domingo, julio 15, 2007

Flores brasileñas en los motores

Flores brasileñas en los motores

Permalink 14.07.07 @ 23:55:00. Archivado en Energías renovables, Educación

Si quieres rodar mejor,
pon una flor en tu motor.
Usando biocombustibles,
contaminarás menos
sin gastar más
.

Brasil tiene una experiencia positiva de cerca de medio siglo en la producción de biocombustibles. Estos carburantes limpios y renovables garantizan la seguridad energética al mismo tiempo que amplios beneficios sociales, ambientales y económicos.

La utilización de alcohol puro en automóviles «flex-fuel» y la mezcla en la gasolina de un 25 por ciento de etanol ha permitido a este gran país reducir las importaciones de combustibles fósiles en un 40 por ciento. Este empleo voluntarioso de biocombustibles ha tenido también como efecto benéfico que Brasil haya dejado de emitir más de 120 millones de toneladas de CO2, desde hace cuatro años, frenando así el recalentamiento global del planeta.

Luiz Inácio LULA DA SILVA insiste con razón en que estos carburantes limpios y renovables no solamente garantizan la seguridad energética, sino que al mismo tiempo aportan a su país amplios beneficios sociales, ambientales y económicos.

La industria del etanol ha creado en Brasil 1,5 millones de puestos de trabajo directamente y 4,5 millones indirectamente. El programa de biodiesel brinda ya empleo a más de 250 mil personas, entre las cuales se encuentran mayoritariamente pequeños agricultores de zonas semiáridas, lo cual significa que este programa demuestra, desde su reciente comienzo, que genera ingresos y que contribuye a fijar la población a la tierra, evitando su emigración.

Contrariamente a lo que opinan ciertos profetas de catástrofes alimentarias, entre los cuales destaca Fidel Castro, la producción de biocombustibles no amenaza la seguridad alimentaria, ya que según Luiz Inácio LULA DA SILVA esta producción afecta solamente al dos por ciento de las tierras agrícolas. Más bien que amenazar la seguridad alimentaria, los biocombustibles ayudan a combatir el hambre, ya que generan ingresos, que permiten a las poblaciones pobres adquirir alimentos, razón determinante para renunciar a la emigración y permanecer en sus propias poblaciones.

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La revolución de los biocombustibles
por Luiz Inácio LULA DA SILVA
Presidente de Brasil

LAS discusiones durante la reciente Cumbre del G-8 + 5, en Heiligendamm, dejaron en claro que asuntos como el cambio climático, el crecimiento sostenible, fuentes nuevas y renovables de energía y financiamiento para el desarrollo son temas mundiales sobre los cuales los países del Sur deben ser oídos. Al final de cuentas, nuestras poblaciones son directamente afectadas por esos múltiples desafíos. Más aún, en nuestros países surgen propuestas innovadoras y creativas para enfrentarlos. El aporte de los líderes de Sudáfrica, Brasil, China, India y México durante la Cumbre Ampliada del G-8 refuerza la importancia de profundizar en un verdadero diálogo Sur-Norte.

África tiene un papel central en este debate. El continente está pasando por profundas transformaciones que sientan las bases para un nuevo ciclo de estabilidad política y dinamismo económico. Son 53 países, vastos recursos naturales y una población joven que aspira a realizar todo su potencial de desarrollo y prosperidad. Esa África, que visité cinco veces durante mi primer mandato y que continuaré visitando, está reforzando sus vínculos económicos, comerciales y políticos con Brasil.

En la Cumbre África-América del Sur, en 2005, y en las dos ediciones del Foro Brasil-África, exploramos las múltiples potencialidades de esa asociación. Los biocombustibles pueden dar una calidad superior a esa alianza.

Brasil tiene una experiencia exitosa (de más de 30 años) en la producción de carburantes que combinan la seguridad energética con amplios beneficios económicos, sociales y ambientales. La mezcla de 25 por ciento de etanol en la gasolina y la utilización de alcohol puro en automóviles «flex-fuel» permitió reducir un 40 por ciento el consumo y las importaciones de combustibles fósiles. Dejamos de emitir, desde 2003, más de 120 millones de toneladas de gas carbónico, ayudando a combatir el recalentamiento mundial.

Pero el potencial de las biomasas trasciende la generación de energía limpia y renovable. La industria del etanol creó directamente 1,5 millones e indirectamente 4,5 millones de puestos de trabajo en Brasil. El programa de biodiesel, en su fase inicial, ya brinda empleo a más de 250 mil personas, sobre todo a pequeños agricultores de zonas semiáridas, generando ingresos y colaborando para fijar la población a la tierra. Los biocombustibles también ayudan a combatir el hambre, aportando ingresos que permiten a las poblaciones pobres adquirir alimentos. Su producción no amenaza la seguridad alimentaria, ya que afecta al dos por ciento de nuestras tierras agrícolas.

Esos programas desalientan las migraciones desordenadas, reducen la saturación de las grandes ciudades y la marginación urbana, así como la presión de los pequeños mineros y los agricultores para arrasar con los bosques autóctonos. Además, la expansión de la caña contribuyó a recuperar zonas de pasturas degradadas, de bajo o nulo potencial agrícola.

Por todas esas razones, los biocombustibles tienen una relevancia especial para los países en desarrollo. Dado su enorme potencial de creación de empleos y de ingresos, ofrecen una verdadera opción de crecimiento sostenible, especialmente para los países que dependen de la exportación de escasos bienes primarios. Al mismo tiempo, el etanol y el biodiesel abren nuevas avenidas de desarrollo, sobre todo en las industrias bioquímicas. Son alternativas económicas, sociales y tecnológicas para países pobres económicamente, pero ricos en sol y en tierras de labranza.

Estoy convencido de que los biocombustibles deben estar en el centro de una estrategia planetaria de preservación del medio ambiente. Los acuerdos como el firmado por Brasil y Estados Unidos, y en negociación con países europeos, prevén la instalación de proyectos triangulares, en América Central, el Caribe y África, capaces de unir la tecnología brasileña con las condiciones climáticas y de suelos favorables en esas regiones. El Gobierno y el empresariado brasileños ya ofrecen cooperación técnica bilateral en la producción de alcohol y de biodiesel en Mozambique, donde un programa de biocombustibles asocia el conocimiento brasileño con el financiamiento británico. Podemos repetir esa iniciativa en toda África subsahariana.

Los biocombustibles pueden ayudar a un mundo que carece de soluciones para la degradación ambiental y el encarecimiento de la energía. Ofrecen esperanza a los países pobres al combinar crecimiento económico, inclusión social y conservación ambiental. Un valioso aliado, por lo tanto, en el combate a la inestabilidad social y política, a la violencia y la migración desordenada.

Entretanto, esa revolución sólo ocurrirá si los países ricos abren sus mercados a los más pobres, eliminando subsidios agrícolas y barreras a la importación de los biocombustibles.

Todos ganarán. Los países en desarrollo generarán puestos de trabajo para las poblaciones marginadas y divisas para dinamizar sus economías. Los países desarrollados podrán acceder a fuentes de energía limpias a precios competitivos, en lugar de invertir en costosas innovaciones para que los combustibles convencionales sean menos contaminantes.

La creación de un riguroso sistema de certificación pública en materia de biocombustibles, reafirmado por acuerdos multilaterales y el compromiso de la opinión pública, ayudará a preservar el medio ambiente y garantizará condiciones dignas de trabajo. Los biocombustibles ofrecen una alternativa para ayudar a la humanidad a prosperar como un todo, sin dejar a nadie atrás ni hipotecar el futuro de las nuevas generaciones. Este es el mensaje que llevaré en 2008 a la Conferencia Mundial sobre Biocombustibles, que Brasil está organizando.

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