente uno al escribir este tipo de libros?

Alfonso Galletero: Es mi hijo. Uno se siente bien, es duro pero se siente bien cuando tiene la esperanza de que con los años sus hijos puedan leerlos y sentirse orgullosos de que su padre lo hiciera. Sobre todo por eso.

Público: No soy Basurko y no me pagan un barco; no soy Efrén y no me pagan una moto. La bici con la que salgo en la película me la pagué yo. Gracias, es un honor tener a Agustín a Ibarrola y a gente muy capaz. No sale en el libro el final de una historia que quiero terminar de contar aquí. El compañero al que le tiraron los cócteles en Lejona se acabó ahorcando. Ahorcando. No es broma. Enrique, me alegro de verte.

Alfonso, Iñaki, una pregunta que nunca os he hecho directamente. Como creadores, sois conscientes que este libro no estará en la feria del libro de Bilbao ni de Durango. ¿Cómo vivís la castración intelectual a la que se somete a todo aquel que no entra por el aro?

Alfonso Galletero: Quisiera hacer una aclaración. En este caso, nosotros más que creadores somos escribidores, es una frustración reconocer que la realidad me proporciona mejores historias de las que soy capaz de imaginar, y mira que le echo imaginación. Cuando presentamos ‘Olvidados’, Santiago nos dijo “qué historias más buenas os han dado”. Es así. Lo de creador os lo dejo a Agustín y a ti.

En esto pasa como en Cataluña con los autores catalanes: como no somos escritores en lengua propia… Pero es curioso, porque grandes escritores que han tenido éxito en vasco donde le sacan provechito es en castellano. Atxaga, Elorriaga. Al final siempre tiramos de que podemos vender en Madrid.

Gonzalo Sichar: A veces se nos dice que nos quejamos como estrategia de ventas. Pero el libro ‘Extranjeros en su país’, que habla de la limpieza lingüística en Cataluña y está escrito por un diputado de Ciudadanos, fue boicoteado en las librerías de Cataluña, nadie lo llevó a San Jordi para firmar libros, y cuando consulté para ver en qué librerías se podía conseguir, sólo había una en Barcelona, y no quería que la nombraran porque si lo hacíamos retiraba el libro. Y eso que en Cataluña no hay demasiada violencia, aunque está habiendo una batasunalización de la izquierda independentista. Al presidente de Ciudadanos le mandaron una bala en un sobre. Aquí me llevé una alegría muy grande ayer cuando me llamaron, vi que era un 94, pensé que sería Iñaki, y era de una librería de San Sebastián para pedir el libro de Nieves Baglietto. Me chocó tanto que le dije que presentábamos hoy éste y la semana que viene sacábamos El ombligo del mundo’. Los pedirá. Al menos sabemos que existen otras dos en Bilbao, pero como no les he pedido permiso para decir su nombre, prefiero no nombrarlas, porque a saber quién puede haber aquí…, que no les conozco. El boicot a los libros existe y el mundo de la cultura está totalmente manipulado por el nacionalismo vasco. Ustedes lo saben mejor que yo. No me atrevo a pedirle al distribuidor que mueva en las ferias de Durango o de Bilbao porque me va a decir que estoy loco. Me ha extrañado que me acompañe mañana de librerías con estos tres títulos…

Arteta: Este país es un país castrado intelectualmente. Se ha permitido el lujo de ignorar a Agustín, a Juaristi, a Azurmendi, a Savater, parece que no son de aquí. No tienen presencia en lo público, en lo que pagamos todos. Ha podido expulsar a los mejores, a los que podían expresar mejor lo que estaba ocurriendo y con más calidad intelectual. Nuestros trabajos son un homenaje continuo a las víctimas, a los que sufren, a los perseguidos, y también a todos los que nos han sensibilizado y nos han enseñado la verdad de lo que ocurre aquí. En esa castración estamos nosotros probablemente, pero con orgullo, en el mejor sitio que puede estar alguien que quiere dejar una huella intelectual, jugándose lo que sea por decir de la mejor de las maneras algo parecido a la verdad.

Público: Se ha dicho con relación al suceso del chico indignado, ciego de indignación al punto de olvidar su seguridad personal, lo ha dicho hasta Santiago González, que no le parece bien. Que hay que confiar en la justicia. Pero para confiar en la justicia actual… Ese chico a la indignación le ha echado valor. Aquí hay mucha gente valiente. Toda esta primera fila, desde Pilar hasta Vidal de Nicolás, Ibarrola, éstos unen la declaración abierta de su tendencia crítica al nacionalismo vergonzante su notoriedad, lo cual aumenta el peligro en que se meten. Hacen un balance del tipo ‘antes de pie que de rodillas’. Y saben que es un riesgo. Los de la mesa ya es de sobresaliente, porque encima de tener una notoriedad estáis todo el día cogiendo de las solapas a ver si despertamos. ¿Por qué se le critica a ese chico que no ha confiado en la Justicia? No hay quien confíe. Suponemos un escenario en que 200 o 300 como él se conjuran para que haya un día D hora H; y a una señal hacen lo que él. Como una gran ruleta rusa con balas muy repartidas. Seguramente 300 tíos significarían un cambio, sería una rebelión cívica…
(–O una guerra civil.)
Yo estoy dispuesto a considerar ese escenario. Yo sería de los 300.

Santiago González: Vamos a ver si precisamos un poquito. Respondo por alusiones. De la comprensión de su estado de cabreo, a considerarlo modelo de imitación hay un trecho. El sentido común y el realismo no deberían franquearlos. Como ejemplo pongo que hace unos diez años un grupo de HB se concentró ante la casa del presidente de PP en Portugalete, Iturgaiz. Soportó el acoso durante una hora, los carteles de torturador, carcelero y fascista. Al día siguiente puso denuncia y dio a conocer el hecho. Y salió Egibar, portavoz del PNV, para decir que otros –por ellos– en situaciones como ésa habían salido a la calle a dar la cara. La posición de Iturgaiz tenía para mí un par de peldaños más de civilización, porque salir a la calle a embraguetarse y a romperse la cara con quien te señala la casa es el primer escalón de una carrera que puede conducir a cosas como el GAL. Por mucho que yo comprenda toda indignación humana, y comprendo muchas, no me suscitan admiración ni ganas de imitación. Si esos 300 se juntaran tendríamos, efectivamente, una venganza con los canallas que hacen eso, pero no un embrión de una mejor convivencia democrática. Eso sin duda. Sería algo perverso. No expreso confianza ilimitada en la justicia: la ‘herriko taberna’ debería estar cerrada desde hace seis años, como instrumento de financiación de la banda terrorista. El estado de la justicia es mejorable, pero los ciudadanos debemos exigirle que funcione. Conozco el proceso de paz al detalle; pero no establezco la relación causal que me lleve a pensar que un señor que ha agarrado una maza merezca mi admiración; mi comprensión, sí, como todo aquel que está sufriendo una injusticia. La ley debe organizar la sociedad, desincentivar la venganza. Lo grande de la democracia es que es perfectamente compatible con la cobardía, no hace falta ser un héroe para merecerla, y yo reivindico mi derecho a ser cobarde, aunque sólo sea porque yo arremangado y dispuesto a darme bofetadas con alguien pierdo mucho, no me acabo de encontrar. El deber de los ciudadanos es exigirle a la democracia que nos proteja, pero no tomar vías alternativas.

Editores, 10/3/2009

Los exiliados de 'El infierno vasco' 1/2

Los exiliados de 'El infierno vasco' 1/2

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"Los 34 protagonistas {del filme y libro El Infierno Vasco} sienten su casa marcada por los terroristas y sus cómplices, ese espeso manto de complicidades tácitas tejidas alrededor de ellos. Ver la casa propia vulnerable y frágil, sentir a la familia expuesta, ha sido el motor del éxodo para una cantidad imprecisa de vascos (alrededor de 200.000). Son muchos y ejercen todos los oficios imaginables, hasta curas, quién lo iba a decir...

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Presentación del libro 'El infierno vasco' Transcripción de las intervenciones durante la presentación del libro 'El infierno vasco', de Iñaki Arteta y Alfonso Galletero, el día 26 de febrero de 2009 en Bilbao, en un acto organizado por la Fundación para la Libertad.

Javier Elorrieta, presentador:

Presentamos un libro, ‘El infierno vasco’, que recoge los testimonios a nivel escrito del documental de Iñaki Arteta del mismo nombre. La crítica de la Sociedad de Autores cinematográficos lo ha considerado el más interesante del último año. Es absolutamente recomendable tanto la película como el libro, entre otras cosas porque el documental es un contundente diagnóstico de la realidad vasca.

No hay un protagonista pero el que podría estar es muy reciente, de ayer, de hoy, es Emilio Gutiérrez. Hay en un blog, zapateriasrimadas, un poema tremendo y una cascada argumental, matizando con mayor o menor acuerdo con el autor, Santiago González, en la txalupa de largos. Dos blogs que les recomiendo no sólo por lo que escriben sus responsables, sino por las entradas ingeniosas y espléndidas desde el punto de vista argumental. No he querido opinar sobre lo que ha hecho este chico. Sólo quiero decirles que no ha sido una venganza ni un ojo por ojo, nada parecido. Ha sido una rabia pequeñita en tiempo y resultado, que me dio una infinita tristeza, porque él cuando le detenían ni se quejaba, sólo mascullaba. La policía, a través de los autos judiciales, debería tener cerrados los locales de acción de Batasuna, que están permanentemente abiertos. Han estado acosando a través de carteles. Los policías se ponen el verduguillo y se tapan la cara para detener a este pobre hombre que sólo mascullaba. Sólo se lo han quitado una vez: cuando mataron a Miguel Ángel Blanco. Entonces estuvo en el otro lado porque hubo una auténtica rebelión social. Y ahora otra vez es igual. Creíamos que podrían quitarse el verduguillo para siempre. Entonces alguien, un ertzaina, dijo que eran una policía de mentira en un país virtual. Otra vez el verduguillo, otra vez con la cara tapada la policía, mientras el pobre muchacho se ha tenido que marchar. Ingresará sin duda en el infierno vasco.

Gonzalo Sichar, editor:

Gracias por venir a esta presentación y gracias a la Fundación por el apoyo que nos ha dado. Se presenta el libro en una semana muy movidita por esto que ha comentado Javier. Para mí fue una sorpresa, porque creía que las herriko tabernas estaban cerradas desde aquel ataque a la estructura financiera de la organización terrorista. Es una sorpresa negativa. Quiero felicitar a Iñaki y Alfonso y a los entrevistados por ser valientes ante las cámaras y en el papel, donde parece que se fija más todo lo que dicen. Cuando vi el documental, me encantó y pensaba que había que volver a escuchar algunos testimonios, que eran para releerlos. Tenía que estar en un libro porque muchos no saben lo que pasa; aquí, porque se quiere ignorar, y en Madrid pasa lo mismo. Les leo a mis alumnos en las clases de Antropología y les pregunto a quién creen que pertenecen. Ahí les explico qué es un judío para un nazi y un negro para un estadounidense de Alabama. Ninguno dice que son miembros de ETA o del PNV; dicen Franco, Falange…; alguno, que será un nacionalista, sin determinar. Os las leo para que veáis qué lejos se ve el problema vasco en España. Son un par de frases que hemos publicado en ‘El ombligo del mundo’… Esperemos que no sean estos libros tan boicoteados como ‘Extranjeros en su país’ en Cataluña. Ya hay dos librerías que nos han llamado para tener el lote completo, incluidas las memorias de Nieves Baglietto.

“Nadie fuera de los miembros de la nación podrá ser ciudadano del Estado. Nadie fuera de aquellos por cuyas venas circule nuestra sangre sea cual fuese su credo religioso podrá ser miembros de la nación”. Dicho aquí parece un trozo del ‘plan Ibarretxe’, pero es del ‘Mein Kamp’ de Hitler. Otro decía: “Los extranjeros podrán establecerse en Vizcaya bajo la tutela de sus respectivos cónsules pero no naturalizarse en la misma. Respecto de los españoles, las Juntas Generales acordarán si deben ser expulsados”. Es de Sabino Arana. Y otras frases que los alumnos de Madrid atribuían a Falange o el PP, cuando les decías que no…, era chistoso. La gente del PP aquí está sufriendo la violencia de quienes se apoyan en estas frases. Una de ellas: “Contentémonos con admitir que nosotros somos lo mismo que otros pueblos europeos, la gran familia de las razas blancas, tal es el seguro indicador de nuestra europeidad”. Es pensamiento nacional revolucionario, skin, bases autónomas. Y lo decía Joan Miranda, que escribía en una revista dirigida por un francés colaborador de la república de Vichy, un ideólogo de ETA. Un miembro de ETA hablaba de que la mezcla de elementos negríticos con su raza derivaba en algo que no era ni negro ni blanco. “Les aterra oír que a los maestros de fuera se les debe despachar de los pueblos a pedradas, ah, la gente amiga de la paz es la más digna del odio de los patriotas”. Ésta la dijo el fundador del partido que lleva treinta años gobernando en esta tierra.

Por lo tanto, me parece de una valentía tremenda publicar este libro por parte de los autores y más si cabe por los testigos que salen en el documental y en el libro, que salen sus caras. ‘El infierno vasco’ se presenta a unas jornadas de las elecciones que podrían acabar con este régimen de treinta años que llevan padeciendo ustedes. Espero que su lectura les ayude a reflexionar para ese día.

Santiago González:

La casa de un inglés es su castillo, dice un proverbio inglés que no pueden hacer suyo los protagonistas de este libro de Iñaki Arteta y Alfonso Galletero. Los 34 protagonistas sienten su casa marcada por los terroristas y sus cómplices, ese espeso manto de complicidades tácitas tejidas alrededor de ellos. Ver la casa propia vulnerable y frágil, sentir a la familia expuesta, ha sido el motor del éxodo para una cantidad imprecisa de vascos (alrededor de 200.000). Son muchos y ejercen todos los oficios imaginables, hasta curas, quién lo iba a decir. Algunos están hoy aquí: Agustín Ibarrola, Javi Elorrieta, Paco González Legarreta, Teo Santos… ‘Sabemos dónde vives’ es una amenaza sólo superable por el hecho de que los asesinos hayan hecho averiguaciones sobre la familia. ETA les ha hecho saber que tenía copias de la llave de su casa. En el caso del socialista Rodolfo Ares, se las encontraron a Susper; y en el del concejal de Andoain Vela, se las mandaron en un sobre.

A veces hay daños colaterales: son las casas de quienes viven al lado de los objetivos de los terroristas, un batzoki, una casa del pueblo, un cuartel, un juzgado, un medio de comunicación…, como antes concesionarios de coches franceses o empresas. Cuántas veces hemos visto a la gente desalojada de sus casas ennegrecidas por cócteles molotov o golpeadas por la onda expansiva de un coche bomba. Esta semana hemos conocido otro caso: el de Emilio Gutiérrez, un ex concejal socialista, que vio cómo el artefacto que arrasó la casa del pueblo de Lazkao hizo lo propio con un piso en el que acababa de invertir sus ahorros, su trabajo y el de su padre, donde pensaba vivir con su novia. Tras la concentración de protesta al día siguiente se dirigió a la ‘herriko taberna’ con una maza… Y está ya fuera de su pueblo. Es poco probable que pueda volver a vivir en él, instalarse en esa casa, volver a su trabajo de la CAF en Beasain. Desde las últimas elecciones sindicales los 23 delegados sindicales de esa empresa quedan así: LAB, 10; ELA, 9; ESK, 3, CC OO, 1. No necesitan más datos.

Una gota de ira en un océano de miedo, era el titular de El País. Y está muy bien definido porque es la primera vez que alguien harto y ofendido sustituye el miedo por la cólera y la dirige contra quien sabe cómplice del terrorista. Las ‘herrikos tabernas’ estaban afectadas por una orden de cierre emitida por Garzón, que ahora no debe tener tiempo para vigilar su cumplimiento.

Pero de ahí a convertirlo en héroe hay un trecho que el sentido común y el respeto al Estado de derecho no deberían traspasar de ninguna manera. Bautizar como justiciero de Lazkao a alguien que sólo ha expresado su indignación es un disparate. Debo confesar que soy un gran partidario de la gestión pública frente a la privada. Cuando la retribución al autor de una fechoría es cedida por la víctima a la organización social, la venganza se estiliza y ennoblece, es justicia, la expresión de la venganza en las sociedades civilizadas. En democracia los ciudadanos ofendidos ceden sus ansias de venganza a la sociedad que les garantiza, defiende, castiga a quienes les lesiona.

Hay otra razón de orden práctico para no considerar a Emilio Gutiérrez un héroe: no podemos medirnos en términos violentos con los terroristas, saldríamos perdiendo. Pero no nos hace falta. No lo necesitamos como no debiera haberlo necesitado él. Tenemos quien debe hacerlo en nuestro nombre, el Gobierno, los poderes públicos, y tendríamos que ser exigentes en esta materia. ¿Cuánto tiempo mantendrán su entusiasmo voluntarista quienes hoy jalean a Gutiérrez? ¿Bastará su espontaneidad para darle una vivienda digna y segura en otro lugar, un puesto de trabajo en entorno más seguro? También en esto soy partidario de lo público. Son responsabilidades que competen al ministro de Interior, no a particulares. Emilio ha dado un paso que tendrá repercusiones graves para él. ETA intentará hacérselo pagar. Quiere ser una versión totalitaria del Estado al que combaten y reivindican, como decía Weber, el monopolio de la violencia. El arrebato de Emilio ha debido de parecerles una provocación intolerable. No es el momento de darle más protagonismo del que él quiera, ni de ser sus portavoces ni interpretar sus acciones más allá de lo que son. Todavía no sabemos si Emilio accedería a figurar en este libro o no y eso es importante. Porque los testimonios han sido aportados de forma voluntaria.

La lectura me ha conmocionado. He podido conocer al detalle biografías de amigos, fragmentos de otras. Nombre a nombre me van golpeando y descubro varias cosas. Cómo ETA nos ha ido dejando en cuadro afectivamente al cabo de los años y cómo nos ha privado de algunas de manera definitiva, irreversible.

He leído con atención el testimonio de mi amigo Teo Santos, de profesión ertzaina. Cuando lo conocí, se me declaró orteguiano, de Ortega y Gasset, y eso me ayudó a darme cuenta de cómo nos dejamos arrastrar por los estereotipos y prejuicios. La última de las inquietudes que yo le atribuiría entonces a un ertzaina o a un guardia civil, tanto da, sería de carácter intelectual. Pero esto es sólo una curiosidad. Lo más notable del asunto son las cifras: más de 700 ertzainas viven fuera de la Comunidad Autónoma del País Vasco, cuya seguridad tiene encomendada el cuerpo al que pertenecen. Son el 10% de los efectivos y eso debería hacer avergonzarse al partido que sostiene el Gobierno. Que el cuerpo de seguridad resida fuera por razones de seguridad, me hacer sentir el mismo desconcierto que Woody Allen en ‘Coge el dinero y corre’ cuando su psiquiatra le llama llorando a las tres de la mañana. No es sólo que el psicoanalista nos pida sopitas, es que, como dijo Martin Luther King: “Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX no nos parecerá lo más escandaloso las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas”. Parece que en el XXI será lo mismo. Si yo me dirigiera a cualquier persona de este país y le preguntara cuántos profesores de la UPV viven amenazados, contestaría, y ya he realizado la prueba, que 50 o 100. Así empieza el testimonio del profesor Aurelio Arteta, que abre el libro. Según el rector de entonces, 10. El problema no es que haya muchos amenazados, sino que sean pocos. Apenas 10 han recibido algún tipo de atención particular por parte de ETA. Lo que prima en la UPV, como en el resto de la sociedad vasca, es el silencio, el consentimiento, el pasar por el aro… Ése es el problema.

Hay un poema que se cita mucho y según el significado erróneo del verbo citar, repetir palabras de otro: “Primero vinieron a por los comunistas, y no dije nada porque yo no era comunista. Luego se llevaron a los judíos, y no dije nada porque yo no lo era… Ahora vienen por mí y ya es demasiado tarde”. No son de Brecht, como se cree, sino de un pastor luterano, Martin Niemüller. Héroe de la primera Guerra Mundial, fue huésped de Dachau y Sachsenhausen. Cuando en uno de estos campos un cura se escandalizó y le preguntó qué había hecho para estar allí dentro, él respondió que mejor se preguntara qué hacía él para no estar allí dentro.

Este libro está lleno de testimonios conmovedores, reflexiones pertinentes de experiencias concretas y análisis de su vida. No pierdan la ocasión de leerlo porque luego se sentirán un poco mejores y sobre todo no pierdan la ocasión de comprarlo, porque para eso lo han escrito los autores.

domingo, marzo 29, 2009

Moriscos expulsados y vascos exiliados 5/5

Moriscos expulsados y vascos exiliados 5/5

Archivado en Europa, El Quijote, Semántica, España, Sociogenética, Ética, Educación, Migraciones, Pro justitia et libertate, Geopolítica

La Diáspora Democrática Vasca:

Los responsables de la expulsión de los moriscos, en el siglo XVII, invocaron muchas menos razones que las que invocan los nacionalistas vascos, en los siglos XX y XXI, para hacerles la vida imposible a quienes disienten con su opinión política en el País Vasco. El resultado es que la tipología de los exiliados vascos es infinitamente más variada y vergozosa que la de los expulsados moriscos. Lo es en tal grado, que al establecer la lista que sigue nos quedamos con la sensación de que olvidamos algo, a pesar de que evitamos repetir categorías de exiliados mencionadas ya en los artículos precedentes de esta serie:

Tipología de los exiliados vascos

1) los amenazados directamente por ETA;
2) los empresarios cansados del pago del impuesto revolucionario;
3) los familiares de las víctimas del terrorismo que se han alejado de allí para olvidar;
4) los militares abochornados;
5) los guardias civiles hartos de vivir en ghettos;
6) los políticos que no han soportado la presión...
7) miles y miles de vascos de segunda, que no han soportado el apartheid en su propia tierra vasca.

Esta última categoría, divisible en varias más, la componen las víctimas de las variopintas políticas de los gabinetes peneuveros empeñados en montar una sociedad nazificada en la que existen vascos de primera (funcionarios nazionalistas, empresarios adictos al régimen, enchufados con carné...) y vascos de segunda, nutrida categoría que no se limita a 8) los exfuncionarios monolingües castellanos, sino que estigmatiza a 9) constitucionalistas, 10) españolistas, 11) demócratas y liberales que pasan de todas las políticas nazionalizadoras de todo lo habido y por haber: educación, deporte, sanidad, cooperativas, iglesias, ayuntamientos... Conviene recordar aquí, por si alguien lo dudara, que paradójicamente en el País Vasco no solamente no hay monolingües vascos, sino que la mayoría más que absoluta de los vascos desconoce o domina tan mal el euskera estándar, el batúa, muy diferente de los dialectos tradicionales, que prefiere no emplearlo.

Imagen: Iñaki Arteta, Autor del filme y del libro 'El infierno vasco'

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400.000 exiliados vascos, 400.000 olvidados.
Escrito por Smith en: Febrero 28, 2005 10:05 PM. Archivado en Vascongadas.

En un acto celebrado en Madrid, en el que se presentaron las Comisiones por la Diáspora Democrática Vasca, el vicepresidente del Foro Ermua, Mikel Buesa, denunció que desde el inicio de la democracia, 383.700 personas habían abandonado su residencia en el País Vasco "asfixiados por la falta de libertad". De ellos, 119.000 lo han hecho desde que Ibarretxe fue elegido lehendakari, en 1998, a quien acusan de "no haber hecho nada por impedir esta diáspora". Generosa acusación, ¿no creen?

Hay que decir que todos conocíamos la terrible tragedia que vienen protagonizando miles de familias vascas que a lo largo de tres décadas no han tenido más remedio que hacer las maletas y largarse de su propia tierra. Ahora bien, lo que más nos ha sorprendido ha sido la cifra aportada por las llamadas Comisiones por la Diáspora Democrática Vasca y que asciende a la friolera suma de 383.700. O sea, casi 400.000 vascos que han abandonado su lugar de origen por la presión de lo que desde estas páginas venimos llamando "conglomerado nazionalista", y que, desde luego, no está compuesto única y exclusivamente por ETA y sus pistolas, sino que en este proceso de limpieza étnica o sabinización de Vascongadas, el PNV y EA han tenido mucho que ver.

Porque, al margen de los amenazados directamente por ETA, los empresarios cansados del pago del impuesto revolucionario, los familiares de las víctimas del terrorismo que se han alejado de allí para olvidar, los militares abochornados, los guardias civiles hartos de vivir en ghettos, los políticos que no han soportado la presión... repetimos, al margen de toda esta gente, existen miles y miles de víctimas de las variopintas políticas de los gabinetes peneuveros empeñados en montar una sociedad nazificada en la que existen vascos de primera (funcionarios nazionalistas, empresarios adictos al régimen, enchufados con carné...) y vascos de segunda, como los exfuncionarios monolingües castellanos (no hay monolingües vascos, por si alguien lo dudaba), constitucionalistas, españolistas, demócratas y liberales que pasan de toda las políticas nazionalizadoras de todo lo habido y por haber (educación, deporte, sanidad, cooperativas, iglesias, ayuntamientos...).

La maniobra ha estado bien clarita desde el principio. Limpieza de sangre y suelo para que cuando el omeya de turno, en este caso el iluminado Ibarretxe, someta a consulta a "los vascos y las vascas" (observen la figura gramatical tan progresista de los defensores de las doctrinas más reaccionarias de Europa), el resultado quede perfectamente asegurado. Ha sido una ardua labor y ha costado mucho esfuerzo y sacrificio, pero al final se ha conseguido: una Euzkadi grande y libre con un número de maketos cada día menor. En definitiva, una Euzkadi tan descontaminada como soñaba el divino Sabino Arana, q.e.p.d. y presta al asalto final: con el censo electoral gravemente alterado por los terroristas y los peneuveros, Ibarretxe puede tratar de (en el fondo, es imposible) legitimar más fácilmente "su" plan.

Pero aún hay más. Si nos fijamos en la programación de la ETB, existen programas específicos dedicados a los protagonistas de la "diáspora" vasca. Porque para victimismo, el vasco. ¡Qué vale la diáspora judía al lado de la vasca...! Hoy mismo, podemos "disfrutar" a las 02:00 del programa CANAL VASCO NEWS, Informativo presentado por Jonan Apaolaza, Ana Urrutia y Aitzol Zubizarreta. Presta especial atención a las noticias que tienen como protagonistas a los vascos en América y a los americanos en Euskadi, en el campo de la política, la economía, la cultura y el deporte. Los estudios y revistas sobre los vascos en América son inagotables. Es curioso, porque habiendo tanto exiliado vasco en el resto del "Estado", ¿para qué preocuparse de unos cientos, acaso miles de descendientes de viejos vascongados? Extrañas solidaridades estas... ¿No será que a los exiliados actuales no les apetece precisamente tocar el acordeón ni bailar un aurresku? ¿Por qué será?

viernes, marzo 27, 2009

Moriscos expulsados y vascos exiliados 4/5

Moriscos expulsados y vascos exiliados 4/5

Archivado en Europa, El Quijote, Semántica, España, Sociogenética, Ética, Educación, Migraciones, Pro justitia et libertate, Geopolítica

Voces del exilio vasco: "A lo largo de las tres últimas décadas, miles de vascos se han visto obligados a exiliarse. Durante años, estas personas han vivido su destierro en silencio. Ahora comienza a oírse su voz". Fundación para la Libertad, 11/4/2005.

El pasado 26 de febrero, durante la presentación en Madrid de las Comisiones por la Diáspora Democrática Vasca, el vicepresidente del Foro de Ermua, Mikel Buesa, cifró en 378.700 el número de vascos que han tenido que abandonar su tierra «asfixiados por la falta de libertad» o amenazados por ETA. La cifra de Buesa está sujeta a discusión y puede ser más o menos fiable -ciertamente, se trata de un cálculo complicadísimo de realizar-, pero su exactitud tiene un valor menor frente al peso de una realidad incuestionable: la de que, a lo largo de las tres últimas décadas, miles de vascos se han visto obligados a exiliarse. Durante años, estas personas han vivido su destierro en silencio. Ahora comienza a oírse su voz.

MARÍA JESÚS LEJARRETA

La hija del diputado general

«Nos fuimos como proscritos»

Hija mayor de Manuel Lejarreta, ex-alcalde de Vitoria y ex-diputado general de Álava entre 1972 y 1977, María Jesús Lejarreta abandonó el País Vasco en septiembre de 1980. Tenía entonces 21 años. Eran días de plomo y capillas ardientes, los más sangrientos en la historia de ETA, y sus padres no soportaron más una presión que estaba convirtiendo sus vidas en una pesadilla. Dos cartas exigiéndoles el impuesto revolucionario y el asesinato de Jesús Mari Velasco, el jefe de Miñones de la Diputación, íntimo amigo de la familia, acabaron de decidir a Manuel Lejarreta a vender Villa San Luis y llevarse a su mujer y a sus cinco hijos a Madrid. «El exilio te deja una amargura para siempre. Supongo que es la amargura de sentirte despreciado», dice María Jesús, casada con un madrileño y madre de tres hijos.

Indefensos. «Mi padre dimitió como diputado general en febrero de 1977, cuando acabó de negociar el último Concierto Económico que Álava firmó en solitario. Y lo que ocurrió es que, al dejar el cargo, le quitaron la escolta, tanto la que tenía fuera como la que teníamos en casa. Porque en casa teníamos siempre un miñón viviendo con nosotros. Vamos, que de repente nos quedamos a pelo, indefensos. Tanto es así que, al día siguiente de dimitir, vino un inspector a recoger el chaleco antibalas que usaba mi padre. Imagínate. Unos meses antes, en octubre de 1976, ETA había matado, con los escoltas y todo, a Juan María de Araluce, el diputado general de Guipúzcoa. Y al cabo de un año o así, asesinó a Augusto Uncetabarrenechea, el diputado general de Vizcaya. Sólo les faltaba el de Álava. Mi padre».

La obsesión. «La psicosis era tremenda. Nosotros vivíamos enfrente del Parque del Prado y siempre estábamos pendientes de los desconocidos que podíamos ver por allí. Mirábamos mucho por la ventana y recuerdo que nos fijábamos en la gente que llevaba bolsas o zapatillas deportivas. Una vez nos pusieron un anónimo en la puerta diciendo que iba a estallar una bomba. Mi madre era la que peor lo pasaba. Cuando mi padre venía hacia casa, ella salía al balcón y, si había notado algo raro, le hacía una seña para que pasase de largo con el coche. Era una obsesión diaria. A mi padre le dijeron que caminase por la calle en zig-zag. ¿En zig-zag! Y que cambiase de horarios, de direcciones...»

El secreter. «Recuerdo que, en un secreter de su habitación, mi madre tenía las fotos de los etarras más buscados. Las veíamos para intentar memorizar sus caras. La verdad es que haces cosas que ni tú misma te crees. Mi madre, por ejemplo, aprendió a usar pistola para poder disparar al aire en caso de peligro y avisar a la Guardia Civil, que tenía el cuartel cerca de casa. Todo era así. Parecía un poco irreal. Una vez, el miñón que estaba en casa se llevó una tarta que nos había mandado nuestra asistenta por la primera comunión de su hijo. Como no llevaba remite, pensó que era una bomba».

El tabú. «Parece que nos fuimos como quien se va al pueblo de al lado porque le han ofrecido un trabajo mejor. Nadie nos expresó la más mínima solidaridad. Y eso que mi padre era un hombre bueno y muy querido en Vitoria. Pero nos fuimos como proscritos. Así de claro. No se hizo nada para que no nos fuésemos. Al revés. Lo nuestro era un tema tabú. Y lo que me duele es que, después de 25 años, las cosas continúen igual, que se siga marchando la gente sin que se haga nada. Sinceramente, no veo solución a medio plazo. Estas elecciones, por ejemplo, no creo que sirvan para mucho. Quizás mis hijos puedan vivir en paz en el País Vasco, pero yo no creo que lo vea».

JOSÉ VIRGILIO MENÉNDEZ

Ex concejal de Getxo

«Para el Gobierno vasco no existimos»

Asturiano de nacimiento, aunque getxotarra de adopción desde niño, José Virgilio Menéndez entró en política en 1990. Lo suyo fue algo vocacional. «La verdad es que siempre me ha encantado. Hay otros que entran en política por un hecho concreto que les marca o por seguir una tradición familiar. Lo mío, en cambio, fue pura afición», reconoce este licenciado en Sociología que acabó ocupando varios cargos dentro del Partido Popular de Vizcaya. Fue secretario general de Nuevas Generaciones entre 1994 y 1997, concejal en Galdakao, asesor en el Ayuntamiento de Bilbao y edil en Getxo hasta que el 11 de enero de 2000 tuvo que abandonar Euskadi con lo puesto -«me tuvieron que mandar la ropa a Madrid en autobús», recuerda-, después de que su nombre apareciera en la documentación intervenida al comando Vizcaya. «Era una lista reducida de objetivos», explica Menéndez.

Las dos bombas. «Aguantas cosas, te resignas a llevar escolta, tratas de hacer tu trabajo... Pero llega un momento en el que empiezas a pensar en irte. En mi caso fue cuando tuve el atentado. Me pusieron dos bombas, una en el descansillo de mi casa y otra en el coche, que estaba en el garage. ¿Te acuerdas? Fue en los bloques de Lañomendi, en Algorta, el 10 de abril de 1999. La bomba del garage destrozó varios coches y provocó un incendio. Tuvieron que desalojar de madrugada a 200 vecinos. A quince o veinte, personas mayores, les tuvieron que atender por inhalación de gases. Fue muy fuerte. Me sentía fatal, angustiado. Al final, quieras que no, te sientes culpable de lo que ha ocurrido, de poner en peligro a tu familia y a todos tus vecinos».

La impunidad. «Un par de meses después del atentado salí elegido concejal en Getxo. A partir de ese momento, todas las concentraciones de los radicales se hacían debajo de mi casa. La llenaron de pintadas. Era un pasada. De todas formas, lo peor no era aguantar a esa gente durante la media hora que estaba allí insultándote y amenazándote. Lo peor, lo más indignante, era la impunidad con la que actuaban. Una vez se pusieron a hacer una pintada contra mí delante mismo de la patrulla de la Ertzaintza que les vigilaba. Recuerdo que un vecino protestó porque no hacían nada y los ertzainas le dijeron que tenían órdenes de no actuar, que sólo podían identificarles».

Malas sensaciones. «Lo pasé muy mal al irme. La primera semana no sabía ni donde estaba. La verdad es que marcharte es una decisión muy dura. Llevaba diez años en el partido y tenía la sensación de que, al irme, les estaba traicionando. En cierto modo, te sientes insolidario. Se pasa muy mal. Por eso te duele tanto que nadie se acuerde de ti. Lo del Gobierno vasco es increíble. Para ellos no existimos. ¿Que nos vamos? Pues mejor. Menos votos para la oposición. Digan lo que digan, eso es lo que piensan».

Ni una llamada. «En mi caso concreto, tampoco he existido para el Ayuntamiento de Getxo. Te pongo un ejemplo: cuando uno deja de ser concejal hay costumbre de entregarle una pequeña placa en la que se ve el molino de Aixerrota. ¿Tú crees que me la han dado? Pues eso. Bueno, ¿es que no he recibido ni una llamada de teléfono! De todas formas, di que ese ayuntamiento es muy especial. A ese alcalde hay que darle de comer aparte. Es un indeseable. Todavía me acuerdo del chorreo que le lanzó a Almansa, el portavoz del PSOE, cuando éste denunció que había sufrido un ataque de kale borroka. Vamos, como para esperar yo de Zarraoa un poco de solidaridad. Él no puede perder el tiempo con esas cosas. Está muy ocupado ordenando que persigan a las chicas que hacen 'top-less' en Azkorri».

JOAQUÍN DE PAÚL

Ex decano de Psicología de la UPV

«En estas elecciones no estamos todos»

Donostiarra de 49 años, ex-decano de la Facultad de Psicología de la UPV y una autoridad internacional en el estudio de los malos tratos a menores y en la implantación de sistemas de protección de la infancia, Joaquín de Paúl se fue de Euskadi el pasado verano. La derrota de su plancha en las elecciones al rectorado de la UPV -era candidato a vicerrector de Guipúzcoa- le acabó de convencer Era mejor irse. Se puso en el mercado y no tardó en recibir una oferta de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid. «Mi historia no tiene nada de especial. Lo mío no es nada épico. No tiene comparación con lo que les ha ocurrido a concejales o gente a la que le han pedido el impuesto revolucionario», dice este psicólogo, que comenzó a vivir amenazado a raíz de que se hiciera visible su militancia en Basta Ya.

La paranoia. «Te vas significando y asumiendo cotas de riesgo. Sin embargo, tardas bastante en ser consciente de que puedes ser objetivo de ETA. Eso sí, llega un momento en que lo aceptas. Si matan al contable de 'El Diario Vasco', ¿por qué no me van a matar a mí? Te haces ese tipo de preguntas y empiezas a vivir con una presión muy fuerte. Yo he sido durante doce años profesor de Psicopatología y sé bien cuál es el límite entre la normal suspicacia y el delirio paranoico. Y hubo momentos en los que me preguntaba si no me estaba volviendo un poco paranoico. Antes de que me pusieran escolta, tardaba media hora en entrar en casa. A veces veía dos tíos desconocidos que me venían de frente y me decía: 'Estos son, estos son los que me van a matar'. Luego, cuando pasaban de largo, suspiraba y me decía: 'Joaquín, te estás volviendo loco'».

Por aburrimiento. «Quiero que quede claro que en estas elecciones vascas no estamos todos, que somos muchos los que nos hemos tenido que ir. Reconozco que me crea un poco de mala conciencia el haberme marchado. Quizá por eso estoy hablando contigo ahora. Tengo la sensación de que he desistido, de que ETA me ha ganado y, además, de que me ha ganado por aburrimiento. Porque yo no me he ido tanto por miedo como por hastío. Para empezar, es un coñazo vivir con guardaespaldas. Vas al cine y piensas si le aburrirá la película. Y a la noche, cuando te deja en casa, te pregunta a qué hora vas a salir al día siguiente. Y tú, que no tienes ni puta idea, le dices que a las dos. Y luego resulta que te levantas antes y que tienes que estar hasta las dos esperándole como un gilipollas. Ya te digo: lo mío ha sido, sobre todo, una cuestión de aburrimiento. Necesitaba un descanso. Todo el día hablando de que si los vascos venimos del Neolítico y de la construcción nacional. Mire, oiga, que yo no tengo que construir nada, ¿que mi país ya está construído!».

Un alivio. «Te podría decir que estoy muy jodido por haberme ido, pero no es verdad. Hombre, echo de menos a mi familia, que se ha quedado en Donosti, pero Madrid es una ciudad cojonuda. Me gusta el anonimato que tienes aquí, voy al cine dos o tres veces a la semana, no tengo que llevar escolta, me junto con compañeros y puedo hablar de cualquier cosa y no del tema de siempre. Olvidarte del nacionalismo es un alivio».

El goteo. «Ibarretxe ha recibido en Ajuria Enea a los de Aukera Guztiak. A los que se han tenido que ir, sin embargo, no se le ocurre recibirles. No sé si somos 10.000, 20.000 o 200.000. No me creo las cifras. Sé que en los setenta y ochenta se fueron muchos, calladitos, calladitos. Médicos, por ejemplo, se fueron un montón. Y ese goteo, esa pérdida, se sigue produciendo sin que el nacionalismo mueva un dedo. Yo supongo que para ellos es algo normal, que dentro del proceso de construcción nacional estas cosas suceden y no hay que darle más vueltas.

JUAN PETIT

Un profesional liberal

«Nos hicieron la vida imposible»

Asesor financiero de 48 años, casado y padre de cuatro hijos, Juan Petit Aguirre se fue de Euskadi, rumbo a Barcelona, en 1982. El motivo de su marcha fue el de tantos otros: sencillamente, no pudo seguir viviendo en su pueblo, Fuenterrabía. Hijo del director-gerente de la fábrica Peugeot de Vitoria y buen amigo de los veraneantes madrileños (los Méndez-Vigo, Ussía, Fernández-Cuesta, Baselga, etc.) que pasaban sus vacaciones en las grandes mansiones del pueblo, el nieto del futbolista René Petit fue objeto de una persecución implacable durante los primeros años de la Transición por parte de sus vecinos de la izquierda abertzale. Uno de ellos se lo explicó muy gráficamente en un bar. «Tú eres el símbolo de la sociedad que yo desprecio», le dijo, después de partirle una jarra de cerveza en la cabeza. Al final, tras varios años de amenazas, desprecios y agresiones, cuando concluyó sus estudios decidió comenzar su carrera profesional en otra parte. Lejos. También su padre, que acabó por rendirse ante la presión de los radicales, mayoría en el comité de empresa de Peugeot, acabó por irse.

La conmoción. «Fueron unos años terribles. Por un lado estaban los asesinatos de ETA. En aquella época esos tíos andaban por la frontera como Pedro por su casa. Recuerdo cuando apareció muerto Ángel Berazadi en el alto de Itziar. Fue una conmoción. Si a éste, que es del PNV, le han matado, ¿qué no intentarán con nosotros? Eso pensábamos. Y luego estaba la presión constante en el pueblo, las amenazas al estilo siciliano, los insultos en los bares y las agresiones. A raíz de que la Guardia Civil matara a Jesús Mari Zabala en el Alarde, todo se desquició. 'Vais a pagar lo que habéis hecho', me decían. A mí me dieron de ostias 15 o 20 veces. Y te aseguro que yo no era un franquista. Es más, me sentía antifranquista. Pero a ellos les daba igual. Nos odiaban por lo que representábamos, porque éramos distintos, porque no éramos como ellos, arrantzales, euskaldunes y abertzales. Nos hicieron la vida imposible».

El adoctrinamiento. «En mi época tenías que salir por piernas porque te jugabas la vida y ETA mataba a cien personas al año. Ahora la gente se sigue marchando pero la presión se ha trasladado. Ya no es tanto de ETA o de los batasunos como de la política del PNV. Ya no es el energúmeno de turno que te dice que te va a matar. Ahora te van amargando poco a poco, te van aburriendo con las dificultades que te ponen, con las trabas para acceder a esto o aquello. Lo duro ahora es aceptar el adoctrinamiento nacionalista».

Votar contra el Plan. «Estoy muy cabreado con Presidencia del Gobierno vasco. El otro día tuve una pelotera de la leche con una chica que me cogió el teléfono. Les llamé para decirles que nosotros, los que nos tuvimos que ir, tenemos derecho a votar en la consulta que se haga sobre el Plan Ibarretxe. ¿Por qué no voy a poder votar yo en algo que afecta a mi tierra? ¿Es que me parece fascista negarme ese derecho! No quieren que votemos porque saben que esos votos van en contra de sus intereses».

Nostalgia. «Con todo el tiempo que llevo fuera, sigo pensando en volver. Echo de menos aquello. La gente, la forma de ser de los vascos... ¿La sidra de Astigarraga! Je, je. La compro aquí, en la Euskal Etxea. Y también mi mujer está deseando vivir en Bilbao. Tiene muchas amigas. ¡Pero es que es muy difícil volver a empezar!».

EL CORREO, 11/4/2005

jueves, marzo 26, 2009

Moriscos expulsados y vascos exiliados 3/5

Moriscos expulsados y vascos exiliados 3/5

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Hay que estar ciego y sordo para no ver ni oír en nuestro entorno español o europeo la presencia contrariada y el clamor suplicante de una multitud de ciudadanos universalistas vascos, lógicamente ajenos a la monomanía separatista, que se han visto obligados a abandonar su tierra, para no vivir amenazados por ETA y acosados por sus conciudadanos nacionalistas separatistas.

Muchos de ellos optaron por el exilio, en otras tierras de España o en el extranjero, porque habían sufrido el asesinato por ETA de alguno de los miembros de su familia. Otros tenían que vivir acompañados día y noche por escoltas, como si fueran presos, para no correr la misma suerte que sus familiares asesinados. Un tercer grupo recibía periódicamente la amenaza escrita de muerte contra su persona y contra su familia si no pagaba el impuesto revolucionario que le imponía ETA. Un cuarto grupo no podía soportar la sensación de sentirse extranjero en su propio país, por no aceptar la discriminación laboral y/o educativa que se les imponía a él y/o a ella y a sus hijos, desde un sistema de cerrazón totalitaria separatista y antiuniversalista. Un quinto grupo encontraba irrespirable el aire viciado de desprecio y xenofobia que les administraban día a día sus vecinos nacionalistas más inmediatos, que se crecían en su celo antiuniversalista ante su gobierno. El separatismo militante monomaniático del PNV es sobradamente conocido por sus votantes, de manera que estos ganan este tipo de méritos partidistas antiespañoles a costa del sufrido universalista hispano.

A los que han elegido como tierra de refugio el propio País Vasco, haciéndose escoltar, o el resto del territorio español, se les llama vascos del "exilio interior". Hay que hacer sitio en esta categoría de vascos del "exilio interior" a los constitucionalistas que no disfrutan de escolta en el País Vasco y que se pasan la vida tapándose lo más que pueden la boca.

Esta locución nominal, significativamente corriente en la prensa desde hace años, es un neologismo semántico que, compulsado por el buscador Google francés, arroja en este momento un resultado "d'environ 3.200 pages en espagnol pour "exilio interior" & vascos. (0,07 secondes)"; al cual hay que añadir un total d'environ 2.630 pages en espagnol pour "exilio interior" & vasco. (0,32 secondes).

A los que han puesto tierra y agua por medio, prefiriendo la gran distancia, para disminuir los riesgos de persecución y ejecución, se les llama sencilla y cruelmente "exiliados vascos", cuya estadística supera ya con creces la de los exiliados del tiempo del franquismo.

Mi colega Carlos Martínez Gorriarán tipifica así estas dos clases de exilio:

Cabe hablar de dos exilios o destierros vascos: el exilio interior de los escoltados, privados de la libertad de movimientos y espontaneidad de que disfruta cualquier ciudadano, y el exilio exterior de los emigrados por causas sin duda muy variadas, pero que siempre se acaban cruzando en el clima político vasco.

Xavier Arzalluz, responsable sociogenético, cuando menos indirecto, de muchas de estas crueldades, como interminable presidente frentista y provocador del Partido Nacionalisa Vasco, es el autor putativo de la célebre frase que sintetiza la dinámica sociogenética de estos hechos:

“unos mueven el árbol y otros recogen las nueces”.

En esta frase siniestra se visualizan cínicamente y sin ambages los papeles actanciales que han jugado y juegan respectivamente los terroristas de ETA y los seudodemócratas del PNV en este drama indeciblemente trágico. De la eficacia de este drama tenemos la más directa demostración en el crónico y creciente exilio vasco, ocurrido durante los últimos treinta años de supuesta democracia. Que la democracia del País Vasco español sea solamente supuesta, lo demuestra de manera irrebatible el hecho de que sobre esta realidad de sangre y terror se asiente todo el proyecto soberanista de Ibarretxe.

En efecto, si hoy como desde hace treinta años el PNV gobierna en el País Vasco español, es gracias a esa limpieza étnica e ideológica que ETA y sus adláteres callejeros han practicado día tras día y año tras año, matando, terrorizando y, por reacción en cadena, como si de una interminable explosión nuclear se tratara, provocando exilios tras exilios, en un vergonzoso plural de esta palabra, al servicio del separatismo.

El obstinado Ibarretexe como su cruel mentor Arzalluz lo saben, aunque nunca lo reconocerán: ambos saben muy bien que si los cientos de miles de vascos que se han exiliado o amordazado no hubieran tenido que hacerlo, ni el uno ni el otro ni ninguno de sus semejantes del PNV hubieran gobernado en esa ínsula Barataria en que se ha convertido el País Vasco español desde hace ya treinta años.

Por desgracia el rosario de los testimonios directos de la brutal sangría exiliadora y amordecedora que sufre la ciudadanía vasca desde hace treinta años es tan importante, que su mención completa tendría que tomarnos muchísimos días con este tema único. Nos limitaremos a tres, añadiendo un cuarto día, no previsto en esta serie, para una bibliografía con muchos más testimonios de primera mano, consultables directamente en Internet.

-oOo-oOo-oOo-

El testimonio que sigue, publicado por mi colega Carlos Martínez Gorriarán hace ya cinco años en el portal del Foro Ermua (1), aborda en estos términos el tema del número de vascos del "exilio exterior" que habían dejado hasta aquel entonces su tierra de nacimiento o adopción desde los años ochenta:

En sus declaraciones acerca de las razones de su marcha temporal (esperemos), Francisco Llera ha dicho que se une a los aproximadamente 200.000 vecinos del País Vasco que han dejado su tierra de nacimiento o adopción desde los años ochenta.. Los nacionalistas guardan silencio acerca de esta cifra, lo que aconseja darla por buena. En una comunidad autónoma con poco más de 2.100.000 habitantes censados, 200.000 emigrados es una cifra tremenda. Para hacerse una idea, es más de la mitad de Bilbao en sus mejores momentos, más que el vecindario de San Sebastián y poco menos que el de Vitoria. Y muchos de esos emigrados son jóvenes universitarios y trabajadores altamente cualificados, incluyendo a muchos profesionales y empresarios hartos de pagar la extorsión o de plegarse a las condiciones del clientelismo nacionalista.

Los exilios vascos y el régimen nacionalista
Carlos Martínez Gorriarán. Profesor de Filosofía de la UPV/EHU.

El signo de que la democracia está ganando la partida se dará el día en que este proceso se invierta con la vuelta de nuestros desterrados y exiliados.

Las dos bazas que más ayudaron al lehendekari Ibarretxe durante la pasada campaña electoral fueron la promesa de apoyar activamente a las víctimas del terrorismo, y la paralela y contradictoria afirmación de que en Euskadi la gente disfruta de una calidad de vida mejor que en ninguna otra parte. Sin duda muchos de quienes le votaron dudaban de la primero y sabían que lo segundo es llanamente mentira, pero en fin, a ellos no les iba tan mal y repitieron Ibarretxe con la esperanza de capear el temporal sin mojarse demasiado. Pero lo más probable es que acaben todos empapados, porque el vasco es un país a la deriva con alto riesgo de naufragio.

Según datos oficiosos, en la Comunidad Autónoma Vasca viven, aunque no demasiado bien, unas 1.800 personas protegidas por alguna clase de escolta, desde las más aparatosas hasta la de un modesto acompañante con pistola y sin coche oficial. Muchas personas han abandonado el País Vasco porque no querían correr el albur de llegar un día a llevar escolta, o simplemente porque no soportan esa mala vida en una especie de tercer grado penitenciario. En consecuencia, cabe hablar de dos exilios o destierros vascos: el exilio interior de los escoltados, privados de la libertad de movimientos y espontaneidad de que disfruta cualquier ciudadano, y el exilio exterior de los emigrados por causas sin duda muy variadas, pero que siempre se acaban cruzando en el clima político vasco.

Entre los escoltados hay empresarios, políticos, profesores, periodistas, jueces y funcionarios del Estado. Incluso hay una señora que limpia bares de madrugada y compagina su higiénico oficio con la carga de una concejalía en un pueblo vasco. Conozco al menos a dos catedráticos jesuitas que disfrutaban de la atención de una discreta contravigilancia. Lo que no teníamos todavía era un verdadero párroco con auténtica escolta, honor indeseable que ha inaugurado Jaime Larrínaga, parroco de Maruri, diminuta anteiglesia vizcaína de unos 600 habitantes. Jaime Larrinaga es también fundador del Foro El Salvador, la asociación de eclesiásticos vascos no nacionalistas que pugnan por hacer oír su minoritaria voz en el seno de diócesis llenas de entusiastas de Arzalluz y Setién, e incluso de hooligans de Iosu Ternera.

El caso de Jaime Larrínaga presenta otras peculiaridades que, sin embargo, van siendo más corrientes según progresa la instauración de un régimen nacionalista sólo superficialmente democrático. Porque las amenazas que ha soportado no han procedido tanto de ETA como directamente del PNV, el partido-guía que gobierna Maruri y docenas más de pueblos vizcaínos como ese. Con muy buenas razones teniendo en cuenta numerosos precedentes, Jaime Larrinaga ha solicitado protección oficial después de que el alcalde de ese rincón de la Vizcaya profunda —esa que para Sabino Arana equivalía al Edén por su recia moralidad y atávico cristianismo—, enviara una carta oficial a los vecinos de Maruri difamando al párroco y tachándolo de fascista, enemigo del euskera y antiguo franquista: la clase de imputaciones que hacen de uno objetivo preferente de ETA. Y más si se trata de un objetivo fácil que carece de protección.

El revuelo causado por el caso del primer párroco escoltado ha enlazado con otro: la marcha de Francisco Llera, catedrático de sociología de la UPV y director del prestigioso Euskobarómetro, a la cátedra Juan Carlos I en la universidad de Georgetown, muy cerca de Washington. Al igual que Jaime Larrínaga, Francisco Llera ha sufrido el acoso del régimen nacionalista. Lleva un año con escolta, tiene familia de la que cuidar, y está aburrido de solícitas declaraciones de solidaridad que nunca se sustancian en hechos. Francisco Llera es socialista, es de Basta Ya y es catedrático en el mismo departamento al que pertenecen dos profesoras conocidas, entre otros méritos, por el odio de ETA y la falta del amparo que les deben las instituciones: Edurne Uriarte y Gotzone Mora. Con la tentación de una nueva experiencia profesional americana a la vista, Francisco Llera sigue la senda emprendida antes que él por Jon Juaristi, Mikel Azurmendi o José María Portillo, profesores de la UPV que han sido acosados por ETA o sufrido atentados. Y también el escarnio nacionalista y la indiferencia acobardada del resto. Porque, en efecto, la UPV hace grandes y laudables esfuerzos para facilitar la marcha de estos y otros docentes, pero no conozco ninguno para retenerlos y no digamos ya para favorecer su regreso.

La cátedra de Georgetown a la que se incorporará Francisco Llera ha sido ocupada el último curso por José María Portillo, historiador y uno de los fundadores del Foro Ermua. En dos ocasiones al menos, anónimos terroristas le volaron el coche aparcado en el mismísimo campus, en Vitoria. Ni antes ni después de su marcha, tan sólidamente motivada, ha encontrado razón alguna el vicerectorado alavés para imponer alguna clase de seguridad activa en tan pacífico recinto académico. El curso que viene, Portillo pasará otro año en el Basque Studies de la Universidad de Reno (Nevada), instituto filonacionalista; su actual director, Joseba Zulaika, es un antropólogo implicado en los intentos de Elkarri para que Jimmy Carter aceptara hacer mediar en el conflicto vasco. El Basque Studies ha dado gran impulso al estudio de la diáspora vasca en el oeste americano. Esta diáspora es uno de los mitos a los que el nacionalismo vasco recurre para cultivar su complejo de pueblo elegido y dolerse de su triste destino, pero se refiere exclusivamente a la suya propia: nacionalistas errantes, etarras de la reserva en Cuba o México, y pastores en Idaho o Patagonia. Esperemos que la incorporación de Portillo les haga interesarse por el interesante exilio ideológico que están provocado los 25 años de gobierno abertzale moderado. Porque es un caso único en Europa.

En sus declaraciones acerca de las razones de su marcha temporal (esperemos), Francisco Llera ha dicho que se une a los aproximadamente 200.000 vecinos del País Vasco que han dejado su tierra de nacimiento o adopción desde los años ochenta.. Los nacionalistas guardan silencio acerca de esta cifra, lo que aconseja darla por buena. En una comunidad autónoma con poco más de 2.100.000 habitantes censados, 200.000 emigrados es una cifra tremenda. Para hacerse una idea, es más de la mitad de Bilbao en sus mejores momentos, más que el vecindario de San Sebastián y poco menos que el de Vitoria. Y muchos de esos emigrados son jóvenes universitarios y trabajadores altamente cualificados, incluyendo a muchos profesionales y empresarios hartos de pagar la extorsión o de plegarse a las condiciones del clientelismo nacionalista.

Las razones por las que esas 200.000 personas han abandonado el paraíso de Ibarretxe son sin duda muy variadas. Algunos creerán que es una exageración hablar en todos los casos de causas políticas, pero en una democracia próspera como la que debería haber en el País Vasco, la emigración del 10 % de la población es un tremendo fracaso político, al menos desde un punto de vista democrático. Y más si esa emigración no es sustituida por emigrantes que reemplacen a los marchados. Si las cifras optimistas que las instituciones vascas se obstinan en repetir para afianzar la mentira del edén nacionalista fueran medio ciertas, la atracción irresistible de nuestra calidad de vida y desarrollo económico habría atraído a numerosos españoles y, desde luego, a ese abigarrado mosaico que compone la emigración que se puede admirar en Madrid, Cataluña o Valencia: magrebíes, subsaharianos, latinoamericanos, caribeños, chinos, polacos, etcétera. Pero, a pesar de los encomiables esfuerzos del consejero Javier Madrazo por sustituir a malos vascos disconformes por buenos emigrantes progresistas, esto no es así: las calles vascas son mucho menos polícromas que las de cualquier ciudad española comparable. Los inmigrantes evitan las sociedades hostiles o inseguras, y por eso eluden el País Vasco. Y esto indica una gran decadencia.

Hacia 1985 hice amistad con una fotógrafa neoyorkina, judía, que se instaló en San Sebastián. Estaba casada con un economista peruano de apellido vasco: un buen ejemplo del melting-pot de Manhatan. Como a casi todo el mundo, les encantó San Sebastián como forma urbana, pero no tanto como sociedad. Nunca se acostumbraron a nuestra mezcla de agresividad encubierta, amable indiferencia y bostezante uniformidad cultural. Al poco tiempo comenzaron a echar de menos su propio mundo mezclado, a sentir cierto vértigo ante la monotonía de caras iguales con miradas iguales y voces no menos uniformes. Les horrorizó que el asesinato terrorista de un vecino del barrio, dueño de una tienda de fotografía, no provocara ninguna reacción en una calle donde todos se conocían. Todo eso acabó por ahuyentarles, y ni siquiera la calidad de la asistencia sanitaria gratuita pudo retenerles. Fueron a Madrid y, tras algunos años, regresaron a Nueva York y a su existencia viajera. Visitan a menudo España, pero no han vuelto por aquí.

El País Vasco es ahora mismo una sociedad centrífuga para los no nacionalistas, a los que expulsa o pone contra las cuerdas, sean autóctonos o visitantes, y ferozmente centrípeta para los propios nacionalistas, cada vez más apretujados en su cómodo establo. Pero su narcisismo y miedo al otro les impide reconocer incluso las evidencias más llamativas. Como la de que, mientras la población española crece en las regiones más pujantes, la mayor parte de las poblaciones industriales vascas, así como Bilbao y San Sebastián, no han conseguido recuperar el censo de 1980. Los 200.000 emigrados se notan, y más todavía, para quien quiera notarlo, que pocos han venido a llenar su hueco.

Esa misma uniformidad que ahuyentó a mis amigos de Nueva York es la que asfixia a Jaime Larrinaga y a Francisco Llera. Y a miles de exiliados o emigrantes menos conocidos. En mi propio departamento de la UPV, donde cinco profesores están eximidos de dar clase por razones de seguridad, nos felicitábamos hace unos cinco años del grupo excepcionalmente bueno de alumnos que nos había caído en gracia. Aquello duró el primer y el segundo curso. En tercero casi todos habían volado, y eso que no existía todavía el distrito único universitario. Alguno vino a despedirse: el clima ideológico se había vuelto insoportable, decía, y no solamente por los atentados de ETA y la kale borroka, sino por el progreso imparable de esa uniformidad bovina que estaba consiguiendo imponer el nacionalismo. Los universitarios no nacionalistas no veían claro que hubiera futuro para ellos en los pueblos de sus padres. Así que emigran a Salamanca, a la Complutense, a Barcelona, a donde sea que encuentren un poco de aire fresco, de variedad, de coexistencia pacífica con lo diferente.

El periodista José María Calleja publicó un libro imprescindible, La diáspora vasca: historia de los condenados a irse de Euskadi por culpa del terrorismo de ETA, donde proporciona cientos de ejemplos de personas expulsadas de su tierra. Es su propio caso. Y el de empresarios y profesionales hartos de pagar formas de extorsión que van desde el “impuesto revolucionario” a los empresarios grandes y medianos, bajo amenaza de secuestro, hasta la exigencia de dinero y sumisión a los propietarios de modestos negocios de barrio. Por supuesto, muchos de estos emigrados dejaron el País Vasco por mejores ofertas profesionales. Pero nadie ha hecho ningún verdadero esfuerzo por retenerles o propiciar su vuelta, por mantener al menos algún lazo con su país. Al contrario, Arzalluz, por poner un ejemplo, ha celebrado con aborozo la marcha de esos que considera indeseables. Y es así porque el empobrecimiento social del país es la única posibilidad de enriquecimiento del nacionalismo. Cuantos más disidentes se vayan, más compacta y sumisa será la parroquia interna: que se vayan, pues.

Parece que el numeroso colectivo de vascos instalados en Madrid está formado a partes casi iguales por cocineros, ejecutivos y periodistas: basta con hojear los periódicos de Madrid para tropezarse con los Zarzalejos, Unzueta, Pradera, Gurruchaga, San Sebastián y muchos otros. Por algún extraño oráculo, todo periodista vasco decente parece abocado a tener que elegir entre abandonar su profesión y hacerse seudoperiodista, o ir a practicarla en otra parte, preferentemente Madrid. Para algunos eso es un lobby, pero en realidad es un destierro. Incluso se da el caso del director de un importante diario vasco que ha sacado hace tiempo a su familia de la ciudad donde vivían –vasca, por supuesto. Por su parte, ha limitado su participación en la vida social local a las comidas de rigor y a lo que traiga su amedrentada redacción, deseosa de no llamar demasiado la atención sobre su existencia profesional. No es un caso excepcional: se sabe de jueces y fiscales, temporalmente destinados en este país, que han preferido asumir su condición de exiliados en el interior y vivir temporalmente en residencias de las fuerzas armadas, en vez de afrontar el riesgo de alquilar un piso en un vecindario donde quizás haya algún vecino que no aprecie a la Justicia.

Pero de los muchos exilios profesionales vascos existentes, quizás el más asombroso y elocuente sea el protagonizado por los policías autonómicos. Aprovechando la afortunada pequeñez del territorio de la CAV —imagínense lo nuestro con el tamaño de Andalucía o Texas—, numerosos ertzainas han decidido instalarse fuera del país que les paga el sueldo: en Castro Urdiales los de Vizcaya, en Miranda de Ebro o Logroño los de Alava, e incluso en Hendaya los de Guipúzcoa. ¿Cuántos ertzainas viven fuera del País Vasco? Los sindicatos no ofrecen cifras concretas, pero se habla de varios cientos con sus familias. La razón: que en muchos pueblos y barrios vascos no es posible colgar el uniforme a secar, ni que el niño o la niña digan en la ikastola que su padre o su madre son ertzainas. Están probando la misma amarga purga que, con anterioridad, sufrieron en los años ochenta tantos policías y guardias civiles, causa del llamado síndrome del norte, razón de transtornos psíquicos e incluso de suicidios. Una policía creada para emular a la sueca en el arte de rescatar gatos de los árboles o ayudar a pasar la calle a los invidentes, mal puede hacer frente al exilio interior, y menos aún armada de mentiras. Conclusión: en muchos sitios, la policía vasca es clandestina.

¿A quién beneficia este vaciamiento interior, este agotamiento demográfico y empobrecimiento humano?

Únicamente al soberanismo, la confluencia estratégica de los intereses de ETA y del nacionalismo moderado, que sólo pueden imponerse arrasando la sociedad civil, convirtiendo la democracia en un régimen monopolista y consiguiendo mediante la expulsión de los disidentes una homogeneidad comunitaria que permita el triunfo, en su día, de la consulta soberanista planeada, quizás pactada con ETA.

Entre tanto, en el País Vasco acontece un drama diario que muchos se empeñan en ignorar, que sólo emerge a la luz en las historias dramáticas de un párroco rural que necesita escolta para precaverse del alcalde, o de un catedrático prestigioso que emigra a los USA para huir de la locura. El signo de que la democracia está ganando la partida se dará el día en que este proceso se invierta con la vuelta de nuestros desterrados y exiliados.

(1) Fuente: Foro Ermua.