Necesidad de la teología universitaria hoy
17.09.07 @ 09:20:00. Archivado en Universidades, España, Sociogenética, Epistemología, Religiones, Educación, Pro justitia et libertate
Respondo aquí al generoso y lúcido comentario que mi colega, el profesor César Rodríguez Ocampo, ha hecho a mi artículo : “Utilidad de la teología universitaria hoy”
Estimado y querido César: Tu excelente comentario merece el que lo subamos a nivel de artículo de fondo, como posteo principal, más bien que dejarlo en su modesta posición de pie de página. Como colega filósofo, abierto como tú a la problemática del sentido de la aventura humana, te agradezco sinceramente el formidable esfuerzo que has hecho, para recordarnos datos históricos de primera importancia. Estos datos subrayan la necesidad de una preparación recia y rigurosa, para acertar a interpretar y transmitir un campo de conocimientos sumamente importantes para cualquier ser humano.
Efectivamente, como tú lo supones, yo creo que en esta situación en la que el ser humano ha de relacionarse y entenderse con el sentido último de su vida, cuya realidad personal evocamos imperfectamente mediante diferentes nombres (Yavé, Jehová, Dios, Alá, etc.), todo ser humano precisa la presencia de alguien profesionalmente capacitado, que sepa escuchar y entender sus preguntas capitales sobre este tema, que sepa encaminar y fortalecer su búsqueda de sentido; en suma: que sepa responder a las múltiples dudas existenciarias que le plantean las incógnitas de esta búsqueda, que es en cada vida personal la búsqueda por antonomasia de un “enamorado impaciente”.
Tienes toda la razón del mundo al decir que ante esta demanda muy precisa de competencia estamos ante algo que requiere de alguien preparado para tal misión. Me parece oír en la fuerza de tu afirmación la energía de la afirmación análoga de Teresa de Jesús, cuando proclamaba su necesidad de encontrar buenos teólogos y no simples devotos bien intencionados, para ayudarle en su propia búsqueda del sentido.
Te agradezco tu elocuente alegoría, que establece un paralelo entre la necesidad de tener buenos teólogos y la necesidad de tener buenos médicos. A nadie se le ocurre contentarse con un curandero o con un practicante, cuando la gravedad de su enfermedad requiere la ciencia de un médico especialista. La innegable realidad de nuestra muerte, como urgencia sin preaviso con fecha preestablecida, es más que suficiente “para dejarse de chorradas” y reconocer que hay algo en el sentido que debemos dar al caminar de nuestra vida, un algo que desconocemos totalmente o que necesitamos aclarar, para no fallar, a la hora de la llegada, el encuentro con ese Ser Absoluto, el porqué y el para qué cardinales de nuestra existencia, cuya unicidad, sabiduría y amor supremos nos acogerá, iluminará y hará felices.
Esta labor capital de médicos especialistas del sentido supremo de la vida es la labor de las iglesias con sus religiones. Labor que por nuestro propio bien demanda la presencia de alguien que esté preparado para cumplirla, sabiendo de lo que habla y teniendo experiencia profesional de lo que se trae entre manos.
Aquí veo yo como tú, César, la utilidad de la Teología Universitaria, porque sería desastroso que nuestro pueblo cayera de nuevo en manos de ignorantes, como ya le sucedió repetidamente cuando en lugar de teólogos universitarios era atendido por “curas de misa y olla” o por seudomísticos improvisados y simoníacos, cuyas prácticas de matasanos de almas, que no curanderos, han llegado hasta nosotros con la siniestra parodia de religión católica representada en el Palmar de Troya (1).
Concluyo contigo: “A pesar de la moral de situación que predicó el Existencialismo, tratando de eliminar cualquier intermediario entre mi alma y Dios; a pesar del "Diario de un seductor" de Sören Kierkegaard, donde afirma que la fe es la crucifixión de la razón, yo sigo pensando la necesidad de ambas {de la fe y de la razón}, siendo cada una independiente dentro de su esfera, para lo cual hace falta PREPARACIÓN, cuanta más mejor, de rango universitario por supuesto”.
Un abrazo, desde Bruselas.
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(1) Quizás no sepas que el primer chaparrón de esta parodia le tocó aguantarlo como víctima al cura estepeño del Palmar de Troya, José María Juárez, amigo mío durante mi adolescencia, aunque siete años mayor que yo. Logró salir de allí, aunque no sé exactamente cuándo, al ser destinado como párroco a la parroquia de la Purísima Concepción de Gilena.