Ecumenismo en la Mezquita de Córdoba
28.12.06 @ 13:00:00. Archivado en Sociogenética, Pro pace, Religiones
Soy antiguo profesor de Ética del Seminario Mayor de Córdoba y profesor emérito de la Universidad católica de Lovaina, donde he trabajado desde que abandoné España en agosto de 1961. Recuerdo estos títulos no para reclamar mi derecho a dar un consejo ni al actual Obispo de Córdoba ni al Cabildo catedralicio, sino para expresar mi sentimiento de cristiano que comparte creencias fundamentales con todos los creyentes monoteístas, entre los cuales ocupan un lugar importantísimo los musulmanes.
Habiendo frecuentado asiduamente la Mezquita de Córdoba, para participar en la Misa, durante el año escolar 1960-1961, sé que materialmente existe la posibilidad de que los musulmanes puedan orar libremente frente al mihrab, sin que exista confusión alguna entre este lugar sagrado musulmán de la mezquita, que se ha preservado, y el resto del conjunto arquitectónico, donde tanto la Catedral como el resto de los lugares de culto católico o capillas ocupan lugares claramente diferenciados. Creo recordar que muchas de estas capillas, si no todas, cuentan con rejas que las protegen de todo tipo de posible abuso.
Mi modesta opinión es que la confusión que se teme no es de índole religiosa sino política y de la endeble, por no decir de la mala. No es el momento de oír las voces estridentes de los fanáticos, que tanto en nuestra religión como en las otras religiones monoteístas atribuyen al Dios único la mezquindad de nuestras reencillas. Oigamos más bien el sentimiento de fraternidad que debe inspirarnos el reconocimiento de nuestra filiación común. Este sentimiento puede inspirarnos inteligentemente un deseo, una obligación y un derecho de reciprocidad, pero no una nueva exigencia de exclusión del hermano de la casa común del Padre.
Algunos pueden reprocharme que estoy ofreciendo a nuestros hermanos musulmanes el uso y el posible abuso de la Catedral de Córdoba. Que estos oponentes permitan que les recuerde que el espacio inmenso de la mezquita de Córdoba no se reduce al espacio ocupado por la Catedral. Ya lo he dicho. En el espacio generoso de la mezquita, que puede ser concebido en su conjunto como una ciudad o amplia y maravillosa casa común de los creyentes monoteístas, hay manera de practicar sin confusión el ecumenismo más armonioso. Le toca al señor Obispo, al Cabildo catedralicio y a los legítimos representantes tanto de la comunidad católica como de la comunidad musulmana el estudiar la mejor fórmula de este ecumenismo armonioso que ya se practica en otras capillas e iglesias del mundo entero.
Una última reflexión: ¿Hemos cometido la ligereza de abrir las puertas de nuestras Iglesias a la frivolidad del turismo y dudamos en abrirlas al fervor de la oración? Pensemos en la lección que nos dio Jesús al enfrentarse con los vendedores del Templo de Jerusalén, reprochándoles el haber transformado en casa de traficantes la casa de su Padre (Juan 2, 13-22; 3, 1-21).
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