jueves, octubre 05, 2006

Don Imperio 3/3

Don Imperio 3/3

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Tres días después llegaban al prado colindante con el bosque miles de cabras apuradas, que corrían perseguidas por Don Imperio en persona. Una vez encerradas detrás del telón de acero que el lobo feroz les había preparado, éste se dirigió en voz alta a la cabrita Blanquinegra:

—Aquí las tienes, sabia banquera; para que veas lo que es capaz de hacer un viejo cazador dispuesto a prepararse un sabroso retiro bien merecido.

Las cabritas prisioneras, locas de inquietud, se miraban unas a otras para descubrir a quién de entre ellas se dirigía esta frase imposible y horrible, que presuponía que existía en su noble raza de rumiantes un par de orejas capaz de captarlas.

Una ola de sobrecogimiento atravesó la masa de cabezas, cuando la cabrita Blanquinegra se adelantó hacia el lobo Don Imperio y lo saludó tímidamente con la mano en alto. Un murmullo de indignación salió de debajo de los miles de patas paralizadas de las prisioneras, atravesó el espacio maldito que las separaba del lobo y se metió como un cuchillo en el corazón de la Blanquinegra.

Aquella noche, las primeras cabritas a las que la Blanca y la Negra intentaron explicar el plan político de la Blanquinegra, reaccionaron con la sorna característica de intelectuales a los que se les pide cooperar en el plan de embellecimiento de un servicio de censura. Hubo incluso un hermoso macho cabrío pelirrojo que se alzó sobre sus patas traseras y replicó:

—Podéis decirle a la señorita Blanquinegra que si desea un par de cuernos para enhebrar a ese lobo y coserlo a tierra, aquí tiene los míos; pero que si lo que desea es convencer a un carnicero rabioso para que se convierta en herbívoro y rumiante, eso es como obstinarse en habituar a un pez a que viva fuera del agua. El carnívoro ansía la sangre ajena como el pez ansía el agua.

La Blanca y la Negra trasmitieron puntualmente a la Blanquinegra las reacciones que habían obtenido hablando con el pueblo llano de las cabras. La Blanquinegra se dijo:

—Tienen razón; lo que yo intento es hacer cambiar de naturaleza a un ser maldito que lleva en sus sueños ancestrales la criminal idea de vivir destruyendo la vida de los seres que deberían convivir con él. Lo que tenemos que hacer los rumiantes es o bien imponer por la fuerza a este ser asesino una moral de herbívoro, o bien exiliarlo.

La Blanquinegra, persuadida de la fuerza de la razón, no previó entre las posibilidades lógicas que había que imaginar la de la emigración de todos los rumiantes a otro continente sobre el cual no existieran carnívoros. Esta fue, sin embargo, la línea política que el pleno de las cabras adoptó cuando, convencidas por la Blanca y por la Negra que había que organizarse políticamente, se reunieron para estudiar la solución al problema de su inminente holocausto.

He aquí cómo las pacifistas cabritas aplicaron la resolución de emigrar adoptada por su congreso general: la cabra Blanquinegra se presentó ante el lobo Don Imperio:

—Señor lobo, yo sé que el hedor nauseabundo de la mierda verde puede trastornar sus sentidos hasta el punto de provocarle la agonía; ahora bien, para desgracia nuestra, las cabritas que han llegado de los prados lejanos están todas con una incontenible diarrea; lo cual significa que si les hinca el diente, en vez de carne como mantequilla tierna y sabrosa, se va a encontrar con la mierda de hierba más repelente que haya visto en toda su vida; a mí misma, que tanto me gusta la hierba, me incomoda el olor que dan mis hermanas.

El lobo abrió los cornetes de sus narices como si estuviera oyendo el anuncio del juicio final.

—¿Quieres decirme, estúpida banquera, que me he traído del otro lado del mundo una mercancía podrida?

—Así es, señor; no cabe llamar con otro nombre a lo que ha sucedido.

El lobo se acarició su mentón puntiagudo resoplando por sus narices, para que el olor que ya percibía con su sensibilidad ancestral saliera de su cerebro.

—¿Qué sugieres, desgraciada responsable de mi ruina?

—Muy sencillo, Don Imperio: me las voy a llevar a todas al río y se van a lavar por dentro y por fuera con la gran corriente.

Unos minutos después, sin dar tiempo a que el lobo carnicero saliera del torpor en que lo había sumido la idea del olor pestilencial de la mierda de hierba, la multitud de las cabras abocadas al holocausto, precedidas por la Blanquinegra, la Blanca y la Negra, se dejó llevar por la viva corriente del río.

El río las condujo hasta el mar y en el mar, justo delante de las aguas movidas de la ría, el impulso salvador de la corriente las empujó hasta el seno acogedor de una hermosa isla verde y serena.

A partir de entonces, ésta isla completamente vegetariana, defendida de los carnívoros por el mítico unicornio (1), fuerte y virgen, asistido de valerosos machos cabríos de todos los colores, se convirtió en el continente utópico de los rumiantes.

Si tú deseas visitarla, querido lector, tendrás que renunciar a tu paradójica moral de carnívoro y adoptar, al menos por unos días, la inocente moral del vegetariano.

-oOo-

(1) unicornio : (doc. 1283, lat. unicornuus íd. ) m. “Animal fabuloso que fingieron los antiguos poetas, de figura de caballo y con un cuerno recto en mitad de la frente.”, DRAE. Fr. licorne : “notre licorne apparaît avec son histoire définitive et son application christologique dans un bestiaire alexandrin du IVe siècle; un texte hermétique antérieur permet de penser que la légende préexistait au symbolisme. La licorne est décrite comme un animal sauvage et très robuste, ressemblant à une chèvre, que seule peut capturer une vierge pure: il saute dans son sein, elle lui donne à téter et l’on s’en empare. C’est une figure du Sauveur, est-il ajouté, qui a établi sa demeure dans le sein de la Vierge.”, Encyclopedia Universalis, 2000, sous l'entrée Licorne.

La licorne représente la pureté: “jusqu’au XVe siècle, parmi les figures du blason, seuls les animaux semblent réellement posséder un contenu symbolique, lié, d’une manière accessible à tous, à une qualité ou à une vertu: le lion représente la vaillance et la générosité, l’aigle la puissance souveraine, le sanglier le courage, la licorne la pureté, l’agneau l’innocence, etc.”, Encyclopedia Universalis,2000, sous l'entrée Héraldique.

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