miércoles, agosto 30, 2006

La telenovela que no fue

La telenovela que no fue, por Rosa Miriam Elizalde

Permalink 30.08.06 @ 17:00:00. Archivado en Las Américas, Ética, Pro justitia et libertate

“Hoy, el espectáculo no está en los teatros, sino en la prensa. Solo lo frena la falta de desgracias. Aquello que la gente intenta meter debajo de la alfombra, aquí se subasta públicamente. Que no hayan podido entretenerse con los detalles íntimos de la salud de Fidel y que la tranquilidad sea un hecho en la Isla, los enfurece, los hace recurrir al golpe bajo y la insinuación inmoral, a esa condición lastimosa y rastrera de la vida, que en otras circunstancias quizás esta misma prensa intente enmascarar.”

La telenovela que no fue
por Rosa Miriam Elizalde
(1)

Cuba se negó a ser el tema de la telenovela del verano. Así de simple. Aunque todos los periódicos tejen y destejen unas pocas citas y un par de hechos —la operación de Fidel y el provisional traspaso de poderes—, no dicen nada nuevo, no tienen nada que añadir.

En España van y vienen páginas y páginas de especulaciones y lugares comunes, de comparaciones insultantes y de reacciones torcidas por Miami, salteadas con algunas notas de sentido común que dignamente se escurren del morbo de los medios, empeñados en confundir la intimidad con la transparencia informativa. Por ejemplo, no se dice que, por estos días, los carnavales en La Habana fueron pospuestos transitoriamente, sino que han sido «prohibidos». La información es sustituida por la especulación, y se suceden personajes de todos los pelajes políticos y profesionales que lo mismo disertan sobre las enfermedades que pueden desatar una hemorragia o sobre la instrumentación de una política de borrón y cuenta nueva, que no funcionó en ninguna parte y muchísimo menos durante la llamada transición española.

A nivel mediático, «en este país la intimidad no existe. Nadie está libre de delatar y de ser delatado», dice Maruja Torres, columnista de El País, escritora de lengua afilada. «Miramos y nos miran. Los medios quieren saberlo todo y hurgan en los tachos de basura. ¿Acaso eso no es el espectáculo?»

Hoy, el espectáculo no está en los teatros, sino en la prensa. Solo lo frena la falta de desgracias. Aquello que la gente intenta meter debajo de la alfombra, aquí se subasta públicamente. Que no hayan podido entretenerse con los detalles íntimos de la salud de Fidel y que la tranquilidad sea un hecho en la Isla, los enfurece, los hace recurrir al golpe bajo y la insinuación inmoral, a esa condición lastimosa y rastrera de la vida, que en otras circunstancias quizás esta misma prensa intente enmascarar.

He leído y he visto reportajes televisivos donde lo único evidente han sido las frustraciones de quienes los escribieron, editaron y publicaron. Sin embargo, detrás del escándalo y la impostura, la realidad es. A contracorriente de la gacetilla y la acidez enfermiza de los comentaristas, el cubano de paso en Barcelona recibe cien veces más testimonios de solidaridad que flechazos periodísticos, por mucho que se esfuercen los diarios en avivar la telenovela frustrada por Fidel.

El cariño te llega lo mismo del anónimo taxista que, adivinando tu nacionalidad, te desea salud para el Comandante con una mirada cómplice —como lo haría un vecino cariñoso que se interesa por tu propio padre—, y de algunos de los intelectuales más brillantes de este hemisferio, que se muestran preocupados y esperanzados como tú lo estás, desde que se supo de la operación del Comandante y los diarios iniciaron su cacería informativa.

Pilar del Río, traductora y periodista sevillana, me escribe un mensaje en nombre de ella y de su esposo —el escritor José Saramago—, que siento extensivo a todos los que amamos a Fidel: «...estamos con vosotros en estos días difíciles. Atentos y solidarios a lo que ahí pasa, porque también a nosotros nos pasa: así vamos los amigos, compartiendo».

Carmen Balcells, la agente literaria más famosa del mundo, acepta que publique en esta página el mensaje que le llega hoy, 13 de agosto, a nuestro Ministro de Cultura. Ella misma me dicta cuidadosamente la nota para Abel Prieto, que va acompañada de una rosa blanca: «más que un mensaje en una botella enviada al mar, te mando a ti una rosa blanca pidiendo que nuestro amigo y Comandante sobreviva».

En una reunión familiar, a la que asistieron la viuda y la hija del escritor comunista Juan García Hortelano, los profesores Ana y Luis Izquierdo, y los cubanos Rebeca Chávez y Senel Paz, Carmen Balcells nos explicó el significado de ese deseo de sobrevida para Fidel: «hablo de la sobrevivida de la enfermedad y de la sobrevida de la Revolución. Quien tenga conciencia de lo que es este mundo hoy, no puede ignorar que Fidel y Cuba, nos son imprescindibles».

© Cuba Debate, Contra el terrorismo mediático, Unión de Periodistas de Cuba, La Habana, Lunes 14 de Agosto de 2006

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(1) Rosa Miriam Elizalde es la autora del Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos, publicado bajo el título

Solidaridad

Queridos amigos:

Esta es una carta común, porque algunos preguntan, dudan, quieren saber qué está pasando.

Todo está dicho, solo que poco de lo que aquí realmente acontece merece titulares de primera o de segunda página. Pocas veces la censura ha sido tan brutal y ha vuelto las palabras huecas y, por lo tanto, inútiles. Jamás Eduardo Galeano —que ha escrito excelentes e incisivos análisis— tuvo tal despliegue en CNN, y por supuesto, jamás lo habría tenido si los adjetivos que acompañaron sus comentarios sobre Cuba hubieran sido otros. Cuando Saramago recibió el Premio Nobel, la prensa norteamericana no le prestó la atención que esta vez le dispensa.

Es doloroso asistir al espectáculo del desconcierto y a la confusión de la víctima con el delincuente, mientras Estados Unidos y sus instituciones logran hacer poco menos que invisible su aparato de aniquilación e intolerancia, y las bombas terminan de pulverizar a medio Bagdad, las reliquias de los museos empiezan a subastarse en las calles de Nueva York y se narcotiza la opinión pública internacional con la máscara dulzona de la demagogia.

Cuba no necesita la solidaridad cuando repiquen los tambores de la guerra, cuando empiecen a sonar las alarmas y Bush anuncie que la mesa está servida. Cuba no necesita la solidaridad cuando aparezca ese mínimo pretexto para que Estados Unidos pruebe en la Isla toda su flamante generación de armas letales. La solidaridad hace falta ahora.

El mejor ejercicio solidario que pueden hacer ustedes es no dejar que los afilien cómodamente a la mentira. El mundo está recibiendo clases de moral y de cívica de quienes han ejecutado matanzas injustificables y han puesto en práctica una infalible maquinaria para lavar las conciencias, que también incluye el estrago de la memoria, tanto individual como colectiva. Puede ser útil empezar por responder una sola pregunta: ¿Por qué ahora esta desenfrenada campaña, este concierto de odios?

La Revolución cubana no necesita lecciones de moral; necesita que sean escuchadas sus razones, que pueda expresar sus argumentos, que se le conceda la palabra. No es un favor, es el derecho que se ha ganado un país que ha luchado nítida e irreprochablemente por la justicia social, y que nunca dijo una mentira. Ya hay demasiada humillación en el mundo. Que ningún hombre o mujer sea excluido de saber qué pasó, qué argumentos tuvo Cuba para tomar las medidas que tomó. Aislar a la Revolución cubana puede ser suicida para quienes no están de acuerdo con que los administradores del poder sigan decidiendo sobre millones de seres humanos, sin arriesgar jamás el pellejo propio.

Fidel ha dicho, y sabemos que es cierto, que si osan agredirnos, tendrán que enfrentarse a la Guerra de los Cien Años. También, que lo esencial es que esa agresión no se produzca. Frente a la feroz campaña internacional, no dejen que los fascistas reciban en bandeja de plata el pretexto para la embestida. Impidan que la gente buena de este mundo —los que queremos la paz—, por desconocimiento o por prejuicios o por error o por lo que sea, se conviertan en cómplices de la infamia.

No lo olviden, queridos amigos: la verdad es solidaridad.

Un abrazo a todos.

Juventud Rebelde

© Juventud Rebelde 2003