Tras concebir y parir, amamantar es amar
María del Mar Gallardo me dijo el 17 Enero 2009, 20:03:
Mi querido Salvador: Te confieso que en el momento tan apurado que vivimos, con la enorme presión de las crisis de todo tipo, tu serie de artículos sobre el amamantamiento me sienta como un licor milagroso, que despierta en mí los sentimientos más profundos de amor por la vida.
No es un secreto para ti, que conoces tan bien los recovecos del alma y del cuerpo femeninos, que el deseo de engendrar y de amamantar es de los más fuertes que hay en lo más profundo de nuestro ser. Personalmente puedo testimoniar de que ese deseo no solamente lo experimento, sino que estoy dispuesta a hacer los mayores sacrificios para saisfacerlo.
Tengo la impresión de que si yo no amamantara, teniendo un bebé, me daría vergüenza de que mis pechos llamaran la atención sólo por otras razones, que evidentemente también comprendo. Pienso, por ejemplo, que si yo le gusto a un hombre porque mi pechos son bonitos y provocan su amor, me disgustaría que no acceptara que esos mismos pechos serían todavía más bonitos si él los viera como los de la futura madre de sus hijos, dipuesta a amamantarlos.
Como ves mi secreto es "un secreto a voces". Un beso por haberme dado la ocasión de expresarlo.
17 Enero 2009, 20:03
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En plena sintonía con estos sentimientos tan profundos y tan sinceros de mis Amigas más femeninas, yo he escrito sobre el mismo tema en más de una ocasión y en más de una lengua, no solamente como lingüista y filósofo, sino también como humanista:
Amamantar es amar al bebé que mama = Allaiter c'est aimer l'enfant qui tète.
La mamá que ama a su bebé, lo amamanta siempre que puede hacerlo. Esta facultad es para ella una obligación, un placer y un derecho que la sociedad tiene el deber de respetar escrupulosamente.
Ella sabe como nadie que la mejor manera de alimentarlo y amarlo es amamantarlo.
También sabe que para el bebé el mamar es la mejor manera de amar y sentirse amado, porque lo es siendo alimentado. Como un náufrago recuperado de la muerte segura que le acecha en todo momento, se abraza a los pechos de su madre con cuya leche y ternura se alimenta amando y sintiéndose amado.
Si para la madre amamantar es amar, para el bebé mamar es ser y sentirse amado.
La madre que pudiendo hacerlo no se decide a dar de mamar a su bebé, renuncia a descubrise a sí misma, privándose de la manera más concreta e incomprensible de la apasionante obligación materna de amamantar. Esta obligación es tan exigente como placentera y calificadora, al ser distintiva de la mujer como "mamá":
Amamantar, 1495 (mam-, 1220-50), der. de mama '1. tr. 'dar de mamar'.
Mama 'madre', S. XI. Del lat. MAMMA íd. y 'teta'. En esta última acepción es término científico tom. por via culta, ya a princ. S. XVIII. La pronunciación afrancesada mamá no se introdujo hasta el S. XVIII. (1)
Esta distinción, tan justamente cantada tanto por los artistas como por toda la familia humana, incluidas las mismas mujeres preocupadas por la belleza de sus pechos, no es solamente lingüística, sino que está hermosamente inscrita en la visible generosidad de los pechos femeninos, generosidad que permite a la mujer, distinguiéndose sexualmente del varón, el poder consagrarse por entero, después de concebir y parir, a la bella y apasionante tarea prioritaria de amar al amamantar.
La tarea de amamantar, comparada con cualquier otra, comparte con las de concebir y el parir el privilegio de ser exclusivamente femenina.
Es urgente que la familia humana redescubra la fuerza extrema de los argumentos de este noble feminismo, cuya energía visceral, tan actual como ancestral, garantiza la supervivencia y la continuidad de la especie, no desde hoy o desde ayer, sino desde que el ser humano es humano. Esto sucedió cuando los primeros homínidos tuvieron conciencia, en el corazón de África, de la fuerza vital de su autoconciencia, al servicio de su subsistencia como familia humana.
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Hoy os invito a descubrir, admirar y honrar conmigo, en plena sintonía con la argumentaicón feminista que precede:
El camino personal de Ileana Medina Hernández, autora del blogue Tenemos tetas ¡¡¡ Y sirven para amamantar !!!
Un camino personal...
Soy mujer, cubana de origen, nacionalizada española, periodista por formación, profesora de vocación, funcionaria del gobierno de Canarias por razones alimenticias, esposa, madre, hija, hermana, amiga... y seguramente muchas cosas más...
Ni con la carrera universitaria, ni con muchas lecturas, ni con ningún trabajo, ni con el amor sexual, ni con la psicología transpersonal, ni siquiera con el embarazo y el parto logré encontrarme con mi propia esencia interior.
Lo he logrado con la lactancia materna prolongada, con mi hija de 20 meses. Preguntándome tantos porqués, he encontrado un camino increíble de crecimiento personal...y una gran comprensión sobre mí misma, la femineidad, la crianza, y sobre todo, una visión más lúcida sobre lo que la sociedad de consumo hace contra las mujeres y los niños... o sea, contra sí misma.
Me gustaría compartirlo, por si acaso puede servir de inspiración a otras mujeres que ven cómo, a su pesar, han perdido la confianza en sí mismas y en sus cuerpos.
Gracias de nuevo, hija mía. Gracias.
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Gestar, parir, amamantar.
Por Ileana Medina Hernández
Las mujeres en el último siglo estamos demostrando que -si nos lo permiten y nos lo permitimos- podemos hacer igual de bien todo lo que hacen los hombres: hacer ciencia, dirigir empresas y gobiernos, viajar al cosmos, escalar montañas de 8 mil metros, pilotar aviones, escribir libros, dirigir orquestas, construir puentes... y hasta hacer la guerra.
Sin embargo, si nos preguntamos si queda alguna cosa que sólo un sexo pueda hacer, nos encontramos una sencilla respuesta: gestar, parir y amamantar. De momento, sólo las mujeres podemos.
Y "casualmente" esa pequeña diferencia es la que garantiza la supervivencia y la continuidad de la especie. (Cierto que no podemos hacerlo solas, pero el semen es abundante, ecológicamente barato y generalmente disponible; y el hecho de que necesitemos el apoyo del macho en todo el proceso, no nos quita la exclusividad del hecho biológico).
Parece increíble que casi todos los feminismos del siglo pasado -y los que siguen dominando hoy todas las instituciones públicas de "la igualdad"-hayan pasado por alto ese "pequeño detalle".
Imaginad un grupo de pequeños animales -o de extraterrestres-, que podáis observar desde lejos, desde fuera, como si los miráramos con un microscopio. En ese grupo de seres, resulta que sólo la mitad, en un momento de su vida, puede hincharse, hincharse e hincharse, hasta que su cuerpo se abre y da lugar a otro nuevo ser. ¿Qué pensarían los que no pueden hacerlo (e ignoran su papel en ese proceso)? ¿No se morirían de envidia? ¿No será que la envidia primera fue la envidia del útero, en lugar de la envidia falocéntrica que describió Freud?
Esa otra mitad que no se hincha, que tomó "conciencia" de su ser, pero ignoraba su papel en el proceso, o en última instancia no podía garantizar la legitimidad de su paternidad, aprovechando la superioridad de su fuerza física, decidió construir un sistema en el que lo valioso fuera todo lo que el macho podía construir, y en el que el parto y la lactancia fuera menospreciada: "parirás con dolor y tu marido te dominará".
¿Y si resultara que lo mejor, lo verdaderamente "mejor", lo que más felicidad y realización reporta, el verdadero poder, residiera en la capacidad de parir, amamantar y criar?
¿Si resultara que el verdadero feminismo no estuviera en hacernos "iguales" a los hombres, sino en aprender a reconocer que lo verdaderamente valioso, lo mágico, el gran milagro de la vida, es lo que podemos hacer con nuestros vientres y nuestros pechos?
¿Si el verdadero y mayor poder consistiera en criar hijos sanos y felices?
¿Si resultara que el verdadero cambio social estuviera en aprender a valorar la crianza y la maternidad como actos socialmente respetables, y como parte fundamental de la libertad de la mujer?
¿Si las mujeres, libres y conscientes, fuera de la dominación masculina, conocedoras de nuestro propio cuerpo, de nuestra sexualidad, de la importancia de los afectos y del mundo emocional... acabásemos descubriendo que el amor y el cuerpo maternos en la primera crianza es lo verdaderamente valioso, y lo que hace a la humanidad más libre, más feliz, más justa, más equitativa, más solidaria?
25 de agosto de 2009
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Fuente: Coromines, Joan: Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. 4ª edición, Madrid, 2008, Editorial Gredos.
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