viernes, diciembre 01, 2006

María San Gil, testigo insobornable

María San Gil, testigo insobornable

Permalink 01.12.06 @ 16:54:00. Archivado en España, Ética, Pro justitia et libertate

"Nadie está hecho para ver cómo matan a alguien de un tiro en la nuca. Te marca para toda la vida".

María San Gil vio de repente, como si fuera una broma macabra, que un encapuchado había surgido frente a ella y apoyaba su pistola sobre la nuca de su joven jefe, cuando compartía mesa y conversación de trabajo con él, en un restaurante de San Sebastián. Un instante después vio con horror cómo Gregorio Ordóñez cambiaba de cara y caía muerto delante de ella.

El 23 de enero de 1995, Gregorio Ordóñez y su secretaria en el PP, María San Gil, estaban comiendo y hablando, en un restaurante de la Parte Vieja de San Sebastián, como ya lo habían hecho otras veces, sin preocuparse de las entradas y salidas de la gente, cuando se acercó a ellos, sin que ellos lo advirtieran, el pistolero de ETA, con el ominoso proyecto de matar a Gregorio.

Unos minutos después, tras haber cumplido como una máquina su siniestro designio, el pistolero se echó a correr, para que nadie lo detuviera o le echara en cara su criminal gesto cobarde.

Detrás de él corrió valiente María San Gil, deseosa de agarrar al criminal pistolero, para detenerlo y entregarlo a la justicia, deponiendo como testigo ocular. Corrió sin desmayar hasta que un tropezón la hizo caer al suelo en medio de la calle y la obligó a renunciar a su empeño de testigo ocular inmediato.

Su testimonio de testigo ocular insobornable ha tenido que esperar once años y once meses largos. Entre tanto ETA no ha parado de amenazarla de muerte. A ella y a todos los suyos.

"Es muy difícil vivir pensando en que te pueden matar. Pero es mucho peor vivir sin libertad".

La popular presidenta de los populares vascos ha confesado más de una vez: "Me siento una "autista social". No puedo bajar a comprar el pan sin escolta. No puedo jugar con mis hijos en el parque. Hasta para ir al pediatra tengo que contar con la escolta. Y esto es no ser libre".

Marcada para siempre como testigo insobornable de la muerte de un inocente, juzga sin concesiones el mal llamado proceso de paz, defendiendo con valentía el derecho inalienable de las víctimas de ETA a que se les haga justicia: “Zapatero ha alimentado a ETA-Batasuna, les ha dado oxígeno y ha permitido que se conviertan en el centro de nuestra vida política”.

“Si esto fuera un ‘proceso de paz’ estaríamos hablando de dónde deja ETA las armas, cuándo piden perdón los etarras y cuándo pasan a manos de la Justicia”.

“El presidente Zapatero está haciendo lo contrario de lo que hay que hacer”... “en esto, que es un proceso de negociación, lo que estamos es poniéndonos al servicio de que Batasuna regrese a las instituciones, de que los presos salgan a la calle sin haber cumplido su condena, de que Navarra sea una moneda de cambio”.

En una entrevista concedida a Radio Euskadi y recogida por Europa Press, María San Gil ha descrito el día de su deposición como testigo ante la Audiencia Nacional como "uno de los días más difíciles y emocionalmente más duros de su vida", por haber tenido que recordar el asesinato de Ordóñez.

A pesar de su extrema emoción, que todos pudimos contemplar anteayer a través de su imagen televisada, María San Gil, testigo insobornable, miró con insistencia al acusado García Gaztelu, llamado 'Txapote', al pasar frente a él. Según ha declarado en la misma entrevista, lo hizo "para ver cómo es la cara de un asesino y porque quería que entendiera que no nos vamos a doblegar, que no le tenemos miedo y que creemos que el sentido común, la democracia, el Estado de Derecho y, sobre todo, que la libertad, tienen que estar por encima del terrorismo, el miedo y la extorsión".

"Por lo menos, a ver si lo entendió y si vio que estábamos allí un montón de gente que habíamos tomado el testigo de Gregorio y que pretendíamos hacer lo que hacía él hasta el año 95, que es defender la democracia y la convivencia".

Tras este encuentro de sus dos miradas, la del asesino y la de ella, María San Gil, testigo insobornable, duda "mucho que alguien que tiene la frialdad para matar, para asesinar, para planificar un asesinato, tenga capacidad de raciocinio".

"Creo que esta gente ya son enfermos, no tienen los mismos parámetros emocionales, morales y éticos que tenemos los demás. Lo único que espero en este momento, como muy bien dijo Ana Iribar, es que se haga justicia y pase muchos años en la cárcel".

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