Sociogenética de Sancho Panza
13.09.07 @ 08:40:00. Archivado en Escritura bloguera, El Quijote, Semántica, Pragmática, Poética, Sociogenética, Novela
Sociogenéticamente, la combinación genial de generosidad y cálculo, malicia y bondad, agudeza y estupidez, ingenio e ignorancia, con que Cervantes traza el perfil de su personaje Sancho Panza, es "el fruto de un ambiente social que obliga al hombre a recubrirse de un caparazón de recelo, bellaquería y agresividad, para poder subsistir". Aunque, al reeditar en 2007 este artículo mío de 2005, me mantenga fundamentalmente de acuerdo con la interpretación sociológica de J. Salazar Rincón, en El mundo social del Quijote, insisto en que el resultado poético no es simplemente el fruto de una acumulación anecdótica de factores sociales, sino que el talento creativo de Cervantes ha logrado engendrar un personaje vivo, más bien que un simple retrato, dando preferencia a la etopeya sobre la prosopografía, a la cinematografía sociogenética de un prototipo sobre el retrato estático.
No ha faltado quien observase que no se le ha ocurrido al hidalgo, tan amigo de cambiar los nombres, el cambiárselo a su futuro escudero:
[1]«Sancho Panza se llamaba el escudero, pero al Caballero no se le ocurrió mudarle el nombre en otro expresivo, altisonante. ¿Estuvo en ello intencionado Cervantes? Bien pudo ser».
Menéndez y Pelayo ha estudiado la ascendencia literaria de Sancho. El nombre Sancho era proverbial desde la Edad Media, y figuraba en varios refranes: «Hallado ha Sancho con su roçin» (356), glosado: «La ruyndad entendida: presto es confundida», Marqués de Santillana, (p. 108.); ««Allá va Sancho con su rocino»; dizen que éste era un hombre grazioso que tenía una aca, y dondequiera que entrava la metía consigo; usamos deste proverbio quando dos amigos andan siempre juntos.», Cov. 925.a.48; ««Al buen callar llaman Sancho», conviene a saber sancio y santo.», Cov. 925.a.46, también el Marqués de Santillana, y Corbacho, ed. Castalia. p. 195.
Al finalizar su libro en 1604 Cervantes recalcó la originalidad de su genial creación:
«en quien. a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles...». I.Pról.15.
«El héroe literario necesita del «otro al lado», que sea su confidente y cooperador. Sin alguien junto a él con quien hablar, las andanzas de un orate por la Mancha hubieran dado poco juego. Tanto en la comedia áurea como en el relato, hacen falta dos conciencias compenetradas, pero en oposición dialéctica, de modo que una rebote en la otra, y permita revelar el pensamiento del personaje principal, dado que, normalmente, las miras del amo han de ser altas, sus hazañas valerosas y sus sentimientos elevados y sutiles… es inicialmente tonto, porque sus pocas luces no deben impedir el desvarío del héroe. Sólo a medida que éste vaya mostrando admirable cordura fuera de lo caballeresco, podrá ir enriqueciendo Sancho su personalidad hasta adquirir volumen comparable a la del caballero. A esto debe atribuirse la famosa quijotización de Sancho, tan notada por la crítica..», F.L. Carreter, en Rico 1998 a, p. XXXVI.
El aspecto físico que le atribuimos es, principalmente, representación mental nuestra como lectores, ya que Cervantes apenas se preocupó de elaborar su prosopografía, limitándose a decirnos de manera impresionista y un poco burlona que tenía «la barriga grande, el talle corto y las zancas largas», I.10.9. «El traje, las barbas, la gordura y pequeñez del nuevo gobernador tenía admirada a toda la gente que el busilis del cuento no sabía, y aun a todos los que lo sabían que eran muchos.», II.45.3. El soneto del burlador académico argamasillesco añade: «Sancho Panza es aquéste, en cuerpo chico, | pero grande en valor, ¡milagro estraño!», II.70.70. Para imaginarlo nos basamos en algunos rasgos de su etopeya, que nos hacen deducir, en particular poniendo de relieve su comportamiento de tranquilo, bebedor y glotón, que era pequeño y gordo: «Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido.», I.7.22. Enseguida sabemos que era «hombre de bien..., pero de muy poca sal en la mollera», I.7.20.
Con ocasión del embuste de Sancho, para hacer creer al cabrero que no ha tocado la maleta del loco de Sierra Morena (I.23.50), comenta Clemencín: «Júntese este rasgo de bellaquería de Sancho con los otros de codicia, y de miedo que notamos arriba, y se irá formando idea del carácter que dio Cervantes a este personaje, en quien reunió los deseos ordinarios del pobre, las precauciones del ignorante, la cobardía del villano, y la malicia mal disimulada de la aldea. Si agrega el apetito perpetuo de hablar, y de ensartar refranes más o menos a propósito, resultará el Sancho Panza de Cervantes.», Clem. 1233.a. El mismo Clemencín completa esta etopeya al final de su comentario: «Esta especie de codicia desconfiada y rústica es el rasgo principal del carácter de Sancho, según ya observó Ríos. Cervantes siempre le tiene suspenso con alguna esperanza, o cebado con algún interés, como por ejemplo, con los escudos de Sierra Morena, los del Duque, la paga del desencanto de Dulcinea y el gobierno de la ínsula. Con el propio fin hace que Sancho desprecie la honra de comer al lado de su amo, pidiéndole la conmute en otra cosa de más provecho y comodidad, y con el mismo finge también que salió de la venta contento y alegre por haberse excusado de pagar la posada a costa del manteamiento (Análisis, número 64).», Clem. 1909.b.
Sancho Panza, amalgama cómica de tradiciones literarias y tipos populares, no resulta unidimensional porque su rusticidad alterna con la ternura y la astucia, sin ofrecer exactamente una evolución psicológica gradual y coherente, sorprendiendo al lector con los variables matices de su personalidad (A. Rey).
Aunque nunca se declara la edad de Sancho, cabe inducir que era más joven que don Quijote, ya que éste le dice: «está muy puesto en razón natural que primero llegue el día de mi muerte que el de la tuya», II.20.56.
Afortunadamente Cervantes prefirió seguir adelante con el capítulo I.7 más bien que poner fin a su obra con el escrutinio. En este capítulo, tras concluir rápidamente su crítica literaria, hace aparecer la figura de Sancho Panza, con lo cual crea la inmortal pareja y con ella el constante y sabroso diálogo, uno de los mayores aciertos del escritor (M. de Riquer).
«Con Sancho el dialogismo puede ir convirtiéndose en el principio estructural constante de la novela, al que se sumarán otras no sólo personas sino mentes humanas independientes: contrastes dialécticos entre pareceres, que van superponiéndose y -en última instancia-, puesto que el narrador no nos da el código o clave de los mensajes, sólo pueden resolverse en la mente, abierta en potencia a todos estos, del lector.», Claudio Guillén, en Rico 1998 b, p. 32. Este recurso evita el tener que utilizar a cada paso un narrador omnisciente.
Si en un plano puramente formal observamos la frecuencia de las principales fórmulas narrativas que introducen las réplicas dialogísticas de cada uno de los dos personajes, notamos que don Quijote pregunta y replica [2] más que Sancho, mientras que las razones dialogísticas de ambos se equilibran: preguntó Sancho: 18; preguntó don Quijote: 27; razones de Sancho: 8 razones de don Quijote: 8; replicó Sancho: 58; replicó don Quijote: 71. Sin embargo, las respuestas [3] de Sancho Panza parecen ser más frecuentes que las de don Quijote, lo cual parece indicarnos que el escudero dialoga más que su señor, cuya tendencia al monólogo está condicionada por su manía discursiva: respondió Sancho: 304 respondió don Quijote: 254.
La entrada de Sancho en el relato coincide con el fin de las alucinaciones de impersonalismo de Don Quijote: «En el mismo capítulo VII [«De la segunda salida…»], en que acaban estas alucinaciones de impersonalismo (DQ se toma todavía por Reinaldos de Montalbán), entra en escena Sancho: «En este tiempo solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo…», I.7.20.
[La figura de Sancho] Viene también de la literatura popular; un refrán decía: "Allá va Sancho con su rocino": y allá entró en su rucio el villano, decidor inagotable de refranes, como un tipo escuderil arcaico, que aparece en el siglo XIV en el más antiguo libro de caballerías conocido, El caballero Cifar… El amo y el escudero irán progresivamente completándose el uno al otro, de tal modo, "que las locuras del señor sin las necedades del criado no valdrían un ardite"» [4]
Esa combinación genial de agudeza y estupidez, malicia y bondad, ingenio e ignorancia, con que Cervantes traza el perfil de su personaje (Sancho Panza), es el fruto de un ambiente social que obliga al hombre a recubrirse de un caparazón de recelo, bellaquería y agresividad para poder subsistir. El labriego está condenado a sufrir la pobreza, la arbitrariedad de propietarios y señores, y el menosprecio de las demás categorías sociales; no es capaz de analizar y comprender su situación dentro del conjunto social, y carece de medios para defenderse en este mundo hostil. La socarronería, la malicia y el recelo son su único escudo protector frente a un orden social injusto, el fruto de un resentimiento acumulado durante toda una vida de esclavitud y de resignada sumisión.[5]
Esa mezcla de bobería y agudeza, que da a Sancho su verosimilitud y originalidad, procede de una imagen colectiva del campesino comúnmente aceptada por las gentes y fijada en una tradición oral [6].
La situación socio-económica de Sancho es conocida por sus convecinos, muy en particular por el morisco Ricote, su tendero y amigo, que le propondrá parte de su tesoro enterrado, si le ayuda a recuperarlo: «si tú, Sancho, quieres venir conmigo y ayudarme a sacarlo y a encubrirlo, yo te daré docientos escudos, con que podrás remediar tus necesidades, que ya sabes que sé yo que las tienes muchas.», II.54.25.
Es un Antiguo servidor del padre del Bachiller Sansón Carrasco, lo cual explica tanto que se refiera a lo que ganaba en aquél trabajo a la hora de acordar un salario con don Quijote como que introduzca a Sansón en la intimidad de don Quijote, tema este capital para la composición de la segunda parte: 1) Salario «—Cuando yo servía -respondió Sancho- a Tomé Carrasco, el padre del Bachiller Sansón Carrasco, que vuesa merced bien conoce, dos ducados ganaba cada mes, amén de la comida; con vuesa merced no sé lo que puedo ganar, puesto que sé que tiene más trabajo el escudero andante que el que sirve a un labrador; que, en resolución, los que servimos a labradores, por mucho que trabajemos de día, por mal que suceda, a la noche cenamos olla y dormimos en cama, en la cual no he dormido después que ha que sirvo a vuestra merced.», II.28.9. 2) Intoducción de Sansón: «mas si vuestra merced gusta que yo le haga venir aquí, iré por él en volandas.», II.2.36.
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[1] Pi y Molist, Cortejón; ver Murillo, I, p. 125-126.
[2] «REPLICAR. Comúnmente significa argüir segunda vez contra la respuesta del argumento, latine replico, as, quod interdum significat saepius inculco; y de allí réplica», Cov. 905.a.50.
[3] «RESPONDER. Dar satisfacción de palabra al que nos ha preguntado alguna cosa… De allí, respuesta, lo que se responde», Cov. 907.b.1.
[4] Ramón Menéndez Pidal, De Cervantes y Lope de Vega,Espasa-Calpe, Madrid, 1940, 29-30.
[5] J. Salazar Rincón, El mundo social del Quijote, p. 181, Gredos, Madrid, 1986.
[6] Maxime Chevalier, «Literatura oral y ficción cervantina», página 195; y Mauricio Molho, op. cit., pags. 217 y sigs, Ibíd, nota 70, p. 181.
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Fuente: Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid. Este artículo apareció en cuatro periódicos virtuales, el 12.04.2005, con ocasión del año cervantino nacional.