viernes, septiembre 29, 2006

Memoria histórica cubana

Memoria histórica cubana

Permalink 29.09.06 @ 12:50:00. Archivado en Las Américas, Sociogenética

Dos circunstancias me motivan para dar la palabra, a título póstumo, a Joaquín Oramas (1), para que nos recuerde los hechos que explican la situación histórica actual de Cuba.

Su artículo "Cuba en el capitalismo" puede ser considerado como su testamento espiritual, ya que fue escrito el 12 de Abril de 2005, no mucho antes de su muerte, que tuvo lugar el 28 de Abril de 2006. Fundador de Granma, contaba al morir 74 años de edad y trabajaba como jefe de Redacción del semanario Granma Internacional.

Este artículo entronca perfectamente con el discurso de Raúl Castro recordando anteayer, miércoles 27 de septiembre, en el Palacio de Convenciones de La Habana, durante la clausura del 19º Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), que el objetivo de Washington es “llevar a este país a una situación aún más terrible que la existente en diciembre de 1958, a aquellos tiempos en que la represión, el luto, la humillación, la miseria, el desempleo, el analfabetismo y las enfermedades se enseñoreaban sobre miles de hogares cubanos... Han designado hasta al interventor yanki, un tal McCarry, como si nada hubiera cambiado en este mundo desde que en 1898 frustraron nuestra independencia y nos impusieron varios interventores... Dentro de esa misma lógica absurda actúa el Presidente de los Estados Unidos, cuando dice que en Cuba tiene que haber transición, es decir, un vergonzoso retorno a la basura de capitalismo neocolonial que impusieron en este país exactamente durante sesenta años, o cuando nos amenazó en fecha reciente con que tomarán nota de cuantos se opongan a ello.”.

El discurso de Raúl Castro, juzgado unánimemente por la prensa extranjera como "directo, breve y nada complaciente con la burocracia y los errores propios", confirma una vez más de manera inequívoca la línea del socialismo cubano, cuyo deseo es seguir evolucionando autocríticamente, aunque sin comprometer sus innegables conquistas sociales, fruto del esfuerzo solidario y permanente de todo el pueblo cubano.

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CUBA EN EL CAPITALISMO
Politiquería y fraudes, reglas de juego
de las elecciones

POR JOAQUIN ORAMAS

DURANTE la seudorrepública, Cuba estaba sometida a las brutales reglas del capitalismo con su práctica de democracia representativa y un sistema electoral que tenía como eje central a los partidos políticos que imponían candidatos y controlaban las maquinarias electorales que elegían a presidentes, senadores, representantes, alcaldes y concejales.

Junto a la Coca Cola y la Gillette, los candidatos de los partidos políticos y la burguesía. Así era antes de 1959.
Junto a la Coca Cola y la Gillette, los candidatos de los partidos políticos y la burguesía. Así era antes de 1959.

Los electores se veían forzados a concurrir a ejercer el sufragio, no sólo porque el voto era obligatorio, sino porque muchos de ellos debían entregar su cédula de votar para pagar favores, y otros bajo amenaza de quedar cesantes en sus trabajos. Conseguir empleo o el ingreso en un hospital o una beca para estudiar significaba el compromiso de entregar las cédulas a los llamados sargentos políticos del gobierno de turno e incluso a partidos tradicionales, circunstancialmente en la oposición.

Esas, conjuntamente con la compra de votos, eran las reglas de juego, en general, en los comicios en los 58 años de capitalismo en Cuba. Sin embargo, a pesar de tales mecanismos de coerción, presiones y chantajes, todos esos procesos electorales fueron caracterizados siempre por la baja votación que recibían los candidatos y el alto por ciento de abstencionismo.

Veamos cómo se caracterizaron.

En las primeras elecciones presidenciales, cuando no tuvieron derecho al voto los analfabetos y las mujeres, y bajo el garrote de la Enmienda Platt, Tomás Estrada Palma fue electo en 1901 por el 47,32% de los ciudadanos empadronados, comicios en los cuales el abstencionismo superó el 36% de los votantes. En 1906 Estrada Palma intentó la reelección, cuyos resultados fraudulentos le daban el 71,42% de los votos y abstención del 26,01%. El conflicto creado por la farsa electoral y la violencia del poder culminó con la denominada Guerrita de agosto y la intervención militar de Estados Unidos, solicitada por Estrada Palma.

Después de tres años de intervención militar norteamericana, el gobernador Charles Magoon, nombrado por el Secretario de la Guerra de EE.UU., sumó al país en un pantano, enriqueciéndose a costa del erario cubano. Entre otros vicios, Magoon creó las botellas, falsos cargos para aquellos que cobraban sueldos sin trabajar.

Convocó a elecciones en las que resultó electo Presidente uno de sus discípulos, el general José Miguel Gómez, a quien el pueblo nombraba Tiburón se baña, pero salpica, porque parte de las ganancias por la corrupción las repartía entre sus cómplices. Hubo un 28,99% de abstención y 43,1% de sufragios para el ganador, que se distinguió por generalizar las “botellas” y el juego mediante la lotería. Con José Miguel Gómez se inició en Cuba la era de políticos millonarios enriquecidos en el poder, que caracterizó la vida política del capitalismo en la Isla.

Concluido el período de cuatro años del segundo presidente cubano, en 1912 ocupó la alta magistratura el general Mario García Menocal, cuyos datos de votación no aparecen oficialmente, pero que se reeligió en 1916 con el apoyo de la Secretaría de Estado del presidente Wilson, quien para respaldarlo desembarcó los marines en varios puntos de la Isla, en la llamada revuelta de la Chambelona, perpetrada por la oposición. En sus dos períodos, Menocal dilapidó la riqueza originada por los altos precios del azúcar durante la Primera Guerra Mundial y facilitó que el capital norteamericano controlara gran parte de la industria azucarera y otros recursos, gracias al crack bancario originado por los principales bancos estadounidenses con la complicidad de su Gobierno.

El robo y latrocinio y la entrega de los recursos a transnacionales norteamericanas continuaron con los regímenes de Alfredo Zayas, electo en 1920 por el 27,8% de los votantes y del general Gerardo Machado (1928-1933), cuya sangrienta tiranía fue derrocada por la presión del embajador Summer Welles, para evitar que los sectores progresistas y el pueblo tomaran el poder.

Se iniciaba un período de los gobiernos provisionales de Carlos Manuel de Céspedes, la Pentarquía presidida por Ramón Grau San Martín y el del coronel Carlos Mendieta Montefur. Este último impuesto por Fulgencio Batista, quien surgió a la palestra pública el 4 de septiembre de 1933, encabezando un movimiento de sargentos del Ejército que destituyó a los jefes militares tradicionales.

Para intentar dar una imagen de estabilidad, el hombre fuerte de Cuba, como lo llamaba Estados Unidos, convocó en 1936 a elecciones presidenciales en las que Miguel Mariano Gómez fue electo con poco más del 20% de los sufragios. Meses después era inhabilitado por el Congreso bajo presión del dictador Batista, quien ocupaba la jefatura del Ejército con el grado de Coronel.

Luego de un nuevo período provisional en que los presidentes eran designados por Batista y el embajador norteamericano, la situación internacional y la repulsa del pueblo les obligó a celebrar la Constituyente de 1940 y posteriormente elecciones, en las que fue electo para la presidencia Batista, con el 45,68% de los sufragios. Comicios famosos por los fraudes, secuestros de urnas por los militares y otras ilegalidades.

En 1944, próxima la terminación de la Segunda Guerra Mundial, por primera vez se celebraban en Cuba elecciones limpias, en las que resultó electo Ramón Grau San Martín, con el 44,71% de la votación y 19,17% de abstenciones. Pronto desaparecían las ilusiones de un gobierno honrado, pues desde los primeros meses comenzaron a enriquecerse los nuevos ministros y funcionarios del régimen, aprovechando la situación favorable de la industria azucarera, principal abastecedora de este producto en los mercados norteamericano y mundial. El robo y la especulación fueron mayores durante el Gobierno de Carlos Prío Socarras, su sucesor en 1948, con el 36% de votos. Prío fue derrocado el 10 de marzo de 1952 por militares que conspiraban con Batista, quien estableció de nuevo la dictadura castrense para su enriquecimiento y del resto de los personeros del régimen.

Tras cruenta lucha iniciada el 26 de Julio de 1953 con el asalto a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, y que tomó mayor fuerza luego del desembarco del Granma en 1956, la dictadura fue derrocada por las fuerzas rebeldes comandadas por Fidel Castro. En 1954 el tirano había convocado a comicios cuyas irregularidades fueron mayores aún de las que practicó durante los once años en que el Gobierno de Estados Unidos lo consideraba su hombre fuerte en Cuba. Luego de esa farsa electoral, eran muy pocos los que dudaban que hubiera otra salida al problema cubano que no fuera la lucha insurreccional. Eso lo conocían el tirano y la embajada norteamericana, que organizaron las elecciones de 1958 en busca de una salida al conflicto que les favoreciera. Resultaba “electo” Andrés Rivero Agüero con el 15% de los votos emitidos y un 55% de abstenciones. Comicios efectuados en pocas provincias, cuando prácticamente el único candidato fue el de la tiranía y militares y funcionarios del régimen se repartían los votos para escaños de un Congreso ilegal.

Rivero Agüero no tomó posesión y huyó con el tirano hacia Santo Domingo, acogidos por el sátrapa Rafael Leónidas Trujillo. Quedaba para la historia un pasado oneroso en el que las elecciones eran un capítulo más de la corrupción y el crimen imperantes en la Isla.

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(1) Presentación de Joaquín Oramas Roque por CubAhora: Periodista de larga experiencia que incursiona en los temas económicos, de política internacional y sociedad, entre otros. Autor de los libros Piedras Hirvientes (esbozo sobre la indus-tria minera en Cuba) y La República Mediatizada (compendio de los hechos económicos ocurridos en la Isla desde sus etapas históricas de conquista y colonización hasta el triunfo de la Revolución Cubana). En el 2004 recibió el Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la Obra de la Vida.