viernes, agosto 11, 2006

Fidel Castro testó en el 2000, respondiendo a Federico Mayor Zaragoza (2/5)

Fidel Castro testó en el 2000, respondiendo a Federico Mayor Zaragoza (2/5)

Permalink 11.08.06 @ 20:15:00. Archivado en Las Américas, Sociogenética, Pro justitia et libertate

II PARTE (1)

F.M. Cuarenta y un años después de la Revolución, y a pesar de todas las dificultades a las que se ha tenido que enfrentar, el régimen que usted ha establecido ha resistido. ¿A qué se puede atribuir esa longevidad?

F.C. A la lucha y el trabajo sin descanso junto al pueblo y para el pueblo. Aferrarse a las convicciones; ser consecuente; creer en el hombre; ser esclavos y no amos del país; construir sobre principios sólidos; crear, buscar soluciones aun en condiciones aparentemente imposibles e irreales; garantizar la honradez total de los que ocupan las más altas responsabilidades políticas y administrativas; convertir la política en un sacerdocio. Esa puede ser en parte la respuesta a su pregunta, sin entrar a considerar otros muchos factores peculiares de nuestro país y nuestra época histórica.

Ciertamente, todo el mundo pensaba que Cuba no podría resistir después del derrumbe del campo socialista y de la URSS. Cabría preguntarse adicionalmente cómo fue posible con un doble bloqueo y la guerra económica y política que nos impuso la potencia más poderosa que ha existido jamás, sin Fondo Monetario Internacional, sin Banco Mundial, sin créditos. Logramos, sin embargo, realizar la proeza. En una reunión cumbre celebrada hace poco en La Habana, les expresé con cierta ironía a nuestros invitados que había sido posible porque tuvimos el privilegio de no pertenecer al FMI.

Hubo tiempos en que nadábamos en un mar de circulación monetaria; nuestra moneda se devaluó extraordinariamente, el déficit presupuestario alcanzó hasta el 35 por ciento del Producto Interno Bruto. Observé visitantes inteligentes asombrarse casi hasta el desmayo. Nuestro peso, la moneda nacional, vio reducido su valor en 1994 a 150 por un dólar. A pesar de esto, no cerramos un solo centro de salud, una sola escuela o círculo infantil, una sola universidad, un solo centro deportivo; nadie fue lanzado a la calle sin empleo ni protección social, aun cuando faltaban combustible y materias primas; no hubo la menor traza de las habituales y odiosas políticas de choque tan recomendadas por las instituciones financieras de Occidente.

Cada medida adoptada para enfrentar el terrible golpe fue discutida no sólo en la Asamblea Nacional, sino también en cientos de miles de asambleas que tenían lugar en fábricas, centros de producción y servicios, sindicatos, universidades, escuelas de nivel medio y en todas las organizaciones de campesinos, mujeres, vecinos y otras de carácter social. Lo poco de que disponíamos se distribuyó con el máximo de equidad posible. Derrotamos el pesimismo dentro y fuera del país.

En esos años críticos, se duplicó el número de médicos, mejoró la calidad de nuestra enseñanza, el peso cubano se revalorizó siete veces, de 150 por un dólar a 20 por uno, entre 1994 y 1998, manteniéndose desde entonces sostenidamente estable. No escapó al exterior un solo dólar. Se adquirió experiencia y eficiencia a la altura del reto inmenso que teníamos delante. Aunque no hemos llegado todavía a los niveles de producción y consumo que teníamos al producirse el desastre socialista en Europa, nos hemos ido recuperando con paso firme y visible; los índices de educación, salud, seguridad social y otros muchos aspectos sociales, que eran orgullo del país, los hemos mantenido, e incluso algunos han sido superados.

El gran héroe de esta proeza fue el pueblo, que aportó sus grandes sacrificios y su inmensa confianza. Era fruto de la justicia y de las ideas sembradas durante más de 30 años de Revolución. Este verdadero milagro habría sido imposible sin la unidad y sin el socialismo.

F.M. Teniendo en cuenta el vasto movimiento de globalización que toma forma a escala mundial, ¿acaso no sería conveniente abrir más ampliamente la economía cubana al resto del mundo?

F.C. Hemos abierto la economía en la medida de lo posible y lo necesario. No hemos cometido las locuras e insensateces que tuvieron lugar en otras partes que recibían, cual si fuesen profetas bíblicos, los consejos de expertos europeos y norteamericanos. No nos invadió la locura de las privatizaciones, mucho menos la de confiscar los bienes del Estado para apoderarnos de ellos o regalarlos a familiares o amigos. Esto ocurrió, como se sabe, tanto en países ex socialistas como en otros que no lo eran, bajo el manto piadoso, tolerante y cómplice de la filosofía neoliberal que se convirtió en una pandemia universal. Occidente lo sabe muy bien y dónde están los depósitos del dinero y cuál fue el destino de los fondos malversados o robados, pero nadie dijo una palabra.

No hemos intentado cometer la estupidez de adaptar Cuba al caótico mundo actual y su filosofía; lo que hicimos fue adaptar sus realidades a las nuestras, mientras luchamos junto a otros muchos países del llamado Tercer Mundo por nuestro derecho al desarrollo y la supervivencia. Tal vez los antiguos colonizados ayudemos por ello a la minoría de países super ricos, casi todos antiguas metrópolis, a salvarse también ellos mismos.

III PARTE

F.M. Nadie cuestiona las realizaciones sociales y culturales de Cuba. Pero, regresando a mi pregunta anterior, ¿no podrían esas realizaciones ser favorecidas por un incremento de los intercambios con el mundo exterior?

F.C. Es cierto que, como tú dices, hemos alcanzado importantes avances sociales difíciles de negar: No hay niños sin escuelas ni analfabetos. El desarrollo de nuestras universidades es notable. Contamos con numerosos centros de investigación que realizan un trabajo de gran calidad e importancia. Cada niño recibe 13 vacunas, casi todas producidas en el país, al igual que la mayor parte de los medicamentos que consumimos. A la vez, estamos enviando gratuitamente miles de médicos a prestar servicios en zonas apartadas y pobres de América Latina, el Caribe y África, para llevar a cabo planes integrales de salud. Ello es posible porque disponemos de un abundante capital humano. Hemos invitado a los países más desarrollados a cooperar con el envío de medicamentos. Estamos concediendo igualmente miles de becas a jóvenes del Tercer Mundo para estudiar Medicina y otras especialidades universitarias. En cada país de África que participa en los planes integrales de salud, ayudamos a crear facultades donde puedan formarse algún día los cientos de miles de médicos que necesitan.

Nadie se imagina cuánto puede hacer un pequeño país del Tercer Mundo con muy pocos recursos cuando existe un verdadero espíritu de solidaridad. Respondiendo a tu pregunta, sin duda este esfuerzo que realiza nuestro país se vería ampliamente favorecido con un incremento del intercambio con el mundo exterior, tanto en beneficio de nuestra Patria como de otras naciones.

F.M. La desaparición de la URSS privó súbitamente a Cuba de una ayuda preciosa. Al mantener su embargo pese al fin de la confrontación Este-Oeste, ¿cuál era, según usted, el cálculo de los norteamericanos? ¿Esperaban influir en su forma de gobernar?

F.C. No intentaban influir en la Revolución sino destruirla. Al igual que en el Senado de la antigua Roma cuando en los días de Aníbal se proclamaba la destrucción de Cartago, la consigna obsesiva de los gobiernos de Estados Unidos era: Cuba debe ser destruida.

La desaparición de la Unión Soviética y el derrumbe del campo socialista europeo no nos tomó totalmente de sorpresa. Incluso advertimos mucho antes a nuestro pueblo de esa posibilidad. Con los errores estúpidos que estaban cometiendo y las concesiones vergonzosas que continuamente hacían al adversario histórico, veíamos venir los acontecimientos.

En el terreno económico, el daño para Cuba fue terrible. Nuestra azúcar no recibía el precio correspondiente al basurero del mercado mundial. Habíamos logrado uno de carácter preferencial como el que Estados Unidos y Europa aplicaban a las importaciones de ese producto. Los suministros de combustibles, alimentos, las más variadas materias primas y componentes de máquinas y fábricas cesaron casi abruptamente. El consumo diario de calorías se redujo de 3.000 a 1.900 y el de proteínas, de 80 a 50 gramos. Hubo quienes flaquearon, pero la inmensa mayoría enfrentó las dificultades con valor, honor y decisión impresionantes.

Como ya dije, importantes índices lograron mantenerse, e incluso algunos mejoraron. La mortalidad infantil fue reducida en un 40% en ese período y 30.000 nuevos médicos con excelente nivel de preparación se incorporaron a las comunidades. En la esfera deportiva, nuestros atletas continuaron ocupando un lugar honorable entre los primeros del mundo y el más alto índice de medallas de oro per cápita en las Olimpiadas, a pesar de la enorme presión con que Estados Unidos y otros países ricos tratan de comprar científicos, profesionales destacados y atletas cubanos.

F.M. Lo que no quiere decir que el mantenimiento del embargo representa una prueba adicional fácil de superar por el pueblo cubano.

F.C. Por supuesto, el bloqueo es una carga penosa para cada uno de los cubanos. Los países del Tercer Mundo, así como la casi totalidad de los países miembros de las Naciones Unidas, han demandado reiteradamente que cese el bloqueo; pero el Congreso norteamericano, con la cooperación de muchos miembros de la mayoría republicana, encabezada en este caso por los señores Helms y Burton, e incluso con el apoyo de varios miembros del Partido Demócrata como Torricelli y otros, se han opuesto al levantamiento de un bloqueo que se ha convertido ya en el más largo de la historia.

F.M. Los Estados Unidos no son los únicos que les imponen todo tipo de condiciones. La Unión Europea también ha tratado de introducir una «cláusula democrática» en las relaciones comerciales europeo-cubanas. ¿Qué piensa usted de ese proceder?

F.C. Es significativo que la Unión Europea se muestre mucho menos «preocupada» con otros países, sin duda porque representan un interés económico mayor que el que podemos significar nosotros. En todo caso, no son admisibles condiciones de ningún tipo cuando se trata de principios inalienables de nuestra Patria. La forma de organización política de una nación soberana no puede ser sometida a condiciones. Cuba no negocia ni vende su Revolución, que ha costado la sangre y el sacrificio de muchos de sus hijos.

Por otra parte, todo depende de lo que se entienda por «cláusula democrática». ¿Cuántos Estados llamados «democráticos» están endeudados hasta el cuello? ¿Cuántos de ellos permiten que hasta el 30 por ciento de su población viva en condiciones de extrema pobreza? ¿Por qué países que tienen decenas de miles de niños en las calles e incontables analfabetos han de ser tratados mejor que nosotros? No vemos por qué. Cuba no aceptará jamás condiciones políticas de la Unión Europea y menos aún de Estados Unidos. Es mejor que esto se acabe de comprender.

Nosotros no discutimos si en Europa hay monarquías o repúblicas, conservadores o socialdemócratas en el poder, defensores o adversarios de una idílica tercera vía; giros hacia la izquierda, el centro o la derecha; apologistas o detractores del llamado «estado de bienestar» con el que se intenta paliar el incurable mal del desempleo. Ni siquiera estamos en la obligación de mezclarnos con lo que hacen los cabezas rapadas de las tendencias neonazis que resurgen. Aunque tenemos opiniones sobre estos y otros muchos temas, no podemos introducir cláusulas revolucionarias en nuestras relaciones con Europa. Albergamos la esperanza de que los europeos se las arreglen por sí mismos.

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(1) Ver los textos precedentes en:

Fidel Castro testó en el 2000, respondiendo a Federico Mayor Zaragoza (1/5)

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