Hoy se cumplen cuatrocientos años de la proclamación de Ignacio de Loyola como patrono de Azpeitia, pequeña ciudad de la provincia vasco-española de Guipúzcua, donde Ignacio había nacido el 24 de diciembre de 1491.
Esta proclamación tuvo lugar un 31 de julio de 1610, doce años antes de que Ignacio fuera canonizado por el papa Gregoire XV, el 12 de marzo de 1622, al mismo tiempo que Franisco Javier y Teresa de Ávila.
Tal día como hoy se cumplen también cuatrocientos cincuenta y cuatro años de la muerte de Ignacio en Roma, el 31 de julio de 1556.
A Ignacio de Loyola le debemos en gran medida la toma de conciencia de que este planeta Tierra es nuestra casa común, que debemos compartir solidariamente todos los humanos.
Renunciando a su vida de cortesano y soldado, bien cumplidos los treinta años, dedicó el resto de su existencia, primero a forjarse espiritual e intelectualmente como apóstol, y luego a fundar y dirigir una pléyade de compañeros apostólicos, particularmente identificados con la misión universalista de Jesús, a los que lanzó a través de todo el mundo para predicar con su palabra y con su ejemplo que “ya no hay judío ni griego ni bárbaro, sino que todos somos uno”.
Fue mérito suyo el privilegiar, en la estrategia apostólica del universalismo jesuita, los caminos recién descubiertos del Nuevo Mundo y los menos conocidos de Asia y África. También lo fue su atención a la educación y a las víctimas de la marginación y de la pobreza.
31.07.10 @ 23:58:27. Archivado en Europa, Las Américas, España, Sociogenética, Religiones, Educación, Pro justitia et libertate, África, Asia, Oceanía, Ecumenismo