domingo, octubre 14, 2007

El protosímbolo de la hospitalidad

El protosímbolo de la hospitalidad

Permalink 13.10.07 @ 11:58:00. Archivado en Semántica, Pragmática, España, Sociogenética, Educación

Con cierta tristeza observé ayer, en directo por RTVEI, que algunos desaprensivos violaban con una manifestación partidista totalmente inoportuna el carácter sagrado del momento simbólico en que todos los demócratas españoles, representados por el Jefe del Estado, ofrecían la corona de laurel a la memoria de nuestros compatriotas muertos heroicamente al servicio de la paz internacional, con una referencia especial a los caídos recientemente en Líbano y Afganistán. Al cometer esta profanación, transformaban en acto de separación lo que pretendía ser un acto de unión. Nuestros ancestros socioculturales griegos calificaban al acto de separación de "diabólico" y al acto de unión de "simbólico", por derivar el primero de "diabállo", que significa 'separar', y el segundo de "symbállo", que significa 'unir'.

A modo de reflexión pedagógica, para evitar en el futuro la repetición de este tipo de actos desaprensivos, ofrezco aquí a mis lectores la sociogenética de los ritos de simbolización, en toda su belleza humanista, recordando que la necesidad de reconocerse las personas de una misma familia que por un tiempo vivieron separadas, dio lugar al nacimiento de un instrumento eficaz de reconocimiento, que hizo posible la práctica segura de la hospitalidad como una manera de solidaridad entre los humanos, a pesar de los olvidos que hubiera podido provocar la separación espacio-temporal. Esta es la razón de referirnos al símbolo de la hospitalidad como el "protosímbolo" por anonomasia.

Imagen: © Sagabardon, Protosímbolo, Wansin, 13.10.07.

El signo de la convención de hospitalidad

El primer sentido que observamos en griego para la palabra σύμβολον (sýmbolon) es el de signo convencional de reconocimiento por fragmento complementario entre personas de dos familias ligadas hereditariamente por una convención de hospitalidad. Esta relación convencionada es fundamental en la realidad de la sociedad homérica como en los términos que se refieren a ella.

Como lo subraya magistralmente Emile Benveniste en su estudio del vocabulario de las instituciones indo-europeas, “para comprenderla plenamente hay que representarse la situación del ξένοϛ (xénos) , del “huésped” de visita en un país donde, como extranjero, está privado de todo derecho, de toda protección, de todo medio de existencia. Sólo encuentra acogida, alojamiento y garantía en casa de aquél con quien está en relación de φιλότηϛ (filótes) , relación materializada por el σύμβολον (sýmbolon), signo de reconocimiento, anillo roto del que los dos elementos de la pareja convencionada conservaban las dos mitades concordantes.

El pacto concluido bajo el nombre de φιλότηϛ (filótes) transforma a los contrayentes en φίλοι (fíloi), y a partir de entonces quedan comprometidos a la reciprocidad de prestaciones que constituye la “hospitalidad”. Por esto precisamente el verbo φιλέω (filéô) expresa la conducta obligada de quien acoge en su hogar al ξένοϛ (xénos) y lo trata según la costumbre ancestral. Los héroes de Homero insisten mil veces sobre estos lazos: “soy yo, dice Anténor, recordando una visita que le hicieron Ulises y Menelao, soy yo quien los albergaré y los hospedaré en mi casa” (Il. 3, 207)” (1).

La materialidad de este signo estaba constituida originariamente por los dos fragmentos complementarios (llamados en griego símbolos) de un objeto de la vida en común, como un vaso, un plato, o, sobre todo, un anillo partido en dos pedazos, cada uno de los cuales era conservado por una de las dos personas que concluían la convención de hospitalidad. Esta persona transmitía luego a sus hijos el fragmento complementario (el símbolo), con la intención de mantener la convención de hospitalidad entre las dos familias a través del tiempo y del espacio. La reunión de ambos fragmentos complementarios (de ambos símbolos) en un todo perfectamente ajustado, con ocasión del reencuentro de miembros de ambas familias, constituía la prueba de la autenticidad de las personas que aportaban las dos partes.

En el Medea de Eurípides Jasón ofrece a Medea este tipo de regalo, una alianza hereditaria representada por el símbolo, que le garantizaría el que sus hijos y ella misma fueran bien recibidos en el futuro por su propia familia. El rechazo de Medea, argumentado por el dicho de que “regalo de malo no aporta nada de bueno”, es comentado por Jasón proclamando ante los dioses que su deseo era de ayudar a Medea y a sus descendientes, pero que la arrogancia de Medea al desechar su buena voluntad amplificará en el futuro su propia desgracia, puesto que será un futuro sin reconocimiento de hospitalidad ni para ella ni para sus hijos (613-626).

La autenticidad del “reencuentro” se acreditaba por medio del rito sintético del reconocimiento, que consistía en la “reunión” de los dos fragmentos complementarios, de los dos símbolos, de manera que se reformara en su integridad el objeto de vida en común, bajo la mirada de la familia hospitalaria. La materialidad del objeto de vida en común “reunificado” significaba la autenticidad del “reencuentro” de las personas.

Platón ha reflejado admirablemente en el Banquete el valor antropológico que este sentido de “reencuentro” por reconocimiento llegó a tomar entre los griegos no sólo como reconocimiento de los derechos convencionales del otro, cuyo signo metafórico es la “reunificación” de los dos fragmentos complementarios, sino como reconocimiento del otro mismo en cuanto parte perdida de sí mismo: si los seres humanos desean reencontrarse mediante el amor, es porque cada uno de ellos es un fragmento complementario, un símbolo, en búsqueda del otro fragmento complementario, del otro símbolo, que le falta para constituir con él un todo:

“Cada uno de nosotros es una fracción complementaria de hombre, y, cortado como ha sido, al igual que los lenguados (peces que tienen los ojos de un sólo lado), es el desdoblamiento de una cosa única: se sigue de ello que cada uno de nosotros anda constantemente a la búqueda de la fracción complementaria de sí mismo”. (2)

El verbo συμβάλλω (symbállo) significa transitivamente “reunir”, “poner junto”, e intransitivamente “juntarse”, “encontrarse”: la persona que venía de fuera era reconocida como beneficiaria de una relación de hospitalidad; la persona que recibía en su casa se reconocía a sí misma como obligada por esta misma convención de hospitalidad.

Fuente : Salvador García Bardón, Lexicología española: semántica sincrónica, Capítulo III : Los axiomas de la Red intencional de creencias. 5.6.6.1. El signo de la convención de hospitalidad. Diffusion Universitaire Ciaco, Lovaina la Nueva, 1992.

(1) Emile Benveniste, Le vocabularie des institutions indo-européennes, Les Editions de Minuit, Paris, 1969, p.341. La traducción es nuestra.

(2) Platón, SYMPOSION, 191 b d. La traducción es nuestra.

Imagen: © Sagabardon, Protosímbolo, Wansin, 13.10.07.