domingo, junio 25, 2006

El «espíritu Txapote» vs. el «espíritu de Ermua»

El «espíritu Txapote» vs. el «espíritu de Ermua»

25.06.06 @ 14:22:26. Archivado en Ética, Pro justitia et libertate

Ver a los asesinos como «Txapote» reírse de quien les juzga, y a quienes les ayudaron a cometer sus crímenes absueltos y reprendiendo al presidente del Gobierno por salirse del camino que ellos le están marcando, es salgo que supera lo que cualquier persona honesta, víctima o no, es capaz de soportar.

La actitud del terrorista que asesinó a Miguel Ángel Blanco sería algo anecdótico si no representara algo mucho más profundo. La tranquilidad con la que los miembros de ETA afrontan sus juicios demuestra que se sienten respaldados, más allá del ámbito de la banda terrorista.

Es ese «espíritu Txapote» el que no debe triunfar sobre el «espíritu de Ermua».

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El «espíritu Txapote»

Por TERESA JIMÉNEZ-BECERRIL. Hermana del concejal del PP Alberto Jiménez-Becerril y cuñada de Ascensión García Ortiz, asesinados por ETA.

OTRA vez me encuentro frente a «Txapote». Ya tuve ocasión de hacerlo cuando las autoridades francesas nos lo entregaron. Publiqué entonces, con el título «Huérfanas de hermano», unas palabras de aliento y solidaridad dirigidas a Mari Mar Blanco y a Consuelo Ordóñez, cuyos hermanos habían sido asesinados, por ese miembro de ETA.

Jamás olvidaré la mirada del asesino de Miguel Ángel y de Gregorio, bajando del avión, que lo devolvía a España para ser juzgado. Ni siquiera la lejanía logró evitar el escalofrío que recorrió mi cuerpo al ver en sus ojos el mayor de los desprecio por la vida humana. Su odio traspasaba la pantalla y con un gesto entre indiferente y prepotente parecía decirme «Yo no maté a tu hermano, pero podría haberlo hecho. ¿Y qué?»

Ese «¿Y que?» me persigue desde entonces. Esa absoluta falta de piedad, esa innegable ausencia de arrepentimiento, esa íntima celebración del dolor ajeno que descubrí en su cara se repite cada vez que me enfrento a cualquiera del entorno de la banda terrorista. Todas sus declaraciones, advertencias, comunicados, con capucha o sin ella, reflejan esa superioridad de quien está convencido de poseer la verdad absoluta.

Si ustedes lo piensan, sus palabras son rotundas: autodeterminación, patria vasca... Y sus hechos, aún más: «los soldados vascos», durante su guerra a un bando donde el enemigo no era consciente de serlo, han causado inútiles bajas a un país democrático, que les permitía disfrutar de una autonomía tal que sólo una sociedad enferma es incapaz de apreciar. Es ese «espíritu Txapote» el que no debe triunfar sobre el «espíritu de Ermua».

Porque si así ocurriese, sería no solamente España la que perdería, sino el hombre, como perdió cuando permitió que un demente con delirios de grandeza exterminara a gran parte del pueblo hebreo con la complicidad de quien lo llevó al poder. Al menos, Hitler y quienes le rodearon murieron como criminales. Algunos se suicidaron, otros se escondieron como ratas, la mayoría fueron juzgados y condenados. Lo importante es que la historia les ha reservado el peor de sus papeles, el de asesinos, crueles y sanguinarios.

A veces, cuando me preguntan por qué yo no estoy contenta con el «proceso de paz» que está llevando a cabo el Gobierno de España, me viene a la mente otro proceso, el de Nuremberg, donde la cúpula del poder nazi fue juzgada en 1946, al final de la Segunda Guerra Mundial, acusada de crímenes contra la Humanidad. Los documentos de la época nos muestran un juicio en masa de hombres humillados, acobardados, derrotados, lejos de lo que fueron cuando aterrorizaban con sólo una mirada y un taconazo de botas negras.

Quizá yo sea una idealista, una ingenua, seguro que una cosa no tiene nada que ver con la otra, pero yo, Teresa Jiménez-Becerril, hermana del concejal del Partido Popular asesinado por la banda terrorista ETA, querría ver a quienes mataron a mi hermano y a su mujer y a tantos otros inocentes sentados en un banquillo, temblando, temiendo sus duras condenas y rendidos ante una sociedad que ni ha olvidado ni perdonará sus culpas. Ver a los asesinos como «Txapote» reírse de quien les juzga, y a quienes les ayudaron a cometer sus crímenes absueltos y reprendiendo al presidente del Gobierno por salirse del camino que ellos le están marcando, es salgo que supera lo que cualquier persona honesta, víctima o no, es capaz de soportar.

¿Ustedes se imaginan cuál habría sido el futuro de Alemania si no se hubiera hecho justicia tras el fin de la guerra? ¿Habrían sido los alemanes capaces de convivir bajo el «espíritu nazi» latiendo en su propio país? ¿Y habría sido Europa capaz de aceptarlo? No. El pueblo alemán necesitaba limpiar su conciencia para poder sobrevivir, y la humillación de los culpables era el primer paso del largo camino que les quedaba por recorrer.

La actitud del terrorista que asesinó a Miguel Ángel Blanco sería algo anecdótico si no representara algo mucho más profundo. La tranquilidad con la que los miembros de ETA afrontan sus juicios demuestra que se sienten respaldados, más allá del ámbito de la banda terrorista. El «espíritu Txapote» refleja el sentir de una parte del pueblo vasco, que yo no me atrevo a cuantificar, pero que cualquiera de los vascos que han tenido que abandonar su tierra a causa de la presión del nacionalismo llevado al extremo sabría hacerlo. Es ese mi temor, que ese espíritu injusto, arbitrario, insolidario e ilegítimo triunfe sobre lo que se llamó el «espíritu de Ermua», que nació del ansia de justicia y libertad de una nación y que espero siga en pie, a pesar de todo el empeño que algunos están poniendo en sofocarlo.

El presidente del Gobierno -que sigue menospreciando los comunicados de ETA [desconozco de dónde le viene tanta seguridad]- debería leer con atención cuando los terroristas dicen « todos los mandatarios españoles han quedado en el camino y la lucha del pueblo vasco ha contribuido a su propio fracaso».

No le dé usted, señor Zapatero, la llave de la política española a una banda de asesinos, porque le pueden dejar encerrado. Y lo peor es que con usted nos van a aprisionar a todos los españoles. Y por mucho que nuestra vicepresidenta le defienda y desmienta la negociación política que el Gobierno está llevando a cabo, el informe de ETA prueba lo contrario. Si tiene usted tiempo, vuelva a leer el comunicado etarra y subraye la palabra política, verá la sorpresa que se va a llevar. Yo la he visto más veces de lo deseado.

Una cosa más, señor presidente: pruebe en cambio a señalar la palabra víctima en el comunicado etarra. Yo no la he encontrado en todo el escrito.

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