jueves, febrero 08, 2007

Las reglas del diálogo cooperativo

Las reglas del diálogo cooperativo

Permalink 08.02.07 @ 20:10:00. Archivado en Semántica, Pragmática, España, Sociogenética, Ética

La experiencia práctica y algunas investigaciones en el campo argumentativo atestiguan que la observancia de ciertas reglas promueve el diálogo cooperativo, lo torna más provechoso y facilita su eventual solución satisfactoria o su provisional disolución necesaria.

La solución será satisfactoria, en caso de acuerdo, mientras que su disolución provisional será necesaria, en caso de desacuerdo, a la espera de un mejor planteamiento.

Las reglas recomendadas o recomendables son pocas y de diversa naturaleza: las hay lógicas, éticas y operativas. El respeto de estas reglas garantiza la “integridad del debate”. Quien no las observa se convierte en culpable de alguna de las tantas falacias, que en realidad no sólo son defectos lógicos, sino con frecuencia y voluntariamente transgresiones éticas o pecados comportamentales, que se relacionan, además de con las reglas de la verdad y de la validez, con las reglas de la buena conducta y de la discusión fructífera. Pero si uno trata de vencer, o simplemente está firmemente convencido de su tesis, tenderá a hacer prevalecer su “capacidad de debate” sobre la integridad.

Por norma pretendemos que estas reglas sean respetadas tanto por los otros como por nosotros mismos y, en estricta reciprocidad solidaria, consideraríamos fastidioso si los unos o los otros fuéramos sorprendidos transgrediéndolas, ya que nuestro comportamiento delataría deslealtad, impertinencia o prejuicio y, en todos los casos, ruptura del diálogo.

La versión comentada que presentamos aquí de estas reglas, la debemos a nuestro colega Adelino Cattani de la Università di Padova. Se reconocerán, entre ellas, las máximas que presiden la conversación cooperativa (cantidad, cualidad, relación, modo) elaboradas por Paul Grice (no por casualidad el autor las consideraba aplicables a todos los intercambios finalizados y racionales).

Otras corresponden a algunas de las reglas pragmático-dialécticas de la discusión crítica fijadas por F. H. van Eemeren y R. Grootendorst.

Señalamos finalmente el llamado principio de caridad, fundamental para contener nuestras tendencias a la interpretación libre.

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Primera, no te consideres infalible; no creas que tus ideas son intocables y tus argumentos incontrovertibles. Tienes todo el derecho a tratar de ser convincente, pero, si no lo logras, reconócelo, por lo menos en tu interior. Mantente abierto a la duda y dispuesto a revisar tu posición de partida.

Segunda, busca un punto de partida común. La idea de que no se puede discutir si no se está de acuerdo puede sonar a paradoja, pero compartir al menos una premisa resulta fundamental por ese principio banal pero ineludible según el cual ex nihilo nihil. Es desalentador medir algo con dos varas distintas.

Tercera, atente a lo que crees cierto. No afirmes como si fuera objetivamente verdadero lo que sabes que es falso o puramente subjetivo.

Cuarta, aporta las pruebas que se te piden. Si se te exige que demuestres algo, hazlo o prueba que es una pretensión absurda. Las pruebas serán de la calidad adecuada, y la cantidad, suficiente (puede bastar con una sola o puede ser necesario reunir más de una).

Quinta, no eludas las objeciones. En la disposición a responder a las contestaciones y a las críticas está la razón de ser de la discusión; por tanto, eludirlo la hace naufragar.

Sexta, no eludas la carga de la prueba. Si la patata quema ahora, no quemará menos cuando vuelva a tus manos.

Séptima, trata de ser pertinente. La irrelevancia de los argumentos es una de las causas más difundidas del vicio lógico.

Octava, esfuérzate en ser claro. La ambigüedad es un excelente recurso para los cómicos, no para el que discute.

Novena, no deformes las posiciones ajenas. Al referir los hechos o reformular las intervenciones del otro, aplica el principio de caridad, que impone, en sentido positivo, ser comprensivo, y en sentido negativo, no distorsionar. Atente a la mejor interpretación posible de la posición de tu interlocutor.

Décima, en condiciones de empate final, suspende el juicio, a no ser que comporte un daño mayor.

Undécima, en presencia de nuevos elementos, acepta la reapertura del debate y la revisión del caso.

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