sábado, diciembre 01, 2007

Tarancón, obispo clave de la transición

Tarancón, obispo clave de la transición

Permalink 01.12.07 @ 20:41:00. Archivado en Sociogenética, Ética, Religiones, Pro justitia et libertate

Un análisis objetivo del proceso genético que se ha dado en llamar la Transición, revela la presencia del cardenal Tarancón como experto timonel de la Iglesia española en cuatro hechos fundamentales, cuyas circunstancias, perfectamente conocidas hoy, no dejan lugar a dudas sobre su eficacia causal:

1) La homilía del cardenal Tarancón en la iglesia de los Jerónimos, el día de la entronización del príncipe Juan Carlos como rey de España; esta homilía, que Tarancón pronunció tras el juramento del Rey, contiene en sus afirmaciones esenciales el espíritu de la Transición.

2) El almuerzo con los Reyes en la Zarzuela el 3 de marzo de 1976, durante el cual el cardenal Tarancón explicó al Rey las razones eclesiales y políticas que hacían necesaria la renuncia al privilegio histórico de presentación de Obispos por el rey, para ser nombrados por el papa, que ya no tenía razón de ser, y rebatió como anacrónicos los argumentos tradicionales en contra de la renuncia y en favor de la presentación, prevista por el concordato. El Cardenal obtuvo del Rey su promesa de renunciar al derecho de presentación de los Obispos.

3) La determinación del cardenal Tarancón para garantizar, al frente de la conferencia de los obispos españoles, la apertura de la iglesia a todos los partidos políticos democráticos, con la consecuente ausencia de compromiso de la misma iglesia con un partido político concreto de «signo cristiano». El cardenal Tarancón y la mayoría de la Jerarquía con él desaconsejaron concretamente a varios líderes políticos utilizar el adjetivo de «cristiano» en la denominación de sus partidos. Los dirigentes de los movimientos seglares obreros y juveniles más influyentes estuvieron plenamente de acuerdo en ello con la Jerarquía, no queriendo constituir un partido cuasi confesional después de 40 años de «nacionalcatolicismo».

4) La definición del Estado, en la Constitución del 78, como estado aconfesional, según una fórmula propuesta por el cardenal Tarancón, en nombre de la iglesia católica, aclarando que el Estado podía ser aconfesional pero no laico, lo cual le permitiría el cooperar armoniosa y racionalmente con la Iglesia, reconociendo así la presencia real de los católicos en la sociedad. El texto propuesto por la Iglesia se plasmó en el artículo 16 de la Constitución.

El artículo que sigue, de don Salvador Sánchez Terán, joven dirigente por aquél entonces de la Acción Católica, prueba que, en estos cuatro hechos históricos fundamentales para la Transición, el cardenal Tarancón tuvo un protagonismo tan circunstancialmente claro como causalmente decisivo.

El recordarlo este año puede ser la mejor manera de rendirle un justo homenaje, con ocasión del decimotercer aniversario de su muerte en Valencia, el 29 de noviembre de 1994, y del centenario de su nacimiento en Burriana, el 14 de mayo de 1907.

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Tarancón, una clave de la Transición
por Salvador SÁNCHEZ-TERÁN,
Presidente del Consejo Social de la Universidad de Salamanca

SE celebra en este año el centenario del nacimiento del Cardenal Vicente Enrique y Tarancón y el decimotercer aniversario de su muerte en Valencia, el 29 de noviembre. Entre las muchas facetas de su excepcional figura deseo glosar en este artículo su decisiva aportación a la Transición española a la democracia.

De todas las grandes instituciones presentes en la vida española -Gobierno, Justicia, Ejército, Fuerzas de Seguridad, Banca, grupos o partidos políticos, Iglesia... etc.-, seguramente la Iglesia Católica era la mejor preparada para afrontar al advenimiento de la Monarquía, la Transición a la democracia. Y ello por dos motivos fundamentales: el primero, porque bastante antes de la transición política, la Iglesia había hecho ya su propia «triple transición» -religiosa, cultural y política- tal como la ha definido José María Martín Patino, y el segundo porque tuvo un líder de excepcional calidad, el Cardenal Tarancón, plenamente compenetrado en la línea eclesial a seguir con el Papa Pablo VI y muy bien ayudado por el excelente Nuncio de Su Santidad, Monseñor Dadaglio.

La transición religiosa tiene su fundamento esencial en el Concilio Vaticano II, que fue calando lentamente en la Iglesia española. En la década de los sesenta la defensa de los derechos humanos es ya considerada parte integrante del discurso religioso. La transición cultural se produjo al acentuar la Iglesia su presencia en el mundo y, muy especialmente, en el mundo obrero a través de las organizaciones de la Acción Católica -HOAC y JOC- y con la presencia de las nuevas promociones de jóvenes sacerdotes en las parroquias de los barrios de trabajadores.

En cuanto a la transición política, la Iglesia al principio de los setenta mantenía una actitud crítica ante el Régimen por la falta de democracia y de las libertades básicas. «La misma Iglesia española -ha dicho Adolfo Suárez- al impulso del Concilio Vaticano II, se mostraba en sus sectores más jóvenes y mayoritarios, partidaria de una apertura hacia las libertades y de una democratización de la vida política. El nacional catolicismo había pasado y se producían serios conflictos Iglesia-Estado».

El momento en que se conjugan las «tres transiciones» es el 23 de febrero de 1973 -día clave en la Historia de la Iglesia española, pues el pleno de la Conferencia Episcopal elige Presidente, por mayoría, al Cardenal Tarancón, Arzobispo de Madrid-. Esto cambió el signo de la mayoría de la Conferencia Episcopal. Y este hecho fue esencial en la cooperación de la Iglesia a la Transición.

Cuatro hitos fundamentales marcan la presencia de la Iglesia en la Transición: La homilía de los Jerónimos; la renuncia del Rey al derecho de presentación de los Obispos; la apertura a todos los partidos políticos democráticos y la ausencia de compromiso con un partido político concreto de «signo cristiano»; y la definición del Estado aconfesional pero cooperante con la Iglesia en la Constitución del 78. En estas cuatro cuestiones Tarancón tiene protagonismo decisivo.

La homilía que Tarancón pronuncia en los Jerónimos tras el juramento del Rey contiene en sus afirmaciones esenciales el espíritu de la Transición. Las palabras del Cardenal sorprendieron a los dignatarios extranjeros, recibieron el pleno apoyo de los demócratas y disgustaron al todavía poderoso «búnker» del Régimen.

Tarancón constata en sus «Confesiones» la mejora de las relaciones del primer Gobierno de la Monarquía con la Iglesia a través de los ministros de Exteriores -Areilza- y de Justicia -Antonio Garrigues-. En esta etapa, se produce un hecho decisivo: el almuerzo de Tarancón con los Reyes en la Zarzuela el 3 de marzo de 1976 -Miércoles de Ceniza-. En dicha entrevista el Cardenal explicó al Rey -que estaba sometido a presiones contrapuestas en este delicado tema- las razones eclesiales y políticas que hacían necesaria la renuncia al privilegio histórico de presentación de Obispos, que ya no tenía razón de ser y rebatió los argumentos en contra. En definitiva no era una petición del Cardenal sino del Concilio Vaticano II y del Papa Pablo VI. Además se establecería el derecho de prenotificación. El resultado de este almuerzo fue positivo.

El Rey tomó la iniciativa de anunciar su decisión, tras constituirse el Gobierno Suárez, mediante carta al Papa de 14 de julio del 76. Así se abría el camino al «Convenio Marco» que significaba la superación del Concordato del 53 y la normalización de las relaciones Iglesia-Estado. El nuevo ministro de Exteriores, Marcelino Oreja, firmará el Convenio el 28 del mismo mes en Roma, abriendo así una compleja negociación que culminaría año y medio más tarde con la aprobación de los cuatro Acuerdos Iglesia-Estado.

Otra cuestión importante en aquellos momentos era la creación de un gran partido demócrata cristiano, semejante a los existentes en Alemania, Italia y otros países europeos. Tarancón y la Jerarquía, en su mayoría, no querían que la Iglesia apoyara a ningún partido y desaconsejaron a varios líderes políticos utilizar el nombre de «cristiano». En ello estábamos plenamente de acuerdo con la Jerarquía los dirigentes de los movimientos seglares obreros y juveniles más influyentes. Después de 40 años de «nacionalcatolicismo» no queríamos constituir un partido cuasi confesional. Esta cuestión estuvo clara desde los primeros pasos de la Transición.

La definición de la naturaleza del Estado y su implicación con la realidad socio-religiosa en España es la cuarta y decisiva aportación de la Iglesia Católica a la Transición. Desde el primer momento la Iglesia renunció, de acuerdo con la doctrina del Vaticano II, a solicitar -como había en el Régimen de Franco- un Estado confesional, pero aclaró que el Estado podía ser aconfesional pero no laico. La Conferencia Episcopal había declarado: «la Constitución debe reconocer la presencia real de los católicos en la sociedad». El texto propuesto por la Iglesia que Tarancón gestionó con Suárez y el arzobispo Yanes con otros dirigentes cualificados de UCD, se plasmó en el artículo 16 de la Constitución.

El Cardenal Tarancón no fue un hombre que asumiera el Concilio Vaticano II, sino que era ya un Obispo plenamente conciliar y eclesial mucho antes del Concilio. Tuve el privilegio de conocer a Don Vicente el año 58 al asumir la Presidencia Nacional de la Juventud de Acción Católica, cuando él era Obispo de Solsona y Secretario de la Conferencia de Metropolitanos -un organismo distante-. Tuve la oportunidad de hablar con él docenas de veces en la vida. Siempre defendió la apertura de la Iglesia al mundo moderno, las libertades de los ciudadanos, la autonomía respecto al Régimen de los movimientos obreros y juveniles del apostolado seglar; la entrega de la Iglesia a los más necesitados. Sin él no hubiera sido posible el cambio de rumbo metodológico y de acción que tomó la Acción Católica en los años 60. Luchó hasta el límite de sus fuerzas por evitar la «crisis de la Acción Católica» decretada por sus hermanos en el Episcopado, nos defendió a los dirigentes de los ataques de «filomarxismo» lanzados desde el Régimen y «afirmó que en los movimientos de A. C. hay una voluntad firme de aplicar el Concilio y que el Papa Pablo VI está con ellos».

Acompañé a Tarancón muchas veces en momentos importantes de su vida. Era un hombre clarividente, cordial, con sentido del humor, muy fumador. Pero recuerdo especialmente aquella tarde del 21 de diciembre de 1973, en el entierro de Carrero Blanco, cuando el Príncipe Don Juan Carlos marchaba detrás del féretro y el Cardenal vivía su particular «vía dolorosa» rodeado de jóvenes «ultras» enloquecidos que vociferaban «Tarancón al paredón». Yo iba a escasos metros suyos. Su cara era una emotiva síntesis de profundo dolor, resignación y perdón

Instituto Jesuita para la Investigación Social

Instituto Jesuita para la Investigación Social

Permalink 30.11.07 @ 23:58:00. Archivado en Las Américas, Universidades, Sociogenética, Ética, Religiones, Educación, Pro justitia et libertate

Creación del Instituto Jesuita para la Investigación Social en los EE.UU.

La Provincia de Nueva Orleans y la "Loyola University" han creado recientemente el Jesuit Social Research Institute, que ofrecerá investigación, análisis social y reflexión teológica. Además, ideará y realizará estrategias prácticas para mejorar las condiciones sociales y económicas en la parte meridional de Estados Unidos y en países del Caribe y de Latinoamérica.

Personas de color han aguantado un porcentaje desproporcionado de pobreza persistente, en los estados meridionales de Estados Unidos. La pobreza crónica contribuye a los altos índices de analfabetismo, enfermedad y encarcelación entre personas de color. Este instituto de investigación ofrecerá un cauce práctico a través del cuál los recursos tanto materiales como humanos de la Universidad de Loyola podrán facilitar las investigaciones sobre migración, racismo y desarrollo socio-económico.

Fuente: Julie Bourbon, jbourbon@norprov.org

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Para más información, ver: www.loyno.edu/jsri

The Jesuit Social Research Institute(JSRI) analyzes, educates and advocates in the Jesuit theological and intellectual tradition. By applying principles of Catholic social thought such as the preferential option for the poor to urgent social issues affecting our region such as migration, poverty, and racism, we aim at realizing tangible results contributing to the solution of problems that continue to plague the southern region of the United States that the Jesuits have called home for almost 300 years. This website describes how the New Orleans Province of the Society of Jesus and Loyola University New Orleans have established, operate, and fund the research institute.

Jesuit Social Research Institute
Loyola University New Orleans
e-mail: jsri@loyno.edu
6363 St. Charles Avenue, Box 94
New Orleans, LA 70118
Tel: (504) 864-7746

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Jesuit History

Loyola's rich history dates back to 1540, when Saint Ignatius of Loyola founded the Society of Jesus, whose members are called Jesuits. From the beginning, Jesuits have held that scholarly excellence plays an integral role in helping men and women achieve moral excellence. For more than 450 years, excellence in education has been an essential focus of the Jesuits. It was with this focus that the Jesuits first arrived among the earliest settlers in New Orleans and Louisiana, eventually establishing what would become Loyola University and continuing the Jesuit tradition of creating centers of education.

The Jesuit educational network is one of the largest systems in American higher education, with more than 200,000 students currently enrolled in the 28 U.S. Jesuit universities. Worldwide, Jesuit universities and colleges have graduated more than 1,000,000 students.

What is the Jesuit vision of education?

Jesuit education is a call to human excellence, to the fullest possible development of all human qualities. This implies a rigor and academic excellence that challenges the student to develop all of his or her talents to the fullest. It is a call to critical thinking and disciplined studies, a call to develop the whole person, head and heart, intellect and feelings.

The Jesuit vision of education implies further that students learn how to be critical, examine attitudes, challenge assumptions, and analyze motives. All of this is important if they are to be able to make decisions in freedom, the freedom that allows one to make love-filled and faith-filled decisions.