domingo, marzo 29, 2009

Moriscos expulsados y vascos exiliados 5/5

Moriscos expulsados y vascos exiliados 5/5

Archivado en Europa, El Quijote, Semántica, España, Sociogenética, Ética, Educación, Migraciones, Pro justitia et libertate, Geopolítica

La Diáspora Democrática Vasca:

Los responsables de la expulsión de los moriscos, en el siglo XVII, invocaron muchas menos razones que las que invocan los nacionalistas vascos, en los siglos XX y XXI, para hacerles la vida imposible a quienes disienten con su opinión política en el País Vasco. El resultado es que la tipología de los exiliados vascos es infinitamente más variada y vergozosa que la de los expulsados moriscos. Lo es en tal grado, que al establecer la lista que sigue nos quedamos con la sensación de que olvidamos algo, a pesar de que evitamos repetir categorías de exiliados mencionadas ya en los artículos precedentes de esta serie:

Tipología de los exiliados vascos

1) los amenazados directamente por ETA;
2) los empresarios cansados del pago del impuesto revolucionario;
3) los familiares de las víctimas del terrorismo que se han alejado de allí para olvidar;
4) los militares abochornados;
5) los guardias civiles hartos de vivir en ghettos;
6) los políticos que no han soportado la presión...
7) miles y miles de vascos de segunda, que no han soportado el apartheid en su propia tierra vasca.

Esta última categoría, divisible en varias más, la componen las víctimas de las variopintas políticas de los gabinetes peneuveros empeñados en montar una sociedad nazificada en la que existen vascos de primera (funcionarios nazionalistas, empresarios adictos al régimen, enchufados con carné...) y vascos de segunda, nutrida categoría que no se limita a 8) los exfuncionarios monolingües castellanos, sino que estigmatiza a 9) constitucionalistas, 10) españolistas, 11) demócratas y liberales que pasan de todas las políticas nazionalizadoras de todo lo habido y por haber: educación, deporte, sanidad, cooperativas, iglesias, ayuntamientos... Conviene recordar aquí, por si alguien lo dudara, que paradójicamente en el País Vasco no solamente no hay monolingües vascos, sino que la mayoría más que absoluta de los vascos desconoce o domina tan mal el euskera estándar, el batúa, muy diferente de los dialectos tradicionales, que prefiere no emplearlo.

Imagen: Iñaki Arteta, Autor del filme y del libro 'El infierno vasco'

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400.000 exiliados vascos, 400.000 olvidados.
Escrito por Smith en: Febrero 28, 2005 10:05 PM. Archivado en Vascongadas.

En un acto celebrado en Madrid, en el que se presentaron las Comisiones por la Diáspora Democrática Vasca, el vicepresidente del Foro Ermua, Mikel Buesa, denunció que desde el inicio de la democracia, 383.700 personas habían abandonado su residencia en el País Vasco "asfixiados por la falta de libertad". De ellos, 119.000 lo han hecho desde que Ibarretxe fue elegido lehendakari, en 1998, a quien acusan de "no haber hecho nada por impedir esta diáspora". Generosa acusación, ¿no creen?

Hay que decir que todos conocíamos la terrible tragedia que vienen protagonizando miles de familias vascas que a lo largo de tres décadas no han tenido más remedio que hacer las maletas y largarse de su propia tierra. Ahora bien, lo que más nos ha sorprendido ha sido la cifra aportada por las llamadas Comisiones por la Diáspora Democrática Vasca y que asciende a la friolera suma de 383.700. O sea, casi 400.000 vascos que han abandonado su lugar de origen por la presión de lo que desde estas páginas venimos llamando "conglomerado nazionalista", y que, desde luego, no está compuesto única y exclusivamente por ETA y sus pistolas, sino que en este proceso de limpieza étnica o sabinización de Vascongadas, el PNV y EA han tenido mucho que ver.

Porque, al margen de los amenazados directamente por ETA, los empresarios cansados del pago del impuesto revolucionario, los familiares de las víctimas del terrorismo que se han alejado de allí para olvidar, los militares abochornados, los guardias civiles hartos de vivir en ghettos, los políticos que no han soportado la presión... repetimos, al margen de toda esta gente, existen miles y miles de víctimas de las variopintas políticas de los gabinetes peneuveros empeñados en montar una sociedad nazificada en la que existen vascos de primera (funcionarios nazionalistas, empresarios adictos al régimen, enchufados con carné...) y vascos de segunda, como los exfuncionarios monolingües castellanos (no hay monolingües vascos, por si alguien lo dudaba), constitucionalistas, españolistas, demócratas y liberales que pasan de toda las políticas nazionalizadoras de todo lo habido y por haber (educación, deporte, sanidad, cooperativas, iglesias, ayuntamientos...).

La maniobra ha estado bien clarita desde el principio. Limpieza de sangre y suelo para que cuando el omeya de turno, en este caso el iluminado Ibarretxe, someta a consulta a "los vascos y las vascas" (observen la figura gramatical tan progresista de los defensores de las doctrinas más reaccionarias de Europa), el resultado quede perfectamente asegurado. Ha sido una ardua labor y ha costado mucho esfuerzo y sacrificio, pero al final se ha conseguido: una Euzkadi grande y libre con un número de maketos cada día menor. En definitiva, una Euzkadi tan descontaminada como soñaba el divino Sabino Arana, q.e.p.d. y presta al asalto final: con el censo electoral gravemente alterado por los terroristas y los peneuveros, Ibarretxe puede tratar de (en el fondo, es imposible) legitimar más fácilmente "su" plan.

Pero aún hay más. Si nos fijamos en la programación de la ETB, existen programas específicos dedicados a los protagonistas de la "diáspora" vasca. Porque para victimismo, el vasco. ¡Qué vale la diáspora judía al lado de la vasca...! Hoy mismo, podemos "disfrutar" a las 02:00 del programa CANAL VASCO NEWS, Informativo presentado por Jonan Apaolaza, Ana Urrutia y Aitzol Zubizarreta. Presta especial atención a las noticias que tienen como protagonistas a los vascos en América y a los americanos en Euskadi, en el campo de la política, la economía, la cultura y el deporte. Los estudios y revistas sobre los vascos en América son inagotables. Es curioso, porque habiendo tanto exiliado vasco en el resto del "Estado", ¿para qué preocuparse de unos cientos, acaso miles de descendientes de viejos vascongados? Extrañas solidaridades estas... ¿No será que a los exiliados actuales no les apetece precisamente tocar el acordeón ni bailar un aurresku? ¿Por qué será?

viernes, marzo 27, 2009

Moriscos expulsados y vascos exiliados 4/5

Moriscos expulsados y vascos exiliados 4/5

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Voces del exilio vasco: "A lo largo de las tres últimas décadas, miles de vascos se han visto obligados a exiliarse. Durante años, estas personas han vivido su destierro en silencio. Ahora comienza a oírse su voz". Fundación para la Libertad, 11/4/2005.

El pasado 26 de febrero, durante la presentación en Madrid de las Comisiones por la Diáspora Democrática Vasca, el vicepresidente del Foro de Ermua, Mikel Buesa, cifró en 378.700 el número de vascos que han tenido que abandonar su tierra «asfixiados por la falta de libertad» o amenazados por ETA. La cifra de Buesa está sujeta a discusión y puede ser más o menos fiable -ciertamente, se trata de un cálculo complicadísimo de realizar-, pero su exactitud tiene un valor menor frente al peso de una realidad incuestionable: la de que, a lo largo de las tres últimas décadas, miles de vascos se han visto obligados a exiliarse. Durante años, estas personas han vivido su destierro en silencio. Ahora comienza a oírse su voz.

MARÍA JESÚS LEJARRETA

La hija del diputado general

«Nos fuimos como proscritos»

Hija mayor de Manuel Lejarreta, ex-alcalde de Vitoria y ex-diputado general de Álava entre 1972 y 1977, María Jesús Lejarreta abandonó el País Vasco en septiembre de 1980. Tenía entonces 21 años. Eran días de plomo y capillas ardientes, los más sangrientos en la historia de ETA, y sus padres no soportaron más una presión que estaba convirtiendo sus vidas en una pesadilla. Dos cartas exigiéndoles el impuesto revolucionario y el asesinato de Jesús Mari Velasco, el jefe de Miñones de la Diputación, íntimo amigo de la familia, acabaron de decidir a Manuel Lejarreta a vender Villa San Luis y llevarse a su mujer y a sus cinco hijos a Madrid. «El exilio te deja una amargura para siempre. Supongo que es la amargura de sentirte despreciado», dice María Jesús, casada con un madrileño y madre de tres hijos.

Indefensos. «Mi padre dimitió como diputado general en febrero de 1977, cuando acabó de negociar el último Concierto Económico que Álava firmó en solitario. Y lo que ocurrió es que, al dejar el cargo, le quitaron la escolta, tanto la que tenía fuera como la que teníamos en casa. Porque en casa teníamos siempre un miñón viviendo con nosotros. Vamos, que de repente nos quedamos a pelo, indefensos. Tanto es así que, al día siguiente de dimitir, vino un inspector a recoger el chaleco antibalas que usaba mi padre. Imagínate. Unos meses antes, en octubre de 1976, ETA había matado, con los escoltas y todo, a Juan María de Araluce, el diputado general de Guipúzcoa. Y al cabo de un año o así, asesinó a Augusto Uncetabarrenechea, el diputado general de Vizcaya. Sólo les faltaba el de Álava. Mi padre».

La obsesión. «La psicosis era tremenda. Nosotros vivíamos enfrente del Parque del Prado y siempre estábamos pendientes de los desconocidos que podíamos ver por allí. Mirábamos mucho por la ventana y recuerdo que nos fijábamos en la gente que llevaba bolsas o zapatillas deportivas. Una vez nos pusieron un anónimo en la puerta diciendo que iba a estallar una bomba. Mi madre era la que peor lo pasaba. Cuando mi padre venía hacia casa, ella salía al balcón y, si había notado algo raro, le hacía una seña para que pasase de largo con el coche. Era una obsesión diaria. A mi padre le dijeron que caminase por la calle en zig-zag. ¿En zig-zag! Y que cambiase de horarios, de direcciones...»

El secreter. «Recuerdo que, en un secreter de su habitación, mi madre tenía las fotos de los etarras más buscados. Las veíamos para intentar memorizar sus caras. La verdad es que haces cosas que ni tú misma te crees. Mi madre, por ejemplo, aprendió a usar pistola para poder disparar al aire en caso de peligro y avisar a la Guardia Civil, que tenía el cuartel cerca de casa. Todo era así. Parecía un poco irreal. Una vez, el miñón que estaba en casa se llevó una tarta que nos había mandado nuestra asistenta por la primera comunión de su hijo. Como no llevaba remite, pensó que era una bomba».

El tabú. «Parece que nos fuimos como quien se va al pueblo de al lado porque le han ofrecido un trabajo mejor. Nadie nos expresó la más mínima solidaridad. Y eso que mi padre era un hombre bueno y muy querido en Vitoria. Pero nos fuimos como proscritos. Así de claro. No se hizo nada para que no nos fuésemos. Al revés. Lo nuestro era un tema tabú. Y lo que me duele es que, después de 25 años, las cosas continúen igual, que se siga marchando la gente sin que se haga nada. Sinceramente, no veo solución a medio plazo. Estas elecciones, por ejemplo, no creo que sirvan para mucho. Quizás mis hijos puedan vivir en paz en el País Vasco, pero yo no creo que lo vea».

JOSÉ VIRGILIO MENÉNDEZ

Ex concejal de Getxo

«Para el Gobierno vasco no existimos»

Asturiano de nacimiento, aunque getxotarra de adopción desde niño, José Virgilio Menéndez entró en política en 1990. Lo suyo fue algo vocacional. «La verdad es que siempre me ha encantado. Hay otros que entran en política por un hecho concreto que les marca o por seguir una tradición familiar. Lo mío, en cambio, fue pura afición», reconoce este licenciado en Sociología que acabó ocupando varios cargos dentro del Partido Popular de Vizcaya. Fue secretario general de Nuevas Generaciones entre 1994 y 1997, concejal en Galdakao, asesor en el Ayuntamiento de Bilbao y edil en Getxo hasta que el 11 de enero de 2000 tuvo que abandonar Euskadi con lo puesto -«me tuvieron que mandar la ropa a Madrid en autobús», recuerda-, después de que su nombre apareciera en la documentación intervenida al comando Vizcaya. «Era una lista reducida de objetivos», explica Menéndez.

Las dos bombas. «Aguantas cosas, te resignas a llevar escolta, tratas de hacer tu trabajo... Pero llega un momento en el que empiezas a pensar en irte. En mi caso fue cuando tuve el atentado. Me pusieron dos bombas, una en el descansillo de mi casa y otra en el coche, que estaba en el garage. ¿Te acuerdas? Fue en los bloques de Lañomendi, en Algorta, el 10 de abril de 1999. La bomba del garage destrozó varios coches y provocó un incendio. Tuvieron que desalojar de madrugada a 200 vecinos. A quince o veinte, personas mayores, les tuvieron que atender por inhalación de gases. Fue muy fuerte. Me sentía fatal, angustiado. Al final, quieras que no, te sientes culpable de lo que ha ocurrido, de poner en peligro a tu familia y a todos tus vecinos».

La impunidad. «Un par de meses después del atentado salí elegido concejal en Getxo. A partir de ese momento, todas las concentraciones de los radicales se hacían debajo de mi casa. La llenaron de pintadas. Era un pasada. De todas formas, lo peor no era aguantar a esa gente durante la media hora que estaba allí insultándote y amenazándote. Lo peor, lo más indignante, era la impunidad con la que actuaban. Una vez se pusieron a hacer una pintada contra mí delante mismo de la patrulla de la Ertzaintza que les vigilaba. Recuerdo que un vecino protestó porque no hacían nada y los ertzainas le dijeron que tenían órdenes de no actuar, que sólo podían identificarles».

Malas sensaciones. «Lo pasé muy mal al irme. La primera semana no sabía ni donde estaba. La verdad es que marcharte es una decisión muy dura. Llevaba diez años en el partido y tenía la sensación de que, al irme, les estaba traicionando. En cierto modo, te sientes insolidario. Se pasa muy mal. Por eso te duele tanto que nadie se acuerde de ti. Lo del Gobierno vasco es increíble. Para ellos no existimos. ¿Que nos vamos? Pues mejor. Menos votos para la oposición. Digan lo que digan, eso es lo que piensan».

Ni una llamada. «En mi caso concreto, tampoco he existido para el Ayuntamiento de Getxo. Te pongo un ejemplo: cuando uno deja de ser concejal hay costumbre de entregarle una pequeña placa en la que se ve el molino de Aixerrota. ¿Tú crees que me la han dado? Pues eso. Bueno, ¿es que no he recibido ni una llamada de teléfono! De todas formas, di que ese ayuntamiento es muy especial. A ese alcalde hay que darle de comer aparte. Es un indeseable. Todavía me acuerdo del chorreo que le lanzó a Almansa, el portavoz del PSOE, cuando éste denunció que había sufrido un ataque de kale borroka. Vamos, como para esperar yo de Zarraoa un poco de solidaridad. Él no puede perder el tiempo con esas cosas. Está muy ocupado ordenando que persigan a las chicas que hacen 'top-less' en Azkorri».

JOAQUÍN DE PAÚL

Ex decano de Psicología de la UPV

«En estas elecciones no estamos todos»

Donostiarra de 49 años, ex-decano de la Facultad de Psicología de la UPV y una autoridad internacional en el estudio de los malos tratos a menores y en la implantación de sistemas de protección de la infancia, Joaquín de Paúl se fue de Euskadi el pasado verano. La derrota de su plancha en las elecciones al rectorado de la UPV -era candidato a vicerrector de Guipúzcoa- le acabó de convencer Era mejor irse. Se puso en el mercado y no tardó en recibir una oferta de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid. «Mi historia no tiene nada de especial. Lo mío no es nada épico. No tiene comparación con lo que les ha ocurrido a concejales o gente a la que le han pedido el impuesto revolucionario», dice este psicólogo, que comenzó a vivir amenazado a raíz de que se hiciera visible su militancia en Basta Ya.

La paranoia. «Te vas significando y asumiendo cotas de riesgo. Sin embargo, tardas bastante en ser consciente de que puedes ser objetivo de ETA. Eso sí, llega un momento en que lo aceptas. Si matan al contable de 'El Diario Vasco', ¿por qué no me van a matar a mí? Te haces ese tipo de preguntas y empiezas a vivir con una presión muy fuerte. Yo he sido durante doce años profesor de Psicopatología y sé bien cuál es el límite entre la normal suspicacia y el delirio paranoico. Y hubo momentos en los que me preguntaba si no me estaba volviendo un poco paranoico. Antes de que me pusieran escolta, tardaba media hora en entrar en casa. A veces veía dos tíos desconocidos que me venían de frente y me decía: 'Estos son, estos son los que me van a matar'. Luego, cuando pasaban de largo, suspiraba y me decía: 'Joaquín, te estás volviendo loco'».

Por aburrimiento. «Quiero que quede claro que en estas elecciones vascas no estamos todos, que somos muchos los que nos hemos tenido que ir. Reconozco que me crea un poco de mala conciencia el haberme marchado. Quizá por eso estoy hablando contigo ahora. Tengo la sensación de que he desistido, de que ETA me ha ganado y, además, de que me ha ganado por aburrimiento. Porque yo no me he ido tanto por miedo como por hastío. Para empezar, es un coñazo vivir con guardaespaldas. Vas al cine y piensas si le aburrirá la película. Y a la noche, cuando te deja en casa, te pregunta a qué hora vas a salir al día siguiente. Y tú, que no tienes ni puta idea, le dices que a las dos. Y luego resulta que te levantas antes y que tienes que estar hasta las dos esperándole como un gilipollas. Ya te digo: lo mío ha sido, sobre todo, una cuestión de aburrimiento. Necesitaba un descanso. Todo el día hablando de que si los vascos venimos del Neolítico y de la construcción nacional. Mire, oiga, que yo no tengo que construir nada, ¿que mi país ya está construído!».

Un alivio. «Te podría decir que estoy muy jodido por haberme ido, pero no es verdad. Hombre, echo de menos a mi familia, que se ha quedado en Donosti, pero Madrid es una ciudad cojonuda. Me gusta el anonimato que tienes aquí, voy al cine dos o tres veces a la semana, no tengo que llevar escolta, me junto con compañeros y puedo hablar de cualquier cosa y no del tema de siempre. Olvidarte del nacionalismo es un alivio».

El goteo. «Ibarretxe ha recibido en Ajuria Enea a los de Aukera Guztiak. A los que se han tenido que ir, sin embargo, no se le ocurre recibirles. No sé si somos 10.000, 20.000 o 200.000. No me creo las cifras. Sé que en los setenta y ochenta se fueron muchos, calladitos, calladitos. Médicos, por ejemplo, se fueron un montón. Y ese goteo, esa pérdida, se sigue produciendo sin que el nacionalismo mueva un dedo. Yo supongo que para ellos es algo normal, que dentro del proceso de construcción nacional estas cosas suceden y no hay que darle más vueltas.

JUAN PETIT

Un profesional liberal

«Nos hicieron la vida imposible»

Asesor financiero de 48 años, casado y padre de cuatro hijos, Juan Petit Aguirre se fue de Euskadi, rumbo a Barcelona, en 1982. El motivo de su marcha fue el de tantos otros: sencillamente, no pudo seguir viviendo en su pueblo, Fuenterrabía. Hijo del director-gerente de la fábrica Peugeot de Vitoria y buen amigo de los veraneantes madrileños (los Méndez-Vigo, Ussía, Fernández-Cuesta, Baselga, etc.) que pasaban sus vacaciones en las grandes mansiones del pueblo, el nieto del futbolista René Petit fue objeto de una persecución implacable durante los primeros años de la Transición por parte de sus vecinos de la izquierda abertzale. Uno de ellos se lo explicó muy gráficamente en un bar. «Tú eres el símbolo de la sociedad que yo desprecio», le dijo, después de partirle una jarra de cerveza en la cabeza. Al final, tras varios años de amenazas, desprecios y agresiones, cuando concluyó sus estudios decidió comenzar su carrera profesional en otra parte. Lejos. También su padre, que acabó por rendirse ante la presión de los radicales, mayoría en el comité de empresa de Peugeot, acabó por irse.

La conmoción. «Fueron unos años terribles. Por un lado estaban los asesinatos de ETA. En aquella época esos tíos andaban por la frontera como Pedro por su casa. Recuerdo cuando apareció muerto Ángel Berazadi en el alto de Itziar. Fue una conmoción. Si a éste, que es del PNV, le han matado, ¿qué no intentarán con nosotros? Eso pensábamos. Y luego estaba la presión constante en el pueblo, las amenazas al estilo siciliano, los insultos en los bares y las agresiones. A raíz de que la Guardia Civil matara a Jesús Mari Zabala en el Alarde, todo se desquició. 'Vais a pagar lo que habéis hecho', me decían. A mí me dieron de ostias 15 o 20 veces. Y te aseguro que yo no era un franquista. Es más, me sentía antifranquista. Pero a ellos les daba igual. Nos odiaban por lo que representábamos, porque éramos distintos, porque no éramos como ellos, arrantzales, euskaldunes y abertzales. Nos hicieron la vida imposible».

El adoctrinamiento. «En mi época tenías que salir por piernas porque te jugabas la vida y ETA mataba a cien personas al año. Ahora la gente se sigue marchando pero la presión se ha trasladado. Ya no es tanto de ETA o de los batasunos como de la política del PNV. Ya no es el energúmeno de turno que te dice que te va a matar. Ahora te van amargando poco a poco, te van aburriendo con las dificultades que te ponen, con las trabas para acceder a esto o aquello. Lo duro ahora es aceptar el adoctrinamiento nacionalista».

Votar contra el Plan. «Estoy muy cabreado con Presidencia del Gobierno vasco. El otro día tuve una pelotera de la leche con una chica que me cogió el teléfono. Les llamé para decirles que nosotros, los que nos tuvimos que ir, tenemos derecho a votar en la consulta que se haga sobre el Plan Ibarretxe. ¿Por qué no voy a poder votar yo en algo que afecta a mi tierra? ¿Es que me parece fascista negarme ese derecho! No quieren que votemos porque saben que esos votos van en contra de sus intereses».

Nostalgia. «Con todo el tiempo que llevo fuera, sigo pensando en volver. Echo de menos aquello. La gente, la forma de ser de los vascos... ¿La sidra de Astigarraga! Je, je. La compro aquí, en la Euskal Etxea. Y también mi mujer está deseando vivir en Bilbao. Tiene muchas amigas. ¡Pero es que es muy difícil volver a empezar!».

EL CORREO, 11/4/2005

jueves, marzo 26, 2009

Moriscos expulsados y vascos exiliados 3/5

Moriscos expulsados y vascos exiliados 3/5

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Hay que estar ciego y sordo para no ver ni oír en nuestro entorno español o europeo la presencia contrariada y el clamor suplicante de una multitud de ciudadanos universalistas vascos, lógicamente ajenos a la monomanía separatista, que se han visto obligados a abandonar su tierra, para no vivir amenazados por ETA y acosados por sus conciudadanos nacionalistas separatistas.

Muchos de ellos optaron por el exilio, en otras tierras de España o en el extranjero, porque habían sufrido el asesinato por ETA de alguno de los miembros de su familia. Otros tenían que vivir acompañados día y noche por escoltas, como si fueran presos, para no correr la misma suerte que sus familiares asesinados. Un tercer grupo recibía periódicamente la amenaza escrita de muerte contra su persona y contra su familia si no pagaba el impuesto revolucionario que le imponía ETA. Un cuarto grupo no podía soportar la sensación de sentirse extranjero en su propio país, por no aceptar la discriminación laboral y/o educativa que se les imponía a él y/o a ella y a sus hijos, desde un sistema de cerrazón totalitaria separatista y antiuniversalista. Un quinto grupo encontraba irrespirable el aire viciado de desprecio y xenofobia que les administraban día a día sus vecinos nacionalistas más inmediatos, que se crecían en su celo antiuniversalista ante su gobierno. El separatismo militante monomaniático del PNV es sobradamente conocido por sus votantes, de manera que estos ganan este tipo de méritos partidistas antiespañoles a costa del sufrido universalista hispano.

A los que han elegido como tierra de refugio el propio País Vasco, haciéndose escoltar, o el resto del territorio español, se les llama vascos del "exilio interior". Hay que hacer sitio en esta categoría de vascos del "exilio interior" a los constitucionalistas que no disfrutan de escolta en el País Vasco y que se pasan la vida tapándose lo más que pueden la boca.

Esta locución nominal, significativamente corriente en la prensa desde hace años, es un neologismo semántico que, compulsado por el buscador Google francés, arroja en este momento un resultado "d'environ 3.200 pages en espagnol pour "exilio interior" & vascos. (0,07 secondes)"; al cual hay que añadir un total d'environ 2.630 pages en espagnol pour "exilio interior" & vasco. (0,32 secondes).

A los que han puesto tierra y agua por medio, prefiriendo la gran distancia, para disminuir los riesgos de persecución y ejecución, se les llama sencilla y cruelmente "exiliados vascos", cuya estadística supera ya con creces la de los exiliados del tiempo del franquismo.

Mi colega Carlos Martínez Gorriarán tipifica así estas dos clases de exilio:

Cabe hablar de dos exilios o destierros vascos: el exilio interior de los escoltados, privados de la libertad de movimientos y espontaneidad de que disfruta cualquier ciudadano, y el exilio exterior de los emigrados por causas sin duda muy variadas, pero que siempre se acaban cruzando en el clima político vasco.

Xavier Arzalluz, responsable sociogenético, cuando menos indirecto, de muchas de estas crueldades, como interminable presidente frentista y provocador del Partido Nacionalisa Vasco, es el autor putativo de la célebre frase que sintetiza la dinámica sociogenética de estos hechos:

“unos mueven el árbol y otros recogen las nueces”.

En esta frase siniestra se visualizan cínicamente y sin ambages los papeles actanciales que han jugado y juegan respectivamente los terroristas de ETA y los seudodemócratas del PNV en este drama indeciblemente trágico. De la eficacia de este drama tenemos la más directa demostración en el crónico y creciente exilio vasco, ocurrido durante los últimos treinta años de supuesta democracia. Que la democracia del País Vasco español sea solamente supuesta, lo demuestra de manera irrebatible el hecho de que sobre esta realidad de sangre y terror se asiente todo el proyecto soberanista de Ibarretxe.

En efecto, si hoy como desde hace treinta años el PNV gobierna en el País Vasco español, es gracias a esa limpieza étnica e ideológica que ETA y sus adláteres callejeros han practicado día tras día y año tras año, matando, terrorizando y, por reacción en cadena, como si de una interminable explosión nuclear se tratara, provocando exilios tras exilios, en un vergonzoso plural de esta palabra, al servicio del separatismo.

El obstinado Ibarretexe como su cruel mentor Arzalluz lo saben, aunque nunca lo reconocerán: ambos saben muy bien que si los cientos de miles de vascos que se han exiliado o amordazado no hubieran tenido que hacerlo, ni el uno ni el otro ni ninguno de sus semejantes del PNV hubieran gobernado en esa ínsula Barataria en que se ha convertido el País Vasco español desde hace ya treinta años.

Por desgracia el rosario de los testimonios directos de la brutal sangría exiliadora y amordecedora que sufre la ciudadanía vasca desde hace treinta años es tan importante, que su mención completa tendría que tomarnos muchísimos días con este tema único. Nos limitaremos a tres, añadiendo un cuarto día, no previsto en esta serie, para una bibliografía con muchos más testimonios de primera mano, consultables directamente en Internet.

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El testimonio que sigue, publicado por mi colega Carlos Martínez Gorriarán hace ya cinco años en el portal del Foro Ermua (1), aborda en estos términos el tema del número de vascos del "exilio exterior" que habían dejado hasta aquel entonces su tierra de nacimiento o adopción desde los años ochenta:

En sus declaraciones acerca de las razones de su marcha temporal (esperemos), Francisco Llera ha dicho que se une a los aproximadamente 200.000 vecinos del País Vasco que han dejado su tierra de nacimiento o adopción desde los años ochenta.. Los nacionalistas guardan silencio acerca de esta cifra, lo que aconseja darla por buena. En una comunidad autónoma con poco más de 2.100.000 habitantes censados, 200.000 emigrados es una cifra tremenda. Para hacerse una idea, es más de la mitad de Bilbao en sus mejores momentos, más que el vecindario de San Sebastián y poco menos que el de Vitoria. Y muchos de esos emigrados son jóvenes universitarios y trabajadores altamente cualificados, incluyendo a muchos profesionales y empresarios hartos de pagar la extorsión o de plegarse a las condiciones del clientelismo nacionalista.

Los exilios vascos y el régimen nacionalista
Carlos Martínez Gorriarán. Profesor de Filosofía de la UPV/EHU.

El signo de que la democracia está ganando la partida se dará el día en que este proceso se invierta con la vuelta de nuestros desterrados y exiliados.

Las dos bazas que más ayudaron al lehendekari Ibarretxe durante la pasada campaña electoral fueron la promesa de apoyar activamente a las víctimas del terrorismo, y la paralela y contradictoria afirmación de que en Euskadi la gente disfruta de una calidad de vida mejor que en ninguna otra parte. Sin duda muchos de quienes le votaron dudaban de la primero y sabían que lo segundo es llanamente mentira, pero en fin, a ellos no les iba tan mal y repitieron Ibarretxe con la esperanza de capear el temporal sin mojarse demasiado. Pero lo más probable es que acaben todos empapados, porque el vasco es un país a la deriva con alto riesgo de naufragio.

Según datos oficiosos, en la Comunidad Autónoma Vasca viven, aunque no demasiado bien, unas 1.800 personas protegidas por alguna clase de escolta, desde las más aparatosas hasta la de un modesto acompañante con pistola y sin coche oficial. Muchas personas han abandonado el País Vasco porque no querían correr el albur de llegar un día a llevar escolta, o simplemente porque no soportan esa mala vida en una especie de tercer grado penitenciario. En consecuencia, cabe hablar de dos exilios o destierros vascos: el exilio interior de los escoltados, privados de la libertad de movimientos y espontaneidad de que disfruta cualquier ciudadano, y el exilio exterior de los emigrados por causas sin duda muy variadas, pero que siempre se acaban cruzando en el clima político vasco.

Entre los escoltados hay empresarios, políticos, profesores, periodistas, jueces y funcionarios del Estado. Incluso hay una señora que limpia bares de madrugada y compagina su higiénico oficio con la carga de una concejalía en un pueblo vasco. Conozco al menos a dos catedráticos jesuitas que disfrutaban de la atención de una discreta contravigilancia. Lo que no teníamos todavía era un verdadero párroco con auténtica escolta, honor indeseable que ha inaugurado Jaime Larrínaga, parroco de Maruri, diminuta anteiglesia vizcaína de unos 600 habitantes. Jaime Larrinaga es también fundador del Foro El Salvador, la asociación de eclesiásticos vascos no nacionalistas que pugnan por hacer oír su minoritaria voz en el seno de diócesis llenas de entusiastas de Arzalluz y Setién, e incluso de hooligans de Iosu Ternera.

El caso de Jaime Larrínaga presenta otras peculiaridades que, sin embargo, van siendo más corrientes según progresa la instauración de un régimen nacionalista sólo superficialmente democrático. Porque las amenazas que ha soportado no han procedido tanto de ETA como directamente del PNV, el partido-guía que gobierna Maruri y docenas más de pueblos vizcaínos como ese. Con muy buenas razones teniendo en cuenta numerosos precedentes, Jaime Larrinaga ha solicitado protección oficial después de que el alcalde de ese rincón de la Vizcaya profunda —esa que para Sabino Arana equivalía al Edén por su recia moralidad y atávico cristianismo—, enviara una carta oficial a los vecinos de Maruri difamando al párroco y tachándolo de fascista, enemigo del euskera y antiguo franquista: la clase de imputaciones que hacen de uno objetivo preferente de ETA. Y más si se trata de un objetivo fácil que carece de protección.

El revuelo causado por el caso del primer párroco escoltado ha enlazado con otro: la marcha de Francisco Llera, catedrático de sociología de la UPV y director del prestigioso Euskobarómetro, a la cátedra Juan Carlos I en la universidad de Georgetown, muy cerca de Washington. Al igual que Jaime Larrínaga, Francisco Llera ha sufrido el acoso del régimen nacionalista. Lleva un año con escolta, tiene familia de la que cuidar, y está aburrido de solícitas declaraciones de solidaridad que nunca se sustancian en hechos. Francisco Llera es socialista, es de Basta Ya y es catedrático en el mismo departamento al que pertenecen dos profesoras conocidas, entre otros méritos, por el odio de ETA y la falta del amparo que les deben las instituciones: Edurne Uriarte y Gotzone Mora. Con la tentación de una nueva experiencia profesional americana a la vista, Francisco Llera sigue la senda emprendida antes que él por Jon Juaristi, Mikel Azurmendi o José María Portillo, profesores de la UPV que han sido acosados por ETA o sufrido atentados. Y también el escarnio nacionalista y la indiferencia acobardada del resto. Porque, en efecto, la UPV hace grandes y laudables esfuerzos para facilitar la marcha de estos y otros docentes, pero no conozco ninguno para retenerlos y no digamos ya para favorecer su regreso.

La cátedra de Georgetown a la que se incorporará Francisco Llera ha sido ocupada el último curso por José María Portillo, historiador y uno de los fundadores del Foro Ermua. En dos ocasiones al menos, anónimos terroristas le volaron el coche aparcado en el mismísimo campus, en Vitoria. Ni antes ni después de su marcha, tan sólidamente motivada, ha encontrado razón alguna el vicerectorado alavés para imponer alguna clase de seguridad activa en tan pacífico recinto académico. El curso que viene, Portillo pasará otro año en el Basque Studies de la Universidad de Reno (Nevada), instituto filonacionalista; su actual director, Joseba Zulaika, es un antropólogo implicado en los intentos de Elkarri para que Jimmy Carter aceptara hacer mediar en el conflicto vasco. El Basque Studies ha dado gran impulso al estudio de la diáspora vasca en el oeste americano. Esta diáspora es uno de los mitos a los que el nacionalismo vasco recurre para cultivar su complejo de pueblo elegido y dolerse de su triste destino, pero se refiere exclusivamente a la suya propia: nacionalistas errantes, etarras de la reserva en Cuba o México, y pastores en Idaho o Patagonia. Esperemos que la incorporación de Portillo les haga interesarse por el interesante exilio ideológico que están provocado los 25 años de gobierno abertzale moderado. Porque es un caso único en Europa.

En sus declaraciones acerca de las razones de su marcha temporal (esperemos), Francisco Llera ha dicho que se une a los aproximadamente 200.000 vecinos del País Vasco que han dejado su tierra de nacimiento o adopción desde los años ochenta.. Los nacionalistas guardan silencio acerca de esta cifra, lo que aconseja darla por buena. En una comunidad autónoma con poco más de 2.100.000 habitantes censados, 200.000 emigrados es una cifra tremenda. Para hacerse una idea, es más de la mitad de Bilbao en sus mejores momentos, más que el vecindario de San Sebastián y poco menos que el de Vitoria. Y muchos de esos emigrados son jóvenes universitarios y trabajadores altamente cualificados, incluyendo a muchos profesionales y empresarios hartos de pagar la extorsión o de plegarse a las condiciones del clientelismo nacionalista.

Las razones por las que esas 200.000 personas han abandonado el paraíso de Ibarretxe son sin duda muy variadas. Algunos creerán que es una exageración hablar en todos los casos de causas políticas, pero en una democracia próspera como la que debería haber en el País Vasco, la emigración del 10 % de la población es un tremendo fracaso político, al menos desde un punto de vista democrático. Y más si esa emigración no es sustituida por emigrantes que reemplacen a los marchados. Si las cifras optimistas que las instituciones vascas se obstinan en repetir para afianzar la mentira del edén nacionalista fueran medio ciertas, la atracción irresistible de nuestra calidad de vida y desarrollo económico habría atraído a numerosos españoles y, desde luego, a ese abigarrado mosaico que compone la emigración que se puede admirar en Madrid, Cataluña o Valencia: magrebíes, subsaharianos, latinoamericanos, caribeños, chinos, polacos, etcétera. Pero, a pesar de los encomiables esfuerzos del consejero Javier Madrazo por sustituir a malos vascos disconformes por buenos emigrantes progresistas, esto no es así: las calles vascas son mucho menos polícromas que las de cualquier ciudad española comparable. Los inmigrantes evitan las sociedades hostiles o inseguras, y por eso eluden el País Vasco. Y esto indica una gran decadencia.

Hacia 1985 hice amistad con una fotógrafa neoyorkina, judía, que se instaló en San Sebastián. Estaba casada con un economista peruano de apellido vasco: un buen ejemplo del melting-pot de Manhatan. Como a casi todo el mundo, les encantó San Sebastián como forma urbana, pero no tanto como sociedad. Nunca se acostumbraron a nuestra mezcla de agresividad encubierta, amable indiferencia y bostezante uniformidad cultural. Al poco tiempo comenzaron a echar de menos su propio mundo mezclado, a sentir cierto vértigo ante la monotonía de caras iguales con miradas iguales y voces no menos uniformes. Les horrorizó que el asesinato terrorista de un vecino del barrio, dueño de una tienda de fotografía, no provocara ninguna reacción en una calle donde todos se conocían. Todo eso acabó por ahuyentarles, y ni siquiera la calidad de la asistencia sanitaria gratuita pudo retenerles. Fueron a Madrid y, tras algunos años, regresaron a Nueva York y a su existencia viajera. Visitan a menudo España, pero no han vuelto por aquí.

El País Vasco es ahora mismo una sociedad centrífuga para los no nacionalistas, a los que expulsa o pone contra las cuerdas, sean autóctonos o visitantes, y ferozmente centrípeta para los propios nacionalistas, cada vez más apretujados en su cómodo establo. Pero su narcisismo y miedo al otro les impide reconocer incluso las evidencias más llamativas. Como la de que, mientras la población española crece en las regiones más pujantes, la mayor parte de las poblaciones industriales vascas, así como Bilbao y San Sebastián, no han conseguido recuperar el censo de 1980. Los 200.000 emigrados se notan, y más todavía, para quien quiera notarlo, que pocos han venido a llenar su hueco.

Esa misma uniformidad que ahuyentó a mis amigos de Nueva York es la que asfixia a Jaime Larrinaga y a Francisco Llera. Y a miles de exiliados o emigrantes menos conocidos. En mi propio departamento de la UPV, donde cinco profesores están eximidos de dar clase por razones de seguridad, nos felicitábamos hace unos cinco años del grupo excepcionalmente bueno de alumnos que nos había caído en gracia. Aquello duró el primer y el segundo curso. En tercero casi todos habían volado, y eso que no existía todavía el distrito único universitario. Alguno vino a despedirse: el clima ideológico se había vuelto insoportable, decía, y no solamente por los atentados de ETA y la kale borroka, sino por el progreso imparable de esa uniformidad bovina que estaba consiguiendo imponer el nacionalismo. Los universitarios no nacionalistas no veían claro que hubiera futuro para ellos en los pueblos de sus padres. Así que emigran a Salamanca, a la Complutense, a Barcelona, a donde sea que encuentren un poco de aire fresco, de variedad, de coexistencia pacífica con lo diferente.

El periodista José María Calleja publicó un libro imprescindible, La diáspora vasca: historia de los condenados a irse de Euskadi por culpa del terrorismo de ETA, donde proporciona cientos de ejemplos de personas expulsadas de su tierra. Es su propio caso. Y el de empresarios y profesionales hartos de pagar formas de extorsión que van desde el “impuesto revolucionario” a los empresarios grandes y medianos, bajo amenaza de secuestro, hasta la exigencia de dinero y sumisión a los propietarios de modestos negocios de barrio. Por supuesto, muchos de estos emigrados dejaron el País Vasco por mejores ofertas profesionales. Pero nadie ha hecho ningún verdadero esfuerzo por retenerles o propiciar su vuelta, por mantener al menos algún lazo con su país. Al contrario, Arzalluz, por poner un ejemplo, ha celebrado con aborozo la marcha de esos que considera indeseables. Y es así porque el empobrecimiento social del país es la única posibilidad de enriquecimiento del nacionalismo. Cuantos más disidentes se vayan, más compacta y sumisa será la parroquia interna: que se vayan, pues.

Parece que el numeroso colectivo de vascos instalados en Madrid está formado a partes casi iguales por cocineros, ejecutivos y periodistas: basta con hojear los periódicos de Madrid para tropezarse con los Zarzalejos, Unzueta, Pradera, Gurruchaga, San Sebastián y muchos otros. Por algún extraño oráculo, todo periodista vasco decente parece abocado a tener que elegir entre abandonar su profesión y hacerse seudoperiodista, o ir a practicarla en otra parte, preferentemente Madrid. Para algunos eso es un lobby, pero en realidad es un destierro. Incluso se da el caso del director de un importante diario vasco que ha sacado hace tiempo a su familia de la ciudad donde vivían –vasca, por supuesto. Por su parte, ha limitado su participación en la vida social local a las comidas de rigor y a lo que traiga su amedrentada redacción, deseosa de no llamar demasiado la atención sobre su existencia profesional. No es un caso excepcional: se sabe de jueces y fiscales, temporalmente destinados en este país, que han preferido asumir su condición de exiliados en el interior y vivir temporalmente en residencias de las fuerzas armadas, en vez de afrontar el riesgo de alquilar un piso en un vecindario donde quizás haya algún vecino que no aprecie a la Justicia.

Pero de los muchos exilios profesionales vascos existentes, quizás el más asombroso y elocuente sea el protagonizado por los policías autonómicos. Aprovechando la afortunada pequeñez del territorio de la CAV —imagínense lo nuestro con el tamaño de Andalucía o Texas—, numerosos ertzainas han decidido instalarse fuera del país que les paga el sueldo: en Castro Urdiales los de Vizcaya, en Miranda de Ebro o Logroño los de Alava, e incluso en Hendaya los de Guipúzcoa. ¿Cuántos ertzainas viven fuera del País Vasco? Los sindicatos no ofrecen cifras concretas, pero se habla de varios cientos con sus familias. La razón: que en muchos pueblos y barrios vascos no es posible colgar el uniforme a secar, ni que el niño o la niña digan en la ikastola que su padre o su madre son ertzainas. Están probando la misma amarga purga que, con anterioridad, sufrieron en los años ochenta tantos policías y guardias civiles, causa del llamado síndrome del norte, razón de transtornos psíquicos e incluso de suicidios. Una policía creada para emular a la sueca en el arte de rescatar gatos de los árboles o ayudar a pasar la calle a los invidentes, mal puede hacer frente al exilio interior, y menos aún armada de mentiras. Conclusión: en muchos sitios, la policía vasca es clandestina.

¿A quién beneficia este vaciamiento interior, este agotamiento demográfico y empobrecimiento humano?

Únicamente al soberanismo, la confluencia estratégica de los intereses de ETA y del nacionalismo moderado, que sólo pueden imponerse arrasando la sociedad civil, convirtiendo la democracia en un régimen monopolista y consiguiendo mediante la expulsión de los disidentes una homogeneidad comunitaria que permita el triunfo, en su día, de la consulta soberanista planeada, quizás pactada con ETA.

Entre tanto, en el País Vasco acontece un drama diario que muchos se empeñan en ignorar, que sólo emerge a la luz en las historias dramáticas de un párroco rural que necesita escolta para precaverse del alcalde, o de un catedrático prestigioso que emigra a los USA para huir de la locura. El signo de que la democracia está ganando la partida se dará el día en que este proceso se invierta con la vuelta de nuestros desterrados y exiliados.

(1) Fuente: Foro Ermua.

viernes, marzo 20, 2009

Por un fútbol solidario

Por un fútbol solidario

Archivado en Europa, España, Convivencias europeas, Pro amicitia universale, Ética, Pro justitia et libertate

La libre circulación de jugadores favorece la unidad europea. Lo mismo tendría que suceder con los trabajadores, incluidos los menos calificados, que no siempre disfrutan en Europa del derecho a la igualdad, incompatible con la xenofobia.

Imagen: Buen ambiente en el Consejo Europeo
AFP - 19/03/2009

Por un fútbol solidario en tiempos de crisis

Brown a Zapatero: . "En Liverpool eres un héroe"..
El primer ministro británico Brown bromea sobre fútbol con el presidente Zapatero durante el Consejo Europeo
EFE - Bruselas - 19/03/2009. El País.

El hecho de que en la escuadra inglesa militen jugadores españoles como Torres, Alonso, Reina, Arbeloa y Riera, ha llevado al primer ministro británico a elogiar a Zapatero.

Yo sugeriría a Brown y a Zapatero que animaran a los clubes de fútbol y a los futbolistas del más alto nivel en Europa a que hicieran un esfuerzo significativo de solidaridad socioeconómica con los trabajadores víctimas del desempleo de la Unión Europea.

En circunstancias análogas a la crisis que vivimos, mi universidad nos impuso a los profesores, durante bastante tiempo, una prima de solidaridad que aceptamos sin rechistar.

No veo por qué no lo harían los clubes con sus jugadores y nuestros gobiernos con sus clubes. Estoy seguro de que todo el mundo aplaudiría, tanto dentro como fuera de los estadios.

miércoles, marzo 18, 2009

Historia de un amor conyugal demócrata-republicano

Historia de un amor conyugal demócrata-republicano

Archivado en Sociogenética, Antropología conyugal

Ella es Maria Shriver, heredera de la poderosa dinastía Kennedy, periodista, escritora, política demócrata, primera dama de California y posible candidata de este industrioso estado. Él es Arnold Schwarzenegger, inmigrante austríaco de origen humilde, deportista, actor, político republicano y gobernador de California.

Maria Shriver: "Cuando le conocí estaba segura de que acabaría casándome con él. Me encantaba su independencia y su forma de ver y conducir las cosas. Pensé que tendría una vida desafiante con él; no una vida fácil, pero una vida interesante".

Arnold Schwarzenegger vio en Maria una igual y una compañera: "Es una ventaja poder estar con alguien que es inteligente. Ella no tiene miedo de expresar su opinión, incluso cuando sabe que lo que dirá no es lo que yo quisiera escuchar. Ya tengo a mi alrededor suficientes personas que me dicen sí a todo. Esa es la ultima cosa que yo necesito en una mujer".

Como Primera Dama, María ha tomado su papel con una actitud positiva. Describiéndose como una “Primera Dama de Misión General" -tal como lo evidencian numerosos desafíos que ella aborda - sus llamados a la acción han resonado en todo el Estado, ha abordado temas críticos como la lucha de los trabajadores pobres; la obesidad infantil; la enfermedad alzheimer; la inserción social y profesionasl de las personas discapacitadas; el apoyo a las familias de los militares; la preparación preventiva de los desastres; subraya los logros de las mujeres; y promueve en el Estado la cultura, el arte y la historia. Como Presidenta de honor de CaliforniaVolunteers, ella cree que los 37 millones de californianos tienen la habilidad para servir e impactar de manera positiva en sus comunidades.

Según ha dado a entender recientemente, María está estudiando la posibilidad de presentar su candidatura como gobernadora de California. No es una desconocida, puesto que abandonó una carrera de éxito como periodista para atender sus múltiples compromisos como primera dama del Estado. Según ha declarado, la decisión de considerar su paso a la política se explica porque se ha puesto en el camino de ser ella misma.

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¿Cómo se conocieron Arnold y Maria?
por Júpiter Optimus Maximus

Arnold Schwarzenegger y Maria Shriver llevan juntos casi 30 años, que se dice pronto. Si hay dos personas hechas el uno para el otro esas son Arnold y Maria. Se conocieron en 1977, cuando él tenía 30 años y ella 21. Maria acababa de graduarse en la Georgetown University y estaba preparándose con la Westinghouse TV para ser reportera de noticias, que era su ilusión.

Como miembro de la poderosa familia Kennedy, Maria se había sumado al clan en el Robert F. Kennedy Pro-Celebrity Tennis Tournament, en Forest Hills, New York. Bobby Shriver, el hermano de Maria, había invitado a Arnold a participar en la competición de tenis. El entonces ciudadano austriaco era el mejor culturista de todos los tiempos, 6 veces Mr. Olympia en aquel momento (ganaría otro título en 1980) y sujeto reciente de unas excelentes críticas por el documental deportivo Pumping Iron (1977), que recoge diversos aspectos de su vida como culturista profesional. Además, Schwarzenegger venía de desempeñar un papel secundario pero relevante en su primera película importante, Stay Hungry (1976), protagonizada por Sally Field y la estrella Jeff Bridges.

Entonces Maria fue presentada casualmente a Arnold por Tom Brokaw, un periodista de la televisión, en la fiesta previa a la competición. Pero no fue hasta que ella le vio sobre la cancha cuando realmente se fijó en él. Arnold y el ex futbolista Rosie Grier, que nunca habían jugado al tenis, perdieron un divertido partido de dobles contra un par de chicos de 10 años.

"Tu hija es muy atractiva", le dijo tras el partido Arnold a la madre de Maria, Eunice Kennedy Shriver. "Él es muy simpático", le susurró posteriormente Eunice a su hija.

Todo el mundo notó la química instantánea en la pareja. Un romance de película daba sus primeros pero vertiginosos pasos. Aquella misma tarde una impulsiva Maria invitaba a Arnold (que ya era amigo de Bobby, el hermano de Maria) a conocer a su familia en Hyannis Port, Massachussets.

El padre de Maria, Sargent Shriver, ex embajador de los USA en Francia, siempre había sido muy protector con ella y vigilaba atentamente a todos los hombres que se le acercaban. Antes que Arnold, Maria había tenidos dos novios, pero cuando los padres de Maria conocieron a Arnold se quedaron impresionados. Aquel austríaco de orígenes humildes no se parecía en nada a los hombres que habían rondado a Maria en el pasado: Arnold era espontáneo, natural y con un peculiar y contagioso sentido del humor. Contra lo que muchos podrían haber pensado, aquel gigante les gustó de inmediato.

Maria Shriver: "Cuando le conocí estaba segura de que acabaría casándome con él. Me encantaba su independencia y su forma de ver y conducir las cosas. Pensé que tendría una vida desafiante con él; no una vida fácil, pero una vida interesante".

Arnold Schwarzenegger vio en Maria una igual y una compañera: "Es una ventaja poder estar con alguien que es inteligente. Ella no tiene miedo de expresar su opinión, incluso cuando sabe que lo que dirá no es lo que yo quisiera escuchar. Ya tengo a mi alrededor suficientes personas que me dicen sí a todo. Esa es la ultima cosa que yo necesito en una mujer".

La vida en común de la pareja comenzó con Maria trabajando para CBS News, tratando de hacerse un nombre propio antes de casarse. Su objetivo era presentar un programa antes de llegar a los 30. En 1985 Maria alcanzó su reto y presentaba un espacio en CBS Morning News.

Por su parte Arnold estaba igualmente centrado en lograr el éxito. Y fue un trabajo realizado en España el que cambió definitivamente su vida. Rodada en 1981 a las órdenes de John Milius, en localizaciones situadas en Madrid, Cuenca, Ávila y Almería, la película Conan the Barbarian (1982) convirtió a Arnold en una verdadera estrella de Hollywood. Arnold obtuvo la ciudadanía americana en 1983, y uno año después se consagraba con otra película que pasaría a la historia: The Terminator (1984), de James Cameron.

Fue ya por entonces cuando Arnold comenzó a interesarse por la política y a realizar un papel activo dentro del Republican Party. Su novia Maria, sobrina de John F. Kennedy, se inclinaba por el Democratic Party tan ligado a su familia, pero ambos respetaron siempre las ideas del otro, hasta el punto que Maria ha dicho sobre Arnold: "Lo que mucha gente no entiende es que Arnold creció en un país con gobiernos socialistas. Es natural que muchos inmigrantes que vienen a América quieran al gobierno fuera de sus vidas. Es por eso que tantos son republicanos".

Por fin, en el verano de 1986, Arnold lleva a Maria a Austria, su patria natal. Visitan la casa donde Arnold nació y creció, en el pequeño pueblo de Thal. Pasean en barca por el lago de Thal, junto al Thalersee Restaurant, en el mismo lugar donde el niño Schwarzenegger se divertía con sus amigos. Y en tan romántico lugar Arnold le pregunta a Maria si quiere ser su mujer. "¿Hablas en serio?", le responde Maria. Arnold le entrega un anillo con diamantes y le dice que naturalmente que sí. Han estado juntos 9 años y él habla muy en serio. Maria responde "Sí".

La siguiente primavera los amigos de la pareja y familiares se reúnen en Hyannis Port para la boda de la década.

El día antes, la prima de Maria, Caroline Kennedy, ofrece una comida en la casa de su madre, Jacqueline Kennedy-Onassis. Esa noche, la madre de Arnold, Aurelia, ofrece una cena de estilo austriaco en el Hyannis Port Country Club. Se intercambian regalos y Arnold ofrece a los padres de Maria un retrato de su hija, del artista Andy Warhol, presente entre los invitados. "La quiero y siempre cuidaré de ella. Que nadie lo dude", exclama Arnold.

Al día siguiente todo el tráfico hasta 2 millas de distancia del complejo de los Kennedy queda cerrado. Maria Shriver, de 30 años, y Arnold Schwarzenegger de 38, entran en la iglesia de St. Francis. El vestido de Maria está diseñado por Marc Bohan, de Christian Dior. Son muchísimas las celebridades entre los 150 invitados, pero nadie más importante para Arnold que Franco Columbu, su mejor amigo y rival en las competiciones culturistas desde que llegó a América a finales de la década de los 60.

Han pasado casi 20 años desde su boda y 30 desde que están juntos. Siguen tan enamorados como entonces. Arnold Schwarzenegger y Maria Shriver tienen hoy 4 hijos: dos chicas, Katherine y Christina, y dos chicos, Patrick y Christopher.

Ésta es la historia de cómo la providencia cruzó los caminos de dos personas, un hombre que nació sin nada y lo alcanzó todo, y una princesa americana que rechazó a sus iguales para unir su destino al del bárbaro de tierras remotas que conquistó su corazón. Por sus méritos hoy gobiernan su propio reino en la próspera California.

octopusmagnificens
viernes, noviembre 18, 2005

martes, marzo 17, 2009

Moriscos expulsados y vascos exiliados 2/5

Moriscos expulsados y vascos exiliados 2/5

Archivado en Europa, El Quijote, España, Sociogenética, Ética, Religiones, Migraciones, Pro justitia et libertate, Francia

En la expulsión de los moriscos se ha cometido una injusticia atroz con los convertidos auténticos. Tal es el caso de Ana Félix, la bella morisca capturada por la galera de Barcelona bajo la apariencia de un arráez mozo, que sintetiza simbólicamente, ante el Virrey de Barcelona, el General de la galera, Don Quijote y Sancho, las justas quejas de sus semejantes moriscos, expulsados como ella de su patria española ® morisca

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Imagen: Beatriz de Padilla fue ejecutada - relaxada - en una pira de fuego, el 13 de Diciembre de 1.598, en la Plaza Mayor de Cuenca. Su culpa, probablemente infundada: práctica del Islam. Esta culpa no se constató, sino que se supuso, puesto que su fundamento fue el resultado de la acusación bajo suplicio de una vecina. Su proceso, seguido de ejecución capital, que tuvo lugar poco después de la muerte de Felipe II (El Escorial, 13 de septiembre de 1598), se cita como modelo de un proceso inquisitorial practicado contra una morisca sospechosa de prácticas islámicas.

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El morisco Ricote, padre de Ana Félix, añade ante los mismos testigos su propio testimonio al de su hija:

«Yo salí de mi patria (España) a buscar en reinos extraños quien nos albergase y recogiese… Si nuestra poca culpa y sus lágrimas y las mías por la integridad de vuestra justicia pueden abrir puertas a la misericordia, usadla con nosotros, que jamás tuvimos pensamientos de ofenderos», QpCSGB, I.63.37.

El denominador común de ambos testimonios es que los moriscos no fueron expulsados por infieles a su nueva religión, sino por pertenecer a la nación árabe de la que los cristianos viejos desconfiaban. La desconfianza se tradujo en desprecio, el desprecio en odio y el odio en deseo de expulsión: «En la mayoría de las aldeas manchegas, y en muchos otros pueblos de España, hay gentes más abatidas y despreciadas, si cabe, que los jornaleros y campesinos pobres: los moriscos. Cervantes no parece compartir el odio que algunos profesan contra esta minoría, ni acepta los argumentos con que se justificó su expulsión; pero recoge, en algunos pasajes de sus obras, la opinión negativa que ciertos contemporáneos suyos tenían de este desdichado pueblo.», Salazar [1], 1986, p. 201.

«Cervantes debió de conocer a muchos moriscos en su dilatada vida andariega, y siguió de cerca, en Valladolid y Madrid, las discusiones y preparativos que precedieron a la expulsión. El tema era de candente actualidad en 1615, y Cervantes, aunque pone en boca de sus personajes palabras inverosímiles y alabanzas grandilocuentes en favor del destierro, expresa en la historia del morisco Ricote la tristeza y el asombro con que muchos españoles vivieron las consecuencias de la impopular medida, y reproduce además, con extraordinaria fidelidad, algunos detalles de este penoso episodio.», Salazar, 1986, p. 206.

El topónimo Ricote se transforma en onomástico por la decisiva razón de que el morisco manchego es, a su vez, un paradigma de víctima inocente: «La maravillosa realidad de Ricote contrasta con aquella caricatura antimorisca al uso y su única afinidad con ella radica en la presencia de ciertos datos sociológicos enteramente neutralizados por Cervantes. La idea de un «buen» morisco, rebosante de dignidad y propicia a ganar el respeto del presunto adversario ideológico, discrepa rotundamente de cuanto se escribía en España por aquellos años, y sólo al tomarlo en cuenta se advierte su hondo sentido. En actitud que hay que llamar quijotesca, Cervantes se opone él solo a la marejada de odios, soberbias y confusiones mentales en que naufragan sus contemporáneos. Quijotesco y aun algo temerario también, al no privarse de suscitar aquella idea clave y peligrosa de la libertad de conciencia con que entra en el grano del problema.», FMV, p. 241.

«La elección de Ricote sirve a Cervantes para demostrar que no todos los moriscos eran apóstatas o descreídos, y para socavar así uno de los principales argumentos con que se justificó la expulsión. Lo que Ricote busca no es la herejía, ni el retorno al mundo islámico, sino el lugar idóneo para practicar el cristianismo en libertad o para esperar sin angustias la luz de la verdadera fe, porque:

«...yo sé cierto que la Ricota mi hija y Francisca Ricota mi mujer son católicas cristianas, y aunque yo no lo soy tanto, todavía tengo más de cristiano que de moro, y ruego siempre a Dios me abra los ojos del entendimiento y me dé a conocer cómo le tengo de servir».
QpCSGB, II.54.22., Salazar, 1986, p. 207.

«Cervantes derriba en este breve episodio otro de los mitos que una historia apologética ha tejido en torno a la expulsión: el de su pretendida popularidad. El decreto fue obra de unos pocos y nunca contó con las simpatías y el apoyo del resto de la población: de ahí que los moriscos no estén solos el día del destierro, y que a sus lágrimas y lamentos se una, en muchos lugares, el desconsuelo de los cristianos que los ven marchar. En el pueblo de Don Quijote las relaciones entre ambas comunidades son cordiales, y el episodio de la expulsión adquiere, según el relato homodiegético de Sancho, perfiles trágicos» (Salazar, 1986, 207-208):

«...salió tu hija tan hermosa, que salieron a verla cuantos había en el pueblo, y todos decían que era la más bella criatura del mundo. Iba llorando y abrazada a todas sus amigas y conocidas, y a cuantos llegaban a verla, y a todos pedía la encomendasen a Dios y a Nuestra Señora su madre; y esto, con tanto sentimiento, que a mí me hizo llorar, que no suelo ser muy llorón. Y a fee que muchos tuvieron deseo de esconderla y salir a quitársela en el camino; pero el miedo de ir contra el mandato del Rey los detuvo. Principalmente se mostró más apasionado don Pedro Gregorio, aquel mancebo mayorazgo rico que tú conoces, que dicen que la quería mucho, y después que ella se partió, nunca más él ha parecido en nuestro lugar, y todos pensamos que iba tras ella para robarla; pero hasta ahora no se ha sabido nada» QpCSGB, II.54.38.

® centinelas de nuestra Fe ® Ricote

|| morisco aljamiado: 'morisco que hablaba castellano'.

El narrador imagina una circunstancia que habría sido mucho más probable años antes que a principios del siglo XVII. En efecto, entre 1600 y 1605 ya no era nada fácil encontrar en Toledo un morisco que al mismo tiempo leyera el árabe y redactara el castellano de la manera que se cuenta en QpCSGB, I.9.6.

Como la opinión popular asociaba la Mancha con los moriscos, ya que fue en gran parte repoblada con personas originarias del reino de Granada o de Valencia, cabe pensar que el narrador hace repetidas alusiones burlescas a esta asociación. He aquí algunas de estas alusiones: 1) el original de las aventuras del hidalgo manchego está escrito en árabe; 2) un morisco aljamiado lo traduce al castellano; 3) la señora de los pensamientos del hidalgo manchego es del Toboso, cuya población era en gran parte morisca, (Murillo). ® Ricote

|| Mezclóse con los moriscos: Ana Félix se refiere a don Gregorio, el mayorazgo que por amor de ella quiso acompañarla en su destierro al infierno de Argel:

«sólo diré cómo en nuestro destierro quiso acompañarme don Gregorio. Mezclóse con los moriscos que de otros lugares salieron, porque sabía muy bien la lengua, y en el viaje se hizo amigo de dos tíos míos que consigo me traían», QpCSGB, II.63.32.2-3.

«Cuando Cervantes prolonga la historia de Ricote en la de los amores de su hija Ana Félix con el heredero de un mayorazgo no anda a la busca de una ornamentación o episódica peripecia romántica. Por el contrario, se halla advocando no ya la asimilación, sino el cruce de la barrera de sangre como óptimo y definitivo paso hacia aquélla, es decir, la idea favorita del sector más liberal de la opinión moderada (la «permixtión» de Pedro de Valencia). No era tampoco idea nueva ni inaudita, pues en un principio la asimilación mediante matrimonios aparece formulada como política oficial en las instrucciones dadas por Carlos V en 1526 al virtuoso fray Pedro de Alba, obispo electo de Granada. La conveniencia de fomentar los matrimonios entre cristianos viejos y moriscos era puesta de relieve en 1549 por el inquisidor general don Fernando de Valdés, de nada fausta memoria. En 1598 [año de la muerte de Felipe II] el arzobispo electo de Toledo fray García de Loaysa proponía que los moriscos sólo pudieran casar en adelante con cristianos viejos.», FMV, p. 312. ® resolución del gran Filipo III ® Viedma ® arriero

morisca (de morisco) f. y adj. Aventura de la hermosa morisca: El mozo arráez capturado por la galera donde se ha hecho a la mar DQ, que resulta ser mujer cristiana disfrazada, cuyo nombre es Ana Félix, cuenta que un caballero mancebo llamado Don Gaspar Gregorio, hijo mayorazgo de un caballero que junto a su lugar otro suyo tiene, se enamoró de ella hasta el punto de querer acompañarla en su destierro como morisca expulsada de España:

«sólo diré cómo en nuestro destierro quiso acompañarme don Gregorio. Mezclóse con los moriscos que de otros lugares salieron, porque sabía muy bien la lengua, y en el viaje se hizo amigo de dos tíos míos que consigo me traían», QpCSGB, II.63.32.

En la expulsión de los moriscos se ha cometido una injusticia atroz con los convertidos auténticos. Tal es el caso de Ana Félix, la bella morisca capturada por la galera de Barcelona bajo la apariencia de un arráez mozo, que sintetiza simbólicamente ante el Virrey de Barcelona, el General de la galera, Don Quijote y Sancho las justas quejas de sus semejantes moriscos expulsados como ella de su patria española:

«—De aquella nación más desdichada que prudente sobre quien ha llovido estos días un mar de desgracias, nací yo de moriscos padres engendrada. En la corriente de su desventura, fui yo por dos tíos míos llevada a Berbería, sin que me aprovechase decir que era cristiana, como, en efecto, lo soy, y no de las fingidas ni aparentes, sino de las verdaderas y católicas. No me valió con los que tenían a cargo nuestro miserable destierro decir esta verdad, ni mis tíos quisieron creerla; antes la tuvieron por mentira y por invención para quedarme en la tierra donde había nacido, y así, por fuerza más que por grado, me trujeron consigo. Tuve una madre cristiana y un padre discreto y cristiano ni más ni menos; mamé la fe católica en la leche; criéme con buenas costumbres; ni en la lengua ni en ellas, jamás, a mi parecer di señales de ser morisca.», QpCSGB, II.62.32.1;

«en ninguna cosa he sido culpante de la culpa en que los de mi nación han caído.», QpCSGB, II.62.32.6.

«Las peripecias de la bella morisca tendrán un desenlace tan inesperadamente feliz, que el lector comienza a advertir la exageración (Ana, al fin, es perdonada y acogida en una de las mejores casas de la ciudad).

Disfrazado de peregrino, Ricote ha presenciado la escena de la detención de su hija y de su liberación. Nótese que el personaje del morisco expatriado surge dos veces en la Segunda parte: en QpCSGB, II.54 se le ha confrontado con Sancho y, ahora, se le permite reunirse con su hija, en el momento mismo en que el itinerario de DQ sufre una brusca inversión de ruta.», Georges Güntert, en Rico 1998 b, p. 225. ® morisco

|| a la morisca vestida: 'vestida a la usanza de los moriscos'. Así se presenta a Zoraida en el relato del cautivo, QpCSGB,I.37.28. «La vestimenta a la morisca había sido prohibida varias veces a lo largo del siglo XVI, por premáticas que fueron discutidas y que no siempre se cumplieron.», Risco, 439. ® almalafa

|| señales de ser morisca: Las principales señales de ser morisca eran el vestido, las costumbres y la lengua; los moriscos hablaban entre ellos el árabe con dialectalismos y giros romances. • El arráez resulta ser Ana Félix, morisca cristiana hija de Ricote:

«Criéme con buenas costumbres, ni en la lengua ni en ellas jamás, a mi parecer, di señales de ser morisca», QpCSGB, II.32.1.

[1] Salazar Rincón, El mundo social del "Quijote", Madrid, 1986.

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Fuentes:

Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, apareció en 2005, con ocasión del 4° centenario de "El Quijote".

QpCSGB = Salvador García Bardón, El Quijote para citarlo.

lunes, marzo 16, 2009

Moriscos expulsados y vascos exiliados 1/5

Moriscos expulsados y vascos exiliados 1/5

Archivado en Europa, El Quijote, Semántica, Pragmática, España, Sociogenética, Ética, Religiones, Educación, Migraciones, Pro justitia et libertate, Francia, Geopolítica

Con ocasión de las navidades y del año nuevo 2005, comienzo del cuarto centenario de El Quijote, dediqué un trabajo sobre los Moriscos en El Quijote a quienes piensan conmigo que no debemos repetir nuestros errores del pasado, sobre todo los que conculcan los derechos humanos fundamentales.

La coincidencia del cuarto centenario de la expulsión de los Moriscos con el trigésimo aniversario del comienzo de la salida masiva de vascoespañoles del País Vasco hacia el exilio, debida a la intolerancia de los nacionalistas separatistas, me incita a haceros ver, mediante el paralelismo de ambas injusticias históricas, la urgencia de resolver el acuciante problema actual del exilio vasco, al imaginar la formación de un nuevo gobierno en esta región autónoma del Estado Español, cuya promesa fundamental es el cambio.

Los formadores de este nuevo gobierno, quienesquiera que ellos sean, deben saber que si el cambio que prometen no permite la vuelta a su país de los exiliados vascos, su pretendido cambio no será tal, sino un nuevo engaño como el que nos ha impuesto, sobre todo a los exiliados, durante treinta años el Partido Nacionalista Vasco.

Esta vez dedico este trabajo a quienes piensan conmigo que no debemos tolerar que se sigan repitiendo y empeorando ni en el País Vasco, ni en el resto de España, ni en ningún otro rincón de Europa, por el motivo que sea, nuestros peores errores del pasado, que son precisamente los que conculcan los derechos humanos fundamentales.

El primero de estos derechos, el que yo califico como "derecho humano y divino, uno y trino", recogido en el Artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, es el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad personal de todo ser humano:

"Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona."
Declaración Universal de los Derechos humanos, Artículo 3.

No podemos seguir admitiendo que este triple derecho primario sea indefinidamente conculcado en nuestro propio suelo, sin que las autoridades que deben garantizarlo cumplan con su obligación de hacerlo, invocando para no garantizarlo inadmisibles disculpas lingüísticas, culturales, étnicas, folklóricas e incluso religiosas, en contradicción flagrante con las creencias esenciales de toda civilización. El fundamento de estas disculpas es notoriamente seudocientífico, seudohistórico, anticonstitucional, sectario, heterodoxo, blasfemo, discriminatorio y contrario a los derechos humanos.

Si la expulsión de los moriscos debe seguir avergonzándonos e incitándonos a corregir en nuestra vida presente el error de nuestros antepasados; el exilio de los vascos, dramatizado hasta el absurdo de la más cruel tragedia por los incesantes crímenes terroristas, nos obliga en conciencia a salir sin más tardar del sistema mentiroso que el nacionalismo separatista vasco ha mantenido, para nuestra vergüenza colectiva, en el seno de España y de Europa, durante treinta años.

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Imagen: Leyenda de la Peña de los Enamorados de Antequera (Málaga). En esta pintura, hecha por encargo del político andalucista Blas Infante, el pintor Juan Alonso Garzón representa uno de sus recuerdos de infancia, fruto de las ensoñaciones románticas. La leyenda narra una historia de amor entre un morisco y una cristiana, que sufren los problemas de sus diferencias culturales y religiosas durante la reconquista cristiana, que termina en la trágica muerte de los enamorados.

La decoración de la Casa Museo Blas Infante, donde se encuentra esta pintura, se inspira en el arte islámico y andalusí, y en el Regionalismo sevillano de principios del siglo XX. En el edificio conviven la decoración de lacería, la epigrafía en aljamiado, la filigrana de la yesería, azulejos de factura trianera con escenas del Quijote, pinturas murales de inspiración orientalista o arcos de herradura derivados de modelos hispanomusulmanes.

En el interior pueden encontrarse una selección de motivos que se enmarcan en siete grupos: arquitectura, azulejería y cerámicas, obra pictórica, símbolos, yeserías, arqueología y otros.

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Moriscos en El Quijote, 4° centenario

Hace cuatro siglos y dos meses bien cumplidos, el Consejo de Estado votó por unanimidad el acuerdo de expulsión de los moriscos, invocando la razón de Estado. Era el 30 de enero de 1608. El 9 de diciembre de 1609 se publicó el primer bando de expulsión de los moriscos de Murcia y parte de Andalucía; el 10 de julio de 1610 el que afectaba a los de Extremadura y las dos Castillas, comprendiendo la Mancha, y todavía en 1613 aparecieron disposiciones semejantes.

La deplorable expulsión de los moriscos fue obra de unos pocos y nunca contó con las simpatías y el apoyo del resto de la población; de ahí que los moriscos no estén solos el día del destierro, y que a sus lágrimas y lamentos se una, en muchos lugares, el desconsuelo de los cristianos que los ven marchar. En el pueblo de Don Quijote las relaciones entre ambas comunidades son cordiales, y el episodio de la expulsión adquiere, según el relato testimonial de Sancho, perfiles trágicos.

Frecuencias léxicas en El Quijote: morisca: 11; moriscas: 1; morisco: 10: [alfanje morisco: 2]; moriscos: 3; morisma: 3; moro: 49; mor-1: moro

morisco (doc. 966, der. de moro ) m. y f. y adj. 'moro bautizado que se quedó en España terminada la reconquista o relativo a él'

«MORISCOS. Los convertidos de moros a la Fe católica, y si ellos son católicos, gran merced les ha hecho Dios y a nosotros también.», Cov. 815.a.1. El lexicógrafo Covarrubias expresa así el sentimiento de una minoría activista de los cristianos viejos de la época, cuyo deseo era el terminar en España con la diversidad de religiones, acogiendo a los judíos y a los moros en el seno de la iglesia católica.

Numerosos historiadores demuestran que no era una mayoría: «La expulsión no procedía de ningún clamor popular ni produjo el menor entusiasmo colectivo, contra lo que afirma una historia vindicativa y llena de mala conciencia. La España de 1610 quedaba sólo estupefacta y sumida en un penoso silencio que las vociferaciones del puñado de apologistas vuelve aún más profundo y elocuente.», FMV, p. 360. «La expulsión no procede nunca al aliento de un clamor popular, sino al de una minoría activista radicada en las más altas esferas de la política, de la Iglesia y de la Inquisición», FMV, p. 316.

Este sentimiento había provocado la expulsión de los judíos en 1492 y provoca en 1609 la expulsión de los moriscos.

«La expulsión de los moriscos no podía ser considerada por ninguna persona consciente en el mismo plano de otras importantes medidas políticas. España no podía poner su mano en aquella minoría sin tomar graves decisiones acerca de sí misma.…

[¿Cuántas expulsiones puede soportar un pueblo sin desintegrarse o sin volverse en parásito de sí mismo?] Con la expulsión se franqueaban límites de hecho y de derecho vedados hasta entonces tanto por la prudencia política como por la conciencia cristiana. Era el más firme paso por la cuesta abajo moral de la dictadura irresponsable del duque de Lerma, dispuesto ahora a probar que su poderío no aceptaba las barreras que la duda jurídico-moral había impuesto a sus antecesores en el gobierno.

Muchos españoles conscientes (y nadie lo era más que Cervantes) debieron darse cuenta de que algo irreparable se había roto para siempre y que desde aquel momento no tenían ya rey, sino amo. Cervantes entreveía tal vez un torvo futuro, preñado de infinitas exclusiones y discordias fratricidas, hacia el cual se daba un firme paso con los decretos de Felipe III y su «Atlante» el de Lerma.

El destierro de los moriscos no sólo ha puesto fin a la última presencia islámica en suelo español: ha cambiado el tono de la vida, se han vuelto ahora inconcebibles muchas cosas, y la primera de ellas es todo asomo de «política» en el manejo de los negocios públicos. De ahí el júbilo, tan justificado, del sector de opinión más inquisitorial.

El caso de Ricote es paradigma de la suerte reservada al individuo (hombre o mujer cristiano nuevo o viejo) en un mundo regido por el pragmatismo anticristiano de la razón de estado.», FMV, p. 257 & 276 & 306 & 322 & 328.

«1610 será año importante; Felipe III quiere terminar la operación destinada a la expulsión de los moriscos, completando así la tarea de los Reyes Católicos, de su abuelo Carlos I y de su padre Felipe II. El 10 de enero se dictará la real cédula por la que se ordena su apartamiento de España.», M.L., Cervantes, c.7, p. 178.

«En el capítulo II.54 del Quijote trata Cervantes un asunto de suma actualidad cuando apareció la segunda parte del Quijote: la expulsión de los moriscos. El problema venía desde que los Reyes Católicos ganaron Granada, lo que dejó en incómoda situación a los musulmanes de España, minoría difícilmente asimilable, pues persistía en la religión mahometana en usos y costumbres moros y obligada a vivir como los cristianos, sólo lo hacía en apariencia.

Tras muchos intentos de solución, y la sublevación de los moriscos de las Alpujarras en tiempos de Felipe II, el acuerdo de expulsión lo votó por unanimidad el Consejo de Estado el 30 de enero de 1608, invocando la razón de Estado, o sea, la "conveniencia" y la seguridad de la nación; también se justificó por la reciente conquista de Marruecos por Muley Cidán, enemigo de España; el 9 de diciembre de 1609 se publicó el primer bando de expulsión de los moriscos de Murcia y parte de Andalucia; el 10 de julio de 1610 el que afectaba a los de Extremadura y las dos Castillas, comprendiendo la Mancha, y todavía en 1613 aparecieron disposiciones semejantes.

El destierro de los moriscos, que de toda evidencia es sentido por el Autor como algo no sólo concreto, sino particularmente grave en uno de los pasajes en que más sentimos en filigrana la personalidad de Cervantes tras la suya, es «un asunto suyo, porque es asunto de sus vecinos inmediatos».

«Al tiempo de la expulsión salieron del Toboso cincuenta y cuatro familias de moriscos, compuestas de doscientas sesenta y nueve personas, según dice Fray Marcos de Guadalajara en su Prodición y destierro de los moriscos de Castilla, citado por Pellicer.», Clem. 1824.a.

Esta tragedia de la joven nación española, una nación que ha sacrificado a la nueva unidad católica, celosamente controlada por la Inquisición, las variedades nacionales y religiosas que la han caracterizado durante siglos, es dramatizada en el Quijote por la doble tragedia de Ricote y de su hija Ana Félix, que son presentados como paisanos y vecinos de Sancho Panza. (® Ricote ® Félix) La trayectoria del padre le lleva a países protestantes, que resultan ser mucho más liberales que los países católicos. La trayectoria de la hija, la más común de las trayectorias de los moriscos expulsados de la patria, la lleva a Argel.

Como los moros tienen prohibido por su ley el beber vino, Ricote, de vuelta en España como peregrino, muestra su condición de moro auténticamente convertido al cristianismo bebiéndolo tanto o más que lo otros peregrinos, lo cual queda significado por las dimensiones excepcionales de su bota de vino: «hasta el buen Ricote, que se había transformado de morisco en alemán o tudesco, sacó la suya, que en grandeza podía competir con las cinco.», II.54.15.

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Fuente: Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, apareció en 2005, con ocasión del 4° centenario de "El Quijote".