viernes, diciembre 14, 2007

El juicio del Arzobispo en positivo

El juicio del Arzobispo en positivo

Permalink 14.12.07 @ 19:25:25. Archivado en Europa, Universidades, Amistad Europea Universitaria, Pragmática, España, Sociogenética, Antropología, Ética, Religiones, Educación, Pro justitia et libertate

"No hay mal que por bien no venga". Así piensan muchos universitarios católicos, tanto españoles como europeos, deseosos de superar con optimismo la crisis de confianza en que se encuentran confinados algunos de sus colegas teólogos e historiadores más brillantes, por obra de algunos censores inquisitoriales, que han decidido privarles de su libertad académica, cerrándoles la boca por vía autoritaria.

Esta corriente optimista coincide con nosotros en pensar que el caso lamentable del arzobispo de Granada, condenado por la justicia civil, por haber injuriado y acosado a uno de sus curas universitarios, exigiéndole obediencia injusta y ciega, puede servir para frenar la marcha loca del viejo tren del catolicismo integrista español, que galopa hacia el abismo de la injusticia y del despotismo, por obra de unos cuantos maquinistas desmemoriados, que olvidan la existencia del resto de la iglesia.

Coincidimos con ellos en pensar que la única condición para que este caso particularmente doloroso y emblemático sirva de freno es que tanto el clero como nosotros los laicos, en particular los colegas universitarios, echemos mano de la objeción de conciencia, en un gesto comparable con el “¡Basta ya!” de Jesús frente a los mercaderes del templo.

Ayer publicábamos aquí la reflexión dolorida y sincera de unos cuantos universitarios católicos, profundamente conmovidos por los gravísimos hechos que están teniendo lugar en la prestigiosa archidiócesis de Granada, cuyo clero es uno de los mejores formados de la Iglesia universal, precisamente por la calidad de su formación universitaria.

Hoy tenemos el honor de contar entre nosotros, universitarios católicos laicos, con la voz prestigiosa de nuestro colega teólogo José María Castillo, cuyo mensaje apenado y esperanzado reenfuerza con su optimismo evangélico el nuestro de ayer.

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EL JUICIO DEL ARZOBISPO DE GRANADA
por José M. Castillo

El proceso, el juicio y la condena del arzobispo de Granada, Javier Martínez, ha producido lógicamente reacciones muy distintas y, en no pocos casos, enfrentadas. Es seguramente la primera vez que, en mucho tiempo (no sé si siglos), nos vemos ante un hecho así. Y al ser el reo y el condenado quien es, hay desde quienes se sienten abatidos y escandalizados hasta los que se frotan las manos diciendo que ya era hora de poner las cosas en su sitio, sin que seguramente falten los que dicen que el juez se ha quedado corto en su sentencia y ha usado con el arzobispo una benignidad que probablemente no tiene con otros. ¿Qué pensar de todo esto?

A mí me parece que lo primero, en un caso como éste, es lamentar profundamente lo que ha ocurrido. Porque este tipo de situaciones van inevitablemente asociadas a sufrimientos y humillaciones que siempre son dolorosas y, a veces, más dolorosas de lo que sospechamos quienes, desde fuera, enjuiciamos el caso, cargando juicio sobre juicio. Nos ha de doler, por tanto, el dolor de los que se han visto implicados en el proceso. Y también nos tiene que doler el malestar y seguramente el escándalo de quienes no entienden, ni pueden entender, que un sacerdote lleve a su obispo ante los tribunales. O también la indignación de los que no pueden comprender que un sacerdote se vea en tal situación que no tenga otra salida que denunciar a su obispo ante la justicia ordinaria. Sinceramente, todo esto me produce mucha pena. Y confieso que me he sentido y me siento mal con todo este embrollo. Como supongo que mal se tienen que sentir otros cristianos en Granada y fuera de Granada.

Pero hay algo mucho más serio en todo este asunto. Un arzobispo, antes que arzobispo, es ciudadano. Y se tiene que atener a las exigencias y consecuencias que lleva consigo la condición de ciudadano. Digo esto pensando, no sólo en el arzobispo, sino igualmente en las numerosas personas que han vivido, y están viviendo, este proceso como si se tratase de un ataque a la Iglesia o incluso que la Iglesia está siendo perseguida. En España, que sepamos, nadie persigue a la Iglesia. Lo que ocurre es que vivimos en un país en el que casi siempre ha mandado la derecha política. Y bien sabemos que la derecha y la Iglesia se han entendido y se han ayudado mutuamente hasta el punto de que muchos hombres de Iglesia ven los privilegios que les ha concedido la derecha como si se tratase, no de “privilegios”, sino de “derechos”. De ahí que, para los católicos rancios y los curas chapados a la antigua, verse privados de los privilegios de antaño es tanto como verse despojados de derechos que les competen a ellos, y a ellos solos. Por eso, llevar a un arzobispo ante los tribunales es cosa que no nos tendría que sorprender, ni por eso nadie se tendría que llevar las manos a la cabeza. Y menos aún organizar oraciones extraordinarias en la catedral. Oraciones para pedir ¿qué? ¿que el juez no cumpla con su obligación de dictar una sentencia justa? Porque, a fin de cuentas, ¿qué es más importante? ¿que se haga justicia o que se salvaguarde a toda costa el buen nombre del arzobispo?

Si algo bueno ha tenido el proceso contra el arzobispo es que todo el mundo ha visto que, en ningún caso, la condición de creyente, de clérigo, de obispo o de arzobispo, está antes que la condición de ciudadano. De todas maneras, incluso en este caso “con la Iglesia hemos topado” Es verdad que de este enredo han salido malparados tanto el arzobispo como el canónigo. Pero, sinceramente, cualquiera entiende que ha sido el canónigo el que se ha llevado la peor parte. Porque, a fin de cuentas, el arzobispo despacha el asunto pagando tres mil y pico de euros, cosa que para el arzobispado no es problema. Mientras que el canónigo, Javier Martínez, se ha quedado, al menos hasta ahora, con su suspensión “a divinis”, sin poder ejercer el sacerdocio, expulsado del cabildo de la catedral, prácticamente sin oficio ni beneficio. Con lo cual se ha demostrado que el derecho penal del Estado es bastante más benigno que el derecho canónico de la Iglesia. Además, el derecho del Estado es eso, un “derecho” en sentido propio. Es decir, un derecho del que si un ciudadano se ve privado, puede poner una demanda. Pero el derecho de la Iglesia está supeditado, en última instancia, a la voluntad del papa, juez supremo en los asuntos religiosos (canon 1442). Por tanto, hay que preguntarse: el canónigo que ha sido absuelto en el juicio, ¿a quién acude ahora para que le restituyan todo lo que el arzobispo le ha quitado? Me sospecho que Roma va a ser más indulgente con el arzobispo que con el canónigo. Lo que, en definitiva, plantea un problema mucho más serio: en la Iglesia no hay derechos propiamente tales y con las debidas garantías de ser reconocidos y aplicados. Por muchos cánones que tenga el Código de Derecho Canónico, los curas están a merced de lo que disponga el obispo. Como los obispos están a merced de lo que disponga el papa. ¿Qué solución tienen las personas en una institución que funciona así? No les queda más salida que fomentar la mística de la sumisión, bien condimentada con adecuadas dosis de disimulo, ocultamiento y, a veces, de hipocresía. Con lo que se da pie a que prevalezca, no el derecho de las personas, sino la adulación o incluso el envilecimiento de los que no quieren caer de donde están. Por no hablar del extraño proyecto de quienes, en una institución gobernada así, pretenden hacer carrera, subir y alcanzar puestos de honor y dignidad.

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El arzobispo que injuria y acosa a sus curas

El arzobispo que injuria y acosa a sus curas

Permalink 13.12.07 @ 23:58:52. Archivado en Europa, Universidades, Amistad Europea Universitaria, Pragmática, España, Sociogenética, Antropología, Ética, Religiones, Educación, Pro justitia et libertate

El caso lamentable del arzobispo de Granada, condenado por la justicia civil, por haber injuriado y acosado a uno de sus curas universitarios, exigiéndole obediencia injusta y ciega, puede servir para frenar la marcha loca del viejo tren del catolicismo integrista español, que galopa hacia el abismo de la injusticia y del despotismo, por obra de unos cuantos maquinistas desmemoriados, que olvidan la existencia del resto de la iglesia.

La única condición para que este caso sirva de freno es que tanto el clero como nosotros los laicos, en particular los colegas universitarios, echemos mano de la objeción de conciencia, en un gesto comparable con el “¡ Basta ya !” de Jesús frente a los mercaderes del templo.

He aquí la reflexión dolorida y sincera de unos cuantos universitarios católicos, profundamente conmovidos por los gravísimos hechos que están teniendo lugar en la prestigiosa archidiócesis de Granada, cuyo clero es uno de los mejores formados de la Iglesia universal, precisamente por la calidad de su formación universitaria.

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Ana RODRIGO
11-Diciembre-2007

¿Cuando alguien es condenado por un juez, se trata de un delincuente?

El arzobispo Martínez Fernández ha sido sancionado por lo que las leyes civiles pueden hacerle, pero ¿Quién resarce al cura Martínez Medina del daño moral, personal y económico que el arzobispo le ha producido?

Copio del último libro de JM Castillo “La Iglesia y los derechos humanos”, editorial Desclée de Brouver:

“En la Iglesia no sólo no exiten derechos humanos debidamente reconocidos, sino que tampoco existe un derecho procesal que proteja al que se ve privado de su libertad, de su dignidad o simplemente de su cargo” (pág.108).

Os recomiendo la lectura del libro citado, por lo ilustrativo que es a la hora de poder entender las tropelías que los jerarcas pueden hacer con sus “súbditos” en nombre de Dios, del Espíritu santo o de las cosas más sublimes. Cuando se actúa en nombre de Dios humillando, ofendiendo y atacando a la dignidad humana, sin que el susodicho “súbdito” pueda defenderse, se podría considerar una auténtica blasfemia, puesto que son conductas inmorales y se supone que Dios no quiere eso precisamente.

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Mudejarillo
11-Diciembre-2007

Pregunto:

¿Dimitirá el obispo juzgado y condenado por injurias y acoso?

¿Cesará Benedicto XVI al obispo juzgado y condenado por injurias y acoso?

¿Qué credibilidad tiene un pastor que injuria y acosa a sus ovejas?

¿Qué credibilidad tiene un pastor que injuria y acosa al “perrillo” que le ayuda a pastorear a sus ovejas?

Los que piden dimisiones a diestro y siniestro sin que medien sentencias judiciales ¿lo harán ahora con este ciudadano?

¿Cree la Iglesia en la Justicia Civil o harán ahora lo mismo que con el primer matrimonio y divorcio de Letizia Ortiz? ¿Dirán también que no existe delito porque es una sentencia “civil?

Pregunto como Ana: “¿Cuando alguien es condenado por un juez, se trata de un delincuente?” Y si lo es… ¿qué tienen que hacer sus inmediatos superiores?

Paz y Bien,
Mudejarillo

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Salvador García Bardón
12-Diciembre-2007

Ya es más que hora de que la jerarquía respete los derechos humanos de los curas. Ya es hora también de que los curas adopten la actitud evangélica de oponerse a los mercaderes del templo como lo hizo Jesús, denunciando el abuso que cometen contra los derechos más fundamentales de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, y con Él templo imperecedero, quienes violan la justicia con cualquiera de sus miembros, so pretexto de preservar los derechos del templo perecedero.

Observando desde Bruselas, en diálogo con mis colegas lovanienses, el comportamiento de algunos miembros del episcopado español, nos dan la impresión de que desean aprovechar la situación actual de un papado de transición, para liquidar los avances que el concilio Vaticano II procuró a la Eclesiología.

El caso lamentable del arzobispo de Granada puede servir para frenar la marcha loca del viejo tren del catolicismo integrista español, que galopa hacia el abismo, por obra de unos cuantos maquinistas desmemoriados, que olvidan el resto de la iglesia. La única condición para que sirva de freno es que tanto el clero como nosotros los laicos echemos mano de la objeción de conciencia, en un gesto comparable con el “¡ Basta ya !” de Jesús frente a los mercaderes del templo.

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Concordia
12-Diciembre-2007

Yo haría un película sobre este tema con el título: “Duelo entre Titanes”.

Entiendo lo que dice Pepe Salas. Con el máximo respeto al demandante, (es un señor canónigo con gran prestigio) este duelo se ha dado entre gigantes y por tanto lo llamativo es que un obispo sea juzgado y condenado desfavorablemente. Por lo demás es un caso más de autoritarismo para los mortales. ¿ Un cura de barrio se hubiera atrevido a tal osadía ?

Habrá también que preguntarse en qué terminó el caso del cura de Albuñol, o de los seminaristas que se fueron de la diócesis granadina, o de la retirada de los seminaristas de la Facultad de Teología regentada por los jesuitas, etc, etc, para rematar la sentencia de una forma despótica de ejercer la autoridad como pastor. ¡Aquí está el problema!.

Me temo que nuevamente se le dará una pata hacia arriba al Sr. Martínez Fernández, de forma que puede terminar o arzobispo de una diócesis perdida sabe Dios en que lugar del mundo o en un discaterio romano.

El nuncio debe tener dolores de cabeza desde hace años con este monseñor.

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francisco javier PELÁEZ
13-Diciembre-2007

Leyendo la sentencia llama poderosamente la atención del relato de hechos lo poco que protegió la Congregación del Clero al canónigo denunciante de los abusos del arzobispo.

Por un primer decreto episcopal le cesan al canónigo de su cargo de Archivero, recurre a la Congregación del Clero y allí se insta a las partes a llegar a un acuerdo. El sacerdote renuncia al puesto de archivero-era de confianza-; el arzobispo retira el decreto y da su “palabra” de que prologará el libro de la catedral de Granada de Cajasur, que coordinaba el canónigo y que está en el origen del empecinamiento del arzobispo. Después del acuerdo el arzobispo vuelve a la carga intentando que no se publique el libro de nuevo.

Vamos que el arzobispo no tiene palabra y que la Congregación no vigila los acuerdos a los que se llega en su presencia.

Después en un segundo decreto el arzobispo le suspende de canónigo, en tanto no evite la publicación del libro que Cajasur decide publicar por su cuenta y con independencia del sacerdote y en tanto no devuelva determinados libros que según el arzobispo se llevó de la catedral. Recurre el decreto el canónigo a la Congregación y le imponen entre otras condiciones que jure que no se llevó los libros, cosa inverosimil, porque le cambiaron sorpresivamente las cerraduras del despacho.

En fin este pobre hombre se ha ido a un juicio penal porque la estructura interna le dejaba desprotegido.

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Ana RODRIGO
13-Diciembre-2007

El fondo de la cuestión en el conflicto Martínez Fernández versus Martínez Medina, en realidad es entre la autoridad y “el súbdito” (qué palabra tan horrible!), está en la insumisión de dicho “súbdito”, en la falta de obediencia a la autoridad.

Podríamos reflexionar si es posible que en estos tiempos democráticos, exista un estado, el Vaticano, que todavía siga siendo monarquía absoluta, con súbtidos, obediencia, sin respeto a los más elementales derechos de las personas, desde el momento en que, como expone magníficamente JM Castillo en su libre “La Iglesia y los Derechos Humanos”, en la Iglesia no hay tribunales a los que se puede acudir para defenderse, ni garantías legales de que una persona va a ser defendida. La autoridad, el Papa o de su delegado dicta las leyes, las ejecuta y juzga al imputado, todo en una sola persona, ¡qué aberración!.

¿ A dónde puede acudir este hombre ante tanta indefensión en las consecuencias morales y económicas que no han podido ser juzgadas por los tribunales civiles ? ¿ El mismo que ha dado la orden y le ha privado de su sacerdocio, de su trabajo, de su medio de vida; el mismo que le ha producido una dolorosa depresión, un infarto; el mismo que agravó la situación de la madre del imputado y que, como conscuencia falleció; el mismo que lo ha rebajado socialmente, que lo ha desprestigiado, que lo ha acusado de ladrón, ese mismo señor, es decir el Sr. arzobipo lo va a defender ? ¿ Hay algún mecanismo jurídico que lo puede defender de tantas tropelías ? Pues no, esta es la institución-Iglesia que tenemos, que todavía no se ha enterado que el amor, la dignidad de la persona, sus derechos, están por encima de la obediencia.

¡Qué horror, entre tíos hechos y derechos que se tenga que hablar de obediencia como si de niños chicos se tartase!

Y ahora, este hombre que ha dedicado toda su vida a la iglesia, se va a la calle con los 3700 euros que el arzobispo le va a pagar como multa, porque el juez lo ha dicho; que si no, quizá se hubiera ido a la p. calle con lo puesto. Un hombre competente como el que más en Historia del Arte, gran conocedor y el mejor conocedor de la materia del libro que se iba a editar sobre la Catedral de Granada, un hombre apreciado y valorado por su prestigio profesional, ahora, como no ha sido un chico obediente, ¡¡¡castigado!!!, a buscarse la vida, a su edad. Es que si lo pensamos bien, es horrible lo que se está haciendo con este señor y con todos los que “se mueven”. Los súditos de la iglesia están condenados a ni oler sus propios derechos como personas.

Es posible que el arzobispo de Granada, Msr. Martínez Fernández, escale unos cuantos puestos para agradecerle lo sumiso que es a su autoridad superior, que no sé quién es. Mientras, la víctima, a los infiernos de una nueva vida, que tendrá que enfrentar como un adolescente, puesto que todos sus años de vida los ha entregado al sacerdocio.

Se nota que estoy indignada ¿eh? Creo que no es para menos. Es una vergüenza.

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