Moriscos expulsados y vascos exiliados 2/5
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En la expulsión de los moriscos se ha cometido una injusticia atroz con los convertidos auténticos. Tal es el caso de Ana Félix, la bella morisca capturada por la galera de Barcelona bajo la apariencia de un arráez mozo, que sintetiza simbólicamente, ante el Virrey de Barcelona, el General de la galera, Don Quijote y Sancho, las justas quejas de sus semejantes moriscos, expulsados como ella de su patria española ® morisca
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Imagen: Beatriz de Padilla fue ejecutada - relaxada - en una pira de fuego, el 13 de Diciembre de 1.598, en la Plaza Mayor de Cuenca. Su culpa, probablemente infundada: práctica del Islam. Esta culpa no se constató, sino que se supuso, puesto que su fundamento fue el resultado de la acusación bajo suplicio de una vecina. Su proceso, seguido de ejecución capital, que tuvo lugar poco después de la muerte de Felipe II (El Escorial, 13 de septiembre de 1598), se cita como modelo de un proceso inquisitorial practicado contra una morisca sospechosa de prácticas islámicas.
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El morisco Ricote, padre de Ana Félix, añade ante los mismos testigos su propio testimonio al de su hija:
«Yo salí de mi patria (España) a buscar en reinos extraños quien nos albergase y recogiese… Si nuestra poca culpa y sus lágrimas y las mías por la integridad de vuestra justicia pueden abrir puertas a la misericordia, usadla con nosotros, que jamás tuvimos pensamientos de ofenderos», QpCSGB, I.63.37.
El denominador común de ambos testimonios es que los moriscos no fueron expulsados por infieles a su nueva religión, sino por pertenecer a la nación árabe de la que los cristianos viejos desconfiaban. La desconfianza se tradujo en desprecio, el desprecio en odio y el odio en deseo de expulsión: «En la mayoría de las aldeas manchegas, y en muchos otros pueblos de España, hay gentes más abatidas y despreciadas, si cabe, que los jornaleros y campesinos pobres: los moriscos. Cervantes no parece compartir el odio que algunos profesan contra esta minoría, ni acepta los argumentos con que se justificó su expulsión; pero recoge, en algunos pasajes de sus obras, la opinión negativa que ciertos contemporáneos suyos tenían de este desdichado pueblo.», Salazar [1], 1986, p. 201.
«Cervantes debió de conocer a muchos moriscos en su dilatada vida andariega, y siguió de cerca, en Valladolid y Madrid, las discusiones y preparativos que precedieron a la expulsión. El tema era de candente actualidad en 1615, y Cervantes, aunque pone en boca de sus personajes palabras inverosímiles y alabanzas grandilocuentes en favor del destierro, expresa en la historia del morisco Ricote la tristeza y el asombro con que muchos españoles vivieron las consecuencias de la impopular medida, y reproduce además, con extraordinaria fidelidad, algunos detalles de este penoso episodio.», Salazar, 1986, p. 206.
El topónimo Ricote se transforma en onomástico por la decisiva razón de que el morisco manchego es, a su vez, un paradigma de víctima inocente: «La maravillosa realidad de Ricote contrasta con aquella caricatura antimorisca al uso y su única afinidad con ella radica en la presencia de ciertos datos sociológicos enteramente neutralizados por Cervantes. La idea de un «buen» morisco, rebosante de dignidad y propicia a ganar el respeto del presunto adversario ideológico, discrepa rotundamente de cuanto se escribía en España por aquellos años, y sólo al tomarlo en cuenta se advierte su hondo sentido. En actitud que hay que llamar quijotesca, Cervantes se opone él solo a la marejada de odios, soberbias y confusiones mentales en que naufragan sus contemporáneos. Quijotesco y aun algo temerario también, al no privarse de suscitar aquella idea clave y peligrosa de la libertad de conciencia con que entra en el grano del problema.», FMV, p. 241.
«La elección de Ricote sirve a Cervantes para demostrar que no todos los moriscos eran apóstatas o descreídos, y para socavar así uno de los principales argumentos con que se justificó la expulsión. Lo que Ricote busca no es la herejía, ni el retorno al mundo islámico, sino el lugar idóneo para practicar el cristianismo en libertad o para esperar sin angustias la luz de la verdadera fe, porque:
«...yo sé cierto que la Ricota mi hija y Francisca Ricota mi mujer son católicas cristianas, y aunque yo no lo soy tanto, todavía tengo más de cristiano que de moro, y ruego siempre a Dios me abra los ojos del entendimiento y me dé a conocer cómo le tengo de servir».
QpCSGB, II.54.22., Salazar, 1986, p. 207.
«Cervantes derriba en este breve episodio otro de los mitos que una historia apologética ha tejido en torno a la expulsión: el de su pretendida popularidad. El decreto fue obra de unos pocos y nunca contó con las simpatías y el apoyo del resto de la población: de ahí que los moriscos no estén solos el día del destierro, y que a sus lágrimas y lamentos se una, en muchos lugares, el desconsuelo de los cristianos que los ven marchar. En el pueblo de Don Quijote las relaciones entre ambas comunidades son cordiales, y el episodio de la expulsión adquiere, según el relato homodiegético de Sancho, perfiles trágicos» (Salazar, 1986, 207-208):
«...salió tu hija tan hermosa, que salieron a verla cuantos había en el pueblo, y todos decían que era la más bella criatura del mundo. Iba llorando y abrazada a todas sus amigas y conocidas, y a cuantos llegaban a verla, y a todos pedía la encomendasen a Dios y a Nuestra Señora su madre; y esto, con tanto sentimiento, que a mí me hizo llorar, que no suelo ser muy llorón. Y a fee que muchos tuvieron deseo de esconderla y salir a quitársela en el camino; pero el miedo de ir contra el mandato del Rey los detuvo. Principalmente se mostró más apasionado don Pedro Gregorio, aquel mancebo mayorazgo rico que tú conoces, que dicen que la quería mucho, y después que ella se partió, nunca más él ha parecido en nuestro lugar, y todos pensamos que iba tras ella para robarla; pero hasta ahora no se ha sabido nada» QpCSGB, II.54.38.
® centinelas de nuestra Fe ® Ricote
|| morisco aljamiado: 'morisco que hablaba castellano'.
El narrador imagina una circunstancia que habría sido mucho más probable años antes que a principios del siglo XVII. En efecto, entre 1600 y 1605 ya no era nada fácil encontrar en Toledo un morisco que al mismo tiempo leyera el árabe y redactara el castellano de la manera que se cuenta en QpCSGB, I.9.6.
Como la opinión popular asociaba la Mancha con los moriscos, ya que fue en gran parte repoblada con personas originarias del reino de Granada o de Valencia, cabe pensar que el narrador hace repetidas alusiones burlescas a esta asociación. He aquí algunas de estas alusiones: 1) el original de las aventuras del hidalgo manchego está escrito en árabe; 2) un morisco aljamiado lo traduce al castellano; 3) la señora de los pensamientos del hidalgo manchego es del Toboso, cuya población era en gran parte morisca, (Murillo). ® Ricote
|| Mezclóse con los moriscos: Ana Félix se refiere a don Gregorio, el mayorazgo que por amor de ella quiso acompañarla en su destierro al infierno de Argel:
«sólo diré cómo en nuestro destierro quiso acompañarme don Gregorio. Mezclóse con los moriscos que de otros lugares salieron, porque sabía muy bien la lengua, y en el viaje se hizo amigo de dos tíos míos que consigo me traían», QpCSGB, II.63.32.2-3.
«Cuando Cervantes prolonga la historia de Ricote en la de los amores de su hija Ana Félix con el heredero de un mayorazgo no anda a la busca de una ornamentación o episódica peripecia romántica. Por el contrario, se halla advocando no ya la asimilación, sino el cruce de la barrera de sangre como óptimo y definitivo paso hacia aquélla, es decir, la idea favorita del sector más liberal de la opinión moderada (la «permixtión» de Pedro de Valencia). No era tampoco idea nueva ni inaudita, pues en un principio la asimilación mediante matrimonios aparece formulada como política oficial en las instrucciones dadas por Carlos V en 1526 al virtuoso fray Pedro de Alba, obispo electo de Granada. La conveniencia de fomentar los matrimonios entre cristianos viejos y moriscos era puesta de relieve en 1549 por el inquisidor general don Fernando de Valdés, de nada fausta memoria. En 1598 [año de la muerte de Felipe II] el arzobispo electo de Toledo fray García de Loaysa proponía que los moriscos sólo pudieran casar en adelante con cristianos viejos.», FMV, p. 312. ® resolución del gran Filipo III ® Viedma ® arriero
morisca (de morisco) f. y adj. Aventura de la hermosa morisca: El mozo arráez capturado por la galera donde se ha hecho a la mar DQ, que resulta ser mujer cristiana disfrazada, cuyo nombre es Ana Félix, cuenta que un caballero mancebo llamado Don Gaspar Gregorio, hijo mayorazgo de un caballero que junto a su lugar otro suyo tiene, se enamoró de ella hasta el punto de querer acompañarla en su destierro como morisca expulsada de España:
«sólo diré cómo en nuestro destierro quiso acompañarme don Gregorio. Mezclóse con los moriscos que de otros lugares salieron, porque sabía muy bien la lengua, y en el viaje se hizo amigo de dos tíos míos que consigo me traían», QpCSGB, II.63.32.
En la expulsión de los moriscos se ha cometido una injusticia atroz con los convertidos auténticos. Tal es el caso de Ana Félix, la bella morisca capturada por la galera de Barcelona bajo la apariencia de un arráez mozo, que sintetiza simbólicamente ante el Virrey de Barcelona, el General de la galera, Don Quijote y Sancho las justas quejas de sus semejantes moriscos expulsados como ella de su patria española:
«—De aquella nación más desdichada que prudente sobre quien ha llovido estos días un mar de desgracias, nací yo de moriscos padres engendrada. En la corriente de su desventura, fui yo por dos tíos míos llevada a Berbería, sin que me aprovechase decir que era cristiana, como, en efecto, lo soy, y no de las fingidas ni aparentes, sino de las verdaderas y católicas. No me valió con los que tenían a cargo nuestro miserable destierro decir esta verdad, ni mis tíos quisieron creerla; antes la tuvieron por mentira y por invención para quedarme en la tierra donde había nacido, y así, por fuerza más que por grado, me trujeron consigo. Tuve una madre cristiana y un padre discreto y cristiano ni más ni menos; mamé la fe católica en la leche; criéme con buenas costumbres; ni en la lengua ni en ellas, jamás, a mi parecer di señales de ser morisca.», QpCSGB, II.62.32.1;
«en ninguna cosa he sido culpante de la culpa en que los de mi nación han caído.», QpCSGB, II.62.32.6.
«Las peripecias de la bella morisca tendrán un desenlace tan inesperadamente feliz, que el lector comienza a advertir la exageración (Ana, al fin, es perdonada y acogida en una de las mejores casas de la ciudad).
Disfrazado de peregrino, Ricote ha presenciado la escena de la detención de su hija y de su liberación. Nótese que el personaje del morisco expatriado surge dos veces en la Segunda parte: en QpCSGB, II.54 se le ha confrontado con Sancho y, ahora, se le permite reunirse con su hija, en el momento mismo en que el itinerario de DQ sufre una brusca inversión de ruta.», Georges Güntert, en Rico 1998 b, p. 225. ® morisco
|| a la morisca vestida: 'vestida a la usanza de los moriscos'. Así se presenta a Zoraida en el relato del cautivo, QpCSGB,I.37.28. «La vestimenta a la morisca había sido prohibida varias veces a lo largo del siglo XVI, por premáticas que fueron discutidas y que no siempre se cumplieron.», Risco, 439. ® almalafa
|| señales de ser morisca: Las principales señales de ser morisca eran el vestido, las costumbres y la lengua; los moriscos hablaban entre ellos el árabe con dialectalismos y giros romances. • El arráez resulta ser Ana Félix, morisca cristiana hija de Ricote:
«Criéme con buenas costumbres, ni en la lengua ni en ellas jamás, a mi parecer, di señales de ser morisca», QpCSGB, II.32.1.
[1] Salazar Rincón, El mundo social del "Quijote", Madrid, 1986.
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Fuentes:
Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, apareció en 2005, con ocasión del 4° centenario de "El Quijote".
QpCSGB = Salvador García Bardón, El Quijote para citarlo.
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