jueves, enero 04, 2007

La absoluta amoralidad terrorista

La absoluta amoralidad terrorista

Permalink 04.01.07 @ 12:20:00. Archivado en España, Sociogenética, Ética

Al colocar un coche bomba con una carga fenomenal, en un aparcamiento de un Aropuerto internacional, con miles de vehículos y al menos con el doble de personas inocentes, literalmente aturdidas por un confuso y engañoso aviso de alerta, los terroristas de ETA no solamente asumieron la altísima probabilidad de que hubiera víctimas, sino que lo pretendieron, deseando además que fueran muchas, que lo fueran de muchos países y que el aturdimiento les produjera la peor de las reacciones.

Por desgracia todo ha sucedido como los terroristas lo tenían programado.

Inclinándonos ante el primer cadáver descubierto no podemos limitarnos a presentar nuestro pésame a su familia. Por desgracia tendremos que hacerlo con otras muchas familias más, que deplorarán no solamente otros muertos, sino las terribles secuelas sicológicas que acompañarán a los miles de sobrevivientes. Si los primeros son víctimas mortales, los segundos serán víctimas de por vida.

No es verosímil como lo pretende Patxo UNZUETA, en El País de hoy, que la intención de ETA fuera

mostrar su capacidad mortífera sin causar muertos; con la idea de que el Gobierno tuviera que optar entre romper el proceso, asumiendo el coste político de hacerlo (ante los partidos nacionalistas, por ejemplo); o continuarlo (quizás tras un periodo de suspensión), con lo que quedaba convalidado que el diálogo es compatible con los bombazos.

Lo que ha demostrado ETA con su mega-atentado indiscriminado de Barajas, sin que pueda quedarnos lugar a dudas a quienes nunca creímos en su mal llamado proceso de paz, es que si no fueron sus matarifes quienes concibieron y ejecutaron las matanzas del 11-M, no fue porque les faltaran las ganas o se lo impidiera su conciencia, sino porque la policía y un fallo técnico les quitaron la ocasión de hacerlo unos días antes.

Se engañan quienes piensan que es posible practicar el terrorismo aplicando las reglas de una supuesta deontología profesional, como si el terrorismo fuera catalogable como un profesión digna.

Deploramos que en general los partidos y las personas que han creído en la verosimilitud del mal llamado proceso de paz hayan cometido sistemáticamente este gravísimo error ético.

Esperamos que este error no se repita en la nueva política antiterrorista que han de pactar en el Parlamento todos los partidos que se pretenden democráticos, porque si es el caso nunca tendremos en España ni la justicia, ni la libertad, ni la paz.