lunes, septiembre 04, 2006

"Federalismo de unión" belga 2/2

"Federalismo de unión" belga 2/2

Permalink 04.09.06 @ 12:40:00. Archivado en Europa, Hispanobelgas

En Las Memorias de Wilfried Martens, las ideas propuestas en este artículo sobre el "Federalismo de unión" se integran en el capítulo que lleva como título: Mi lealtad federal. Tanto el original flamenco de las memorias, De Memoires, Ediciones Lannoo, como su traducción y adapatación francesa, Mémoires pour mon pays, Ediciones Racine, han aparecido en Bélgica este mismo año. Wilfried Martens, conocido por su proverbial lealtad en política y por su maestría en obtener consensos, tanto al nivel belga como al nivel europeo, es también Autor de Parole donnée (Palabra de honor), Didier-Hatier, Bruxelles, 1985.

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"Federalismo de unión" belga, por Wilfried Martens, antiguo Primer Ministro belga y Presidente del Partido Popular Europeo.
Traducción de Salvador García Bardón (continuación).

Subsidiariedad y solidaridad

El concepto federal se basa también en una de las grandes conquistas de la filosofía tomista: el principio de “subsidiariedad”. Este principio puede y debe abordarse de dos maneras.

Según un primer enfoque, se trata de poner los niveles de autoridad del más alto nivel posible al servicio de los niveles más bajos. Se deben privilegiar las comunidades de base, porque ellas son las que están más cerca de la gente y de sus problemas. Esta insistencia sobre la primacía de las colectividades locales básicas estaba muy presente, por ejemplo, en el espíritu de los fundadores de los Estados Unidos. Lo cual era debido a que estaban impregnados de filosofía cristiana y tenían la preocupación de la persona humana. Se encuentra la misma insistencia, en 1931, en el centro de la encíclica Quadragesimo Anno, y en el uso mismo de la expresión: subsidiarii officii principium.

{410} Según el segundo enfoque, se trata de elegir la autoridad mejor colocada, para solucionar un problema, adaptándose a su planteamiento; ésta no será necesariamente la comunidad básica. En este sentido, la autoridad superior sólo interviene “subsidiariamente”, sobre la base de un principio de perfecta igualdad. En otros términos, cada tipo de autoridad sólo recibe poderes para solucionar cuestiones que, por su naturaleza o su amplitud, no pueden encontrar solución sino a ese nivel (1).

El principio de “subsidiariedad” ha sido incorporado en la Constitución europea; este principio constituye con la solidaridad uno de los pilares básicos de la integración europea. Yo estoy igualmente convencido de que la solidaridad es un elemento fundamental del Estado federal. La escisión total de la Seguridad social en Bélgica, por ejemplo, atacaría un elemento vital de nuestro sistema federal. Por supuesto que los abusos deben erradicarse, pero la solidaridad entre las personas no puede abandonarse. Algunos reivindican (y tienen argumentos razonables para hacerlo) una división parcial, limitada a los subsidios familiares y a la asistencia sanitaria. Pero hay que tener en cuenta que, debido al envejecimiento de la población, la asistencia sanitaria se transformará, seguramente, en el mayor reto para las generaciones futuras. No veo cómo la transferencia de estas atribuciones a las regiones y comunidades nos armarían mejor para afrontar este reto.

Los derechos civiles (civil rights) del país

¿Mi sentimiento después de cuarenta años de compromiso político consagrados a la construcción federal de mi país? Querría citar el deslumbrante Een levensverhaal de Manu Ruys y mencionar mis experiencias de Ministro Presidente “provisional” de la comunidad de habla alemana. Manu ha escrito: “Considero a Martens como un jefe de Gobierno que, de manera perseverante, modificó la política y la estructura de Bélgica, durante el último cuarto del siglo veinte. No sería correcto asignarle al 100% el mérito de esta modificación. La revisión de la Constitución que, en 1970, inauguró las reformas, comenzó mientras Gaston Eyskens era el Primer Ministro y Leo Tindemans el Ministro flamenco encargado de los Asuntos comunitarios. La reforma que federalizó Bélgica en 1993 era la obra de Jean-Luc Dehaene que la preparaba desde hacía años. No sería difícil para sus adversarios el minimizar su contribución y colocar su personalidad en la penumbra. Sin embargo sería injusto (2).

{411} Las reformas del Estado formaban un proceso de larga duración difícil de administrar. Por otra parte, incluso hoy no están todavía completamente acabadas. Pero para mí, la inspiración y la fe de los fundadores son más importantes que el papel desempeñado por los Primeros Ministros en las cuatro reformas producidas de 1970 a 1993. Sin el idealismo y sin la convicción de los fundadores, no se habría hablado nunca de reforma alguna del Estado, cualquiera que esta sea. Esta razón me hace creer que mis principales contribuciones fueron mis compromisos en la acción para l' Algemeen beschaafd nederlands, en el movimiento de los estudiantes, en el Comité de la Juventud flamenca de la EXPO 58, en el Movimiento popular flamenco, en el Vlaams Actiecomité (Comité de acción flamenco), en los Jóvenes CVP y como Presidente del CVP.

Durante los dos o tres años en que presidí al ejecutivo de la región de habla alemana, que dependía del Gobierno nacional, he podido constatar con mucho gusto que incluso las reformas tienen un alma. En repetidas ocasiones me personé en Eupen para defender el presupuesto en alemán, en neerlandés y en francés. Fui sustituido por un Gobierno tricéfalo, elegido por un Parlamento de veinticinco miembros directamente elegidos. Un gran banquete tuvo lugar en un hotel muy conocido de Eupen. Toda Bélgica estaba allí: los Presidentes de la Cámara y el Senado, los Presidentes de los parlamentos regionales y comunitarios, los Presidentes de partido. Durante la cena, un miembro del coro de hombres de Eupen se puso a cantar, en Capella; tenía una voz espléndida. Interpretaba el Aria de Papageno, en la Flauta encantada de Mozart. La atmósfera era tal, que todo el mundo se puso a acompañarlo. Estimulada por el ambiente, Irène Petry, Presidenta del Parlamento de la Comunidad francesa, me invitó a que cantara con ella, en dúo. Ante su insistencia y su determinación, hemos entonado, uno al lado del otro y cogidos del brazo, Daar bij die molen, die mooie molen. En ese momento, he tomado conciencia de que las estructuras políticas estaban pobladas de seres vivos.

La comunidad de habla alemana de Bélgica asimiló armoniosamente las nuevas estructuras del Estado. Forma hoy un hecho único en Europa. Con sus 62000 ciudadanos, dispone de competencias enormes en el ámbito cultural y en el de la enseñanza, en las materias vinculadas a las personas, incluidas la cooperación internacional y los Tratados relativos, y por lo que se refiere al empleo de las lenguas. Tiene un Parlamento directamente elegido y el alemán se trata de la misma manera que el francés y el neerlandés. Nuestros compatriotas de habla alemana consiguieron espontáneamente instalarse en sus nuevas instituciones. Adoptaron todos los derechos ciudadanos (los civil rights) que están vinculados a esta instituciones y demostraron que ellos son {412} los verdaderos Belgas, puesto que la mayoría son capaces de hablar nuestras tres lenguas o por lo menos de comprenderlas. En los cantones del Este, la reforma del Estado siempre escapó a la atmósfera conflictiva que, desgraciadamente, caracteriza las relaciones entre la comunidad flamenca y la comunidad francesa. En El hombre sin calidades, Robert Musil hace alusión a esta atmósfera típica de conflicto, en un país imaginario: “Kakania”. Describe la aversión estúpida de cada hombre por las aspiraciones de todos los demás, una situación que conocemos bien, pero que, en el país descrito, había llegado desde hacía tiempo a las supremas exageraciones, en una especie de ceremonial corrosivo. Eso habría podido tener las peores consecuencias para Kakania si esciclo infernal no hubiese sido parado prematuramente por una catástrofe. Espero que Flamencos y francófonos no tengan que sufrir una catástrofe, para adquirir la misma sabiduría de vida que nuestros compatriotas de habla alemana, y que apreciarán a su justo valor, con ellos, todos los derechos civiles (civil rights) de nuestras nuevas instituciones federales.

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(1) Wilfried Martens, Una y otra Europa, Ediciones Racine, Bruselas, 1994, p.90.
(2) Manu Ruys, Een leuensverhaal, Lannoo, Tielt, l999, p.314.

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