ETA sin careta, 2/6
13.06.07 @ 08:52:45. Archivado en Europa, España, Sociogenética, Ética, Pro justitia et libertate
He aquí, en tres entregas sucesivas, la explicación detallada de cómo fue, según Aizpeolea, el diálogo del gobierno socialista con ETA. Nuestro lector habitual podrá reconocer la coincidencia de los datos capitales de esta explicación con nuestras propias hipótesis explicativas en los diferentes momentos de los hechos narrados.
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Así fue el diálogo con ETA
por LUIS R. AIZPEOLEA
21 de junio de 2005: se inicia el diálogo con ETA en un hotel de Ginebra (Suiza). Josu Ternera acude a la cita con Eguiguren con un libro de su interlocutor bajo el brazo. El 14 de julio de 2005, 22 días después de iniciar sus conversaciones, Eguiguren y Ternera están de acuerdo: ETA anunciará un alto el fuego indefinido y permanente. En noviembre de 2005 hay una nueva ronda de reuniones en las afueras de Oslo. Los servicios secretos noruegos garantizan la seguridad. Se ratifican los acuerdos de julio.
El 21 de junio de 2005 se encontraron en el hotel Wilson de Ginebra (Suiza) el dirigente histórico de ETA, José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera, y el presidente del Partido Socialista de Euskadi (PSE), Jesús Eguiguren. Ternera acudió a la cita con un ejemplar de un libro de Eguiguren publicado cinco años antes, Los últimos españoles sin patria (y sin libertad), en cuyo prólogo apuntaba las claves para hallar una solución al terrorismo en Euskadi. Si el Gobierno estaba dispuesto a suscribir lo que decía el prólogo de su libro, le dijo Ternera, podría llegarse a un final de la violencia.
Ya se conocían. Habían coincidido en el Parlamento vasco en la legislatura anterior, antes de que Josu Ternera huyese, abandonando su escaño parlamentario para evitar el regreso a prisión. La presencia en Zúrich de Ternera, de 58 años, supuso para Eguiguren toda una garantía. Sabía que era un dirigente histórico de la antigua ETA militar, amigo de su fallecido número uno, José Miguel Beñarán, Argala, con quien participó en el atentado mortal contra el presidente franquista Luis Carrero Blanco, en diciembre de 1973. Eguiguren, algo más joven, euskaldún como Ternera, es un intelectual de izquierdas, un hombre de la universidad, que empezó a militar en el socialismo desde muy joven y llegó a ser presidente del Parlamento vasco.
Aquella cita fue el comienzo de las conversaciones entre el Gobierno y ETA que culminaron, nueve meses después, en el alto el fuego permanente de la banda, el 22 de marzo de 2006. Sin embargo, antes de que los dos negociadores se reuniesen en Suiza, hubo cuatro años de trabajo lento y delicado, muchas horas de conversaciones entre el propio Eguiguren y el portavoz de Batasuna, Arnaldo Otegi. Un laborioso esfuerzo que ETA, con la formalización del regreso al terrorismo, de anuncio del fin de su "alto el fuego permanente", arrojó por la borda el pasado martes, perdiendo así la mejor oportunidad que ha tenido nunca para acabar, de manera dialogada, y salvando la cara, con sus más de 40 años de violencia.
Ese trabajo empezó en 2002, cuando José María Aznar estaba en La Moncloa. ETA mantenía aún su campaña de atentados, reiniciada en enero de 2000, tras la ruptura de la tregua de 1998. La situación política en el País Vasco era irrespirable, y no sólo por las amenazas de la banda terrorista, sino también por la agria confrontación entre los gobiernos de Aznar y de Juan José Ibarretxe.
Las conversaciones de Eguiguren y Arnaldo Otegi -que coincidieron también en la Cámara vasca y que fueron propiciadas por un amigo común, José Luis Egea, ex consejero socialista del Gobierno vasco- se iniciaron en un caserío de Elgoibar (Guipúzcoa), propiedad de un amigo del líder de Batasuna, y continuaron en Azpeitia tras descubrirlas el Centro Nacional de Inteligencia. Todavía eran los tiempos de Aznar. Lo primero que se hizo en aquellas conversaciones preliminares fue un análisis de los fracasos de las treguas anteriores de ETA.
Aquellos contactos se producían mientras en Irlanda del Norte avanzaban las negociaciones que culminarían este mismo año con el Sinn Fein de Gerry Adams y sus enemigos irreconciliables, los extremistas protestantes del reverendo Ian Paisley, compartiendo gobierno. Aunque a Otegi y Eguiguren les servía de estímulo la buena marcha que habían tomado las negociaciones en Irlanda del Norte, a raíz del acuerdo de Stormont de 1998, el dirigente socialista nunca fue partidario de utilizar el Ulster como referente. Prefería remitirse a modelos históricos más cercanos. Eguiguren es un profesor especializado en historia. No le costó entenderse con Otegi sobre esa base.
La doble negociación
Sin embargo, la clave que permitió avanzar fue el análisis crítico que los dos interlocutores hicieron de los procesos de paz fallidos y las conclusiones a las que llegaron. El prólogo del libro de Eguiguren, que Josu Ternera llevaría años después a su primera cita en Ginebra, ya avanza la necesidad de separar en Euskadi el proceso de paz y el político. Su mezcla había sido la clave del fracaso de las conversaciones de Argel de 1989, el primer intento de envergadura por lograr el final de ETA por la vía del diálogo.
El Gobierno de Felipe González dejó entonces claro a ETA que no estaba dispuesto a mantener una negociación política con una banda armada. Tenía una base de apoyo, el Pacto de Ajuria Enea, de enero de 1988, que permitía al Gobierno negociar una solución para los presos de ETA a cambio del cese de la violencia, pero no cuestiones políticas que corresponden a los partidos. A ese compromiso se remitió el Ejecutivo para rechazar las pretensiones de ETA, que rompió la tregua a los dos meses de declararla.
Eguiguren y Otegi, a la vista del error del pasado, coincidieron en abrir una doble negociación separada. Gobierno y ETA abordarían la negociación sobre la base de canjear paz por presos y los partidos vascos decidirían, en una segunda mesa, el futuro político de Euskadi. La necesidad de reformar el Estatuto de Gernika, defendida por todas las formaciones vascas, a excepción del PP, ofrecía la oportunidad de incorporar a Batasuna al juego político. Antes tenía que recuperar la legalidad.
La llamada del cardenal
Llegados a ese punto, Eguiguren y Otegi comprendieron que su trabajo había llegado a un límite. Creían que debían ser el Gobierno y ETA quienes les relevasen. Eguiguren se había limitado a informar de sus gestiones a Patxi López, secretario general del PSE. Ante la proximidad de las elecciones generales de marzo de 2004, decidieron esperar a los resultados. Fue en esas fechas, muy poco antes de los comicios, cuando el PSE notificó al secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, el resultado de las conversaciones con Batasuna.
Una vez celebradas las elecciones, Zapatero, investido presidente del Gobierno, decidió que fuese el nuevo portavoz socialista en el Congreso (y hoy ministro del Interior), Alfredo Pérez Rubalcaba, quien controlase las conversaciones. ETA llevaba por entonces un año sin matar.
A su vez, Eguiguren y Otegi se habían planteado la necesidad de encontrar un intermediario que facilitase la relación entre el Gobierno y ETA. Pensaron en el cardenal vasco-francés residente en el Vaticano Roger Etchegaray. Eguiguren contactó con él a través de François Maitia, por entonces concejal del Partido Socialista Francés (PSF) en una pedanía de Saint Jean Pied de Port, hoy vicepresidente del Consejo de Las Landas, y amigo común de los dos negociadores.
El cardenal llamó por teléfono a Eguiguren y se citaron en Roma el 22 de mayo de 2004, el mismo día que el Príncipe Felipe y Leticia Ortiz se casaron en Madrid. Desafortunadamente, Etchegaray rechazó la petición, con el argumento de que el Vaticano no podía comprometerse en un asunto de esta naturaleza.
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