El aniversario del fallecimiento de Cervantes, que conmemoramos hoy, me parece la ocasión más adecuada para recordar el mensaje humanista supremo que ha intentado comunicarnos con la más ejemplar de sus novelas, que es El Quijote.
Imagen: Ver al final de este artículo el texto de El Quijote que inspiró a Gustave Doré la imagen con que ilustra la muerte de don Quijote.
La conversión y muerte de Don Quijote no es como algunos críticos lo creen, una peripecia consabida, mediante la cual el autor termina su novela empleando una receta narrativa fácil.
Los menos dotados para ver en el corazón del ser humano, al afrontar las grandes verdades de la vida, la han tratado torpemente de argucia diegética cervantina.
Nos encontramos más bien ante una formidable alegoría, aplicable a toda persona que haya vivido intensamente una vocación, como lo es por antonomasia la religiosa.
Cabe decir que entre las aventuras de don Quijote, su conversión y muerte es la más verdadera, la más auténticamente suya, por serlo de Alonso Quijano el Bueno, que es, ha sido y será siempre, a sus propios ojos y a los de sus vecinos, un hidalgo que en ningún momento se ha retirado del fondo ético de la conciencia de Don Quijote de la Mancha, como el sujeto agente más profundo de la bondad de sus caballerías.
En el Quijote encontramos tres tipos de aventuras: las provocadas por don Quijote, las provocadas por sus paisanos y las provocadas por los extranjeros.
La exaltada imaginación de don Quijote tiene la virtud incoercible de crear aventuras donde no las hay, por ser víctima de su deseo exacerbado de protagonismo aventurero. Su historia es la de un hidalgo manchego pobre, llamado Alonso Quijano, que se transforma en el caballero don Quijote de la Mancha, al ser un lector que se ha tomado al pie de la letra sus lecturas de los libros de caballerías.
Mientras que sus paisanos inventan artificios para hacerle volver a su aldea, donde piensan que se ha de curar de su locura (invención), los extranjeros lo engañan, para hacerle permanecer fuera, lo más lejos posible de su aldea, donde piensan que ha de continuar haciendo locuras que les diviertan (burla).
Sus paisanos no lo engañan, porque incluso cuando aparecen como antagonistas de don Quijote, por serlo de su locura, no lo son de Alonso Quijano el Bueno. Los extranjeros sí lo engañan, porque apareciendo como aliados de don Quijote, son antagonistas de Alonso Quijano el Bueno, cuya existencia como hombre de bien ignoran. Sus paisanos quieren que se cure de su locura, porque lo estiman como persona buena, ya que «fué siempre de apacible condición y de agradable trato, y por esto no sólo era bien querido de los de su casa, sino de todos cuantos le conocían», II.74.17, mientras que los extranjeros quieren que siga loco para poder divertirse burlándose de él.
La genialidad de la novela consiste en mostrar que el propio protagonista puede escapar a los antagonismos de que es objeto, superando su locura aventurera mediante la conversión. Ésta le permite volver a su lugar y a su sentido común, devolviéndole el protagonismo de su propia vida, protagonismo que le hace capaz de dar sentido a la aventura suprema de su propia muerte. Del protagonismo efímero del heroe temido por loco, vuelve al protagonismo eterno del hombre querido por bueno.
◊ No se trata, como algunos críticos lo creen, de una peripecia consabida, mediante la cual el autor termina su novela empleando una receta narrativa fácil. Nos encontramos ante una formidable alegoría aplicable a toda persona que haya vivido intensamente una vocación, como lo es por antonomasia la religiosa. ◊
Don Quijote, cuya libertad se resiente hasta lo indecible en el castillo de los duques, sufre en su vocación una crisis semejante a la que sufre el religioso que se da cuenta de que su vida, puesta en manos de sus superiores, no está siendo sacrificada a la transcendencia, sino a la más vulgar inmanencia del caciquismo, del nepotismo o del clericalismo materialista, con sus apetitos insaciables de poder, de comodidad y de lucro, más bien que al servicio del reino de Dios sobre la tierra. Así que resuelve volver ya sin rodeos a su aldea, no sólo porque lo ha prometido al Caballero de los Espejos, sino para pensarse bien lo de la Caballería Andante, para pensárselo como Alonso Quijano el Bueno que es, que ha sido y que será siempre a los ojos de sus vecinos, un Alonso Quijano el Bueno que en ningún momento se ha retirado del fondo ético de la conciencia de Don Quijote de la Mancha, como el sujeto agente más profundo de la bondad de sus caballerías, de lo que desde entonces se ha dado en llamar el idealismo quijotesco.
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Sinopsis de las aventuras de don Quijote
En esta sinopsis presentamos todas las aventuras siguiendo el orden de su aparición en la novela. Para poner de relieve las provocadas por los paisanos de don Quijote, las señalamos cada vez con el título Acción de los paisanos de Don Quijote. En la referencias a nuestra edición, El Quijote para citarlo, indicamos tres datos: el libro, el capítulo y el primer párrafo de cada aventura.
Las aventuras
1. Provocadas por Don Quijote
1.1. Primera salida:
Aventura de los arrieros, I.3.9.
Aventura del muchacho Andrés, I.4.2.
Aventura de los mercaderes de Toledo, I.4.33.
1.2. Segunda salida
Aventura de los molinos de viento, I.8.1.
Aventura de los frailes de San Benito y del Vizcaíno, I.9.27.
Aventura de los yangüeses, I.15.1.
Aventura nocturna con Maritornes, I.16.17
Burla del manteamiento de Sancho, I.17.48.
Aventura de los rebaños, I.18.9.
Aventura de los encamisados o del cuerpo muerto, I.19.6.
Aventura de los batanes, I.20.1.
Aventura del yelmo de Mambrino, I.21.1.
Aventura de los Galeotes, I.22.1.
Aventura del loco de Sierra Morena, I.22.39-I.23.21.
Acción de los paisanos de Don Quijote I:
Aventura de la princesa Micomicona, I.29.10-I.47.26.
Aventura de los cueros de vino, I.35.4.
Burla de la mano atada por Maritornes, I.43.26-I.44.3.
Aventura de los cuadrilleros, I.45.33
Acción de los paisanos de Don Quijote II:
Don Quijote encantado es enjaulado y llevado a su aldea, I.46.30-I.52.
Aventura de los disciplinantes, I.52.9.
1.3. Tercera salida:
Aventura de la carreta de la Muerte, II.11.9.
Acción de los paisanos de Don Quijote III:
Aventura del Caballero del Bosque o de los espejos, II.12.18-II.15 .10.
Burla de los requesones, II.17.1.
Aventura de los leones, II.17.13.
Aventura de la Cueva de Montesinos, II.22.14.
Historia del pueblo del rebuzno, II.25.1.
Aventura del mono adivino: II.25.6.
Aventura del titerero o del Retablo de Maese Pedro, II.26.45.
Aventura del rebuzno, II.28.6.
Aventura del barco encantado, II.29.1.
2. Provocadas por los extranjeros, burladores de Don Quijote
Aventura de la Dueña dolorida, o Trifaldi, II.36.1-II.41.76.
Aventura de Clavileño, II.41.1.
Aventura del gateado, II.46.25
Aventura nocturna con doña Rodríguez, II.48.1.
Aventura de la segunda dueña Dolorida (doña Rodríguez), II.52.2.
Aventura alegórica de los caballeros aventureros cristianos: II.58.4
Aventura de la Arcadia fingida, II.58.30.
Aventura de los toros o de los lanceros vaqueros, II.58.51
Aventura de los bandoleros ahorcados, II.60.15.
Aventura del bandolero Roque Guinart, II.60.18.
Aventura de la cabeza encantada, II.62.9.
Aventura de la hermosa morisca, II.63.11.
Acción de los paisanos de Don Quijote IV:
Aventura del Caballero de la Blanca Luna, II.64.8.
La cerdosa aventura, II.68.8.
Burla de la resurrección de Altisidora, II.69.1.
Altisidora en el aposento de don Quijote, II.70.13.
® Viajes de don Quijote
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Texto de El Quijote que inspiró a Gustave Doré esta imagen:
Capítulo Setenta y cuatro y último. De cómo don Quijote cayo malo, y del testamento que hizo, y su muerte.
Testamento y muerte de don Quijote.
25. Cerró con esto el testamento, y tomándole un desmayo, se tendió de largo a largo en la cama. Alborotáronse todos, y acudieron a su remedio, y en tres días que vivió después deste donde hizo el testamento, se desmayaba muy a menudo. Andaba la casa alborotada; pero, con todo, comía la sobrina, brindaba el ama, y se regocijaba Sancho Panza; que esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto.
26. En fin, llegó el último de don Quijote, después de recebidos todos los sacramentos y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías. Hallóse el escribano presente, y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió.
El Q. II.74.25-26.
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Fuentes:
1) Salvador García Bardón, Taller cervantino del 'Quijote', Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, apareció en 2005.
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23.04.13 | 19:30. Archivado en Europa, El Quijote, Semántica, Pragmática, Poética, España, Sociogenética,Antropología, Pro amicitia universale, Ética, Epistemología, Religiones, Educación, Novela
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