martes, enero 12, 2010

Todos venimos de África 4/4

Publiqué este artículo por la primera vez el 13.10.05. Lo publiqué de nuevo el 10.12.07 y el 26.12.08. Vuelvo a publicarlo hoy, sin cambiar una sola palabra, con mis ojos decepcionados puestos en Italia, porque desgraciadamente la actualidad de su tema se ha transformado en urgencia de enfermo terminal, olvidado hasta hoy sin cuidados intensivos en un rincón de los largos pasillos de nuestra burocracia europea.
Esperé inútilmente que la cumbre de Lisboa, primero, y el Tratado del mismo nombre, luego, hubieran imaginado cambiar algo al ritmo de la terrible mutación estructural, que yo había anunciado como inminente en mi artículo de hace ya más de cuatro años, y que no ha cesado de agravarse desde entonces. Espero que los anteproyectos de educación, puestos de trabajo e infraestructuras, repetidos una vez más por nuestros políticos, no se queden en simples proyectos de formularios, que serán a su vez arrumbados en despachos euro-rutinarios, cuyas prioridades estratégicas son diferentes.
Me prohíbo el recordaros la cantidad de cadáveres y de decepciones que ha costado ya este olvido sistemático de África por nuestros ejecutivos europeos. Preguntádselo a mis amigos canarios y costasoleros, que son quienes viven el día a día de esta tragedia, que seguirá siendo vergonzosa mientras no la remediemos como cosa nuestra entre todos los europeos.
Espero que el recuerdo actual de África por Europa no sea de nuevo un rollito de buenos sentimientos, cuya eficacia se limite una vez más a hacernos creer que no somos olvidadizos, sino justos y buenos con nuestros ancestros africanos.
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La ciencia nos afirma que toda la humanidad viene de África. Así que no debemos sorprendernos de que la inmigración africana llame hoy a las puertas de Europa como lo hicieron, antes de que nuestra historia comenzara, nuestros propios ancestros.
La Unión Europea está descubriendo estos días, como ya lo hizo con ocasión del reforzamiento de las fronteras de Ceuta y Melilla, en octubre del 2005, que el drama que estamos contemplando, esta vez con visos de invasión en las islas Canarias, no es algo meramente circunstancial, sino que es el síntoma más llamativo de un cambio estructural.
Como era previsible, la relación entre nuestra familia africana y nosotros mismos, sus herederos europeos, no sólo debe cambiar sino que ya está cambiando estructuralmente. No es justo que en la nueva era de la globalización ya más que iniciada, ellos sigan siendo los familiares pobres, a pesar de sus ingentes riquezas en humanidad y en bienes naturales de todo tipo, mientras que nosotros, como niños consentidos de padres ricos, disfrutamos de todos los caprichos y juguetes de nuestra insolidaria riqueza.
¿Estamos en un recodo de la historia? Para mí no hay duda de ello. Los inmigrantes de hoy nos están recordando que si nuestra propia inmigración, reciente para algunos y atávica para todos, nos resultó benéfica, este beneficio debe favorecer a toda la familia, que sin lugar a dudas es euro-africana. También nos ayudan a recordar que buena parte de nuestros bienes actuales proceden de África como lo saben muy bien nuestros recientes colonizadores. También lo saben, aunque lo ocultan, los actuales neo-colonizadores de los ingentes recursos naturales africanos, ocultación que obedece a que estos bienes, cuyo valor incalculable tiene abierto el apetito de los mayores lobos globales, están hipotecados hoy por nuestros financieros más avaros.
Al releer los artículos que yo escribí en octubre 2005, es muy importante tener en cuenta todas estas verdades, que con frecuencia nos ocultamos a nosotros mismos, unos por falta de cultura y otros por falta de sinceridad. Estas verdades pueden ser resumidas en una frase, que someto a la consideración de unos y otros: Tanto nuestro pasado más remoto como buena parte de nuestro futuro más inmediato están en África.
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