ETA sin careta, 3/6
14.06.07 @ 10:47:07. Archivado en Europa, España, Sociogenética, Ética, Pro justitia et libertate
He aquí, en su segunda entrega sucesiva, la explicación detallada de cómo fue, según Aizpeolea, el diálogo del gobierno socialista con ETA. El lector que desee contrastar esta interpretación con la mía, cronológicamente más cercana a los hechos, puede consultar, entre otros muchos comentarios de mi pluma sobre ellos, concretamente mi artículo del 26.06.06: Mediadores en procesos de paz.
En las dos últimas entregas de esta serie ETA sin careta, la 5 y la 6, podremos observar la pertinencia de la crítica que ha hecho Rosa Díez este 11 de junio, bajo el título "ASÍ NOS ENGAÑARON", del flagrante oportunismo editorial de la publicación de esta explicación detallada por El País, para condicionar emotivamente, mediante revelaciones inéditas impactantes, el encuentro entre el presidente del gobierno y el jefe de la oposición.
Cualquier observador medianamente avezado en análisis de la semiótica gestual pudo observar, en los gestos introductivos de esta visita tan anunciada y diferida por Zapatero, que el presidente no hizo su gesto habitual de bajar uno o dos escalones, para recibir al jefe de la oposición, buscando ponerse a su nivel, a su llegada a la Moncloa. También se pudo observar que el jefe del gobierno, tras haberse mantenido en actitud acusadamente pasiva, en el centro del marco de la puerta monclovita, más que dar la mano, agarró y retuvo la del jefe de la oposición, mirando al tendido con aire triunfal más que intercambiando con él una sonrisa de simpatía. Resumiendo: de entrada, Zapatero se mostró más bien grosero.
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ETA escribe al Gobierno
A principios de agosto de 2004, ETA envió una carta oficial al Gobierno (ya habían llegado los socialistas al poder) a través de un peculiar canal, que comenzaba en un cura vasco-francés y continuaba por intermediarios, llegaba hasta Eguiguren y, por medio de éste, hasta el Ejecutivo. La carta de ETA, firmada por la banda y con su sello de la serpiente y el hacha, proponía "establecer vías de comunicación para resolver el conflicto". El Gobierno tardó tiempo en responder a ETA. Pero Zapatero dio el visto bueno, animado, sin duda, por el primer ministro británico, Tony Blair, que, basado en su experiencia irlandesa, defendía el establecimiento de un canal de comunicación con la banda terrorista.
Paralelamente, Batasuna exteriorizó las conclusiones de las conversaciones mantenidas con el PSE en la Asamblea de Anoeta, en San Sebastián, en noviembre de 2004. Allí Otegi propuso la doble mesa y que, en la de carácter político, ETA asumiera que Batasuna le representase. También proclamó la necesidad de que en el futuro político de Euskadi participasen los partidos no nacionalistas, que quedaron excluidos del pacto de Lizarra, surgido al calor de la tregua de ETA de 1998. Y propuso que ETA negociase con el Gobierno, en otra mesa "técnica", la salida de los presos a cambio de la paz.
También se publicó por entonces la carta de varios militantes de ETA encarcelados que encabezaba el que fue líder de la banda en los años ochenta, Francisco Múgica Garmendia, Pakito, y en la que se quejaban de la orientación de ETA y le animaban a un final dialogado con el Gobierno.
Dos meses después, en enero de 2005, Otegi, como portavoz de Batasuna, escenificó la nueva situación con el envío de una carta a Zapatero, que antes mostró a Eguiguren, en la que le pedía que encabezase el esfuerzo para llegar a un final dialogado de la violencia. Zapatero respondió al día siguiente, en un mitin en el Kursaal de San Sebastián, que estaba dispuesto al diálogo si se daban las condiciones necesarias.
Los expertos de Ginebra
Paralelamente, el Gobierno y ETA aprobaban la participación en el proceso en ciernes de un organismo mediador, el Centro de Diálogo Henri Dunant, radicado en Ginebra (Suiza) y con una amplia experiencia en conflictos armados. Sus miembros son de diversas nacionalidades y muchos de ellos excedentes de la ONU. La tragedia del tsunami en diciembre de 2004, obligó al centro a dirigir sus esfuerzos a los países asiáticos, afectados por el maremoto, y eso retrasó los contactos durante meses. Pero tras alguna tentativa fallida, el Centro de Diálogo fijó para junio la cita a la que acuden Eguiguren, en nombre del Gobierno, y Josu Ternera, por parte de ETA. El primero llevaba un aval parlamentario. Un mes antes, en mayo de 2005, el Congreso había votado una resolución, con el único pronunciamiento negativo del PP, en la que se comprometía a dialogar con ETA si ésta daba muestras inequívocas de dejar la violencia, con la condición de que las cuestiones políticas las resolvieran los partidos. ETA llevaba ya dos años sin matar.
La primera cita
La cita tuvo lugar en Ginebra el 21 de junio de 2005. Un día sí y otro no se reunieron en presencia de representantes del Centro de Diálogo. Ternera garantizó a Eguiguren que representaba a ETA y que se alegraba de que la interlocución fuera política y no policial, porque había tenido "malas experiencias" en el pasado. Las conversaciones se iniciaron con largas exposiciones sobre cómo entendía cada uno la historia de Euskadi, su situación política y las salidas a la violencia. La diferencia con procesos anteriores consistía en que se apreciaba una mayor voluntad política por parte de ETA de comprometerse y, además, partía de un procedimiento ya empleado con anterioridad: la separación entre la negociación política y la de los presos. Eguiguren se mantenía en estrecho contacto telefónico con Rubalcaba.
El 14 de julio, 22 días después de iniciado el diálogo, se alcanzó un acuerdo de principio: ETA anunciaría un alto el fuego indefinido y permanente. Las bases de ese compromiso, que se recogerían en el comunicado de ETA del 22 de marzo de 2006 y en la declaración institucional del presidente del Gobierno, que inicialmente estaba previsto que se realizara seis meses después del comunicado etarra, no hacían referencia ni al derecho de autodeterminación ni a Navarra, clásicas reivindicaciones de ETA y de la izquierda abertzale. Se limitaban a señalar que se respetarían las decisiones que sobre su futuro tomase libremente la ciudadanía vasca en ausencia de violencia. También señalaban que las adoptarían los partidos a través de los procedimientos legales y teniendo en cuenta la pluralidad de la sociedad vasca. Finalmente, recogían la clave de la resolución parlamentaria de mayo de 2005: el Gobierno dialogaría con ETA si se producen señales inequívocas del cese de la violencia, y aclaraba que el Ejecutivo no pagaría precio político alguno por la paz.
Las bases del acuerdo, del que fueron notarios los funcionarios del Centro de Diálogo, fijaban en seis meses como máximo el plazo entre la declaración de alto el fuego y la celebración de contactos oficiales entre el Gobierno y ETA. Ese tiempo lo utilizaría el Gobierno para verificar que no había chantajes de ETA ni actos de kale borroka. También señalaba que, si cesaba realmente la actividad de ETA, se relajaría la actividad policial y que Batasuna se acogería a la legalidad, permaneciendo vigente la Ley de Partidos. Finalmente, no sucedió ni lo uno ni lo otro.
Se fijó, asimismo, un protocolo de reuniones, a propuesta del Centro de Diálogo, sobre el número de interlocutores, de asesores y de observadores, así como la constitución de un comité de verificación. La tanda de reuniones culminó con el compromiso de un reencuentro, una vez que Eguiguren y Josu Ternera, hicieran consultas. Zapatero informó a Rajoy durante el verano de la existencia de estos contactos y de la proximidad del alto el fuego.
Reuniones en Oslo
Entre el 3 y el 12 de noviembre se produjo una segunda tanda de reuniones en una residencia en las afueras de Oslo (Noruega), también a través del Centro de Diálogo, en la que se ratificó el acuerdo de julio. Los servicios secretos noruegos se encargaron de la seguridad y de los movimientos de las delegaciones. Ternera fue acompañado por otro dirigente veterano de ETA.
Las sesiones de Oslo se celebraron también en días alternos y, a instancias de la representación del Gobierno, se eliminó la expresión "tregua indefinida" por considerarla "quemada". Se dejó "permanente", el mismo término que el IRA utilizó en su alto el fuego. Ternera introdujo, también, algunos matices a las bases del acuerdo.
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