08 Ago 2012
Frente al injusto sufrimiento de los inocentes, es obligatoria la transformación radical de los humanos para poner fin a las injusticias. Esta transformación es particularmente necesaria desde hace ya demasiado tiempo en Europa, para ponerle un fin definitivo a esta interminable crisis de confianza mutua, que está agotando la capacidad de resistencia de nuestros semejantes, en su mayoría víctimas ya del infortunio y el resto, excepto los privilegiados, de más en más desafortunados.
La Unión Europea está llegando muy cerca del precipicio de la desconfianza y de la insolidaridad por el que puede precipitarse en una caída mortal. La única manera de evitar esta caída es alejarse de este precipicio practicando de nuevo la confianza y la solidaridad que hacen verdadera su “unión”.
El precipicio lo constituyen las actitudes desconfiadas e insolidarias que transforman las relaciones socio-económicas en engaño mutuo. Tal es el caso cuando el más fuerte abusa de la debilidad, real o supuesta, del menos fuerte, para enriquecerse a costa de su empobrecimiento.
Por desgracia esto está sucediendo en el juego incontrolado del mercado, al que acuden para abastecerse en crédito los países aquejados por deudas soberanas. Hay miembros de la Unión que están degenerando este mercado, al comportarse en él como si no tuvieran ningún compromiso de solidaridad con el resto de los miembros de la Unión. Se comportan ante los inversores como si solamente ellos fueran dignos de confianza, proclamando por todos los medios a su alcance que los miembros “débiles” de la Unión, los llamados despectivamente PIGS = Portugal, Irlanda, Grecia, Spain, no lo son, porque según ellos serían capaces de no pagar sus deudas o incluso incapaces de pagarlas.
La reacción de los inversores es inmediata, bajo la acción de la avaricia ante el débil y del miedo ante el fuerte.
Los inversores, cuando operan inspirados por la avaricia, exigen intereses descabellados a los miembros de la Unión que le son presentados como débiles.
Los inversores, cuando operan impulsados por el miedo, confían su mayor crédito al fuerte que los alecciona. Esto último lo hacen no solamente contra un interés mínimo, sino incluso pagándole a su deudor un interés por el depósito. Es lo que se ha dado en llamar un préstamo con interés negativo.
Resulta paradójico que quienes más se benefician de este tratamiento de favor por los inversores, exijan a las víctimas de su comportamiento medidas de austeridad que las hunde irremediablemente en el desempleo y la recesión.
Los miembros de la Unión beneficiarios de la crisis, mediante la explotación del miedo de los inversores, la única manera que tienen de purgar su comportamiento insolidario y de rehacer con ello la verdad de la “Unión”, es apoyando o, por lo menos, no oponiéndose a que el Banco Central Europeo ofrezca crédito contra intereses mínimos a los países que han venido sufriendo los efectos desbastadores de su comportamiento especulativo, que son precisamente los llamados PIGS.
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07.08.12 | 15:15. Archivado en Europa, Amistad Europea Universitaria, Semántica,Pragmática, Sociogenética,Convivencias europeas, Ética, Pro justitia et libertate,Geopolítica