lunes, junio 12, 2006

Taller cervantino del Quijote: Chantajearnos con el no matar de ETA

Taller cervantino del Quijote: Chantajearnos con el no matar de ETA

Chantajearnos con el no matar de ETA

Chantajearnos con el no matar de ETA

11.06.06 @ 17:22:11. Archivado en Semántica, Ética, Pro justitia

Ofrezco esta reflexión de especialista de la Ética y de la Semántica a todas las víctimas del terrorismo, cuya memoria debe ser honrada por la historia, transformando su humillación de vencidos por el terror en exaltación de vencedores por la justicia.

Visto desde Bruselas, el mal llamado “proceso de paz”, que intenta imponernos Zapatero, sufre del enorme defecto ético de conceder a ETA la libertad de chantajear, tanto al estado como a los pobres inocentes que somos todos los españoles, con la única condición de que no nos mate (por ahora).

Esto significa que si físicamente los asesinatos no se repiten desde hace un cierto tiempo, nadie nos garantiza que no puedan repetirse, y que por ello el miedo debe seguir siendo el condimento con el que tengamos que seguir comiéndonos los platos amargos de nuestra subsistencia cotidiana.

Así lo entiende ETA y nos lo hace sentir casi a diario su portavoz oficial Arnaldo Otegui, con su inconfundible chulería marrullera: se nos ha concedido una tregua física en la matanza, pero no una póliza de seguro contra el miedo, cuya espada de Damocles él nos recuerda permanentemente casi blandiéndola, por si a alguno se le ocurre salirse del redil del cautiverio en que Zapatero, de acuerdo con ETA, pretende encerrarnos.

La mecánica psicológica de ETA, como la de todo terrorismo, se basa en el chantaje del miedo: pretende conseguir, mediante la ejecución de actos terroristas o bajo la amenaza de cumplirlos, lo que por otras vías no conseguiría.

Empleando la mecánica del terrorismo, ETA no consigue su fin último, pero sí consigue su fin inmediato, ya que logra esclavizar, con el arma del miedo, a la persona o personas aterrorizadas e incluso al conjunto completo de la sociedad española, doblegando su libertad y poniéndolas de rodillas.

¿Qué hacer, tanto los ciudadanos como el estado, para no convertirnos en esclavos del miedo?

La única defensa que nos ofrece la ética contra el miedo es la valentía. Esta virtud la han practicado hasta el sacrificio de su propia vida más de un millar de españoles, si hacemos la suma de todas las víctimas del terrorismo, tanto de ETA como de otros grupos terroristas, cuyos siniestros designios antidemocráticos, en macabra sintonía si no en alianza con los de ETA, no hemos llegado a comprender ni en la España democrática ni fuera de España. No envilezcamos la memoria de sus víctimas cediendo a la cobardía, que como todos sabemos en conciencia es el vicio vergonzoso que se opone como su antónimo ético a la valentía.

Sería deplorable que una vez más, el estado o los ciudadanos, cayéramos en las trampas semánticas del miedo, cuyo instrumento más eficaz como lo señala muy acertadamente Gustavo de Arístegui, son los eufemismos, llamando “paz” a lo que tendríamos que llamar “cobardía”. Nos sucedería como sucedió otrora a los rehenes ideológicos de ETA, tanto a los nacionalistas como a sus hinchas extranjeros, que llamaban “lucha armada” a la “actividad criminal de los terroristas” e “impuesto revolucionario” a la “extorsión”.

Es muy alarmante que desde hace poco nuestro propio gobierno, quizá porque él mismo es fruto del miedo, cede al chantaje nacionalista etarra, llamando “alto el fuego permanente” al cese de actividad criminal de los matarifes de ETA. Hablando así nos procura la prueba de que su peor vicio, el más peligroso para quienes dependemos de su gestión, no es el miedo a secas, sino la suicida osadía del miedoso, cuyo maleficio pragmático intensifica su cobardía hasta el grado semántico superlativo.