martes, febrero 19, 2013

Algunos rasgos bíblicos del “ministerio petrino del Papa” según el teólogo J. I. González Faus, S.J.



 

 
 

1. Pedro no fue un jefe de Estado.
2. Pedro nunca quiso convertir el aprecio de la Iglesia por él en un nimbo de sacralidad personal.
3. Pedro ejerció su servicio de manera conciliadora.
4. Pedro recordó a Pablo la causa de los pobres.
5. Pedro, fiel al universalismo evangélico de Jesús, abrió a todo el mundo las puertas judías de la Iglesia.
6. Por actuar así, Pedro fue criticado por los primeros cristianos de Jerusalén.
7. La humildad de Pedro fue aún más ejemplar que la valentía de Pablo.
8. Pedro plantó cara a las autoridades afirmando que es menester obedecer a Dios antes que a los hombres.
9. Pedro fue instruido por el Resucitado para que supiera respetar el carisma y no anduviera queriendo controlar.
10. Pedro enseñó que la vida entregada, el asesinato y la Resurrección de Jesús sirvieron para que Dios Padre perdonara con él incluso a sus verdugos y se reconciliara irrevocablemente con toda la humanidad.
11. Según el evangelista Mateo, la Iglesia está fundada sobre la fe de Pedro.
12. El mismo poder de atar y desatar que recibe Pedro, lo reciben también los apóstoles inmediatamente de Jesús.
13. Pedro era, ante todo, el obispo de Roma, cuya Iglesia servía de modelo a las otras iglesias en la pureza de su fe, en su interés por los pobres y en su relación con todas las iglesias.
14. Pedro confirmó a sus hermanos en la fe tras haber llorado amargamente por haber negado a Jesús.
15. Pedro optó por el universalismo evangélico de Jesús.
◊ El sucesor de Pedro puede contar hoy como Pedro en su tiempo con el apoyo de sus hermanos en la fe. ◊
-oOo-
Argumentación de estos rasgos bíblicos, en la carta abierta de José Ignacio González Faus al nuevo Papa del 20 de Abril 2005.
1. Pedro no fue un jefe de Estado. Por pequeño que sea, el Estado confiere un rango y unos poderes que no son en absoluto evangélicos (piensa en Mónaco o en Andorra, que también son Estados minúsculos). Creo que, en este punto, deberías parecerte más a Pedro que a muchos de sus sucesores, para no merecer el reproche que hace ya casi diez siglos dirigía san Bernardo a tu antecesor Eugenio III: “En muchas cosas no pareces sucesor de Pedro, sino de Constantino”.
2. {Pedro nunca quiso convertir el aprecio de la Iglesia por él en un nimbo de sacralidad personal.} Pedro fue muy querido en la Iglesia primera: cuando estuvo en la cárcel se rezó por él continuamente. Pero nunca quiso convertir ese aprecio en un nimbo de sacralidad. No se hizo llamar Santidad, ni santo padre, ni vicario de Cristo, sino que, a imitación de Jesús, se despojó de su rango y procuró “presentarse como un hombre cualquiera” (Fil, 2, 7). Y, cuando alguien se quiso postrar ante él, se lo impidió diciéndole: “Levántate, también yo soy un hombre” (H, 10, 26).
3. Pedro ejerció su servicio de manera conciliadora: se encontró pronto con una facción de derechas en Jerusalén, capitaneada por Santiago hermano del Señor, y con un ala liberadora apiñada en torno a Pablo. A pesar de los fervores iniciales, los enfrentamientos fueron de tal magnitud que san Lucas, propenso a idealizar, no puede menos de reconocer que hubo “altercados violentos” (H, 15, 2). Pedro actuó como mediador entre ambas iglesias, dejó que se reuniera una asamblea y en ella se limitó a preguntar a la facción más integrista: “¿Por qué tentáis a Dios imponiendo sobre el cuello de los discípulos un yugo, que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar?” (H, 15, 10).
4. {Pedro recordó a Pablo la causa de los pobres}: Todavía en ese conflicto Pedro, con Santiago y Juan, dieron plena confianza al sector “liberal” de Pablo poniéndole como única condición “que no se olvidara de los pobres” (Gal, 2, 10). La causa de los pobres pasó a ser así, a la vez, criterio de la verdadera libertad y factor de unidad para la Iglesia. Creo que estaremos de acuerdo en que éste es uno de los rasgos más bellos del ministerio petrino.
5. {Pedro, fiel al universalismo evangélico de Jesús, abrió a todo el mundo las puertas judías de la Iglesia.} Pedro fue en algunos puntos más allá de donde había ido el mismo Jesús: abrió a todo el mundo las puertas judías de la Iglesia, pese a que Jesús había dicho que Él sólo se sabía enviado a “las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Pero Pedro recordó que la vida del Maestro estaba llena de gestos que hacían saltar ese criterio, y actuó convencido de que no traicionaba al Maestro, sino que se dejaba guiar por Su Espíritu (H, 10).
6. Por actuar así, Pedro fue criticado por los primeros cristianos de Jerusalén. Pero no los excomulgó por ello, sino que se reunió a conversar con ellos y les explicó sus temores humanos y sus razones creyentes: “El Espíritu me dijo que fuese con ellos dejando toda vacilación” (H, 11, 1 ss). Aquella audacia salvó a la Iglesia, mientras que el miedo la habría esterilizado para siglos.
7. {La humildad de Pedro fue aún más ejemplar que la valentía de Pablo.} Pedro tuvo sus vacilaciones: era intuitivo e impulsivo, pero cobarde. Y en algún momento, por evitarse líos, traicionó el paso hacia los no judíos que había dado anteriormente. Pablo, el ciclón, le criticó públicamente por ello. Y Pedro dio una gran lección de humildad aceptando esa crítica y no privando de la palabra a Pablo por ella. Tú ya recordarás lo que más tarde comentó San Agustín: “Me atrevo a decir que aún más ejemplar que la valentía de Pablo fue la humildad de Pedro”.
8. Pedro plantó cara a las autoridades afirmando que es menester obedecer a Dios antes que a los hombres (H, 5, 29). Esta frase, tan fuerte como peligrosa (por lo que podemos manipularla los humanos), tiene un significado mucho más serio cuando la dice una persona investida de autoridad que cuando la esgrime un simple soldado raso. Por eso te pediría que no la olvides nunca: porque hoy es imposible ejercer un servicio cristiano sin plantar cara a los poderes de este mundo; y porque es muy posible también que algunos de tus fieles crean que deben acogerse a ella para decirte algo. Y entonces será otra vez el momento de buscar todos juntos la voluntad de Dios.
9. Pedro fue instruido por el Resucitado para que supiera respetar el carisma y no anduviera queriendo controlar a aquel discípulo amado, que parecía ir a veces por libre y encarnar el aviso del Señor de que “el Espíritu sopla donde quiere” (y no donde quiere la autoridad). Recuerda cómo a la pregunta intranquila de Pedro (“¿Y éste qué”?) el Señor le respondió: “¿Qué más te da a ti? Tú ven y sígueme” (Jn, 21, 21). Amar más y seguir más es lo fundamental del ministerio petrino.
10. {Pedro enseñó que la vida entregada, el asesinato y la Resurrección de Jesús sirvieron para que Dios Padre perdonara con él incluso a sus verdugos y se reconciliara irrevocablemente con toda la humanidad.} En sus discursos, Pedro anunció primaria y casi exclusivamente la vida entregada, el asesinato y la Resurrección de Jesús y que, a través de esa vida, Dios perdonaba incluso a sus verdugos y se reconciliaba irrevocablemente con toda la humanidad (H, 2 y 3), porque “Dios no es aceptador de personas” (H, 10, 34). Otros problemas de índole práctica (como, por ejemplo, la circuncisión o la vigencia de la Ley antigua) no quiso resolverlos él enseguida, sino que dejó que fueran resueltos por el contacto entre las diversas iglesias.
11. Según el evangelista Mateo, la Iglesia está fundada sobre la fe de Pedro. Cuando esta fe miraba a Jesús desde Dios, fue calificada por el Señor como “roca”. Pero también Pedro es tildado por Jesús nada menos que de “Satanás”, cuando piensa de Dios en términos de poder y de triunfo, y no en términos de vida entregada (Mt, 16, 18 y 23).
12. El mismo poder de atar y desatar que recibe Pedro (Mt, 16, 19), lo reciben también los apóstoles inmediatamente de Jesús (Mt, 18, 18). Pedro, pues, no es nada sin el colegio apostólico del que es cabeza, pero al que no suplanta.
13. {Pedro era, ante todo, el obispo de Roma, cuya Iglesia servía de modelo a las otras Iglesias en la pureza de su fe, en su interés por los pobres y en su relación con las demás iglesias.} La historiografía confirma que el ministerio de Pedro no tuvo en sus comienzos una presencia y una proyección tan universales y constantes como hoy, pese a que la Iglesia era más joven y más frágil. Pedro era, ante todo, el obispo de Roma. Y fue el ejemplo de la Iglesia romana, en la pureza de su fe, en su interés por los pobres y en su relación con las demás iglesias, lo que hizo que éstas mirasen cada vez más hacia Roma. La pérdida de ese ejemplo fue más tarde causa de separaciones absurdas entre las iglesias, que son contrarias a la voluntad de Dios. El ministerio de Pedro es ministerio de unidad, que no puede soportar esa división y debería recuperar su imagen primera.
14. {Pedro confirmó a sus hermanos en la fe tras haber llorado amargamente por haber negado a Jesús.} Tú sabes bien que, a lo largo de la historia, Pedro ha negado a Jesús más de tres veces. Pero sabes también que esto no es razón para el desánimo, sino sólo para “llorar amargamente” (Lc, 22, 62) y tratar de amar más al Señor. Es así como “confirmarás a tus hermanos en la fe” (Lc, 22, 32). Y esto es lo más grandioso del ministerio petrino.
15. {Pedro optó por el universalismo evangélico de Jesús.} Finalmente, Pedro, el pescador inculto de una aldea perdida, tuvo el valor de dejar la capital religiosa del momento para irse hasta la capital del futuro, cosmopolita y desconocida para él. No sé bien lo que eso podría significar hoy; pero sospecho que algo puede decirnos.
◊ {El sucesor de Pedro puede contar hoy, como Pedro en su tiempo, con el apoyo de sus hermanos en la fe.} ◊
Hermano Pedro: A mi pobre entender, éstas son algunas de las cosas a las que has jurado fidelidad. La hora actual del cristianismo, por difícil que sea, no es más seria ni más complicada que la de la Iglesia primera. Todos los que tenemos la fortuna inmensa de creer en Jesucristo queremos salirte al encuentro con aquella oración incesante de la Iglesia primera, que consiguió que a Pedro “se le cayeran las cadenas de las manos” (H, 12, 5 y 7). Dominus tecum.
Fuente: José Ignacio González Faus, Carta al nuevo Papa, Tribuna, El País, 20 Abril. 2005.
-oOo-
Imagen 1: San Pedro
El Greco, 1608
Óleo sobre lienzo • Manierismo
207 cm × 105 cm
Monasterio de El Escorial, Madrid, España
San Pedro es una obra de El Greco, realizada en 1608 durante su último período toledano. Se conserva en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Análisis
El apóstol san Pedro porta las llaves de la Iglesia que le fueron conferidas por Jesús. Se encuentra representado como si estuviese en la cima de una montaña. Es notoria la desproporción entre su cabeza y su cuerpo, como es habitual en la obra del pintor. La anatomía se pierde en el vestido, dando la impresión de ser una figura escuálida. El efecto tormentoso del cielo impregna de misticismo a este conjunto.
Wikipedia
-oOo-
Imagen 2 : Las lágrimas de San Pedro
Las lágrimas de San Pedro
El Greco, 1580-1586
Óleo sobre lienzo • Manierismo
109 cm × 90 cm
Bowes Museum, Teesdale, Reino Unido
Las lágrimas de San Pedro es una obra de El Greco, realizada entre 1580 y 1586 durante su primer período toledano. Se exhibe en una colección privada de Escocia.
Análisis
Esta obra repite el esquema de la Magdalena penitente: una cueva y un paisaje ocupado por un ángel. Incluso la postura de ambas figuras es similar, ambas elevan su mirada hacia el cielo y unen sus manos en actitud orante.
El centro de atención de esta obra es el apóstol san Pedro, que manifiesta gran espiritualidad. Se encuentra lamentando su negación de conocer a Cristo. Sus brazos demuestran una gran maestría muy próxima a la Escuela veneciana. El recurso de perspectiva es idéntido al empleado por otros artistas del Manierismo, lo que convierte a esta obra en una pieza perfecta para los propósitos de la Contrarreforma.
Wikipedia
18.02.13 | 20:11. Archivado en SociogenéticaReligionesPro justitia et libertateEcumenismo

Portrait robot du Pape rêvé, par Pedro Miguel Lamet

Voici, de mon point de vue, les traits d'un "portrait-robot" idéal du prochain pape :
1. Un homme qui s'est réveillé.
C'est-à-dire un homme de Dieu, de prière et si possible d'expérience mystique. Par "réveiller", je veux dire atteindre une lumière intérieure qui lui permette, au-delà de la norme et de la contrainte canonique, de regarder au-delà de la curie, des dogmes, du Droit et des conventions pour tenir compte de l'Esprit, qui "souffle où il veut".
2. Un homme du monde réel.
Etre un homme du monde réel ne signifie pas "être du monde", mais être dans le monde en le connaissant. Pas un pape de cabinet, enfermé dans son sanctuaire et isolé de la vie. Pas non plus un pape de voyages préparés dans lesquels il ne parvient pas à sortir de sa bulle et à parler avec les personnes normales/réelles. Un pape qui non seulement parle, mais qui sait écouter et, surtout, qui dialogue avec la culture actuelle.
3. Un homme qui sache sourire.
Je me souviens que, pendant l'élection de Jean-Paul Ier et de Jean-Paul II, un comité américain pour l'élection d'un pape a mis comme condition qu'il sache sourire. Tous deux, et Benoît XVI aussi, ont su sourire. Mais au-delà d'une expression du visage, le monde a besoin d'optimisme et d'espérance face à tant de catastrophismes.
4. Un homme courageux, qui n'a pas peur des réformes.
On a dit que Benoît XVI n'a pas pu introduire dans la curie les changements qu'il souhaitait et, selon l'expression du directeur de l'Osservatore romano, qu'il était "entouré de loups". Il faut une vigueur spirituelle et physique pour entreprendre les
réformes dont l'Eglise a besoin.
5. Un homme de Vatican II.
Cinquante ans après le Concile, tous les spécialistes sérieux affirment qu'il y a des thèmes en attente dans sa réalisation. Face à l'involution actuelle et à l'attitude défensive de se retrancher dans les châteaux d'hiver devant une société considérée comme ennemie de l'Eglise, il faut retourner sur la place publique et retrouver le concept de Peuple de Dieu, d'Ecuménisme, de Liberté, d'indépendance des pouvoirs publics, de ne pas prétendre baptiser les institutions civiles, d'offrir le message de Jésus sans l'imposer. Et qu'il n'ait pas peur, si c'est nécessaire, de convoquer un nouveau concile.
6. Un homme libre.
Cela se déduit de ce réveil intérieur du premier point. Mais la fonction de pape est pleine de conditionnements pour celui qui s'assied dans le Siège apostolique. Il doit surtout écouter sa conscience et prendre les décisions devant Dieu. Le dernier acte de Benoît XVI a été dans ce sens un merveilleux exemple.
7. Un homme en bonne santé.
Ni très vieux ni très jeune. Psychologiquement et physiquement mûr avec une capacité physique et intellectuelle pour affronter les défis d'une époque difficile. Entre 65 et 75 ans, dirais-je, et en forme pour durer comme pape au moins une dizaine d'années, mais pas plus.
8. Un homme universel.
J'éviterais qu'il appartienne à une famille ou à un mouvement religieux quelconque, pour qu'il soit de tous. Je m'inclinerais, si tant est qu'un tel candidat existe avec les autres qualités, pour qu'il appartienne au Tiers Monde, particulièrement à l'Amérique latine, où vit presque la moitié de la catholicité.
9. Un homme humble.
Bien que ce soit compris dans le paquet de "saint", je spécifie l'humilité et la simplicité, parce qu'une charge tellement importante peut provoquer l'orgueil, la sécurité et l'arrogance, et seule l'humilité, la disparition du "moi", permettra que Dieu agisse à travers lui.
10. Un homme ami des plus pauvres.
Toutes les béatitudes peuvent se résumer en "les pauvres sont évangélisés". Le nouveau pape devra avoir dans son cœur avant tout le côté obscur de la planète, celui qui ne compte pas, celui de la faim et de l'injustice.
Peut-être est-ce prématuré, mais quand les palais du Vatican se transformeront-ils en musées ? Quand le pape s'installera-t-il dans une habitation simple, quand cessera-t-il de voyager somme un chef d'Etat et d'avoir des ambassades dans le monde entier ? Mais au moins ce ne serait pas rien que, à la fin de son pontificat, on puisse l'appeler "le pape des pauvres".
Avec l'espoir que cela ne reste pas un rêve.

19.02.13 | 16:25. Archivado en Sociogenética, Religiones, Pro justitia et libertate, Geopolítica, Ecumenismo