martes, febrero 20, 2007

Democracia participativa sin participantes

Democracia participativa sin participantes

Permalink 20.02.07 @ 20:11:00. Archivado en Escritura bloguera, España, Sociogenética, Pro amicitia universale

Una de las misiones de la escritura bloguera consiste en ofrecer perspectivas intertextuales, que ayuden al lector a adoptar una visión de un hecho sociogenéticamente importante, desde múltiples puntos de vista. Como el referéndum de anteayer es uno de estos hechos, he decidido ensayar esta técnica.

Sobre la cruda realidad sociogenética del hecho, que los políticos se obstinan en no querer ver, conviene advertir que sólo uno de cada tres andaluces ha aprobado de forma efectiva el nuevo marco autonómico. Ahora bien, lo ocurrido en Andalucía no es el único síntoma sociogenético de que algo está fallando en el juego democrático español, en materia de participación de los ciudadanos: ya son mayoría los procesos electorales y refrendarios que presentan preocupantes índices descendentes de respuesta del censo habilitado para votar. Aparentemente estamos asistiendo a un proceso degenerativo de nuestra democracia, digno de toda nuestra atención.

Un caso particularmente digno de la mayor asistencia sanitaria, y no sólo de atención preventiva, en esta caída en picado de la participación ciudadana, es el de Marbella, ciudad mártir de la política corrupta, que supuestamente espera su redención de las elecciones municipales del mayo próximo. El índice de abstención ha sido: 73,09 %; el de participación: 26,91%; el de los nóes: 7,42%. No creo que estos valores permitan prever que Marbella pueda ser redimida por su consulta electoral del mayo próximo, si entre tanto no se la somete a cuidados intensivos.

Vinculado como estoy a esta ciudad desde hace ya casi medio siglo, les ofrezco aquí a sus electores algunas reflexiones que pueden ayudarles a ver claro claro el tipo de coalición de intereses comunales que tienen que formar, para sacar a Marbella del callejón sin salida en que la han metido los irresponsables políticos que la han desgobernado, desde hace ya demasiados años. Pienso en primer lugar a mis familiares y amigos, tanto marbellíes como marbelleros, que en su trabajo profesional han sabido mantenerse fieles al Bien Común de todos sus conciudadanos, a pesar de las circunstancias adversas por las que la ciudad ha pasado.

Los textos seleccionados en nuestro hipertexto proceden de todo el arco iris de la opinión política española. En la selección he tenido especial cuidado en evitar tanto los extremismos excluyentes como la identificación con los partidismos de las partidocracias, que he intentado retratar tales cuales ellos mismos se presentan. El resultado es una crítica moderada general que pueda servirnos a todos, tanto a los políticos, sin distinción de color, como a los votantes, unos presentes y otros ausentes en el referéndum de anteayer.

Imagen: "Chaves ha votado", por Martinmorales

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Democracia participativa sin participantes

"Estas empresas paranacionales y taifales dejan indiferente al común del pueblo". (Lorenzo Contreras)

Andalucía tiene desde anteayer un nuevo Estatuto de Autonomía. Fue aprobado por el 87,45% de los votos, pero con la participación más baja de toda su historia: 36,28%. Los nóes sumaron el 9,48%. La abstención causó una auténtica conmoción en la clase política, toda vez que ninguna encuesta la había pronosticado.

Con una participación del 36,28%, el resultado supone un respaldo de apenas una cuarta parte de los seis millones de electores con derecho a voto. Ello constituye un evidente fracaso de la clase política andaluza.
La política española va camino de una gigantesca abstención.
Dirigentes del PP han admitido estos días que su electorado estaba confuso, ya que durante más de dos años han estado diciéndole que el Estatuto andaluz "rompía España". De hecho, en distritos donde el PP es el más votado los resultados fueron reveladores. Así, en el barrio sevillano de Los Remedios la participación fue tan sólo del 26,84%, mientras que los votos de rechazo ascendieron al 33,61%. Igual ocurrió en el distrito Centro de Málaga, donde barre electoralmente el PP. El "no" cosechó el 36,72% de los votos, mientras que la participación fue del 26,26%.

Error de diagnóstico y objetivos ocultos

Según Chaves, la abstención se ha producido por un exceso de confianza: "Los ciudadanos han podido considerar que el partido estaba ganado de antemano, eso es lo que explica la baja participación". En la ejecutiva de ayer se puso el ejemplo de la escasa expectación que provoca un partido de fútbol emitido en diferido, porque el resultado ya se conoce de antemano. Manuel Chaves repitió en varias ocasiones que lo importante son los votos afirmativos. "El respaldo me confirma que la decisión fue acertada, se trataba de no quedarse estancado con las demás autonomías de España", señaló.

El resultado de las elecciones andaluzas, aunque valida el Estatuto, constituye un sonoro fracaso de la política de reformas autonómicas de Zapatero, que se han hecho con un alto coste para todos los españoles, porque esta reforma que, como está demostrado, carecía de demanda social se ha hecho sólo para contentar a los nacionalistas catalanes y vascos y para preparar el posible desembarco de ETA en la política, cosa que no parece que va a ser fácil, visto lo que ocurre en el País Vasco y lo que pasó recientemente en Barajas. (Pablo Sebastián)

Que sólo el 32 por ciento de los andaluces en edad de votar hayan apoyado el Estatuto, tres puntos porcentuales menos que los catalanes, que también fracasaron en el intento, es una mala noticia para Andalucía, sus gobernantes y para España y Zapatero. Ahí tiene nuestro presidente otro motivo más para sonreír y desde luego una oportunidad muy clara para reconocer el fracaso y el error de reabrir la caja de los truenos del Estado autonómico que, una vez abierta, mal veremos quién la puede cerrar, sobre todo cuando se sabe que aún le queda por delante la reforma del Estatuto vasco, que es en todo este proceso, tan mal hecho como innecesario, la piedra angular. Todo se hizo para ver si subiendo las cotas de autogobierno ETA se decidía a entrar en política. Pero los etarras quieren más, quieren Navarra, autodeterminación e independencia. Y lo piden con tiros y bombas convencidos de que Zapatero se lo dará. De momento, el presidente, que ayer debería haber estado en Andalucía dando la cara por lo que pudiera pasar, se ha quitado de en medio y se ha ido, precisamente, al País Vasco para insistir en que está dispuesto a negociar. (Pablo Sebastián)

Indiferencia de los votantes

Lo más llamativo es la indeferencia de los andaluces por esta reforma. Ya se vio en el escaso interés con que se siguieron los debates, tanto en el Parlamento autonómico como en el Congreso, y se ha visto aún más palmariamente en una participación ridícula, en torno al 30% del censo. Ya se certificó en Cataluña, en donde el debate político había sido tan tenso, que dio al traste con el tripartito presidido por Maragall, una falta de sintonía similar entre las “preocupaciones” de los políticos y los intereses de los ciudadanos. Ahora, lo mismo en Andalucía. (Germán Yanke)

El objetivo no es otro que crear un clima político en el que, por una parte, sea más fácil el entendimiento con los partidos nacionalistas, y, por otro, tener entretenidas a las organizaciones territoriales del partido. Éstas no se ocupan ya de aportar su punto de vista a la política nacional ni en el seno del propio PSOE. Su papel queda reducido a cuestiones de “poder” autonómico, a repartirse el pastel público, a creerse importantes buscando fórmulas sobre su identidad. Los nacionalistas, por el contrario, aumentan su influencia. El Gobierno se asegura el respaldo parlamentario. (Germán Yanke)

El resultado del referéndum para la ratificación del nuevo Estatuto de Autonomía de Andalucía —una participación total de poco más de un tercio del censo electoral (6.185.664 personas)— acredita, por si hiciera falta, el creciente divorcio que separa en la España de hoy los intereses y la actividad ciudadanos de los que, ellos sabrán por qué, centran la atención de quienes dicen ser nuestros representantes. (Manuel Martín Ferrand)

Sociogenética del movimiento centrífugo

Cuando, por ejemplo, Manuel Chaves fue, en el 2001, el primer presidente en anunciar una reforma del Estatuto de su Autonomía, puso en marcha un movimiento, de espaldas a la demanda social, que pronto animó a Cataluña y el País Vasco. Ibarretxe y Maragall fueron los primeros en ordeñar la idea del andaluz. ¿En beneficio de quién? De ellos mismos. Sacándose de la manga una “imperiosa necesidad”, según el modelo de los prestidigitadores clásicos, desviaron la atención de los ciudadanos y la centraron en algo inútil que, además, arrastra y seguirá arrastrando un rosario de perniciosos efectos secundarios. (Manuel Martín Ferrand)

Legitimidad en entredicho

En Cataluña fue una participación de 48,8 por ciento la que dio vía libre al Estatut. En el caso andaluz estamos sensiblemente por debajo; pero, en lo fundamental, no hay grandes diferencias. En ambos casos la legitimidad del resultado, no su legalidad, queda en entredicho y, sobre todo, pone en evidencia la escasa representatividad de quienes ocupan los escaños del Parlamento de Sevilla con respecto a quienes votaron a un lote con sigla para que defendieran sus intereses. (Manuel Martín Ferrand)

Otro revés al modelo territorial de Zapatero

El desdén de los andaluces propina otro revés al modelo territorial de Zapatero. Pocas veces ha habido un «sí» tan abrumador (87´44 por ciento) y tan huérfano de votantes (se abstuvo el 63´74 por ciento del electorado) como el que cosechó ayer, domingo de Carnaval, el nuevo Estatuto de Andalucía promovido e impulsado por el presidente de la Junta de Andalucía, el socialista Manuel Chaves, como una supuesta demanda apremiante de los ciudadanos dentro del «dominó» territorial diseñado por José Luis Rodríguez Zapatero desde que llegó a la presidencia del Gobierno. (Editorial, ABC. MADRID)

Ayer, en lo que en medios políticos fue interpretado como una autojustificación, Zapatero eludió comentar la gigantesca mayoría abstencionista y difundió un comunicado en el que -además de informar de que había llamado por teléfono a Chaves «para felicitar a los ciudadanos andaluces por el nuevo Estatuto» y congratularse de «el civismo y la normalidad democrática con la que se desarrolló la jornada»- se felicitó por el «buen funcionamiento de las instituciones de Andalucía».

Hay que reformar el referéndum

Confirmando todas las previsiones, la participación en el referéndum sobre el estatuto andaluz ha sido muy baja: apenas el 35 por ciento de los ciudadanos llamados a las urnas ha ejercido su derecho al voto, lo que acredita un divorcio entre la clase política y la sociedad, que encierra un grave peligro para la legitimidad del sistema. Algunos se llenan la boca hablando de democracia «participativa» y luego se apuntan a todo tipo de maniobras de salón para utilizar en su beneficio la voluntad popular. En rigor, el referéndum es la mejor expresión de la democracia directa. Sin embargo, se ha convertido en una fórmula para ratificar acuerdos del aparato de los partidos, que ejercen de hecho el monopolio de la representación. (Editorial de ABC)

La buena salud del Estado democrático exige un replanteamiento razonable de ciertas reglas del juego. En algunos países cercanos, el referéndum no surte efectos jurídicos si no viene avalado por una participación superior al 50 por ciento de los electores.

Degradación constitucional

Carente de la mayoría necesaria para reformar la Constitución, Zapatero ha optado por degradar la norma fundamental y forzar su interpretación por medio de los estatutos. El resultado es que se ha modificado, en términos materiales, la voluntad del poder constituyente -es decir, de la nación española- con el acuerdo de bastante menos de la mitad de los ciudadanos de una sola comunidad. Sin incurrir en vicios de inconstitucionalidad, también en Andalucía se aprobó anoche una norma de máxima importancia por una exigua representación de los afectados por ella. (Editorial de ABC)

La voz del pueblo

El desinterés generalizado por el referéndum supone un fracaso sin paliativos de la clase política. Ante todo, el proyecto del Gobierno de impulsar reformas estatutarias está demostrando que sólo importa a ciertos políticos ávidos de repartirse cuotas de poder. Manuel Chaves, presidente andaluz y presidente también del PSOE, ha fracasado personalmente al apadrinar un texto que ha tenido muy escasa aceptación. No tiene sentido que pretenda culpar al PP, que ha sabido ser flexible para evitar una división en la sociedad andaluza que habría generado efectos muy negativos. Es hora de tomarse en serio la voz del pueblo, que se manifiesta cuando habla, pero también cuando calla. A nadie le importan las reformas estatutarias hechas a la medida de los intereses partidistas. En la calle, la gente habla de problemas laborales, de vivienda, de inmigración, de salud o de la educación. (Editorial de ABC)

El "triunfal" fracaso político

Un cuarto de siglo después, el acuerdo del 90 por ciento de la clase dirigente apenas ha logrado convocar a más de un tercio de los ciudadanos en el refrendo a un texto que se proclamaba fundamental para el futuro colectivo. Ahí hay un mensaje, y no parece demasiado difícil de entender. Se llama fracaso. (Ignacio Camacho)

Pero claro, entender esto, asumirlo, implica rectificar, cambiar la agenda, aceptar la autocrítica, admitir que se gobierna al margen de la opinión pública. Así que es mejor buscar excusas. Que el adversario ha quitado el hombro, que la gente vive muy bien y está muy tranquila, que el electorado sólo se motiva en la confrontación o, todo lo más, que ha habido algún error en la comunicación del mensaje. (Ignacio Camacho)

No pasa nada, pues. Que no vaya a dimitir nadie, por favor. Lo que ha ocurrido en realidad es que esta excelsa clase política, esta dirigencia iluminada que vela por nuestro futuro con celo clarividente, va tan por delante y alcanza tan lejos, que su designio privilegiado escapa al entendimiento de las gentes comunes. Chaves puede seguir instalado en su cómodo virreinato, cesáreo, pastueño, inmóvil. Trámite cumplido. ¿Fracaso? Será de otros. (Ignacio Camacho)

La culpa de la abstención

Cuando se oye decir al PSOE (verbigracia, su secretario de Organización, José Blanco) que lo ocurrido el domingo en Andalucía es, más o menos, una fiesta de la democracia y que la baja participación se debe sólo a una cuestión psicológica, el efecto de la seguridad del resultado, uno no puede menos que preguntarse si de verdad se lo cree, si hay una enfermedad política caracterizada tanto por el alejamiento de la realidad como por una pasmosa ausencia de autocrítica. (Germán Yanke)

Cuando se sabe que el PP (verbigracia, su presidente Mariano Rajoy) dice a los dirigentes del partido que el apoyo que ha dado este formación era “lo mejor para España y el partido” y se oye a continuación al mismo PP (verbigracia, su secretario general Ángel Acebes) que la elevadísima abstención es prueba del fracaso de Zapatero en su empeño por reformar los Estatutos, uno no puede menos que preguntarse si las enfermedades políticas son numerosas y variadas, aunque casi todas cortadas por el mismo patrón. (Germán Yanke)

Porque si hemos de forjarnos una opinión con este tipo de declaraciones, habrá que concluir que el PSOE se ha distanciado de la realidad y el PP lo ha hecho de dos realidades: de la general y de la de su propio partido. (Germán Yanke)

La abstención como mensaje a la clase política

A mi manera de entender sociogenéticamente los hechos, la abstención es el resultado de múltiples experiencias de desencuentro entre los ciudadanos y la clase política. Los únicos culpables de la abstención son los políticos, que han transformado su mandato en el visado para entrar en una nomenklatura, atenta a sus propios intereses de clase, incluídos los más egoístas, y totalmente sorda a las necesidades reales y extremadamente urgentes de sus electores. La abstención ha sido la manera que han tenido los electores, tras muchos años de aguante, de hacer comprender a sus mandatarios que su actitud política ni es ni puede ser aceptable.

Es normal que a partir de ahora los electores intenten organizarse, constituyendo coaliciones de intereses comunales, con presencia o en ausencia de sus políticos, para de alguna manera poder reconstruir personalmente la democracia, que sus mandatarios están destruyendo.