martes, abril 23, 2013

Visión cervantina de la conversión y muerte de don Quijote como aventuras



El aniversario del fallecimiento de Cervantes, que conmemoramos hoy, me parece la ocasión más adecuada para recordar el mensaje humanista supremo que ha intentado comunicarnos con la más ejemplar de sus novelas, que es El Quijote.
Imagen: Ver al final de este artículo el texto de El Quijote que inspiró a Gustave Doré la imagen con que ilustra la muerte de don Quijote.
La conversión y muerte de Don Quijote no es como algunos críticos lo creen, una peripecia consabida, mediante la cual el autor termina su novela empleando una receta narrativa fácil.
Los menos dotados para ver en el corazón del ser humano, al afrontar las grandes verdades de la vida, la han tratado torpemente de argucia diegética cervantina.
Nos encontramos más bien ante una formidable alegoría, aplicable a toda persona que haya vivido intensamente una vocación, como lo es por antonomasia la religiosa.
Cabe decir que entre las aventuras de don Quijote, su conversión y muerte es la más verdadera, la más auténticamente suya, por serlo de Alonso Quijano el Bueno, que es, ha sido y será siempre, a sus propios ojos y a los de sus vecinos, un hidalgo que en ningún momento se ha retirado del fondo ético de la conciencia de Don Quijote de la Mancha, como el sujeto agente más profundo de la bondad de sus caballerías.
En el Quijote encontramos tres tipos de aventuras: las provocadas por don Quijote, las provocadas por sus paisanos y las provocadas por los extranjeros.
La exaltada imaginación de don Quijote tiene la virtud incoercible de crear aventuras donde no las hay, por ser víctima de su deseo exacerbado de protagonismo aventurero. Su historia es la de un hidalgo manchego pobre, llamado Alonso Quijano, que se transforma en el caballero don Quijote de la Mancha, al ser un lector que se ha tomado al pie de la letra sus lecturas de los libros de caballerías.
Mientras que sus paisanos inventan artificios para hacerle volver a su aldea, donde piensan que se ha de curar de su locura (invención), los extranjeros lo engañan, para hacerle permanecer fuera, lo más lejos posible de su aldea, donde piensan que ha de continuar haciendo locuras que les diviertan (burla).
Sus paisanos no lo engañan, porque incluso cuando aparecen como antagonistas de don Quijote, por serlo de su locura, no lo son de Alonso Quijano el Bueno. Los extranjeros sí lo engañan, porque apareciendo como aliados de don Quijote, son antagonistas de Alonso Quijano el Bueno, cuya existencia como hombre de bien ignoran. Sus paisanos quieren que se cure de su locura, porque lo estiman como persona buena, ya que «fué siempre de apacible condición y de agradable trato, y por esto no sólo era bien querido de los de su casa, sino de todos cuantos le conocían», II.74.17, mientras que los extranjeros quieren que siga loco para poder divertirse burlándose de él.
La genialidad de la novela consiste en mostrar que el propio protagonista puede escapar a los antagonismos de que es objeto, superando su locura aventurera mediante la conversión. Ésta le permite volver a su lugar y a su sentido común, devolviéndole el protagonismo de su propia vida, protagonismo que le hace capaz de dar sentido a la aventura suprema de su propia muerte. Del protagonismo efímero del heroe temido por loco, vuelve al protagonismo eterno del hombre querido por bueno.
◊ No se trata, como algunos críticos lo creen, de una peripecia consabida, mediante la cual el autor termina su novela empleando una receta narrativa fácil. Nos encontramos ante una formidable alegoría aplicable a toda persona que haya vivido intensamente una vocación, como lo es por antonomasia la religiosa. ◊
Don Quijote, cuya libertad se resiente hasta lo indecible en el castillo de los duques, sufre en su vocación una crisis semejante a la que sufre el religioso que se da cuenta de que su vida, puesta en manos de sus superiores, no está siendo sacrificada a la transcendencia, sino a la más vulgar inmanencia del caciquismo, del nepotismo o del clericalismo materialista, con sus apetitos insaciables de poder, de comodidad y de lucro, más bien que al servicio del reino de Dios sobre la tierra. Así que resuelve volver ya sin rodeos a su aldea, no sólo porque lo ha prometido al Caballero de los Espejos, sino para pensarse bien lo de la Caballería Andante, para pensárselo como Alonso Quijano el Bueno que es, que ha sido y que será siempre a los ojos de sus vecinos, un Alonso Quijano el Bueno que en ningún momento se ha retirado del fondo ético de la conciencia de Don Quijote de la Mancha, como el sujeto agente más profundo de la bondad de sus caballerías, de lo que desde entonces se ha dado en llamar el idealismo quijotesco.
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Sinopsis de las aventuras de don Quijote
En esta sinopsis presentamos todas las aventuras siguiendo el orden de su aparición en la novela. Para poner de relieve las provocadas por los paisanos de don Quijote, las señalamos cada vez con el título Acción de los paisanos de Don Quijote. En la referencias a nuestra edición, El Quijote para citarlo, indicamos tres datos: el libro, el capítulo y el primer párrafo de cada aventura.
Las aventuras
1. Provocadas por Don Quijote
1.1. Primera salida:
Aventura de los arrieros, I.3.9.
Aventura del muchacho Andrés, I.4.2.
Aventura de los mercaderes de Toledo, I.4.33.
1.2. Segunda salida
Aventura de los molinos de viento, I.8.1.
Aventura de los frailes de San Benito y del Vizcaíno, I.9.27.
Aventura de los yangüeses, I.15.1.
Aventura nocturna con Maritornes, I.16.17
Burla del manteamiento de Sancho, I.17.48.
Aventura de los rebaños, I.18.9.
Aventura de los encamisados o del cuerpo muerto, I.19.6.
Aventura de los batanes, I.20.1.
Aventura del yelmo de Mambrino, I.21.1.
Aventura de los Galeotes, I.22.1.
Aventura del loco de Sierra Morena, I.22.39-I.23.21.
Acción de los paisanos de Don Quijote I:
Aventura de la princesa Micomicona, I.29.10-I.47.26.
Aventura de los cueros de vino, I.35.4.
Burla de la mano atada por Maritornes, I.43.26-I.44.3.
Aventura de los cuadrilleros, I.45.33
Acción de los paisanos de Don Quijote II:
Don Quijote encantado es enjaulado y llevado a su aldea, I.46.30-I.52.
Aventura de los disciplinantes, I.52.9.
1.3. Tercera salida:
Aventura de la carreta de la Muerte, II.11.9.
Acción de los paisanos de Don Quijote III:
Aventura del Caballero del Bosque o de los espejos, II.12.18-II.15 .10.
Burla de los requesones, II.17.1.
Aventura de los leones, II.17.13.
Aventura de la Cueva de Montesinos, II.22.14.
Historia del pueblo del rebuzno, II.25.1.
Aventura del mono adivino: II.25.6.
Aventura del titerero o del Retablo de Maese Pedro, II.26.45.
Aventura del rebuzno, II.28.6.
Aventura del barco encantado, II.29.1.
2. Provocadas por los extranjeros, burladores de Don Quijote
Aventura de la Dueña dolorida, o Trifaldi, II.36.1-II.41.76.
Aventura de Clavileño, II.41.1.
Aventura del gateado, II.46.25
Aventura nocturna con doña Rodríguez, II.48.1.
Aventura de la segunda dueña Dolorida (doña Rodríguez), II.52.2.
Aventura alegórica de los caballeros aventureros cristianos: II.58.4
Aventura de la Arcadia fingida, II.58.30.
Aventura de los toros o de los lanceros vaqueros, II.58.51
Aventura de los bandoleros ahorcados, II.60.15.
Aventura del bandolero Roque Guinart, II.60.18.
Aventura de la cabeza encantada, II.62.9.
Aventura de la hermosa morisca, II.63.11.
Acción de los paisanos de Don Quijote IV:
Aventura del Caballero de la Blanca Luna, II.64.8.
La cerdosa aventura, II.68.8.
Burla de la resurrección de Altisidora, II.69.1.
Altisidora en el aposento de don Quijote, II.70.13.
® Viajes de don Quijote
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Texto de El Quijote que inspiró a Gustave Doré esta imagen:
Capítulo Setenta y cuatro y último. De cómo don Quijote cayo malo, y del testamento que hizo, y su muerte.
Testamento y muerte de don Quijote.
25. Cerró con esto el testamento, y tomándole un desmayo, se tendió de largo a largo en la cama. Alborotáronse todos, y acudieron a su remedio, y en tres días que vivió después deste donde hizo el testamento, se desmayaba muy a menudo. Andaba la casa alborotada; pero, con todo, comía la sobrina, brindaba el ama, y se regocijaba Sancho Panza; que esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto.
26. En fin, llegó el último de don Quijote, después de recebidos todos los sacramentos y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías. Hallóse el escribano presente, y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió.
El Q. II.74.25-26.
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Fuentes:
1) Salvador García Bardón, Taller cervantino del 'Quijote', Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, apareció en 2005.
2) Salvador García Bardón, El Quijote para citarlo, Skynet, Bruselas, 2005.
4) Salvador García Bardón, El Quijote de G.Doré íntegro-Slideshow

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viernes, abril 05, 2013

François Xavier, l'aventurier de Dieu



 

François est né au château de Javier le 7 avril 1506. Demain nous célébrerons le 507ème anniversaire de sa naissance. L'excellent roman historique de Pedro-Miguel Lamet fut, en 2006, le meilleur hommage que la littérature a rendu à cet attachant "aventurier de Dieu", à l'occasion du cinquième centenaire de sa naissance.
Si le nom de famille de François s'est affirmé avec le temps comme un des prénoms préférés des parents au moment de baptiser leurs fils, y compris pour ma femme et moi-même, c'est parce qu'ils souhaitent que les qualités de François Xavier inspirent l'aventure inédite de la vie de leurs enfants.
La rigueur historique des "biographies" de Pedro-Miguel Lamet adopte souvent le genre littéraire du roman, pour faire place, dans ses "nouvelles historiques", non seulement au vrai, vérifiable par les documents, mais aussi au vraisemblable, c'est-à-dire à tout ce qui inspire les actions de la personne biographiée depuis le secret de sa conscience et que l'historien induit en s'appuyant sur sa propre sagesse humaniste, qui, pour ce qui concerne Pedro-Miguel Lamet, est emblématique.
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"L'aventurier de Dieu, François Xavier"
Roman historique de Pedro-Miguel Lamet,
La esfera de los libros, 2006 et Kindle, 2012.
Un juif converti qui fuit l'Inquisition rencontre à Lisbonne un jeune intrépide appelé François Xavier. Grâce à ce personnage, nous connaîtrons les voyages et expéditions presque surhumains du saint, qui sera appelé "le géant de l'histoire des missions".
Le protagoniste de cette histoire est né en 1506 au château de Javier, en Navarre, alors indépendante de la Castille. Ses frères luttèrent pour la prise de Pamplona (Pampelune), défendue par Ignace de Loyola, qui plus tard convaincra François de rejoindre la jeune Compagnie de Jésus.
Cette rencontre transforme sa vie. Il s'embarque dans une des nefs qui faisaient alors la Route des Epices et il entreprend son grand rêve : propager la foi chrétienne dans les terres inconnues de l'Inde, de l'Indonésie et du Japon. Il devient ainsi un véritable "aventurier de Dieu" qui finit par mourir seul, aux portes de la Chine, à quarante-six ans.
Les voyages et exploits de François Xavier paraissent inconcevables aujourd'hui : il passa un jour sur trois de sa vie sur un navire. Il disait : "Si je ne trouve pas de bateau, j'irai à la nage". Au milieu de tempêtes, de pirates, de capitaines corrompus, de climats infects et de mille autres difficultés et privations, il poursuivit fermement son idéal. Ses lettres devinrent des chroniques de première main qui se lisaient avec intérêt dans toute l'Europe.
Ce roman raconte, cinq cents ans après sa naissance, l'aventure spirituelle et humaine d'un homme extraordinaire. Un récit dans lequel ne manquent ni les courageux pêcheurs de perles du sud de l'Inde, ni les érudits moines zen du mystérieux Japon, ni les misères et ambitions de commerçants, soldats et gouverneurs…
Il recrée le monde complexe du XVIème siècle : la vie quotidienne, la politique, le commerce, la navigation et la rencontre interculturelle et religieuse de l'Europe avec ces terres inconnues.
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12:34 Écrit par SaGa Bardon dans Actualidad 

jueves, abril 04, 2013

Francisco de Javier, el aventurero de Dios



 

Francisco nació en el castillo de Javier el 7 de abril de 1506. Dentro de tres días celebraremos su 507 aniversario. La excelente novela histórica de Pedro-Miguel Lamet fue en 2006 el mejor homenaje que rindió la literatura a este entrañable «aventurero de Dios» con ocasión del quinto centenario de su nacimiento.
Si el apellido de Francisco se ha convertido con el tiempo en uno de los nombres más preferidos por los padres al bautizar a nuestros hijos, incluidos mi mujer y yo mismo, es porque deseamos que las virtudes de Francisco de Javier inspiren la aventura inédita de sus propias vidas.
El rigor histórico de las “biografías” de Pedro-Miguel Lamet adopta en más de una ocasión el género novelesco, para dar lugar en sus “novelas históricas” no solamente a lo verdadero, verificable documentalmente, sino también a lo verosímil, que es todo lo que desde el secreto de la conciencia del biografiado inspira sus acciones y que el historiador induce valiéndose de su propia sabiduría humanista, que en el caso de Pedro-Miguel Lamet es emblemática.
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“El aventurero de Dios. Francisco de Javier”, Novela histórica de Pedro Miguel Lamet, La esfera de los libros, 2006, & Kindle, 2012 :

Un judío converso que huye de la Inquisición se encuentra en Lisboa con un intrépido joven llamado Francisco de Javier. Gracias a este personaje conoceremos los viajes y travesías casi sobrehumanas del santo que será llamado «el gigante de la historia de las misiones».

El protagonista de esta historia nació en 1506 en el castillo de Javier, en Navarra, entonces independiente de Castilla. Sus hermanos lucharon en la toma de Pamplona, defendida por Ignacio de Loyola, quien más tarde convencerá a Francisco para que se sume a la naciente Compañía de Jesús.

Ese encuentro transforma su vida. Se embarca en una de las naos que entonces hacían la Ruta de las Especias y emprende su gran sueño: propagar la fe cristiana por las ignotas tierras de la India, Indonesia y el Japón. Se transforma así en un verdadero «aventurero de Dios» que termina muriendo en soledad a las puertas de China, con cuarenta y seis años de edad.

Los viajes y hazañas de Francisco de Javier parecen inconcebibles hoy: uno de cada tres días de su vida lo pasó navegando. Solía decir: «Si no encuentro una barca, iré nadando». En medio de tempestades, piratas, capitanes corruptos, climas infectos y otras mil dificultades y privaciones, se mantuvo firme en su ideal. Sus cartas se convirtieron en crónicas de primera mano que se leían con avidez por toda Europa.

Esta novela recoge, quinientos años después de su nacimiento, la aventura espiritual y humana de un hombre extraordinario. Un relato en el que no faltan valientes pescadores de perlas del sur de la India, eruditos monjes zen del misterioso Japón, las miserias y ambiciones de comerciantes, soldados y gobernadores...

Sus páginas recrean el complejo mundo del siglo XVI: la vida cotidiana, la política, el comercio, la navegación y el encuentro intercultural y religioso de Europa con aquellas tierras desconocidas.

04.04.13 | 13:17. Archivado en EuropaLas AméricasEspañaSociogenéticaReligionesÁfricaAsiaOceanía,EcumenismoJesuitas
22:35 Écrit par SaGa Bardon dans ActualidadReligiones 

martes, marzo 26, 2013

José-Luis Caravias SJ: “Gracias a Bergoglio estoy con vida"



 

1. Declaraciones de José-Luis Caravias SJ al periodista paraguayo Hugo Ruiz Olaza
2. Algunos jalones de la vida de José-Luis Caravias SJ hasta su expulsión de Argentina
3. Odisea de José-Luis Caravias SJ, contada por él mismo, desde su expulsión de Argentina
“El padre Bergoglio me salvó la vida. Me facilitó escaparme de los militares aquellos"
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1. Declaraciones de José-Luis Caravias SJ al periodista paraguayo Hugo Ruiz Olaza
El papa Francisco, cuando fue provincial jesuita en 1975, salvó la vida del sacerdote español José Caravias, radicado actualmente en Paraguay, y la de otros dos curas, amenazados de muerte en Buenos Aires por el grupo paramilitar "Triple A", reveló el religioso.
"Cuando el provincial, que era Bergoglio, me dijo: 'tengo noticias de que la Triple A decretó tu muerte y de (el húngaro Francisco) Jalics, yo consideré que no valía la pena hacerse el héroe", relató Caravias en una entrevista en su lugar de residencia, la parroquia Cristo Rey de Asunción.
"A mí ya me habían expulsado de Paraguay en 1972. Conocía la ferocidad de la dictadura. En cambio, Jalics se hizo el valiente y se quedó en Buenos Aires, y casi le cuesta la vida. No quiso irse y lo pasó muy mal. Lo torturaron mucho. Bergoglio lo salvó. Se empeñó en averiguar donde estaba. Si no lo reclamaba lo mataban. También salvó al argentino Orlando Yorio", continuó.
Yorio falleció en el año 2000.
"Yo puedo dar testimonio de la advertencia que nos hizo a Jalics y a mí, pero no de Yorio", aclaró Caravias.
"Ambos trabajábamos en las villas miseria de Buenos Aires".
El religioso relató que ellos tuvieron conocimiento de los tormentos a los que fueron sometidos otros curas. "Por eso digo que Bergoglio a mí me salvó la vida, porque a tiempo me pudo avisar", precisó.
"En esos meses anteriores habían matado a varios sacerdotes, uno de ellos, el padre Mauricio Silva. Era un padre barrendero. Era empleado barrendero. Lo mataron torturándolo. La cosa no era broma", dijo.
- ¿Por qué lo mataron?
- "Porque era cura barrendero, porque era un testimonio. Ni supimos donde estaba. Eran capaces de cometer brutalidades sin ninguna explicación.
Estando en la calle Corrientes, un coche se lo llevó. No pudimos encontrar dónde estaba.Yo era muy amigo de él. Compartíamos mucho de noche. Cuando terminábamos nuestro trabajo nos reuníamos en su casa.
A los varios meses lo soltaron en las puertas de un hospital, moribundo, flaco. Y ahí murió. Fue muy torturado", señaló el sacerdote.
Caravias recordó que estando en casa de sus familiares en Málaga (España) recibió la encomienda de trasladarse a Ecuador, adonde el jefe provincial de Roma lo envió para trabajar con indígenas. "En Ecuador estuve 14 años".
En Paraguay, Caravias trabajaba para organizar a los campesinos en cooperativas. "Un día me alzaron en una camioneta de la policía y me arrojaron en Clorinda (Argentina). No olvida la fecha. "Fue el 5 de mayo de 1972", dijo.
"De ahí fue a trabajar con obrajeros de la provincia del Chaco argentino. Formamos un sindicato de hacheros, gente muy explotada, muy maltratada. De allí ya fui corrido con amenazas de muerte y fui a parar a Buenos Aires", precisó.
Dijo que él podía dar testimonio de lo que hizo el entonces padre Bergoglio, al tiempo de calificar de "calumnia terrible" la versión de que supuestamente el ex provincial entregó a sus compañeros.
"Gracias a Bergoglio estoy con vida y hoy estoy aquí hablando con usted", manifestó Caravias con convicción.
El sacerdote jesuita, autor de unos 40 libros y ensayos vinculados al área social, se confesó socialista y atribuyó las "calumnias" contra el Papa al "gran capitalismo internacional".
"Lo quieren ensuciar. Es muy peligroso para ellos que un Papa denuncie la pobreza mundial", enfatizó.
Sostuvo que el "capitalismo" habrá considerado como una afrenta el hecho de que el Pontífice haya adoptado el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asis, "el rico que prefirió vivir como pobre". (1)
Caravias justifica los periodos de silencio de Bergoglio en los años 70 y estima que “por supuesto que no era momento para ser valiente, porque denunciar era motivo de cárcel y de muerte”, al referirse a la sangrienta dictadura militar argentina de esos años, encabezada por el presidente de facto Jorge Rafael Videla.
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2. Algunos jalones de la vida de José-Luis Caravias SJ hasta su expulsión de Argentina
El misionero y polígrafo jesuita José-Luis Caravias, perseguido por la dictadura argentina tras haberlo sido por la paraguaya, nació en Alcalá la Real (Jaén), Andalucía, a finales de 1935. Creció e hizo sus estudios primarios en Coín (Málaga), tras los cuales cursó sus estudios secundarios en el colegio jesuita San Estanislao de Kostka de El Palo (Málaga).
En 1953, a los 18 años, ingresó en el Noviciado de El Puerto de Santa María, teniendo como maestro de novicios al padre José Gómez, del que dice: "me inyectó lo más importante: un deseo grande de conocer, amar y seguir a Jesucristo. ¡Este poderoso motor me llevaría muy lejos y me haría superar muchos obstáculos!".
Tras los dos años de noviciado (1953-1955), también hizo en el colegio San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María, durante tres años (1955-1957), los estudios superiores en culturas, lenguas y literaturas clásicas y modernas del "juniorado". Entre sus maestros recuerda con especial cariño al padre Salvador Loring, que considera su maestro en escritura: "nos hacían estudiar hasta la saciedad los clásicos griegos y latinos, lo cual dejó en mí un hábito de pensamiento ordenado. Y un excelente profesor de Literatura, el P. Salvador Lóring, me enseñó a escribir, de lo que le quedo eternamente agradecido." Durante estas época se ofreció al padre provincial como voluntario para trabajar en Paraguay.
Entre 1957 y 1961 estudió filosofía en la Facultad filosófica complutense SJ de Alcalá de Henares. Entre sus maestros de Alcalá destaca la importancia que tuvo para él la personalidad del padre José-María Díez Alegría con la orientación social de su curso de ética y su compromiso vivencial con los pobres en El Pozo del Tío Raimundo de Madrid: "en esta época me marcó para siempre la línea social del P. Díez Alegría, mi profesor de Ética."
Su deseo de trabajar en Paraguay como "maestrillo" lo pudo cumplir entre 1961 y 1964: "Mis tres años de magisterio los hice en Asunción del Paraguay, a partir de 1961, en el colegio Cristo Rey."
Volvió a España para estudiar en la Facultad de Teología de Granada durante cuatro años (1964-1968). A partir del segundo curso obtuvo el "privilegio" de poder convivir en un barrio granadino con familias gitanas: "Unas lluvias torrenciales habían hundido en Granada las cuevas de los gitanos. El Gobierno los había instalado en “albergues provisionales”. Varios grupos de estudiantes jesuitas conseguimos permiso para ir a vivir con ellos y como ellos. A mí me tocó “El Chinarral”, una vieja fábrica en ruinas en cuyos patios se habían construido cuartitos de 3 x 2 metros, con paredes de caña y yeso, que no aislaban ni ruidos ni olores. Unos solos baños comunes. Una sola llave de agua."
Gozando ya del fruto de esta experiencia apostólica, fue ordenado sacerdote, tras el tercer curso de teología, el 14 de julio de 1967.
De vuelta en Paraguay, recién terminada la teología en 1968 y su tercera probación, en 1969, trabaja primero como sacerdote-campesino, luego como encargado de la formación campesina dentro de las Ligas Agrarias y por fin como asesor nacional de las Ligas Agrarias Cristianas, nombrado en asamblea, hasta que, según lo cuenta él mismo: "en mayo del 72, un piquete policial me secuestró y violentamente me arrojó en una calle de Clorinda (Argentina), sin ropa, sin dinero y sin documentos." (2)
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3. Odisea de José-Luis Caravias SJ, contada por él mismo, desde su expulsión de Argentina
16. Corrido de Argentina
La vida en el Chaco se iba enrareciendo hasta grados asfixiantes. Hasta el mismo obispo de Saenz Peña, que tanto había apoyado al “Equipo Monte”, acabó poniéndose en contra nuestra.
Las ácidas intrigas de los obrajeros acabaron por agujerear las defensas eclesiales. Documentos “policiales” revoloteaban agriando el aire en contra nuestra.
A los dos jesuitas que trabajábamos en la diócesis nos visitó el Provincial del Paraguay, Bartomeu Vanrrell. Él le exigió al obispo que le diera copia de las denuncias en contra nuestra, pero se negó en rotundo.
Estando el P. Vanrrell en la casa parroquial de La Tigra, donde era párroco mi compañero Vicente Barreto, éste encontró en la sacristía una caja vacía de una ametralladora, parecía que rusa. Inteligentemente la destruyó y enterró.
A la mañana siguiente la Policía Federal se presenta alegando que tenían una denuncia contra el párroco por estar repartiendo armas entre los campesinos… Fueron derechos a la sacristía, y al no encontrar nada, lo rompieron todo…
El P. Vanrrell nos ordenó dejar de inmediato la zona. Pues la próxima vez la misma policía podría dejar un arma metida por ellos mismos…
Me fui a Buenos Aires, al Teologado de San Miguel, donde pasé seis meses estudiando Cristología. Ahí redacté “Cristo nuestra esperanza”, con sed de identidad. Y poco a poco fui metiéndome en los barrios periféricos en los que vivían los paraguayos.
◊ Pero después de no mucha actividad, el P. Provincial de Argentina me pidió salir inmediatamente del país, pues tenía noticias de que la “Triple A” había decretado mi muerte, junto a la de otros dos jesuitas más. ◊
Antes de marcharme de Argentina, quise despedirme de mis muchos amigos del Chaco. Y en Resistencia, después de un día de reuniones, al anochecer, me apresó la policía, junto con la religiosa que me llevaba en su Citroën, María Elena, con la que habíamos puesto en marcha el sindicato de hacheros.
Escuché cómo el comisario pedía informes sobre mí, y cómo por largo rato tecleó el telex. Después me leyó lentamente el largo mensaje recibido. A cada rato levantaba su mirada y me preguntaba:
- ¿Es esto verdad?
- Si ahí está escrito… -era mi constante respuesta.
La verdad es que estaban muy bien informados de mis actividades. Parecía “bien fichado”. Hasta sabían a qué hora y con quiénes había tomado un helado esa misma tarde.
Después me hicieron creer que me iban a hacer “desaparecer”, sacándome a “pasear”, muy bien armados, con fusiles largos, en un coche rojo.
A la vuelta a la comisaría, llevando todos mis enseres personales, me metieron en un calabozo. ¡Qué duro me resonó el ruido seco del cerrojo! No sabía qué iba a ser de mí. ¡Es terrible esa inseguridad!
Era una noche de terrible calor húmedo. A la vuelta del “paseo”, cuando me tumbé aliviado, ¡vivo!, en aquel jergón del calabozo, al apoyar mi cabeza en la almohada, altamente mugrienta, se me pegó a ella la cara y, al levantarla, hilos de mugre entre almohada y cara parecían como que me amarraban al camastro.
Y allá sentí de nuevo a Jesús. ¡Cuántas personas habían apoyado en esa almohada su cara como para poder acumular tanta suciedad! ¡En cada preso había sudado Jesús! Ese Jesús de la seducción y de la cruz… Ese Jesús que me esperaba de nuevo disfrazado con un mugriento disfraz…
Después de fotografiarme en todas las posturas sujetando un número con mis manos, y de tomarme las diez huellas digitales, a media mañana del día siguiente me dejaron libre con la orden expresa de que me fuera inmediatamente del país… Tuve que volver a Buenos Aires. Y tres días más tarde estaba ya volando.
17. Monseñor Proaño me desacompleja
Salía de Argentina dolido, solo, fracasado, acomplejado… Llevaba varios escritos que parecían ser impublicables, entre ellos “Cristo nuestra esperanza” y “Consagrados a Cristo en los pobres”. El Provincial me había comunicado que ningún obispo argentino había querido ni siquiera mirar mis originales.
Alguien de confianza me dijo que el presidente de la Conferencia Episcopal, mons. Tortolo, había dicho que a comunistas como yo había que echarlos de la Iglesia por los medios que fuera.
Pesimista, desanimado, con un terrible complejo de hereje en mi corazón, emprendí mi segundo destierro. Parecía que nadie me quería en la Iglesia. Me sentía derrotado. La crisis vocacional me mordía con rabia de nuevo: ¿Valía la pena tanta lucha a contracorriente?
Pero a pesar de todo, me propuse pasar por diversos países latinoamericanos, buscando en cuál de ellos podría proseguir mi compromiso con el campesinado. Con la venta de mi “Dos Caballos”, cochecito con el que había visitado multitud de obrajes chaqueños, compré un boleto de avión hacia España con escala en casi todas las capitales de Sudamérica. Y así recalé en Ecuador, con una obsesión: visitar a Monseñor Proaño, el apóstol de los indios. Necesitaba vitalmente que un obispo siquiera me comprendiera…
Desde Guayaquil me dirigí derecho a Riobamba. Allá fui en taxi a la casa de los jesuitas, pues sabía que la residencia del obispo estaba lejos. Y mi crisis se agravó. Aquellos “compañeros” hicieron lo imposible por convencerme de que no valía la pena visitar a aquel obispo “comunista”.
Triste, medio a escondidas, pedí a un taxista que me llevara a casa de “taita obispito”. El dueño de aquel “carro” destartalado puso cara de complacencia al conocer el destino. Me habló muy bien de su “taiticu”. El panorama comenzaba a aclararse.
El obispo, embutido en su poncho blanco y gris, con un sombrerito de fieltro de ala estrecha, al estilo de los puruháes, me recibió con una ternura inmensa. Su sonrisa suave me hacía sentir en familia. Me devolvió la paz. Sus ojos me acariciaban. Ahora era en la figura de un obispo donde se me presentaba Jesús, dándome seguridad.
◊ Casi al comienzo de nuestra conversa, al enterarse de dónde venía, me dijo que él tenía un escrito paraguayo sobre pastoral campesina, no sabía de qué autor, que había mandado editar en su diócesis, y quería que todos sus agentes pastorales fueran por un camino semejante.
Ante mi cara de admiración, enseguida se levantó para traérmelo. No tenía yo ni idea de quién pudiera ser el escrito.
Al ponerlo en mis manos me quedé helado. Se trataba de una edición mimeografiada con el nombre de “Experiencias campesinas en el Paraguay”, fechado en 1973, sin nombre de autor. ¡Era un escrito mío! Justo aquél que un obispo paraguayo había afirmado que se trataba de un escrito marxista que jamás un obispo católico podría apoyar… ◊
Lo que un obispo había condenado tan duramente, otro lo ponía como modelo en su diócesis. ¿Cómo quedaba entonces aquello del magisterio episcopal que tanto me habían refregado? ¿Cómo lo que para uno era malo para otro era muy bueno?
Monseñor Leonidas Proaño curó mi complejo de hereje. Encontré un obispo dispuesto a recibirme en su diócesis con inmenso cariño y esperanza.
Gracias, Leonidas Proaño. Desde el cielo me llega hasta hoy tu profunda sonrisa suave. Recuerdo tu frase en tu lecho de muerte, muy flaquito, como indígena hambriento, dicha a otro obispo, gran amigo con el que me identifico: “No tengas miedo a nada, ni al Vaticano siquiera. Tu camino es de Dios…”
18. Desconfianzas radicales
Monseñor Proaño me había reconfortado. Pero a la hora de intentar asentarme en el equipo de jesuitas que trabajaba con indígenas en Guamote, se me dijo educadamente que mi presencia entre ellos le podía traer problemas serios, y que sería mejor que buscara otro sitio.
La siguiente escala fue en Perú. Allá había otro equipo de compañeros comprometidos con los campesinos del norte, en Piura, en un programa educativo: CIPCA. Fui recibido con mucho cariño, pero temían que mi posible presencia con ellos aumentara los problemas que ya tenían con el gobierno: “Estás demasiado fichado…”
Pasé a Bogotá. Tomé contacto con el CINEP, institución jesuita dedicada a la formación campesina. La respuesta fue la misma: Sí, pero no.
La siguiente escala fue en Caracas. En el Gumilla se repitieron los mismos inconvenientes.
Con tristeza crucé el charco. Llegué a España. Y me sentí jesuíticamente huérfano. Fuera de mi familia, no tenía dónde ir. Parecía que nadie se fiaba de mí.
◊ A los quince días de permanencia en España mi madre recibió copia de un telegrama fechado en Buenos Aires, destinado al Provincial de Andalucía, en el que decía textualmente: “Padre Caravias no debe viajar Argentina razones seguridad”. Lo conservo aun. El susto de mi madre fue terrible. ◊
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Un compañero jesuita, muy amigo mío, me preguntó:
◊ - Pero chiquillo, desahógate de una vez, con toda sinceridad. ¿A cuántas personas has matado? Si ya dos gobiernos te han expulsado, es porque algo muy gordo has cometido… ◊
Aquello me abrió los ojos. Rumores e informes muy negros recorrían mis ambientes. Juré con toda seriedad que jamás había tocado un arma de fuego. Pero parecía que no me creían.
Pasé varios meses sin ningún tipo de vinculación con ninguna comunidad jesuítica. Pero reaccioné en aquel desierto, e insistí por escrito: “Mi profesión religiosa me da derecho a exigir un destino” (20-9-1974). Y el P. General, P. Pedro Arrupe, que con todo cariño había presidido mi profesión en la Iglesia en ruinas de San Ignacio Miní de Argentina, en un gesto maravilloso de confianza, me destinó a Ecuador.
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19. Cartas dolorosas
En los meses de mi destierro en España recibí diversas cartas, no muchas, que contaban, siempre en lenguaje figurado, las dificultades por las que muchos de mis amigos estaban pasando. Sus problemas no eran “moco de pavo”. Se trataba de torturas y muertes. La “Operación Cóndor” estaba en su apogeo…
◊ Ante mi insistencia en volver de nuevo a la Argentina, el P. Bergoglio me escribía el 15 de julio de 1975: “Respecto a tu posible venida aquí consulté a los doctores entendidos, y todos opinan que no te conviene el clima, ni aun por poco tiempo, pues temen una recaída en la enfermedad que tuviste en Resistencia pocos días antes de partir…” Se refería a aquella noche tenebrosa en un calabozo… ◊ (3)
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(1) Fuente: Hugo Ruiz Olazar/AFP: “El padre Bergoglio me salvó de la Triple A", afirma el jesuita Caravias
El hoy papa Francisco salvó la vida del sacerdote español José Caravias, radicado actualmente en Paraguay, y a otros dos curas, amenazados de muerte en Buenos Aires por el grupo paramilitar. El religioso hizo esta revelación hoy.
viernes, 22 de marzo de 2013
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