domingo, marzo 11, 2007

Mi lechuza

Mi lechuza

Permalink 11.03.07 @ 12:43:11. Archivado en Sociogenética, Filosofía

Soy uno de esos filósofos que mantienen una relación de ternura, yo diría incluso de ternura familiar, con los animales. Mi razón es muy simple: pienso como la mayoría de los científicos que evolutivamente estamos vinculados con ellos y que, por consiguiente, formamos parte de una única gran familia, que es la familia de los seres vivos.

Si usted es creyente, espero que no le choque lo que voy a decirle: pienso que en la otra vida tendrá la gran sorpresa de encontrarse con animales, noticia que ningún cura, por avanzado que sea, le ha dado hasta ahora. Le confieso que yo mismo, viviendo como he vivido y vivo en mi vida universitaria rodeado de teólogos, nunca he encontrado uno de ellos que no se sorprenda cuando yo le pregunto qué piensa sobre el asunto. Indefectiblemente me reponden que no saben qué responder. Yo me río amistosamente con ellos de ellos y les digo que esta ausencia de zooteología, o estudio de los animales en la perspectiva del plan redentor divino, tiene enormes consecuencias en nuestra vida diaria, puesto que continuamente cometemos pecados veniales y sobre todo mortales contra ellos. El más grave de todos: el privarlos de una vida feliz, sometiéndolos a un auténtico infierno, para ser luego sacrificados como vianda para nuestra alimentación.

Imagen: gran formato de Mi lechuza en mi despacho

Volveré otro día a este tema general del olvido de los animales tanto en la teología académica como en la ética, que yo mismo he enseñado, deplorando que mis colegas sean tan poco solidarios con nuestros hermanos en la vida, los animales de todo género y especie.

Mi intención es hoy el ocuparme de las lechuzas, para honrar la cotidianedad y la memoria de este ave familiar, que por su clarividencia nocturna pasó a ser el símbolo de la filosofía de los griegos y que mis familiares y amigos asocian conmigo mismo, regalándome sus reproducciones, porque piensan que en mi quehacer filosófico mantengo vivo su simbolismo. No soy yo quien les contradicería, ya que de pequeño recogí una lechuza herida y maltratada, la albergué, curé y alimenté el tiempo que fue necesario, observándola día y noche, y cuando la vi sana la dejé volar hasta la torre de un iglesia cercana, desde la que más de una vez me saludó durante mucho tiempo al caer el día. Si con el tiempo las circunstancias de la vida y la obediencia hicieron de mí un filósofo, a pesar de que mi vocación más acentuada era la electrónica, fue quizás porque mis superiores de la época vieron en mí la tendencia de mi lechuza a ver claro en la noche densa que atravesábamos por entonces en España.

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Homenaje a Mis lechuzas, la real y la simbólica

Muchas son las supersticiones que han rodeado a lo largo de la historia a las rapaces nocturnas, quedando reflejadas en mitos y en leyendas que han llegado hasta la actualidad. ¿El motivo? Probablemente se deba a sus hábitos nocturnos y a sus peculiares cantos. El Buho real (Bubo buho) y la Lechuza común (Tyto alba) son las dos especies que se han visto afectadas en mayor medida por estas historias. Ambas han tenido siempre diferentes interpretaciones dependiendo de la zona geográfica y de la cultura.

Los mitos relacionados con el buho suelen ser duales, es decir que independientemente del origen de la leyenda, se le asocia con dos conceptos normalmente opuestos. Así, en algunas tribus de indígenas de Norteamérica, se dice que el buho brindaba al ser humano protección y ayuda en laoscuridad, mientras que en otras era considerado mensajero de la muerte. De la misma manera, los Mayas le consideraban mensajero del inframundo y a su vez simbolizaba la fertilidad.

Desde la antigüedad clásica han sido asociados con el conocimiento y la cultura, quizás debido a su penetrante mirada. Asimismo, en la mitología griega también se les vinculaba con tropos, siniestra deidad que cortaba el hilo del destino. También han sido considerados como símbolo de timidez debido a su vuelo sigiloso y hábitos nocturnos. La lechuza ha sido relacionada igualmente con diversos significados.

En el antiguo Egipto representa la noche, el frío y la muerte, o también la videncia. En el simbolismo cristiano ha tenido también diferentes interpretaciones. Sus hábitos nocturnos han sido tomados como temor a la luz, y por tanto se le ha considerado emisaría o agente del diablo. En algunas representaciones pictóricas de ermitaños aparecía una lechuza, como símbolo de soledad. Es el ave que ha tenido mayor influencia en el folclore popular debido a su estridente canto, siendo la causante de numerosas historias fantasmagóricas.

También hay que hacer una mención especial al mochuelo (Athene noctua),
introducido a veces en la leyenda de Atenea, donde aparece como su animal sagrado (aunque existe un debate abierto sobre si era un mochuelo o una lechuza realmente) simbolizando el brillo penetrante de la mirada de la diosa y su sabiduría. Fué por tanto, símbolo de la ciudad de Atenas, y aparece representado en monedas antiguas y modernas (los actuales euros griegos). Aunque en algunos casos al mochuelo también se le consideró como un signo siniestro o fúnebre, en algunas tribus alemanas y escandinavas aparece en sus leyendas populares como un espítu libre del bosque.

Un mínimo conocimiento de estas aves, demuestra que nada tienen que ver con los significados que se les vienen atribuyendo desde la antigüedad.
Afortunadamente, ya no se les ve como animales temibles o malignos,
sino como especies sensibles con problemas de conservación graves,
que requieren de nuestro respeto y concienciación.

Fuente: Brinzal: Centro de recuperación de rapaces nocturnas: Mitos y leyendas sobre rapaces nocturnas

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