Diez Rosas para la prueba del nueve
06.03.08 @ 23:58:37. Archivado en Europa, Universidades, Semántica, Pragmática, Hispanobelgas, España, Sociogenética, Ética, Educación, Pro justitia et libertate
Pertenezco a una de esas sufridas generaciones de la historia de España, que aprendieron como un consuelo escolar que había manera de verificar el resultado de una división complicada mediante un procedimiento bastante sencillo: la prueba del nueve.
Todos sabemos que si este procedimiento era aplicable a las operaciones matemáticas, no lo era a la división de nuestro pueblo en dos, que era de lejos la más complicada de todas las divisiones a las que por entonces nos veíamos confrontados.
De nuevo ahora, tras más de un cuarto de siglo de reconstrucción de nuestra democracia, como voluntad de reencontrarnos en el seno de una solidaridad unitaria, a pesar y en favor de nuestra diversidad familiar y regional, el bipartidismo a que ha dado lugar la partidocracia que se ha amparado de nuestras instituciones políticas, nos plantea el problema de la nueva división de nuestro pueblo en dos.
Somos muchos en pensar que ya es más que tiempo de echarle el freno a esta tendencia suicida, si no queremos que nuestra democracia se transforme en el instrumento empleado por unos cuantos cínicos, para reinstalar sobre nuestra geografía una pluralidad de reinos de taifas ridículos, a la imagen de los que otrora existieron, dando lugar a la inevitable decadencia de la coexistencia de nuestras diversas culturas ancestrales sobre el suelo de Iberia.
Si yo condenaba una vez más ayer esta degradación maniquea de nuestra democracia, era por tres razones:
La primera, porque el espectáculo de los mítines y de los debates de esta campaña electoral, seguidos atentamente desde Bruselas, me ha dado la neta impresión de que nuestro pueblo está siendo dividido contra sí mismo de una manera que ya no es posible ocultar sin convertirse en cómplice de quienes provocan esta división.
La segunda, porque creo que el nueve de marzo hay una salida al bipartidismo anticonstitucional en que nos tienen encerrados el PSOE y el PP. Esta salida nos la ofrece la Unión, Progreso y Democracia, cuyo líder, Rosa Díez, asegura que frente al bipartidismo “imperfecto y obligatorio existe una tercera España”.
La tercera, porque si los electores hacemos imposible el nacimiento de una mayoría absoluta, no favoreciendo a ninguno de los dos partidos del bipartidismo actual y confiando nuestros votos a la la Unión, Progreso y Democracia, esta unión de ciudadanos libres se convertirá, por su especificidad programática propia y por el peso electoral que nosotros le demos, en la garantía del pluralismo. Esto sucederá si su presencia en coalición se hace necesaria, para que el partido con mayoría relativa, sea el que sea, tenga que gobernar con ella, al tiempo que hará imposible la tendencia actual a la desaparición de la solidaridad autonómica española dentro de Europa.
Ningún partido separatista puede ofrecer esta garantía. Aún peor, todo partido separatista es ideológica y programáticamente un parásito del estado solidario, porque su propósito separatista consiste en servirse de la solidaridad estatal unilateralmente, negándole avaramente al estado la solidaridad recíproca. Lo mismo le sucede a los partidos que profesan la lucha de clases como ideología y como estrategia de gobierno.
Como candidata de Unión, Progreso y Democracia a la Presidencia del Gobierno, Rosa Díez asegura que frente al bipartidismo "imperfecto" y "obligatorio" hay "una tercera España" que busca "acuerdos en las cosas fundamentales" y que quiere superar las siglas y la ideología.
Según Rosa Díez, Unión, Progreso y Democracia ha nacido con el propósio de ayudarnos a "terminar con una etapa que se vive en España en la que da la sensación, si uno escucha a los líderes políticos, de que España está dividida por la mitad, de que no tenemos nada en común entre nosotros y de que la mitad de los españoles somos enemigos de la otra mitad".
Rosa Díez tiene toda la razón del mundo cuando proclama de viva voz y por escrito que esto no es así, asegurando que frente a la confrontación creada artificialmente por el bipartidismo "hay una tercera España que quiere acuerdos en las cosas fundamentales y que quiere que seamos capaces de superar las siglas y de superar la ideología, para trazar esos consensos que son los que le dan futuro a un país, a los jóvenes y a las nuevas generaciones".
Comparto el análisis de Rosa Díez al constatar que en España funciona un bipartidismo que no solamente es anticonstitucional, sino que es también funcionalmente imperfecto, en la medida en que se han roto todos los acuerdos entre los dos partidos, lo cual "convierte a los nacionalitas en clave de la gobernabilidad", en el sentido de que hay que acudir a ellos para poder gobernar. Así, pues, sostengo con ella que ese bipartidismo es "además de imperfecto, obligatorio", lo cual "no es bueno ni justo, porque el bipartidismo no representa la pluralidad y la realidad del país".
Múltiples síntomas nos indican que "los españoles quieren terminar con esta situación de bipartidismo", lo cual nos hace pensar que se está ya, con ocasión de las elecciones del día nueve, "en el fin del ciclo del bipartidismo". De aquí la necesidad de que haya nacido y exista, para llevarlo a cabo, un nuevo partido que defienda el Estado, sabiendo que defender el Estado no es defender un mapa, sino defender la igualdad en la solidaridad de todos los españoles". Con Unión, Progreso y Democracia existe a tiempo, para votar el día nueve en su favor, la posibilidad de que "haya otras voces, porque en la liga jugamos todos".
Estos argumentos son la razón por la que los ciudadanos, contrariados por el bipartidismo, han recibido tan bien a Unión, Progreso y Democracia. Este partido responde al sentimiento generalizado de que "España no es bipartidista" y de que "la ciudadanía tampoco lo es", aunque a los promotores del bipartidismo les parezca que es obligatorio serlo.
El nueve de marzo tenemos la posibilidad de poner fin a la deriva del bipartidismo con nuestro voto। Esta será ese día nuestra prueba del nueve. De nosotros depende el que ese día sea un día histórico.