lunes, abril 09, 2007

Eurofuturo mundialista

Permalink 09.04.07 @ 19:10:37. Archivado en Europa, Sociogenética

[AEU] Durante su primer medio siglo de existencia, el proyecto europeo consistió fundamentalmente en ver qué hacíamos los europeos con nosotros mismos. La motivación principal de los fundadores de la UE fue alcanzar una paz duradera. Se esperaba que la integración económica condujera a un mayor entendimiento entre los europeos, apoyado por la miríada de interacciones a las que da lugar el comercio. La Unión Europea ha concretado ese sueño. En ninguna parte del mundo viven los vecinos de manera más pacífica ni se mueven las personas con mayor libertad y seguridad que en Europa, lo cual se debe, en parte, a una nueva identidad europea que no está vinculada a la ciudadanía nacional.

Durante el medio siglo que empieza, el proyecto europeo consistirá sobre todo en ver qué hacemos los europeos con nuestra Unión Europea dentro de un mundo no europeo.

Le corresponde a la Unión Europea el tomar la iniciativa para lograr que otro mundo sea posible. En Europa la integración económica ayudó a conseguir un conjunto de metas más amplio. Hoy en día, sólo Europa puede hablar con credibilidad sobre la cuestión de los derechos humanos. Europa ha tenido éxito en parte porque reconoce que los derechos de los individuos son inalienables y universales, y porque creó instituciones para protegerlos. Un sistema económico y social debe ser juzgado por la medida en que los individuos tienen la posibilidad de crecer y de realizar su potencial. Como individuos somos parte de un círculo de comunidades cada vez más amplio, y podemos realizar nuestro potencial sólo si vivimos en armonía los unos con los otros. A su vez, esto requiere un sentido de la responsabilidad y de la solidaridad. El éxito de Europa se debe en parte a su promoción de un conjunto de valores que, aunque esencialmente europeos, son al mismo tiempo universales. De estos valores, el fundamental es la democracia, entendida como una participación activa y significativa en la toma de decisiones.

Éstas y otras ideas, francamente esperanzadoras, caracterizan la visión que tiene del futuro de Europa Joseph E. STIGLITZ, premio Nobel de Economía.

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La misión global de la UE
por Joseph E. STIGLITZ (1) 08/04/2007

[Stiglitz] Las recientes celebraciones que marcaron el quincuagésimo aniversario del nacimiento de la Unión Europea han estado dominadas en algunos ámbitos, triste es decirlo, por el pesimismo. Sin duda alguna, la incomodidad con respecto al futuro de la UE es comprensible, especialmente a la vista de la incertidumbre que rodea a los esfuerzos por reavivar el Tratado Constitucional. Sin embargo, el proyecto europeo ha sido un enorme éxito, no sólo para Europa sino para el mundo.

Los europeos no deben desalentarse por las comparaciones entre el PIB de Europa y, digamos, el de Estados Unidos. No cabe duda de que Europa se enfrenta a grandes retos en la tarea de perfeccionar su unión económica, incluida la necesidad de reducir el desempleo y de impulsar el dinamismo de la economía. Pero por más que se haya incrementado el PIB de Estados Unidos, la mayoría de los estadounidenses está peor en este momento que hace cinco años. Una economía que, año tras año, da lugar a que la mayor parte de sus ciudadanos estén peor no es un éxito.

Pero lo más importante es que el éxito de la UE no debe medirse sólo por cada acto legislativo y regulador en particular, ni siquiera por la prosperidad que ha acompañado a la integración económica. Después de todo, la motivación principal de los fundadores de la UE fue alcanzar una paz duradera. Se esperaba que la integración económica condujera a un mayor entendimiento, apoyado por la miríada de interacciones a las que da lugar el comercio. El aumento de la interdependencia haría impensable el surgimiento de los conflictos.

La Unión Europea ha concretado ese sueño. En ninguna parte del mundo viven los vecinos de manera más pacífica ni se mueven las personas con mayor libertad y seguridad que en Europa, lo cual se debe, en parte, a una nueva identidad europea que no está vinculada a la ciudadanía nacional. Éste es un ejemplo que el resto del mundo debe emular: compartir derechos y responsabilidades, incluida la obligación de ayudar a los menos afortunados. También en esto, Europa ha dado ejemplo al prestar más ayuda a los países en vías de desarrollo que cualquier otro país (y destinando un porcentaje más alto de su PIB que Estados Unidos).

En los últimos seis años, el mundo tuvo que hacer frente a un periodo difícil. El compromiso con el multilateralismo democrático ha sido desafiado, y los derechos garantizados por las convenciones internacionales han sido suspendidos, como ocurrió con la Convención contra la Tortura. De eso han surgido muchas enseñanzas, entre las que cabe destacar los peligros del orgullo y los límites del poder militar, y la necesidad de un mundo multipolar.

Europa, con mayor número de habitantes que cualquier otro país, salvo China e India, y con el mayor PIB del mundo, debe convertirse en uno de los pilares centrales de ese mundo proyectando lo que se ha dado en llamar poder blando, que es el poder y la influencia de las ideas y del ejemplo. Sin duda, el éxito de Europa se debe en parte a su promoción de un conjunto de valores que, aunque esencialmente europeos, son al mismo tiempo universales.

De estos valores, el fundamental es la democracia, pero no entendida como una mera convocatoria periódica de elecciones, sino también como una participación activa y significativa en la toma de decisiones, lo cual exige una sociedad civil comprometida, una gran flexibilidad de las normas que regulan la información, y unos medios de comunicación vivos y diversificados que no estén sometidos al control ni del Estado ni de un reducido grupo de oligarcas.

El segundo valor en importancia es la justicia social. Un sistema económico y social debe ser juzgado por la medida en que los individuos tienen la posibilidad de crecer y de realizar su potencial. Como individuos somos parte de un círculo de comunidades cada vez más amplio, y podemos realizar nuestro potencial sólo si vivimos en armonía los unos con los otros. A su vez, esto requiere un sentido de la responsabilidad y de la solidaridad.

La UE demostró ese sentido de manera rotunda con su ayuda a los países de la Europa poscomunista. La transición del comunismo a la economía de mercado no ha sido fácil, pero la generosidad sin precedentes de Europa ha merecido la pena: los países que se han adherido a la UE han superado a todos los demás, y no precisamente por haber accedido a los mercados europeos. Todavía más importante que eso fue la infraestructura institucional, que comprende el compromiso vinculante con la democracia y la vasta serie de leyes y reglamentos que a menudo no sabemos valorar.

Europa ha tenido éxito en parte porque reconoce que los derechos de los individuos son inalienables y universales, y porque creó instituciones para protegerlos. En cambio, Estados Unidos ha sido testigo de un asalto a gran escala a esos derechos, incluso el del hábeas corpus, el derecho a recusar la propia detención ante un juez independiente. Se han hecho, por ejemplo, sutiles distinciones entre los derechos de los ciudadanos y de los no ciudadanos.

Hoy en día, sólo Europa puede hablar con credibilidad sobre la cuestión de los derechos humanos. Para bien de todos nosotros, Europa debe seguir haciéndolo, incluso con más contundencia que en el pasado.

De igual modo, mientras que el proyecto europeo trata de fomentar la "armonía" para que la gente pueda vivir junta y en paz, todos nosotros debemos, también, vivir en armonía con el medio ambiente, el más escaso de todos nuestros recursos. También en este ámbito se ha puesto Europa a la cabeza, especialmente en lo que respecta al calentamiento global, demostrando que se pueden dejar de lado los pequeños egoísmos para conseguir un bien común.

En el mundo actual hay muchas cosas que no funcionan bien. Mientras que la integración económica ayudó a conseguir un conjunto de metas más amplio en Europa, en otras partes la globalización económica ha contribuido a ensanchar la brecha que separa a los ricos de los pobres dentro de cada país y la que existe entre países ricos y países pobres.

Otro mundo es posible. Pero le corresponde a Europa tomar la iniciativa para lograrlo.

Traducción del inglés: Emilio G. Muñiz. © Project Syndicate, 2007.

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(1) Joseph Eugene Stiglitz (Gary, Indiana, 9 de febrero 1943). Economista, escritor y Premio Nobel de Economía (2001). Es uno de los economistas más famosos del mundo, a partir de la publicación de libros de divulgación masiva y de las críticas a los organismos internacionales de crédito.

Estudió entre 1960-1963 en el Amherst College, donde pasó al MIT como estudiante de pregrado, para proseguir con trabajos de postgrado. Entre 1965-1966 trabajó en Chicago junto a Hirofumi Uzawa. En los años siguientes obtuvo su doctorado en el MIT y una beca Fulbright de investigación. Enseñó en el MIT y en la Universidad de Yale. En la actualidad dicta clases en el Graduate School of Business de la Universidad de Columbia.

Además de hacer influyentes y numerosas contribuciones a la microeconomía, Stiglitz ha participado en números puestos públicos. Desempeñó labores en la administración del presidente Clinton como la de presidente del Consejo de Consejeros Económicos (1995-1997). En el Banco Mundial, sirvió como primer vicepresidente y economista jefe (1997 - 2000), antes de que el Secretario del Tesoro de los EE.UU. (Lawrence Summers) lo forzara a renunciar.

La investigación más famosa de Stiglitz es sobre el screening, una técnica usada por un agente económico para extraer la información privada de otro. Esta importante contribución a la teoría de la asimetría de la información le valió compartir el premio del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel con George A. Akerlof y Michael Spence. En el marco de las teorías económicas Stiglitz formaría parte de la escuela neokeynesiana.

Además de sus publicaciones técnicas de economía, Stiglitz es el autor de Whither Socialism, un libro no técnico que proporciona una introducción a las teorías detrás del fracaso de las economías socialistas en Europa del Este y al rol de la información imperfecta en los mercados. En 2002, escribió El malestar en la globalización, donde afirma que el Fondo Monetario Internacional se pone al interés de su accionista más grande, los Estados Unidos, sobre el de las naciones más pobres para las cuales fue diseñado servir. Stiglitz ofrece algunas razones por las cuales la globalización ha engendrado la hostilidad de manifestantes, tales como las ocurridas en Seattle y Génova. Joseph E. Stiglitz ha sido reconocido en los cinco continentes por su prestigiosa trayectoria y es uno de los economistas más leídos del mundo.

fuentes:

* Wikipedia

* Joseph E. Stiglitz
The Sveriges Riksbank Prize in Economic Sciences in Memory of Alfred Nobel 2001
Autobiography