jueves, mayo 28, 2009

Democracia representativa o "partidocracia" en crisis

Democracia representativa o "partidocracia" en crisis

Archivado en Europa, Pragmática, España, Sociogenética, Pro amicitia universale, Educación

Problemático apretón de manos entre López Aguilar, PSOE, y Mayor Oreja, PP, con ocasión del debate euro-electoral televisado para las elecciones del 07/06/2009.

Normalmente este apretón de manos tenía que haber simbolizado la voluntad de diálogo partidocrático, al servicio del interés común de la democracia española en el seno de la Unión Europea. Sin embargo el debate puso en entredicho este símbolo, dando a entender que en el Parlamento Europeo nuestros dos partidos mayoritarios no se entenderán sino que seguirán peleándose, en lucha libre, como lo hacen por el momento en el suelo patrio.

Foto: El País, 27/05/2009.

Siendo ambos políticos designados por sus respectivos partidos como cabezas de listas de los dos partidos mayoritarios españoles para estas euro-elecciones, es prácticamente seguro que se reencontrarán juntos en el Parlamento Europeo.

La pregunta que me hice durante la mayor parte del debate fue la siguiente:

¿No sería posible que los dos candidatos sumaran más bien que restaran sus contribuciones respectivas, para representar lo mejor posible a los electores españoles en el Parlamento Europeo?

Se me ocurre la siguiente alegoría:

Quien no es tuerto, porque dispone de un ojo derecho y de un ojo izquierdo, tiene interés en abrir al mismo tiempo los dos ojos, para ver los objetos y sucesos que observa con su debido relieve. Si cierra uno de los dos ojos, será incapaz de desplazarse sin chocar con unos y con otros. Cuando, haciendo así el tuerto, conduzca un vehículo rápido, transformará en obstáculos mortales los objetos y a las personas que encuentre en su camino.

Ni López Aguilar ni Mayor Oreja tuvieron en cuenta que sus diferencias de partido, de edad, de carácter, de dexteridad manual, de preparación, de filosofía, de creencias, de origen regional y familiar, podían haber contribuido a mostrar, como ojos izquierdo y derecho de nuestra democracia, en qué medida podían complementarse mutuamente, más bien que neutralizarse, para representar el Bien Común de todos los españoles, solidariamente los de izquierdas y los de derechas, como euroconciudadanos en el Parlamento Europeo.

Una vez más deploré que la partidocracia olvidara que su razón de ser es el servir como instrumento fiel de expresión a la democracia y no como su agente demoledor.

Coincido con muchos de nuestros compatriotas en que el sistema político democrático, tal como funciona en España por el momento, se presta a los peores excesos de la partidocracia, porque ésta olvida de manera demasiado frecuente que su única razón de ser es el estar al servicio de la democracia. Esta anomalía quedó emblemáticamente escenificada hace unos días, cuando pudimos experimentar durante el "debate sobre el estado de la nación" la vergüenza ajena que nos producía su comportamiento parlamentario partidista, en el colofón del primer año de la actual legislatura, teniendo como trágico telón de fondo la temible crisis de confianza mundial.

Querido Amigo lector: como hijo de médico y como investigador habituado a la colaboración científica entre colegas, se me ocurre una segunda alegoría sobre este comportamiento anómalo.

Imagina que en tu familia, por la peor de las malas suertes, todos habéis contraído una enfermedad que vuestro médico de cabecera desconoce. Imagina que, siguiendo la iniciativa de vuestro médico, aceptáis el sacrificio económico de que este invite en consulta médica a dos eminentes profesores de la facultad más reputada. ¿Qué haríais si en lugar de colaborar, para establecer un diagnóstico y un tratamiento adecuados de vuestra enfermedad, se pusieran a discutir sólo y exclusivamente para desprestigiarse el uno al otro?

Si fuera mi caso yo diría: "Mejor muertos que envilecidos" por estos matasanos.

La historia nos enseña que "La partidocracia sin democracia se convierte en dictadura y tiranía".

Nos toca a los ciudadanos el corregir con nuestro voto la deriva actual de la complementariedad partidocrática hacia el olvido crónico y la negación efectiva de la democracia.