Mischa Cotlar, testamento de un sabio
29.01.07 @ 23:43:15. Archivado en Universidades, Ética
“La ética sin ciencia es ciega, y la ciencia sin ética es coja".
“Sin cultura ética --basada en el amor y la cooperación; no en la rivalidad, la competencia o el deseo de poder-- difícilmente habrá solución a los grandes problemas de la humanidad".
“Sin cultura ética, el desarrollo de la tecnología será como un arma peligrosa en manos de un niño".
“Sin cultura ética, no habrá riqueza en el interior de los hombres. Si uno necesita lujos y placeres excesivos es porque su interior esta vacío".
“Es necesaria una intensa y urgente difusión de las nociones básicas de la ética, para que se comprenda que los problemas humanos no se resuelven por la violencia o el poder sino mediante facultades superiores, latentes en todos los seres humanos”.
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Mischa Cotlar, la despedida de un sabio
Por Rodolfo Terragno
Pese a haber nacido en Ucrania, era argentino. Cada vez que debió exiliarse, padeció el desarraigo. Fuera lo consideraron un genio. Aquí, su fama exterior, su batalla por la paz mundial –que lo hermanó con Bertrand Russell- y su defensa de los derechos humanos, no alcanzaron para que Mischa Cotlar tuviera todo el reconocimiento que merecía
Había nacido en Sarney, Ucrania, en 1913. Su familia emigró al Río de la Plata cuando él tenía 15 años y sólo uno de escuela. Eran tiempos de hambrunas y opresión en Ucrania. Ovsey Cotlar, el padre de Mischa, seducido por “la Suiza de América”, decidió mudarse al Uruguay.
Ovsey, que en su país administraba un molino harinero, era aficionado al ajedrez, las matemáticas y la música. Dado que su hijo no pudo tener educación formal, en Ucrania él le había enseñado matemáticas y música
Una vez en Montevideo, Ovsey se dedicó a vender diarios; pero nunca perdió su pasión por “el rey de juegos”, y así ganó un concurso de la Sociedad Uruguaya de Ajedrez. Esto lo puso en contacto con un ajedrecista y gran matemático uruguayo, Rafael Laguardia.
Laguardia había estudiado en La Sorbona, enseñaba en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República y tenía, en su casa, la mejor biblioteca de matemáticas que podía hallarse en Uruguay.
Allí, el uruguayo recibía por las tardes a Mischa, que de noche se ganaba la vida tocando el piano en un bar del puerto.
El talento del joven, que resolvía teoremas harto complejos con inaudita facilitad, movió a Laguardia a formular una atrevida invitación: quiso que este autodidacta se hiciera cargo de un seminario sobre la teoría de los números en la Facultad de Ingeniería.
El mismo Laguardia se preocupó, más tarde, por la economía de su pupilo: un verano hizo que el British Hotel, de Punta del Este, lo contratara como pianista. Allí, Mischa tocó con el famoso violinista argentino Jan Tomasow.
En 1935, el joven inmigrante ucraniano decidió trasladarse a Buenos Aires. Lo había atraído el matemático español Julio Rey Pastor, que vivía en la Argentina pero solía ir a dictar clases en Montevideo.
Aquí, Mischa trabó amistad con dos figuras que tendrían gran importancia en la educación y las ciencias matemáticas de nuestro país: Manuel Sadosky y Cora Ratto.
Desde entonces, Mischa Cotlar sería argentino. Cuando razones políticas o académicas lo obligaran a pasar períodos en otros países, se sentiría un exiliado o un emigrante.
Antes, publicaría en revistas como Mathematicae Notae y la Revista del Instituto de Matemáticas de Rosario.
En un congreso internacional celebrado en Bordeaux, Francia, presentó su Théorie d’ Anagènes, publicada luego en castellano por Anales de la Sociedad Científica Argentina.
Fue admitido como miembro de la Unión Matemática Argentina; pero no como profesor universitario, por carecer de educación formal.
Lo rechazaron más de una vez, hasta que un célebre matemático norteamericano resolvió el problema. Marshall Harvey Stone, director del Departamento de Matemáticas de la Universidad de Chicago, había conocido a Cotlar en Buenos Aires. Deseoso de llevárselo a Estados Unidos, lo instó a que solicitara una beca Guggenheim. Cotlar lo hizo, con la recomendación de otro gran matemático norteamericano –George Birkhoff—y ganó el subsidio; pero no para ir a Chicago sino a Yale. Pasó allí un semestre, trascurrido el cual Stone logró que le renovaran la beca, pero con el fin de perfeccionarse en Chicago, donde en 1953 Mischa recibió un doctorado.
Con su diploma bajo el brazo, volvió a la Argentina. Aquí fue designado Director del Instituto de Matemáticas de la Universidad Nacional de Cuyo.
Profesor desde 1957 en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, renunció tras “la noche de los bastones largos” (1966), y retornó a Montevideo.
Al año siguiente fue designado profesor de la Rutgers University, de Estados Unidos.
Regresó en 1972 a la Argentina. Luego, la situación política lo obligó a dejar otra vez su país adoptivo y, entonces, enseñó en la Universidad Central de Venezuela.
Escribió ocho libros sobre análisis matemático y a él se debe el lemma de Cotlar, citado con frecuencia en la literatura matemática universal. Lemma es una proposición demostrada, que sirve como escalón para llegar a un resultado mayor.
La modestia de Cotlar era conmovedora. Sadosky solía contar esta anécdota:
Cuando le ofrecieron una cátedra en la Universidad de Ciencias Exactas, Mischa se quejó porque consideró que el salario era excesivo. El decano, José Babini, cortó toda discusión con estas palabras: “Mischa, ¿no le da vergüenza, a usted que es un hombre de ideas filosóficas, estar discutiendo asuntos de dinero?”.
Entre sus colaboradores estuvieron su extinta esposa, Yanny Frenkel; Rodolfo Ricabarra, Rodrigo Arocena, Eduardo Zarantonello, Beppo Levi, Rafael Panzone y Juan Carlos Vignaux.
El gran matemático argentino Alberto P. Calderón dijo:
“La labor matemática del Dr. Cotlar tiene características singulares. Una es su agudeza, que le permite iluminar los aspectos más oscuros de teorías y teoremas. La otra es su visión, que le hace descubrir vínculos insospechados entre sujetos que aparentemente no tienen conexión alguna. Es por eso que sus trabajos tienen un profundo significado filosófico”.
Cuando Mischa cumplió 75 años, famosos matemáticos de Estados Unidos, Israel, Rusia, Europa y América Latina decidieron rendirle un homenaje. El resultado fue un libro, Analysis and Partial Differential Equations: una colección de 65 trabajos compilados por Cora Sadosky. La obra incluye, como apéndice, los primeros trabajos de Cotlar, escritos en castellano y publicados en desaparecidas revistas argentinas, que eran inhallables.
Además de su labor científica, Mischa tuvo activa participación en tareas de responsabilidad social. Junto con Cora Ratto, con quien también realizó trabajos académicos, creó en 1957 la Fundación Alberto Einstein; y en 1965 la revista Columna 10, que analizaba –vinculando ciencia, ética y política- acontecimientos como la guerra de Vietnam o procesos como la carrera nuclear.
Fue amigo Bertrand Russell y cooperó con su Peace Foundation.
Mischa tenía, en su austero departamento de San Cristóbal, una carta del filósofo británico, prolijamente enmarcada. Era un legado: antes de morir, en 1970, Russell lo había instado a continuar su lucha contra la destrucción masiva.
El 11 de abril del año pasado, en el Congreso de la Nación, le entregamos a Mischa Cotlar el Premio Senador Domingo Faustino Sarmiento. Fue entonces cuando nos dijo:
“La ética sin ciencia es ciega, y la ciencia sin ética es coja".
“Sin cultura ética --basada en el amor y la cooperación; no en la rivalidad, la competencia o el deseo de poder-- difícilmente habrá solución a los grandes problemas de la humanidad".
“Sin cultura ética, el desarrollo de la tecnología será como un arma peligrosa en manos de un niño".
“Sin cultura ética, no habrá riqueza en el interior de los hombres. Si uno necesita lujos y placeres excesivos es porque su interior esta vacío".
“Es necesaria una intensa y urgente difusión de las nociones básicas de la ética, para que se comprenda que los problemas humanos no se resuelven por la violencia o el poder sino mediante facultades superiores, latentes en todos los seres humanos”.
Doscientos ochenta días más tarde, Cotlar murió. Fue el martes 16 de enero. El acontecimiento no irrumpió en las primeras planas de los diarios, ni fue anunciado en los noticieros.
Pocos sabían que Mischa era un sabio. Pocos sabían que era un patrón moral.