La brisa materna del abanico
28.06.06 @ 16:49:17. Archivado en Pro amicitia universale
Estimada y querida Alicia, madre de familia numerosa en la calurosa Sevilla:
El abanico es uno de los ingenios sevillanos que más me recuerdan la dulzura compartida del amor materno. Lo asocio no sólo con mi madre, sino con todas las mujeres que en tiempos poco clementes de guerra y de hambre me ofrecieron, recién nacido, su amor materno.
Estoy seguro de que más de una vez tú te has abanicado teniendo contra tu pecho a uno o dos de tus hijos, e incluso algún tercero o cuarto que se aprovechaban de tu brisa materna, colocándose detrás de ti, muy cerca también de tu cara.
Te agradezco el regalo que me ofreces, prometiéndote que compartiré abaniqueo con mi mujer y mis hijos.
El Abanico
por Isabel Escudero
A la viva memoria de nuestra madre
¿Qué movía tu mano, madre
a desplegar las varillas, a batir las alas
del aire que ya no respirabas?
¿cómo tus dedos de muñeca quieta
una y otra vez las desplegaban
y en ciego cumplimiento de orden tuyo,
volvían a cerrarlas?
Ya estabas, madre, sola y muda
Y muerta para el alma,
Ya nos habías ido soltando
A tus hijos y a tu casa...
Pero allí todavía el abanico
en tu mano se abría y se cerraba.
¿Era ese el último hilo
que la labor aún te reclamaba
y que en ciego amor sin nombre
tu mano en el aire lo encauzaba?
¿O quizá era que más allá de ti
un hondo mandato te empujaba
a seguir aventando al mundo
del peso de su carga?
¿O tal vez sería que las cosas
que tú en vida tocaras
de ti desprenderse no querían
pues tú, madre, tu les dabas
el justi uso que sus almas requerían
y era el abanico el que abanicar pedía?
¿O quizá era un volar de mariposa
tan leve y tan alado que en torno de tu rosa
bordaba su adiós inacabado?
Ya se habían borrado para ti,
Madre, las familiares caras,
Ya sorda en el vacío te perdías
Y ni el dolor ni mi voz ya te alcanzaban...
Pero allí misterioso el abanico
En tu mano se abría y se cerraba.