La paz sí, pero no así
25.10.06 @ 16:10:00. Archivado en Europa, España
La paz sí, pero no así ni allí, sino aquí y de otra manera.
El lugar erróneo es el Parlamento europeo. El lugar acertado es el Parlamento español.
La manera errónea es el diálogo con los terroristas como tales terroristas. La manera acertada es el arrepentimiento de los terroristas, a demostrar mediante su renuncia a las armas, su inserción en la vida civil y su reparación a las víctimas. Éste es el único camino justo para obtener de las víctimas y de la sociedad, cuya obligación es ampararlos, la paz social con el perdón de los arrepentidos.
Cualquier otra manera, por generosa que parezca, equivale a añadir al cúmulo de violencias criminales cometidas contra las víctimas, la violencia de la injusticia pública, violencia suprema que destruye toda esperanza de reparación y alienta la desesperación social y el deseo de venganza individual.
Una vez más la eurodiputada socialista Rosa Díez demuestra que la objeción de conciencia es el recurso que ha de emplear quienquiera que prefiera en toda circunstancia, por difícil que sea, la defensa de los valores humanos auténticos a la adopción irresponsable de los oportunismos de la partidocracia.
Los resultados de la caótica votación de esta mañana demuestran que Rosa Díez tenía razón al anunciar que no solamente se escenificaría en el Parlamento europeo la fractura de la sociedad española, sino que se produciría la fractura análoga de la sociedad europea. Los diez votos que separan a los dos bloques enfrentados y las veinticuatro abstenciones, transforman en tragicomedia, e incluso en parodia bufa de un drama, la representación de la tragedia que consiste en confrontar a un estado de derecho con una banda de criminales, dispuesta a mofarse tanto de la democracia española como de la democracia europea.
-oOo-
Aquelarre nacionalista en Estrasburgo,
por ROSA DÍEZ, eurodiputada socialista
Hoy, aniversario de las aprobación del Estatuto de Autonomía de Gernika, ETA se convierte en en el Parlamento Europeo en un agente del proceso de paz en España. Ése es el título del punto del orden del día cuyo debate se inicia a las nueve de la mañana: Proceso de paz en España.
En el Parlamento Europeo hemos debatido muchas veces sobre ETA. El PSOE —siempre de común acuerdo con el Partido Popular— ha pedido en las instancias europeas una mayor implicación de las instituciones de la Unión en la lucha contra el terrorismo. Las consecuencia de ese trabajo conjunto de los dos partidos políticos españoles que suscribieron el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo han sido medidas de lucha contra el terrorismo tan eficaces como la inclusión de ETA y Batasuna en la lista europea de organizaciones terroristas, la orden de detención y entrega de terroristas, la definición común del delito de terrorismo, una mayor cooperación policial y judicial en Europol y Eurojust, las medidas de retención de datos telefónicos y de Internet, las normas europeas contra el blanqueo de dinero...
Pero lo que se debate hoy en el Parlamento Europeo nada tiene que ver con eso. Lo que viene a debate, impulsado por el Partido Socialista Obrero Español, es el proceso de paz en España, la «solución dialogada» con ETA. El portavoz español del PSOE en el Parlamento Europeo lo confirmó al afirmar hace unos días que el debate tenía como objetivo «ayudar a un proceso de superación de la violencia». La superación de la violencia no es la derrota del terrorismo. El final dialogado no es la derrota del terrorismo. Por eso estoy en contra del debate mismo; por eso me parece una irresponsabilidad plantear así, aquí y ahora, este debate.
Sé por qué quieren el debate los terroristas. Ellos no reconocen la legitimidad de las instituciones españolas que dimanan de la Constitución del 78. Por eso no reconocen la legitimidad del Parlamento Español ni del Parlamento Vasco. Por eso en España quieren que el futuro marco político y jurídico del País Vasco se debata en una mesa extraparlamentaria. A nivel internacional actúan igual. Coherentemente con su discurso de rechazo de la democracia española, en su afán de difundir fuera de nuestras fronteras la idea de que sus actos de terror son consecuencia de su lucha contra un poder impuesto y no democrático, han buscado siempre foros internacionales en los que plantear sus causas. Quisieran hacerlo en la ONU; pero de momento no han llegado tan lejos. Pero hoy han llegado —de la mano de los socialistas españoles— al Parlamento Europeo.
También sé por qué quieren este debate los nacionalistas. Ellos siempre han querido «justificar» las causas de los terroristas. Los nacionalistas institucionales siempre han pretendido deslegitimar en toda Europa las instituciones democráticas desde las que ellos mismos gobernaban. Siempre han difundido la mentira de que la Constitución no fue aprobada en el País Vasco. Los nacionalistas no violentos siempre han defendido el origen político del «conflicto», porque siempre han sacado ventaja de la existencia de ETA y no renuncian a sacar ventaja de su posible desaparición.
Pero ignoro qué ventajas políticas espera sacar el PSOE de este debate. Ni siquiera en términos partidistas, en el corto plazo —y mira que sería triste que todo esto fuera sólo para eso— le encuentro ninguna ventaja. Porque, hoy por hoy, ante los españoles todos, el Gobierno de Zapatero y el PSOE tenía el apoyo de Europa a su política en esta materia. Ahí están las declaraciones de Chirac, de Blair, de la Presidencia de la Comisión Europea, del Consejo... ¿A qué viene querer contar ahora en el Parlamento Europeo a los que están en contra? ¿Qué gana el PSOE con ello?
Pero mucho más que lo que pueda ganar o perder el PSOE con este debate me importa lo que pierda España. Ni el PSOE, ni el Gobierno, han explicado en qué puede contribuir a debilitar a ETA la realización de este debate. Y no lo han explicado porque saben que ETA y sus aliados no pierden nada con él. Y denunciarlo no es hacer de altavoz de las posiciones de los malos; es sencillamente llamar la atención sobre la inutilidad y el riesgo que corremos los buenos. Sin necesidad de insistir en que la decisión de promover este debate favorece la estrategia de ETA de «internacionalizar el conflicto» —lo cual es a mi juicio lo más grave—, resulta para todos evidente que la democracia española se fragiliza cuando en el Parlamento Europeo aparecen divididas las dos grandes fuerzas políticas españolas, las dos únicas que pueden formar gobierno. Ningún partido gobernante en ningún país de nuestro entorno hubiera tomado la decisión de traer al Parlamento Europeo, sin consenso interno previo, un debate sobre un tema de Estado. Sobre todo porque ésta no es una cuestión sobre la que un gobierno legítimo —como lo es el nuestro—, necesite apoyos testimoniales, que es el único que aquí se le puede brindar.
¿Por qué entonces traer aquí, así y ahora, este debate? Si el Gobierno de España necesitara apoyo político para proseguir con el proceso puesto en marcha o para dar nuevos pasos, es en el Congreso de los Diputados donde debe suscitar el debate y recabar el apoyo. Son las Cortes Españolas las que ejercen la tarea de controlar o impulsar la acción del Ejecutivo. Traer este debate. el Parlamento Europeo, que no tiene la competencia de control de ninguno de los gobiernos comunitarios en esta materia, sólo servirá para convertir a ETA en un agente del proceso ante los eurodiputados y ante la opinión pública europea.
Por eso sostengo que debatir en el Parlamento Europeo sobre el «proceso de paz» iniciado entre ETA y el Gobierno de España es un error político de consecuencias impredecibles. Convierte a ETA en agente político, en «negociador» de la paz con el Gobierno democrático de todos los españoles. Y supone un retroceso en todo un trabajo de pedagogía democrática, llevado a cabo durante años con el objetivo de que ETA dejara de ser percibida fuera de nuestras fronteras como un grupo «independentista» o «defensor de los derechos del pueblo vasco».
Sea cual fuere la resolución que se apruebe, al día siguiente nadie se acordará de ella. Pero todos se acordarán de la división existente entre españoles —y desde hoy entre europeos— y de que un Estado miembro quiso debatir en un Parlamento sin competencias lo que renunció a hacer —curiosamente con el argumento de evitar que se visualizara la división— en el Parlamento español. El conflicto político entre los demócratas españoles, expuesto aquí con todo lujo de detalles, dará visos de credibilidad al discurso de los terroristas y de sus socios y voceros. ETA será percibida como el agente de la paz y quienes están en contra del «proceso», serán los «obstáculos». ¡Qué horror!
ETA ha tenido a lo largo de su historia sumo cuidado en el diseño y divulgación de sus mensajes políticos. La división entre los demócratas españoles, reflejada con toda crudeza en el Parlamento Europeo, es su gran triunfo. El debate lo ha propuesto el PSOE; y lo ha hecho sin buscar el acuerdo del PP. Más bien parece que lo ha hecho para buscar el desacuerdo, como se deduce de las declaraciones iniciales de sus líderes, aquéllas en las que no se explicaba que ganábamos frente a ETA pero se ponía el énfasis en que el PP español iba a ser «doblemente derrotado». Por eso a quienes lo han propuesto les corresponde asumir su responsabilidad.
Si se hubiera buscado un debate para fragilizar las posiciones de ETA y reforzar las de los demócratas, nunca se hubieran hecho las cosas de esta manera. Más allá de la conveniencia de traer a esta Cámara el debate sobre un proceso cuyo devenir es aún incierto para recabar un apoyo testimonial perfectamente prescindible, la forma en que el debate se ha gestado hace imposible que lo que salga de aquí sea positivo. Al Parlamento Europeo se le podría haber pedido una declaración de apoyo a las instituciones democráticas españolas, a las víctimas del terrorismo como referentes de la democracia, al marco constitucional. Al Parlamento Europeo se le podría haber pedido un reforzamiento de su posición de solidaridad con España para derrotar al terrorismo. Pero no estamos ante eso; estamos ante un debate sobre el proceso de paz en España del que ETA sale convertida en interlocutora del Gobierno de España para la paz. Difícil que los parlamentarios lleguen a la conclusión de que les estamos pidiendo ayuda para utilizar todos los instrumentos de la democracia europea para derrotarla.
Debatir en Estrasburgo sobre el proceso de paz tiene aquí y allá, en España, muchos partidarios. Más o menos los mismos que quieren formar una mesa de partidos extraparlamentaria para decidir en ella el futuro de Euskadi. Más o menos los mismos que se han opuesto históricamente a todas las decisiones que hemos adoptado en España y en Europa para combatir y derrotar al terrorismo y a sus entornos legitimatorios. De la misma manera que sostengo que la constitución de la mesa extraparlamentaria es la cesión, insisto en que el debate aquí, así y ahora, es la cesión. Lo de menos es lo que se vote o cuál de las propuestas logre mayor apoyo. El debate es lo que rechazo. De fondo y de forma.
Me produce un profundo dolor observar cómo se rompe el consenso en Europa en esta materia. Hubiera querido que el debate no se celebrara. Pero el debate se hará. Y actuaré de forma coherente con la posición política que llevo días explicando. Y con mi compromiso ante los ciudadanos. Y obraré en conciencia. Aunque fuera cierto lo que me cuentan que dicen algunos de la dirección del PSOE: que me expulsarán si no apoyo la resolución presentada por el Partido Socialista. No lo haré. No votaré ninguna resolución. No participaré en una votación que nos divide a los demócratas españoles. No participaré en una votación en la que los socialistas, para conseguir que el Gobierno de Zapatero logre un apoyo testimonial, han facilitado a ETA la oportunidad de lograr el reconocimiento simbólico que ha perseguido a lo largo de toda su existencia. Tengo claro que los ciudadanos españoles no me han votado para eso.