martes, octubre 03, 2006

Don Imperio 1/3

Don Imperio 1/3

Permalink 03.10.06 @ 17:36:00. Archivado en Cuento

Había en mi tierra tres cabritas que iban todos los días a pastar a una pradera cerca del bosque donde vivía el lobo Don Imperio. Una era Blanca, otra Negra y una tercera, la más inteligente de las tres, medio blanca y medio negra, que por eso la llamábamos la Blanquinegra.

Un día, al levantar alegres sus cabecitas, después de haberse llenado los estómagos de hierba fresca y sabrosa, se encontraron frente a frente con los sanguinolentos ojos de Don Imperio, que las miraba con extremada gula. El lobo Don Imperio dijo con una voz cavernosa que denotaba la impaciencia de su vientre voraz:

—Cabritas, ahora que estáis tan bien repletitas, os voy a comer.

Las cabritas temblorosas le respondieron:

—No, Don Imperio, no nos coma tan corriendo, que si no nos deja hacer la digestión, encontrará en nuestras barriguitas hierba machacada y mierda verde que le harán vomitar.

El lobo Don Imperio, que le tenía una auténtica manía a la hierba, y sobre todo a la hierba encontrada en las tripas de sus víctimas, puso su dedo pulgar hacia arriba, para que las tres cabritas comprendieran que por el momento les perdonaba la vida.

Durante unos cuantos días, las tres cabritas evitaron el prado cerca del bosque, aunque el recuerdo de su hierba las llenaba de melancolía, porque la idea de ver reaparecer al lobo Don Imperio las tenía aterrorizadas. Pero dos semanas después, excitadas por otras compañeras que habían vuelto de aquél prado elogiando la calidad del menú que ofrecía, se dijeron:

—Ese lobo, que tan mal soporta el olor de la hierba, ha tenido que retirarse a lugares en que se huela más bien la carne, que es lo que de verdad le gusta a él.

Orgullosas con la gran idea que las había liberado de su complejo de persecución, muy de mañanita se dirigieron al prado colindante con el bosque en que vivía el lobo Don Imperio, dispuestas a saborear los mejores platos vegetarianos que el lugar les podía ofrecer.

De pronto, cuando las tres gozaban juguetonas de la sabrosa hierba que lamían y relamían, acariciándola y besándola antes de absorberla, el lobo Don Imperio, de sopetón, se presentó ante ellas:

—Cabritas, esta vez sí que me voy a regalar quebrando con mis colmillos vuestros huesecillos crujientes y masticando como si fuera de mantequilla vuestra carne tierna.

La Blanquinegra de las tres cabritas, encogiéndose como una persona sumamente humilde, replicó al lobo Don Imperio:

—Si nos mirara bien, digno señor lobo, observaría que nuestras carnecitas están más bien flacas, debido al largo ayuno que hemos tenido que soportar estando privadas de la hierba de este prado; espere más bien unos días que vengamos a pastar aquí cerca de usted y que nos pongamos bien gorditas a su vista; así, cuando usted nos vea a punto, nos comerá con extremo placer y se sentirá sumamente feliz por haber aumentado la rentabilidad de su capital mediante una simple espera.

Como al señor lobo Don Imperio le pareció sensata la proposición de la humilde cabrita, asintió a su súplica con la pata anterior derecha y añadió con su enorme bocaza llena de pastosa saliva de goloso:

—Muy bien, muy bien, cabrita; a ti te voy a nombrar mi sabia banquera, y tu misión va a ser controlar a tus hermanas Blanca y Negra para que engorden a mi gusto y no se me larguen de aquí hasta que yo me las coma; en premio a tu diligencia, a ti te procuraré los mejores pastos, te cubriré de papel de banco, para que puedas huir de este país de miseria e instalarte en un país donde el mejor pasto del mundo esté garantizado; te comeré solamente la última, en caso de que me quede hambre y de que te encuentre donde te hayas refugiado.

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Cuento sacado de la novela corta Dinastías de Salvador García Bardón, escrita en 1962 y publicada repetidamente desde entonces, en Leuven y en Louvain-la-Neuve, como material de trabajo para los estudiantes de español. En la edición de 2001 de Diffusion Universitaire Ciaco, Louvain-la-Neuve, ocupa las páginas 24-26.

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