domingo, abril 01, 2007

Semana santa con Jon Sobrino

Semana santa con Jon Sobrino

Permalink 01.04.07 @ 17:36:00. Archivado en Universidades, Sociogenética, Religiones, Pro justitia et libertate

Querido amigo creyente, aunque poco practicante, o incrédulo de buena fe, que te dispones a vivir la Semana santa, preguntándote por el sentido auténtico de estas fiestas religiosas:

Por poco que atiendas al relato que se te presenta en las procesiones, sabes que se trata de la conmemoración cristiana de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, vivida por los creyentes no sólo como el recuerdo de los hechos fundacionales de su fe, sino como modelo de lo que ha de ser su propia vida, si pretende vincularse con la del mismo Jesús, que como Dios hecho hombre es su Salvador.

Te invito a que imagines a un creyente que expone cada día su vida por su fe, hablando de Jesús a los pobres como un testigo de su verdad actual e histórica. Éste es el caso de este compañero jesuita, pastor y teólogo, cuyo lenguaje teológico parece sorprendente en dos de sus obras a quienes no viven en su carne propia la condición de pobres.

Jon Sobrino como el propio Jesús de los evangelios auténticos enfatiza en la humildísima humanidad del Salvador, aunque sin olvidar la formidable paradoja de su divinidad encarnada creyente y sufriente, que al tercer día de su muerte ignominiosa le hizo posible no solamente su resurrección gloriosa de entre los muertos, sino el hacernos partícipes de su propia suerte, si nos identificamos con Él.

Jon Sobrino lleva 50 años en El Salvador, identificándose con el Jesús de los evangelios auténticos e intentando con su trabajo de teólogo y apóstol devolver la esperanza a los más desfavorecidos de la tierra, demostrándoles que su vida de creyentes y sufrientes no difiere de la del Jesús histórico, que así se encuentra entre ellos, en la vida de la Iglesia auténtica, no sólo para sufrir con la fe sino también para resucitar con la esperanza.

Para Jon Sobrino como para todos los creyentes cristianos, la resurrección de Jesús, tras su pasión y muerte en la cruz, es el hecho más importante de toda la Historia de la Salvación. La resurrección de Jesús como prueba de su divinidad es, para el cristiano, un asunto fundante y fundamental. En este hecho histórico está fundada su fe: sin la Resurrección de Jesús la fe del cristiano sería absurda y la esperanza de salvación que le inspira no tendría razón de ser. Si Cristo no hubiera resucitado, la Iglesia no podría anunciar ninguna Buena Noticia de salvación para nadie. San Pablo lo afirma claramente: "Si Cristo no fue resucitado, nuestra predicación ya no contiene nada ni queda nada de lo que creen ustedes…. Y… ustedes no pueden esperar nada de su fe…. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos…" (1Co 15, 14; 17; 20).

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La Congregación para la Doctrina de la Fe publicó el 15 de marzo una Notificación acerca de dos libros del Padre Jon Sobrino, S.J.: Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret, y La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas. "A causa de ciertas imprecisiones y errores en ellos encontrados, la Congregación para la Doctrina de la Fe tomó la decisión, en el mes de octubre de 2001, de emprender un estudio ulterior y más profundo de dichas obras". Después de un largo proceso la Congregación decidió "ofrecer a los fieles un criterio de juicio seguro acerca de los citados libros y otras obras del Autor".

A mediodía del 14 de marzo los periodistas acreditados ante la Santa sede recibieron la Notificación a la que el Padre Federico Lombardi, S.J., Director de la Radio Vaticana y de la Sala de Prensa del Vaticano, añadió una nota ("El Puente") que en traducción española ofrecemos aquí. El Padre Lombardi escribe:

"Para comprender el significado de la Notificación de la Congregación de la Doctrina de la Fe sobre algunas obras del Padre Jon Sobrino, pienso que sea oportuno recordar la importancia de la comprensión de la naturaleza y de la obra de Jesucristo en el corazón mismo de la fe cristiana.

Jesucristo es para la Iglesia el "mediador" entre Dios y el hombre, es el "pontífice" en sentido etimológico, es decir el constructor del puente que permite a los hombres volver a entrar en relación de amistad y unión con Dios, superando la distancia, la imposibilidad de comunicación provocada por una larga historia de pecados.

Para ser mediador y puente, Jesucristo debe apoyarse firmemente tanto sobre la vertiente de la humanidad como sobre la vertiente de la divinidad. Si no, el paso de una vertiente a la otra queda interrumpido, o al menos inseguro. Desde los primeros siglos del cristianismo esta necesidad del puente ha sido afirmada con fuerza y defendida frente a las numerosas teorías que de hecho negaban uno u otro pilar fundamental del puente mismo: o la humanidad o la divinidad. Negando uno u otro aspecto, en realidad se pone en cuestión la misma salvación del hombre, puesto que llega a faltar el camino concreto, real, a través del cual el hombre se puede comunicar con Dios.

La reflexión teológica sobre Jesucristo, por tanto, ha debido tener en cuenta los dos aspectos, ambos esenciales, aunque los diversos contextos históricos y culturales han influido con acentos característicos en las diferentes corrientes teológicas o espirituales.

A menudo, el contexto de la experiencia cristiana lleva a insistir en la solidaridad entre Jesús y los hombres, por lo que se refiere a su participación en las vicisitudes humanas: sus controversias, su pasión, su muerte violenta son cruciales para el anuncio y para la acogida del Evangelio por parte de los pobres, de quienes sufre por la fe y la justicia.

Quien vive su fe participando en las experiencias más dramáticas del pueblo, cultiva naturalmente una sintonía espiritual y profunda con la humanidad de Cristo, y -si es teólogo- se siente llevado a profundizar en una cristología "desde abajo", que fundamenta en profundidad el pilar del puente que se encuentra de parte de la humanidad. Es ciertamente esta la situación del P. Sobrino, en el surco característico de la teología latinoamericana, tan atenta al camino de la liberación humana y espiritual de los pueblos del continente.

No olvidemos que el P. Jon Sobrino pertenecía al grupo de la Universidad Centroamericana de San Salvador, de los cuales seis miembros fueron bárbaramente asesinados en 1989, justamente por su compromiso cultural en solidaridad con el pueblo salvadoreño.

Al mismo tiempo, la insistencia en la solidaridad entre Cristo y el hombre no debe llevarse hasta el punto de ensombrecer o minusvalorar la dimensión que une Cristo a Dios. Porque si Cristo no es al mismo tiempo hombre y Dios, al puente le faltaría el segundo punto de apoyo y se pone radicalmente en cuestión la realidad de nuestra comunicación con Dios.

Este es el problema sobre el cual se desarrolla la argumentación de la "Notificación", que manifiesta respeto por la obra de Sobrino y sus intenciones, pero retiene que no se puede eximir de indicar que, en algunas obras suyas, ciertas afirmaciones, sobre algunos argumentos cruciales, -como la divinidad de Cristo, la Encarnación del Hijo de Dios, la autoconciencia de Jesucristo y el valor salvífico de su muerte-, cuestionan puntos verdaderamente fundamentales de la fe permanente de la Iglesia. En otras palabras, ponen en cuestión la integridad y la estabilidad del puente que permite la comunicación entre los hombres y Dios, incluso la de los pobres de todos los tiempos".

Noticias de la Curia S.J.
20 de marzo de 2007 | Vol. 11, N. 6

sábado, marzo 31, 2007

La terrible gente corriente

La terrible gente corriente

Permalink 31.03.07 @ 20:08:00. Archivado en Sociogenética, Ética, Pro justitia et libertate

Llamar a las cosas por su nombre es la mejor contribución que se puede hacer para intentar que las cosas cambien. En el País Vasco lo hacen una y otra vez dos mujeres: Rosa Díez, socialista, y María San Gil, popular. Yo he dicho repetidas veces de ellas que la una y la otra y sobre todo las dos juntas son la esperanza de la pobre ciudadanía atemorizada en su propia tierra, no solamente por ETA, sino por la terrible gente corriente que rentabiliza el terror de los etarras y la cobardía de quienes les apoyan por acción o por omisión.

A propósito de la proverbial valentía de Rosa, escribía yo el 01/11/2006: Quien conoce la vida política de Rosa Díez, como es mi caso, desde que vengo ocupándome en mi enseñanza universitaria y en mi escritura pública del problema de la Paz y las libertades en el País Vasco, sabe que las posiciones que hoy defiende en materia de lucha contra el terrorismo son las que ha defendido toda su vida. Lleva razón al decir que el Partido Socialista la puso en sus listas por pensar lo que piensa y decirlo muy alto y claro. Los artículos recopilados en su libro «Porque tengo Hijos» dan fe de su coherencia en esta materia durante los últimos 12 años. Donde otros socialistas han cambiado, hasta el punto de hacerse irreconocibles como tales, ella no.

Uno de los mayores méritos de Rosa Díez como de María San Gil, su hermana de lucha en el infernal purgatorio vasco, es que nunca juzgan las intenciones, cosa que hacemos tan fácilmente los hombres, sino que analizan con realismo femenino los hechos. Cualquiera que haya seguido durante estos últimos años su valiente actividad política en pro de la Paz y de las libertades en el País Vasco lo sabe (1)

Una vez más Rosa Díez analiza con realismo femenino los hechos, demostrando a sus colegas socialistas que su error ha consistido en dejarse engañar no solamente por las falsas promesas de los terroristas de ETA, sino también por las aviesas intenciones de la terrible gente corriente que los apoyan, que son los nacionalistas oportunistas, que consideran héroes a los etarras, asesinos a sus víctimas e indeseables en su propia tierra a los ciudadanos del mismo País Vasco que no piensan como ellos: "Esa es la gente corriente, la que se aprovecha de nuestra falta de libertad para medrar en política, y en la vida. La que nos «tolera», sin considerarnos nunca «de los suyos». La que no mueve un dedo por protegernos. La que llama presos políticos a los asesinos y clama por sus «derechos» mientras permite que nos excluyan y persigan por reivindicar los derechos fundamentales que la Constitución nos reconoce".

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Gente corriente
por Rosa Díez, Diputada socialista en el Parlamento Europeo

«Los verdaderamente malos son pocos; lo más peligroso es la gente corriente»
Primo Levi

ESTA sentencia de Primo Levi podría haber sido escrita a la luz de lo que ocurre en el País Vasco. Pero él pensaba en los campos de exterminio nazis cuando hizo esa reflexión. Levi hablaba para estudiantes, en el transcurso del periplo universitario que organizó una vez concluido su libro «Si esto es un hombre». Respondía así a la pregunta de unos alumnos sobre la maldad. Levi describía con esas palabras la falta de piedad de los alemanes corrientes, esa inmensa mayoría que veía cómo desaparecían sus vecinos sin preguntarse qué había sido de ellos.

Pensaba en la «gente de orden» que veía el humo de los crematorios y se limitaba a taparse la nariz. Pensaba en las «buenas gentes» que cruzaban de acera para no saludar a un judío con el que habían compartido celebraciones familiares unos días antes de que fueran señalados por los nazis como enemigos de la raza aria. Pensaba en todos aquellos que prohibieron a sus hijos jugar con los hijos de los «malditos judíos». Levi pensaba en la buena gente que, de repente, perdió hasta la piedad.

Si Levi hubiera vivido en Euskadi y en nuestro tiempo podría haber hecho la misma afirmación refiriéndose a los nacionalistas. En el País Vasco no hay limpieza étnica porque resultaría imposible: estamos tan mezclados, es tan mestiza nuestra sociedad, que tendrían que matarse entre ellos. Por eso aquí se puso en marcha la limpieza ideológica.

Somos tan «iguales» que tuvieron que empezar a matarnos para hacernos diferentes. Ahora ya somos diferentes. A los judíos los distinguían por su «estrella de David»; a nosotros, «los vascos diferentes», nos distinguen porque nunca vamos solos. Nosotros, «los vascos diferentes», somos los que tenemos la capacidad de movimiento restringida; ellos son los que disfrutan de todos los derechos que la Constitución española nos reconoce como ciudadanos. Nosotros, «los vascos diferentes», somos los que vivimos amenazados; ellos son los que viven en libertad.

Antonio Aguirre fue agredido por un genuino representante de la «gente corriente», de la «buena gente», de esa «gente de orden» que milita en el partido que gobierna Euskadi desde que hay democracia en España. Los dirigentes del PNV han exculpado inmediatamente al agresor: «perdió los papeles», «está apesadumbrado por la imagen del partido que ha dado, llevado por la tensión del momento», «se sintió acosado», «no quiere ensuciar el buen nombre del partido». Ni una sola palabra de disculpa hacia el agredido. El agredido es culpable; el agresor, una pobre víctima que «perdió los papeles». Buena gente.

Nada más peligroso que una situación en la que los dirigentes de un partido político de gobierno disculpan la agresión a un militante de un movimiento cívico, embozándose en la mentira y en la superioridad moral del agresor: «le conocemos de siempre...», «les provocaron...». Los «provocadores» eran siete. Los provocados, mil. Y, según se puede escuchar en los diferentes videos colgados en internet, «los mil provocados» consideraban «españoles de mierda» a esos siete magníficos que osaban enfrentarse a la «pacífica» manifestación. Bueno, también les llamaban «asesinos», y «cerdos», y «asquerosos». Pero lo que sin duda pasará a los anales de los batzoquis será cómo fue posible que siete «españoles de mierda» consiguieran acorralar a mil vascos de pura cepa...

Da miedo. Sobre todo después de escuchar a la portavoz del Gobierno vasco decir que «están planteándose denunciar al Foro Ermua por la contramanifestación (¿?)». Tiene razón Antonio Aguirre cuando dice en la entrevista publicada en El Correo que el problema ya no es que el Gobierno no te defienda; lo grave es que es el propio Gobierno el que te pone en la diana. Aunque Aguirre nos recuerda a todos que «... los primeros que nos empezaron a llamar fachas y extrema derecha fueron Odón Elorza y José Antonio Pastor. Entonces les solicité que no pusieran al Foro en el punto de mira de ETA».

Da miedo la impunidad que algunos dirigentes de los partidos democráticos prestan a la violencia y a los violentos. Da miedo porque conocemos y recordamos la historia. El «ciudadano corriente» que el lunes agredió a Aguirre no sólo no ha sido amonestado, sino que ha sido públicamente disculpado por su propia formación política y por el Gobierno vasco. El «ciudadano corriente» trabajó para el Departamento de Interior del Gobierno vasco, vamos, para la autoridad. Si lo que él hizo es comprendido y exculpado por el Gobierno vasco y por el partido que sustenta al Gobierno de España, ¿por qué razón un chaval vasco, educado en el odio y en la mentira, no va a coger primero un spray, después un cóctel molotov y finalmente, cuando se la den, una pistola para abatir a esos «españoles de mierda», «asesinos», «asquerosos», que hay que dejar morir en el suelo?

Les contaré una cosa que me sucedió hace unos cuantos años, concretamente a finales de 1998 o principios de 1999. Fue en Guernica, en el acto de juramento de Ibarretxe como lendakari, tras las elecciones de la tregua. Los socialistas habíamos abandonado el Gobierno en junio de ese mismo año; la tregua se declaró en septiembre; las elecciones se celebraron en octubre. Tal y como tenían pactado en Lizarra con ETA, los nacionalistas del PNV y EA, con la adherencia de Madrazo, constituyeron un gobierno apoyado por Ternera y los suyos. Les recuerdo que el PSE había gobernado con el PNV doce años.

Pues bien, a la entrada de la Casa de Juntas se arremolinaban los simpatizantes de las formaciones políticas nacionalistas, claramente diferenciados en bandos: los que iban a jalear a los borrokas y la «buena gente» que iba enfervorizada a aplaudir a sus líderes del PNV. Pasamos por delante de los borrokas sin ningún tipo de problema; el gesto adusto; la mirada huidiza y cobarde; el aspecto de no haberse duchado en una semana... Vamos, vestidos para ejercer de lo que son.

Unos metros por delante de mí iba Ardanza. A la entrada justo de la finca, en la verja, unas enfervorizadas emakumes le besaban y aplaudían; él les correspondía sonriente y amable. Llegamos nosotros cuando aquellas mujeres vestidas de domingo, con aspecto de madres y abuelas de familia bien, todavía estaban saboreando la emoción. Se giraron y nos vieron. Yo acababa de dejar de ser consejera, tras siete años de gobierno con Ardanza. Las miré con normalidad, diría que sonriente, y seguí hablando con mi compañero. Hasta que empezamos a pasar entre ellas: «Ala, fastídiate, se os acabó lo bueno, por fin os vais, ya estamos con los nuestros...» «Huy, que pena tendrás, eh, maja?» «Pues os fastidiáis, ya estamos juntos, que bastante habéis estado en el Gobierno...». «Hala, españoles, iros por ahí...». No nos lo podíamos creer.

Recuerdo haberme acercado a Ardanza a contárselo:

-«Oye, lendakari, tu gente nos está insultando; es como si creyeran que os hemos robado algo durante estos doce años que hemos compartido gobierno; parece que aquí no ha cambiado nada de fondo, que os habéis vuelto a asilvestrar, que estábais locos por echarnos...».
-Pero Rosa, ¿cómo dices eso? Serán de los otros...
-No lendakari, no; son de los tuyos.
-¿Pero por qué lo sabes?, ¿les conoces?
-No, pero hay signos externos inconfundibles: peinadas de peluquería, las joyas de los domingos... y los besos que te han dado. Salvo que me digas que las que te han besado eran de Batasuna...
-(...)

Esa es la gente corriente, la que se aprovecha de nuestra falta de libertad para medrar en política, y en la vida. La que nos «tolera», sin considerarnos nunca «de los suyos». La que no mueve un dedo por protegernos. La que llama presos políticos a los asesinos y clama por sus «derechos» mientras permite que nos excluyan y persigan por reivindicar los derechos fundamentales que la Constitución nos reconoce.

Levi explica en el citado libro cómo la despersonalización, la deshumanización del individuo o colectivo declarado enemigo, era vital para llegar a la solución final sin ningún tipo de remordimiento. Los judíos, los gitanos, los comunistas, los homosexuales... no eran humanos para los nazis: eran sólo enemigos de la raza aria, una amenaza para la pureza de su sangre. Estaban «obligados» a eliminarlos si querían conservar un bien mayor, la raza pura, el ideal humano. Pero al lado de esos fanáticos que teorizaban y diseñaban los planes de exterminio estaba la gente corriente. Esa «buena gente» comprendió enseguida hasta qué punto podían beneficiarse de la desaparición de tantos alemanes, o polacos..., de tantos compatriotas mejor cualificados que ellos mismos; y dejaron aflorar sus más bajos instintos. Tardaron poco en sentirse cómodos, aceptando que los nuevos excluidos, en el fondo, nunca habían sido de los suyos, que siempre les habían tenido envidia de los judíos, que llegaron de otros lugares y fueron capaces de progresar y llegar más lejos que ellos, que siempre habían temido al diferente, al de otra cultura, al de otra condición sexual... Los ideólogos de la solución final fueron pocos; los ejecutores, bastantes más, pero nada hubiera sido posible si millones de «buenos alemanes» no se hubieran comportado como los buenos vascos que siguen en Euskadi las consignas del «partido guía». Ese «partido guía» liderado por ese ejemplo de moderación, esa perla blanca llamada Josu Jon Imaz.

Tiene razón Aguirre: es el PNV quien nos pone en la diana, y nuestros dirigentes del PSE, quienes asienten con la cabeza o callan. Si a quienes discrepamos -seamos socialistas o no- nos llaman crispadores o nos invitan a irnos al PP -al que previamente han calificado como «derecha extrema»-; si el lendakari le dijo hace nada en el Parlamento vasco a María San Gil: «Ustedes representan lo peor de este país» -de un país en el que hay terroristas-, ante el silencio cómplice del PSE; si Diego López Garrido dijo hace dos días en el Congreso de los Diputados que «el PP es un arma de destrucción masiva», ¿qué pueden pensar los que tienen las pistolas y la costumbre de actuar poniendo la teoría en práctica? ¿Puede alguien extrañarse de que muchos de nosotros nos sintamos más abandonados, más solos que nunca?

No es éste un artículo optimista. No hay motivos. Llamar a las cosas por su nombre es la mejor contribución que se puede hacer para intentar que las cosas cambien. Como dijo Hanna Arendt a su vuelta del exilio norteamericano, indignada por la pasividad e indiferencia de sus compatriotas ante su responsabilidad histórica, «describir los campos de exterminio sin ira no es ser objetivo, sino indultarlos».

Valga esta reflexión y esta denuncia para que si nuestros nietos nos preguntan algún día: «¿tú qué hiciste cuando pasaba eso?», podamos darles una respuesta mirándoles a los ojos.

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(1) Rosa y María, honor y esperanza de Euskadi

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viernes, marzo 30, 2007

Periodismo judicial

Periodismo judicial

Permalink 30.03.07 @ 18:41:00. Archivado en Universidades, Pro justitia et libertate

El juez Javier Gómez Bermúdez publicó hace unos meses, en colaboración con la periodista judicial Elisa Beni Uzábal, el primer manual jurídico para periodistas, bajo el título: Levantando el velo.

Imagen: El juez Javier Gómez Bermúdez y la periodista judicial Elisa Beni Uzábal

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Presentación editorial

Un magistrado de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, Javier Gómez Bermúdez, y una periodista, Elisa Beni Uzábal, directora de Comunicación del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, han aunado esfuerzos, conocimientos y excelencia profesional para sacar a la calle esta obra que se configura como el primer manual existente en el mercado dirigido a los periodistas que ejercen su labor en el ámbito de la Justicia.

Este libro satisfará, sin duda alguna, las curiosidades y dudas que puedan planteársele al informador en su quehacer diario desde una exposición suficientemente sencilla y esquemática para legos en derecho, pero que, al mismo tiempo, no sacrifica un ápice el rigor que debe acompañar al tratamiento de temas jurídicos. Además, ayudará al profesional a adquirir la destreza necesaria para conseguir la información, seleccionarla, evitar manipulaciones, entender el mensaje y “traducírselo” al público sin que pierda su esencia jurídica.

Los autores, conscientes de lo inaccesible, complejo y críptico que puede resultar este mundo, también han concebido este trabajo para aquellos estudiantes de Periodismo y profesionales noveles que quieran especializarse en la información de Tribunales, así como para los periodistas de otras áreas que, por la lógica de la actualidad, tienen que vérselas con noticias generadas en órganos judiciales.

Igualmente pueden encontrar en este texto una obra de referencia los profesores universitarios que precisen de una herramienta para mostrar una visión global del sistema jurídico español a sus alumnos o, simplemente, ciudadanos que quieran conocer más de cerca la Justicia española sin las complicaciones técnicas de los manuales jurídicos.

Fieles al espíritu divulgativo que ha inspirado la realización de este libro, sus autores han decidido contribuir con su publicación al fondo del Programa de Becas de la agrupación de graduados Alumni Navarrenses de la Universidad de Navarra.

La coautora y su intención como periodista

La coautora de Levantando el velo es actualmente responsable de comunicación del Tribunal Superior de Justicia de Madrid

Elisa Beni Uzábal ha sido la directora más joven de un diario español, con 23 años, cuando asumió la responsabilidad de dirigir ‘El Faro de Ceuta’. Tras su periodo ceutí esta periodista ha sido subdirectora de “Época”, redactora jefe de “Diario 16” y directora de emisoras de la Cadena. Actualmente es responsable de la comunicación de los cerca de 600 jueces que ejercen jurisdicción en la Comunidad de Madrid y distribuye la información procedente del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, la Audiencia Provincial de Madrid, los juzgados de Plaza de Castilla y de todos los partidos judiciales de la Comunidad.

Esta experiencia ha sido utilizada por Elisa Beni para redactar, junto a Javier Gómez Bermúdez, magistrado de la Audiencia Nacional y presidente de su Sala de lo Penal, el primer manual de periodismo judicial: Levantando el velo, Cie Dossat 2000, 2006.

Levantando el velo es un manual dirigido a estudiantes, periodistas en ejercicio y, por qué no, a ciudadanos inquietos que siguen con atención la actualidad judicial y que desean saber más acerca de cómo ésta se produce. Este libro destaca por un contenido fácilmente comprensible para legos en la materia sin sacrificar rigor y exactitud en aras de la sencillez y la claridad. Introduce al lector en la compleja estructura de la Justicia presentándole la pirámide judicial y explicándole lo términos jurídicos básicos. Ofrece una aproximación a los actores de la Justicia y su papel como fuentes informativas, además de exponer el procedimiento en las diferentes jurisdicciones (Civil, Penal, Contencioso-Administrativa y Social) y analizar su capacidad para generar información de interés público.

Por ello, la parte que se centra en la Jurisdicción Penal es la más prolija, ya que la mayor parte de las noticias emanan de órganos jurisdiccionales pertenecientes a ella. Los juzgados de Menores y Vigilancia Penitenciaria se analizan en un capítulo aparte. Además, instituciones y órganos con jurisdicción en todo el territorio nacional se abordan en capítulos exclusivamente dedicados a la Audiencia Nacional, el Tribunal Supremo, el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial y el Ministerio Fiscal. También se trata el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por el papel cada vez más relevante que desempeña. Y, aunque la parte periodística y la jurídica van de la mano a lo largo de todo el libro, se incluyen dos capítulos dedicados íntegramente a la primera, en los que se desarrolla la crónica judicial y las particularidades del tratamiento de esta información en los medios audiovisuales.

Con este manual el lector alcanzará un conocimiento general del funcionamiento de la Justicia española con sólidas bases técnicas, por lo que el periodista se verá habilitado para transmitir al público, eficazmente, la información generada por los Tribunales sin que ésta pierda su esencia jurídica. El informador encontrará en sus páginas las claves para conseguir la información, seleccionarla y evitar las posibles manipulaciones. Levantando el velo se constituye, así, en herramienta imprescindible para el profesional, avalada por la dilatada experiencia de sus autores en ambos ámbitos: el jurídico, Javier Gómez Bermúdez es Magistrado de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional; y el periodístico, Elisa Beni Uzábal es directora de Comunicación del Tribunal Superior de Justicia de Madrid.

Ficha técnica

BENI UZÁBAL, Elisa y GÓMEZ BERMÚDEZ, Javier, Levantando el velo. Manual de Periodismo Judicial, Cie Inversiones editoriales Dossat 2000, S.L., Madrid, España, 2006.

ISBN: 84-96437-39-6
Tamaño: 17 x 24 cm.
Páginas: 360 págs.
Edición: 1ª (Junio de 2006)
Precio (sin IVA): 24,04 €
Precio (con IVA): 25,00 € (4.160 pesetas)

Sinopsis: Un magistrado de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, Javier Gómez Bermúdez, y una periodista, Elisa Beni Uzábal, directora de Comunicación del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, han aunado esfuerzos, conocimientos y excelencia profesional para sacar a la calle esta obra que se configura como el primer manual existente en el mercado dirigido a los periodistas que ejercen su labor en el ámbito de la Justicia.

Elisa Beni Uzabal (41 años): Periodista. Directora de Comunicación del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Actualmente es responsable de la comunicación de los cerca de 600 jueces que ejercen jurisdicción en la Comunidad de Madrid y vehicula diariamente la información procedente del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, la Audiencia Provincial de Madrid, los juzgados de Plaza de Castilla y de todos los partidos judiciales de la Comunidad.

Su contacto directo con periodistas de todos los medios locales y nacionales la hace conocedora de la necesidad de especialización de éstos.

Conoce también muy bien las dificultades que en ocasiones hay en las redacciones para afrontar la información de tribunales. Ha sido subdirectora de Época, redactora jefe de Diario 16, directora de emisoras de la Cadena SER y la directora más joven de diarios que ha habido en España, ya que asumió la dirección de El Faro de Ceuta a los 23 años. Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra.

Javier Gómez Bermúdez (43 años): Es magistrado de la Audiencia Nacional y fue nombrado presidente de su Sala de lo Penal en julio de 2004. Ha presidido algunos de los juicios de mayor dimensión mediática de los últimos tiempos, como el seguido contra la célula española de Al Qaeda que fue transmitido en tiempo real y tuvo acreditados a centenares de periodistas de los cinco continentes.

Responsable de la política informativa de transparencia seguida por la Audiencia Nacional actualmente, conoce por su trabajo diario las necesidades de los informadores y sus principales carencias en materias legales.

Dentro de su trayectoria profesional ha sido ponente de importantes sumarios contra el entramado de ETA, la cúpula de Bidart, los grupos Andalucía y Madrid, etc. Y dentro del ámbito económico actualmente preside el juicio del Caso KIO. Fue ponente de la sentencia del Caso PSV, Huarte, etc. Con anterioridad fue Juez Central de Vigilancia Penitenciaria y Juez Central de Menores, ambos en la Audiencia Nacional. Juez desde los 24 años, ha estado destinado en todos los puestos posibles dentro de la Jurisdicción Penal, excepto en la Sala Segunda del Tribunal Supremo.

Tiene una importante trayectoria como conferenciante y ha sido durante una década profesor de Derecho Mercantil de la UNED.

Más información sobre el libro

Enlaces Relacionados:

Criminal Justice Journalists (Periodistas Judiciales) (USA):

Bibliografía acerca de Periodismo, Periodistas, Medios de Comunicación o Comunicación Social

jueves, marzo 29, 2007

Justicia y conciencia ante el 11-M

Justicia y conciencia ante el 11-M

Permalink 29.03.07 @ 17:54:06. Archivado en Sociogenética, Ética, Pro justitia et libertate

El tribunal deduce testimonio a Díaz de Mera, ex director general de la Policía, por un delito de desobediencia, al constatar que se niega a colaborar con la Justicia.

El juez ordena «deducir testimonio», esto es: abrir una nueva investigación para comprobar la posibilidad de un delito, en relación con los datos aportados por Díaz de Mera como testigo.

No se entiende que quien tanto hizo por las víctimas del 11-M, en el apoyo a sus familias y en la detención inmediata de algunos de los principales acusados, ahora amague con un supuesto informe que, si realmente es como lo pretende Díaz de Mera como testigo, tendría una incidencia directa en el resultado de las investigaciones.

Los policías apoyan a Díaz de Mera pero creen que le engañaron al relacionar ETA con el 11-M
Madrid. Agencias

El Sindicato Unificado de Policía (SUP) ha mostrado su apoyo a Agustín Díaz de Mera, ex director general de la Policía, tras haber sido sancionado por no revelar en el juicio del 11-M la fuente de un supuesto informe que relacionaría a ETA con estos atentados.

La Comisión Ejecutiva Nacional de este sindicato policial señaló, a través de un comunicado, que "Díaz de Mera sigue siendo considerado por el SUP como el mejor director general que hemos tenido los policías".
Asimismo, estos representantes de los policías añaden que tras su relevo, "la Asamblea Nacional del SUP le otorgó a Díaz de Mera la insignia de oro y brillantes del sindicato, por su honradez como persona y como gestor político". "No tenemos duda alguna", añade el SUP, "acerca de la veracidad de sus manifestaciones ante el tribunal (del 11-M). Sin embargo, estamos igualmente convencidos de que la persona o personas que en su día le informaron de un supuesto informe que relaciona a ETA con los atentados del 11-M, no le dijeron la verdad".

He aquí el momento más dramático de este caso de conciencia, al comparecer Díaz de Mera como testigo durante el juicio del 11-M:

-Gómez Bermúdez: Medite usted, mucho más allá de su postura ética y del amor que dice tener por el Cuerpo Nacional de Policía, las consecuencias para las ciudadanos y sobre todo para las partes. Y cuando digo partes me refiero a los afectados por esta causa.
-Díaz de Mera: ¿Me permite hacer una brevísima intervención?
-Gómez Bermúdez: Sí.
-Díaz de Mera: Señor, aprecio mucho, mucho más de lo que pueda pensar el tribunal, las explicaciones que usted acaba de dar. Pero, mire, estoy absolutamente persuadido de que la fuente nos está escuchando. Y también estoy persuadido de que esto lo están escuchando más policías. Si ellos quieren dar el paso adelante, serán ellos los que lo den. Pero yo no sé si aquí hay una colisión entre la ley y la moralidad de un sujeto. Y yo creo que, si tengo que optar y tengo que decidir, prefiero que las responsabilidades caigan sobre mí a que caigan sobre la fuente que me facilitó esta información.
-Gómez Bermúdez: ¿No quiere usted consultar con la fuente?
-Díaz de Mera: Ni siquiera sé si la fuente tienen el teléfono intervenido, señor.
-Gómez Bermúdez: Bien, las opciones que deja al tribunal son nulas. Por lo tanto, el tribunal deducirá testimonio para que se investigue o pida que se instruya un procedimiento por desobediencia grave a la autoridad judicial, conforme al párrafo segundo del artículo 716 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

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Deducen testimonio por desobediencia a Díaz de Mera al no colaborar con la Justicia
por N. VILLANUEVA / D. MARTÍNEZ. MADRID

Poco se imaginaba el ex director general de la Policía Agustín Díaz de Mera que entraría a la sala de vistas del 11-M como testigo y saldría de ella pagando una multa de 1.000 euros y con una deducción de testimonio por un delito de desobediencia (lleva aparejado una pena de entre seis meses y un año de prisión). El motivo de este castigo fue la negativa del máximo responsable policial en el momento de los atentados a dar el nombre del agente que le habló de la existencia de un informe que el ex comisario general de Información Telesforo Rubio habría hecho desaparecer por los vínculos entre ETA y el 11-M que, según le había dicho su fuente, dicho texto contenía.

Ni los ruegos del presidente del Tribunal, Javier Gómez Bermúdez, que le prometió la máxima discrección y protección de esa fuente (le ofreció la posibilidad de apuntar el nombre en un papel que sólo verían los tres magistrados de la Sala) ni la advertencia de que con su actitud estaba colocando el proceso en una «situación insostenible» fueron suficientes para que Díaz de Mera obedeciera a la Justicia.

Todo comenzaba cuando, tras el interrogatorio del fiscal-jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, que había transcurrido con total normalidad, llegó el turno de las acusaciones. Fue precisamente el abogado de la asociación Ayuda a las Víctimas, José María de Pablo, uno de los letrados que defiende los vínculos de ETA con el 11-M, el que, quizá sin quererlo, colocó al testigo en una de las situaciones probablemente más incómodas que ha vivido en su trayectoria personal y profesional. De Pablo preguntó al testigo por un informe del que Díaz de Mera había hablado en una entrevista en la emisora de radio que más se ha distinguido por defender teorías alternativas a la investigación policial y judicial. En ella, el ex mando policial, hoy eurodiputado del PP, había manifestado literalmente que dicho texto contenía «indicios y pruebas de las conexiones con ETA en un número significativo y preocupante». Cuando el letrado, con buena fe procesal, quiso ahondar en un aspecto que beneficiaba su estrategia de acusación, Díaz de Mera empezó a hablar del informe con tal lejanía que no sólo admitió no haberlo visto y conocer su contenido a través de referencias, sino que aseguró que tampoco conocía a sus autores ni si alguien lo había hecho desaparecer. Así transcurrió el interrogatorio de De Pablo a Díaz de Mera.

-Abogado (A): ¿A qué informe se refería en esa entrevista?
-Díaz de Mera (DdM): Al mismo que usted.
-(A): ¿Puede precisarnos qué informe es?
-(DdM): Yo conozco lo que dice, las generalidades; no conozco con precisión el contenido.
-(A): Usted habla de dos autores concretos. ¿Puede decirnos quiénes son los autores?
-(DdM): No puedo decírselo porque no lo sé y la fuente tampoco me dio el nombre completo de los autores. Me dijo que eran un hombre y una mujer.
-(A): Cuando usted dijo «de la existencia de ese informe sabemos muchos»... Eso. ¿qué quiere decir, que todos los mandos conocían la existencia de ese informe?
-(DdP): Unas 10 ó 15 personas
-(A): ¿Lo conocía el que en el momento de esa entrevista era comisario general de Información, Telesforo Rubio?
-(DdM): A mí se me dice que es el comisario general de Información quien lo encarga.
-(A): ¿Y sabe usted quién dio la orden de hacer desaparecer ese informe?
-(DdM): Yo nunca he dicho que alguien haya dado la orden de hacerlo desaparecer
-(A): ¿Cuál es esa orientación que no quisieron seguir los que elaboraron ese informe?
-(DdM): Presumiblemente la controversia falazmente establecida y con potencia reflejada en los medios entre la versión oficial y la conspirativa.
-(A): Esa orientación previa sería para reforzar esa versión oficial...
-(DdM): Así se me indica a mí
-(A): ¿Quién es la persona que le habla de este informe?

Fue entonces cuando el presidente del Tribunal ordenó a un funcionario que acercara al testigo un papel y un bolígrafo con el objeto de que consignara el nombre del policía para el que el Tribunal pudiera valorar su utilidad cara al futuro. Díaz de Mera, por tanto, no tenía que identificar al hipotético agente en público. El testigo se escudó en un primer momento en que delatarle sería poner en peligro la seguridad del agente. «Es de sentido común que la Policía es un órgano jerarquizado», dijo Díaz de Mera para justificar su negativa. «Ya, pero de proteger a la fuente ya nos encargamos nosotros», le respondió el presidente del Tribunal. Al seguir negándose, Gómez Bermúdez recordó al ex responsable policial el artículo 716 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que señala que cuando los testigos sean de referencia tendrán que identificar a la fuente. «Esto es una obligación que no tiene límites», le recordó Gómez Bermúdez.

Después de informarle de las consecuencias de su negativa (el delito de desobediencia está castigado con multa de 200 a 5.000 euros y si se persiste en dicha negativa, con prisión de seis a un año), Díaz de Mera se mantuvo firme y siguió sin soltar prenda, pese a que era perfectamente consciente, y así lo manifestó, de que estaba poniendo al Tribunal en una «situación comprometida». Tanto lo era que, para que entrara en razón, los magistrados acordaron hacer un receso de cinco minutos. No cambió la situación. «Mire, señor, la fuente es rigurosa, fiable y honesta, y yo por el Cuerpo Nacional de Policía tengo un profundo respeto. Si doy su nombre no podría ir más en vertical por la vida. Aceptaré cualquier decisión del Tribunal».

«Se lo ruego»

Fue entonces cuando Gómez Bermúdez decidió intervenir de nuevo: «El Tribunal, desde luego, también aprecia y valora el trabajo de todas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pero lo que no puede hacer usted es, por un lado, afirmar que su fuente es fiable y honesta y por otro negarse a identificarla, porque entonces está colocando este proceso, ya de por sí complicado, en una situación insostenible».
«Le ruego -continuó-; fíjese que le estoy rogando, que medite mucho más allá de su postura ética y del amor que dice que tiene por la Policía que consigne el nombre de la fuente, y mire las consecuencias de su decisión para los ciudadanos, las partes y las víctimas». Pero Díaz de Mera ya tenía tomada su decisión: no sería él quien colaborara para esclarecer la verdad que él mismo lleva tres años reclamando.

POOL
Javier Gómez Bermúdez, presidente del Tribunal, le comunicó al ex director de la Policía la imposición de una multa de mil euros por desobediencia grave.

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Un silencio inaceptable,
Editorial ABC
, Jueves, 29 de marzo de 2007

El ex director general de la Policía Agustín Díaz de Mera cometió ayer algo más que un error inexcusable durante su declaración en la vista oral del 11-M. No es cuestión de hacer un juicio de intenciones sobre su negativa a revelar la fuente que le comunicó la existencia de un supuesto informe policial sobre la relación de ETA con los atentados.

Las razones por las que tomó esta decisión pertenecen a su fuero interno, pero es evidente que, cualesquiera que fueran, debió anteponer su deber de colaboración con la Justicia a un muy subordinado compromiso moral con su fuente. Su testimonio ha sido un duro golpe al proceso, una generación de dudas perfectamente evitable, porque si hay alguien en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que tiene información, por mínima que sea, sobre la autoría del atentado, debe ser llamado al juicio para declarar ante el Tribunal. Es una incongruencia absoluta que adopte esta postura quien, como máximo responsable de la Policía, desempeñó sus funciones en la lucha antiterrorista. Más aún, no se entiende que quien tanto hizo por las víctimas del 11-M en el apoyo a sus familias y en la detención inmediata de algunos de los principales acusados ahora amague con un supuesto informe que, si realmente es como dice Díaz de Mera, tendría una incidencia directa en el resultado de las investigaciones.

Con toda razón, el presidente del Tribunal le pidió insistentemente que valorara «la situación en que coloca el proceso». Y con la misma razón no tuvo más remedio que imponerle una multa y deducir testimonio por un posible delito de desobediencia grave, pues como testigo tenía obligación de contestar la verdad.

La actitud del juez Gómez Bermúdez no pudo ser más ajustada a las consecuencias que se preveían si Díaz de Mera persistía en una negativa tan injustificada legalmente como incomprensible para la opinión pública y las propias víctimas. Además, Díaz de Mera no reparó en que, como primer cargo político del Gobierno del PP llamado a declarar, iba ser un objetivo seguro de interrogatorios incómodos y orientados a demostrar las supuestas mentiras u ocultaciones de la autoría islamista por parte del Ejecutivo de Aznar. Aquel Gobierno no se merecía esta impronta tan negativa que ha dejado Díaz de Mera, porque si algo está demostrando el juicio es que nadie mintió cuando señaló a ETA como probable autora del atentado y nadie ocultó información a los ciudadanos sobre los descubrimientos de las pistas que acabarían desembocando en la célula yihadista y sus cooperadores de la trama asturiana.

No hay otro momento ni otro lugar más adecuado para hablar de ETA y el 11-M que este juicio y la sala en la que se celebra. Esas llamadas «teorías de la conspiración» -de las que nadie, sea de las defensas o sea de las acusaciones, se está ocupando en el juicio- tenían en el informe aludido por Díaz de Mera una ocasión inmejorable de someterse al filtro de las pruebas ante el Tribunal. Pero la decisión del ex alto cargo del PP de hurtar al juicio la posibilidad de una nueva prueba, quizá decisiva, quizá irrelevante, sólo contribuye a mantener esas teorías en el terreno impune de la especulación incontrolada que, con total desparpajo, acusa, sin solución de continuidad, a los servicios secretos marroquíes, a ETA, a los servicios de inteligencia del Estado y a una conjura de policías y guardias civiles. Teorías hechas de forma que no admiten verificación alguna, pero que han dañado gravemente al PP al instalar en la opinión pública la falsa ecuación de que el Gobierno de Aznar salva su responsabilidad política sólo si aparece ETA por medio, como si la autoría islamista fuera en prueba de una supuesta culpa del PP por el atentado, cuando lo cierto es que gracias a su gestión policial posterior al 11-M hoy se está celebrando este juicio con la amplitud de acusados y pruebas que presenta.

En todo caso, quienes con tanto empeño reprochan a ciertos mandos policiales el miedo a que ETA aparezca en el juicio del 11-M, deberían ahora ejercer su censura con igual rigor sobre la inmoral decisión de Díaz de Mera de hacer exactamente lo mismo, es decir, evitar que la Justicia pueda saber si ETA tuvo o no algo que ver. Por cierto, que no estaría de más que Ángel Acebes, secretario general del PP y en marzo de 2004 ministro de Interior, se pronunciase sobre el inaceptable silencio del que fue responsable de la Policía bajo su mandato.

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Los sindicatos policiales defienden a Díaz de Mera
El SUP y el CEP han defendido al ex director general de la Policía

El Sindicato Unificado de Policía (SUP) ha expresado en un comunicado su convencimiento de que la persona o personas que en su día informaron al ex director general de la Policía Agustín Díaz de Mera de la existencia de un documento que recogía las supuestas vinculaciones entre ETA y el 11-M "no le dijeron la verdad".

Por otra parte, el secretario general de la Confederación Española de Policía (CEP), Ignacio López, instó a "los más altos responsables de Interior" a "investigar el contenido del informe en el que se vinculaba a ETA con el 11-M" después de escuchar las declaraciones de Díaz de Mera.
En su comunicado, el SUP señala que no tiene duda alguna acerca de la veracidad de las manifestaciones de Díaz de Mera ante el tribunal que juzga los hechos por el 11-M. Además, subraya que Agustín Díaz de Mera "sigue siendo considerado" por el Sindicato Unificado como "el mejor director general" que han tenido los policías.

"Es digno de tener en cuenta la necesidad que manifiesta el ex director de la Policía de mantener el anonimato de la fuente por el posible riesgo que pueda correr el funcionario que redactó el informe", aseguró el secretario general del CEP, que añadió que "es indigno que los profesionales de la Policía tengan que estar ocultándose como vulgares confidentes ante el temor de que sus carreras se puedan ver perjudicadas por las emisiones de informes que puedan contrariar el interés político de cada momento".

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Rajoy: "Díaz de Mera debe colaborar con la justicia"

Rajoy asegura que Díaz de Mera «debe colaborar con la justicia» en el juicio por el 11-M

martes, marzo 27, 2007

Gabriel y Mario, dos amigos

Gabriel y Mario, dos amigos

Permalink 27.03.07 @ 16:45:00. Archivado en Las Américas, Poética, Novela

Con ocasión del homenaje a Gabriel García Márquez, por su ochenta cumpleaños y por el cuarenta aniversario de Cien años de soledad, Antonio Muñoz Molina presentó la literatura como motor de la unidad hispanoamericana, en contraste con la economía como seña de fraternidad europea. Tanto el paralelismo como el contraste dan mucho que pensar, porque en los dos extremos de la explosiva comparación nos encontramos nosotros, los españoles:

«nos sobran palabras y nos faltan hechos. Celebramos con euforia estadística los millones de hablantes, pero el porvenir del español no puede estar en la demografía sino en el progreso, en la justicia social y en la educación, que mejorarán la vida y por lo tanto las capacidades expresivas de quienes lo hablan. El enemigo del español no es el inglés, sino la pobreza; lo que amenaza la literatura y los libros es la ignorancia y el abandono de la educación, no internet. Necesitamos bibliotecas, pero también tejidos editoriales para establecer un mercado común de los libros. Y que ni la tiranía ni la violencia amenacen la libertad de expresión».

Me ha parecido que la mejor manera de participar en el homenaje que se rinde a Gabo García Márquez, durante el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, que arrancó ayer en el Centro de Convenciones Getsemaní de Cartagena de Indias, es recordar un fragmento de su biografía, escrita por el periodista colombiano Dasso Saldívar El viaje a la semilla , Alfaguara, Madrid, 1997, págs. 460-64. He elegido el pasaje que explica su amistad con Mario Vargas Llosa, porque a mi modo de ver la fidelidad en amistad, siendo una gran virtud humana, es al mismo tiempo una de las claves que explican la vida de Gabo. Ya lo hice notar cuando hace algún tiempo me ocupé de su relación con Fidel Castro, en una serie de artículos que publiqué bajo el título: Gabo, amigo fiel de Fidel.

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Gabriel y Mario, dos amigos

Imagen: En parranda setentera. En Barcelona, Mario Vargas Llosa, José Donoso y Gabriel García Márquez con sus respectivas esposas (de izq. a der.): Patricia Vargas Llosa, Mercedes García Márquez y María Pilar Donoso. FOTO: Archivo Max Silva Tuesta.

Mientras Mercedes viajaba con Rodrigo y Gonzalo [esposa e hijos de García Márquez] a Barranquilla y Cartagena a finales de julio, García Márquez apuraba los últimos días de este primer periodo mexicano en un apartamento de la Plaza Washington, propiedad de Luis Vicens (pues la casa de San Ángel Inn la habían entregado a mediados de mes), para partir el 1 de agosto hacia Caracas, donde asistió al XIII Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana y a la entrega del Premio Rómulo Gallegos. Pero, antes que esta doble fiesta de las letras, lo que le interesaba era reencontrarse con sus viejos amigos y conocer personalmente a Mario Vargas Llosa, el escritor peruano que acababa de ser galardonado con la primera entrega del Rómulo Gallegos por su novela La Casa Verde.

Como recordaría éste, los dos se conocieron en el aeropuerto de Maiquetía la misma noche de su llegada, ya que los aviones de Londres y México aterrizaron casi al mismo tiempo, y estuvieron junstos los primeros quince días de agosto entre Caracas (que acababa de padecer un trágico terremoto), Mérida y Bogotá, volviéndose a encontrar en Lima los primeros días de septiembre.

Aunque ésta era la primera vez que se veían las caras, previamente habían mantenido una larga y bien cultivada amistad epistolar, que los había llevado incluso a contemplar el proyecto de escribir algún día una novela a cuatro manos sobre la guerra tragicómica que habían padecido sus países en los años treinta. Por supuesro, los dos se habían leído con esmero, y la admiracidn mutua era el acento que presidía sus largas epístolas entre París, Londres y México. Viejos adictos de la novela de caballerías, para el colombiano, Vargas llosa era "el último caballero andante de la literatura", mientras que para el peruano, García Márquez era «el Amadís de América». Éste había trasvasado el carácter de algún personaje de La Casa Verde a otro de Cien años de soledad (como lo había hecho con otros personajes de Fuentes, Cortázar y Carpentier), y Vargas Llosa acababa de escribir un artículo de exaltación y rendido homenaje a las excelencias de esta novela «un libro admirable» que le hubiera gustado escribir a él, como lo confesaría después, porque es una novela donde su autor "manda a paseo cuatro siglos de pudor narrativo", compite "con la realidad de igual a igual" y hace de «la narración un objeto verbal que refleja el mundo tal como es: múltiple y oceánico».

Esta admiración mutua tenía su origen no sólo en el hecho evidente de ser ambos dos grandes de la novela latinoamericana, sino tal vez en el hecho mágico del soterrado paralelismo de sus vidas, un paralelismo que parece sacado de las páginas del divino Plutarco. Ambos habían sido criados por sus abuelos maternos con todas las complacencias y habían sido dos niños mimados y caprichosos que perdieron el paraíso de su infancia a los diez años; ambos conocieron tarde a sus padres y su relación con ellos sería una relación de desencuentro, entre otras razones, porque éstos expresaron su reserva o su oposición a la vocación de sus hijos; ambos estudiaron en colegios religiosos y cursaron el bachillerato como internos en centros de régimen monacal o castrense, abrazando la literatura como refugio y como afirmación de su identidad frente a un ambiente que les es hostil o repugnante; ambos encontraron en el teatro y la poesía los pilares iniciales de su formación literaria y escribieron versos en su adolescencia y publicaron su primer cuento casi a la misma edad; ambos leyeron con fervor a Alejandro Dumas y a Tolstoi, a Rubén Darío y a Faulkner, a Borges y a Neruda; ambos empezaron a ganarse la vida en periódicos de provincia en condiciones muy precarias y llegaron muy jóvenes a Europa atraídos por el mito literario de París, donde siguieron viviendo del periodismo, padeciendo en la Ciudad Luz los días tal vez más oscuros de sus vidas; ambos pudieron seguir escribiendo sus libros gracias a las buhardillas que los mismos esposos M. y Mme. Lacroix les fiaron durante meses en dos hoteles del Barrio Latino y ambos vieron rechazadas sus primeras novelas por editoriales de la misma ciudad de Buenos Aires; de orientación marxista, los dos eludieron siempre la militancia política en partidos de izquierda y eran defensores confesos de la revolución cubana; ambos serían amigos y delfines del gran poeta de las Américas, Pablo Neruda, y terminarían siendo los «hijos» predilectos de la misma Mamá Grande, Carmen Balcells; y, como punto de convergencia, los dos llegarían a ser las estrellas más rutilantes del firmamento de la nueva novela latinoamericana, del impropia y tópicamente llamado Boom.

Pero eran dos hombres y dos escritores muy distintos y hasta opuestos en muchas cosas, desde el talante personal al carácter de sus obras, exceptuando el fervor por la amistad, la disciplina del trabajo y el compromiso irreductible y excluyente con la literatura. Sin embargo, hasta que las contingencias de la vida, la amistad y la política los separó, colocándolos en caminos diferentes e incluso opuestos, los dos harían honor al soterrado paralelismo de sus vidas cultivando una amistad intensa y extensa como pocas veces se había visto en la historia de las letras latinoamericanas. Así que no parece meramente fortuito que las dos primeras entregas del Premio Rómulo Gallegos, el más prestigioso entonces de la lengua castellana, recayera en las mejores novelas de estos autores: La Casa Verde y Cien años de soledad, y que los discursos y las actitudes politicas asumidos por ambos durante la entrega de aquéllos constituyeran dos de los mayores escándalos político-literarios de América Latina de los años sesenta y setenta.

En su discurso del 4 de agosto, Vargas Llosa dio una lección magistral sobre las verdaderas razones que mueven y alimentan al escritor y sobre la condición artística y los cometidos éticos de la novela. Advirtió que "la literatura es fuego" porque significa "inconformismo y rebelión", que "la razón de ser del escritor es la protesta, la contradicción y la crítica". Pero cuando pasó del fuego literario al fuego real, al revolucionario que habría de acabar con el oprobio, la tiranía y la injusticia en América Latina, como, según él, había ocurrido en Cuba hacía ocho años, aquello fue Troya en plena Caracas, en "la infeliz Caracas". Es posible que hasta su flamante amigo y colega colombiano se revolviera en su asiento mientras lo escuchaba, no porque no fuera de la misma convicción, que, por supuesto, lo era y lo seguiría siendo cuando Vargas Llosa defeccionara del campo socialista, sino porque García Márquez llevaba guardando un prudente silencio público sobre la revolución cubana desde que él y sus amigos habían sido defenestrados (o autodefenestrados) de Prensa Latina en 1961. Sin embargo, y a pesar de que la llevaría siempre atragantada como una mala espina, ésta no era la razón mayor de su silencio, sino el hecho de que el escritor veía entonces con profundo desagrado el creciente proceso de enajenación soviética de la revolución cubana. Como vimos, él había viajado durante varios meses a la URSS y sus países satélites del Este Europeo, había conocido in situ el desastre macondiano que se cernía sobre estos países y había escrito unos excelentes reportajes visionarios que la historia terminaría por corroborar treinta años después. También había militado dos años en Prensa Latina: en Bogotá, La Habana y Nueva York, llegando a conocer las palpitaciones más íntimas de la revolución cubana y sus dirigentes. De modo que su silencio no sólo era el del reposo del guerrero, sino el de un hombre que conocía de primera mano el rumbo desviacionista de una revolución a la que, como Masetti, Rodolfo Walsh y tantos intelectuales latinoamericanos, se había entregado sin reservas. Vargas Llosa, igualmente entregado, pero más joven, fogoso y con menos información directa sobre la entelequia del "socialismo real", se daba el lujo, en cambio, de lanzar soflamas revolucionarias que les pusieron los pelos de punta a las mismas burguesías y oligarquías que ahora, en presencia del propio Rómulo Gallegos, lo adulaban y premiaban en el Salón Abierto del Museo de Bellas Artes de Caracas. El colombiano y el peruano eran, pues, dos escritores, dos intelectuales, tan distintos, que incluso eran diferentes en la afinidad (luego, como se sabe, Vargas Llosa haría de Fidel Castro la gran bestia negra a combatir, mientras García Márquez se convertía en un adolescente revolucionario de una lealtad sin término hacia el dirigente cubano), y esta identidad de lo antitético, junto al paradójico paralelismo de sus vidas, es lo que, entre otras cosas, le iba a conferir una intensidad insospechada a su amistad.

Sonriente, cordial y solícito, Vargas Llosa tenía entre confundido y seducido al público caraqueño con su estampa y su manera de vestir a lo Hollywood y sus intervenciones brillantes y sesudas. Huraño, tímido y fastidiado por el escándalo de su popularidad reciente, García Márquez, con sus pelos hirsutos y sus camisas policromadas de caribe, se negaba a dar la imagen "seria", académica, que todos esperaban del creador de Macondo. Era una estrella emergente, muy feliz con su suerte literaria, pero empezaba a sentirse incómodo con los reflectores de la fama: en una fiesta que le hicieron sus viejos amigos de Caracas había hecho colocar un letrero que decía: "Prohibido hablar de Cien años de soledad". Por eso cuando hablaba lo hacía casi siempre para divertirse a sus anchas "mamando gallo", pues, como recordaría Vargas Llosa, "a los periodistas les confesaba, con la cara de palo de su tía Petra, que sus novelas las escribía su mujer pero que él las firmaba porque eran muy malas y Mercedes no quería cargar con la responsabilidad; interrogado en la televisión sobre si Rómulo Gallegos era un gran novelista, medita y responde: "En Canaima hay una descripción de un gallo que está muy bien"..."

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lunes, marzo 26, 2007

Por una Europa mundialista

Por una Europa mundialista

Permalink 26.03.07 @ 21:36:00. Archivado en Europa, Sociogenética, Ética, Pro justitia et libertate

La "Amistad Europea Universitaria" profesa desde su nacimiento en 1961 un europeísmo mundialista, lo cual explica que su nombre completo indique su finalidad mediante la frase subordinada: "por y para la Amistad mundial".

El mundialismo, expresado mediante esta frase subordinada, es un amor indiscriminado, a escala mundial, de la humanidad y del mundo que la sustenta.

El amor es indiscriminado cuando no da trato de inferioridad ni a personas ni a colectividades por motivos raciales, religiosos, políticos, etc. (DRAE). En cuanto tal se opone al amor discriminado (insoportable paradoja), cuyo ejemplo más flagrante lo encontramos en las llamadas, con desdén, "relaciones paternalistas". Como cualquier otra relación humana, el amor es discriminado cuando "Da trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etc" (DRAE). Éste es, por desgracia, el tipo de relación histórica que la mayor parte de los colonizadores han mantenido con los países colonizados y con sus pobres gentes.

En contraposición con el racismo, el nacionalismo, el patriotismo, el regionalismo o cualquier otro tipo de localismo o segregacionismo, el mundialismo rechaza la idea de que una persona sea más digna que otra por haber nacido en un determinado lugar del mundo o por pertenecer a un determinado grupo étnico, social, cultural o religioso, etc. En lugar de estos apoyos puramente circunstanciales, la dignidad de cada persona se funda en que todo ser humano conlleva en sí mismo como ser racional, libre y responsable una dignidad única e inalienable que puede y debe ser plasmada socialmente en forma de obligaciones y de derechos que le permitan realizar plenamente su condición humana en cualquier parte del mundo.

Históricamente este valor ético fue introducido en el mundo, sin ninguna restricción, por el ejemplo y las enseñanzas de Jesucristo, que nos consideró a todos como hijos de Dios, lo cual explica que en ocasiones, para defender las ideas mundialistas auténticamente cristianas frente a su adulteración oportunista, se plasmen frases como: "Dios creó el mundo sin fronteras y el hombre lo llenó de fronteras, banderas e himnos", o "Mi patria no pertenece a mis compatriotas sino a la Humanidad cual Dios la creó".

El mundialista no siente desprecio ni odio por la patria propia o por el lugar o grupo donde ha nacido o reside. Lo que le ocurre es que su aprecio y su amor de los suyos no se agota en ellos, sino que los sobrepasa, porque cree que la mejor forma de apreciarlos, amarlos y conseguir su prosperidad, en la patria chica en que viven, es consiguiendo aprecio, amor y prosperidad en el mundo, que es la patria grande de todos, de forma que la patria chica será apreciada, amada y próspera si el mundo lo es. Esta ambición e intención activa de arreglar el mundo como la única manera justa y completa de arreglar los problemas individuales, grupales o locales es la que hace que los objetivos del mundialismo sean muy difíciles de alcanzar si se mantiene una visión individualista o localista de la sociedad humana.

Muchos mundialistas se llaman a sí mismos "ciudadanos del mundo" (Wikipedia).

Entre los numerosos artículos que han aparecido estos días sobre el objetivo que ha de movilizarnos a los europeos como característico de nuestra renovada identidad europea, me ha parecido que el que mejor expresa este objetivo lo ha escrito nuestro colega portugués Álvaro Vasconcelos, justamente porque defiende las tesis mundialistas que nosotros defendemos: "Muchos europeos se preguntan cuál es hoy -cuál debe ser- el nuevo gran designio de la construcción europea... el gran objetivo de la Unión, hoy, debe ser el de la Europa mundo. Para cumplirlo, tiene que vencer una nueva xenofobia: la del nacionalismo identitario... La nueva etapa de la construcción europea pasa precisamente por la necesidad de profundizar en la diversidad, haciendo de todos los que aquí viven ciudadanos de pleno derecho, independientemente de sus creencias religiosas, culturas o tradiciones. Sólo siendo mundo podrá la Unión seguir siendo Europa... Para concretar tal designio, con todo, hay que vencer el nacionalismo identitario que corrompe las democracias europeas... En la era de la globalización, al combate contra la "nueva" xenofobia no puede dejar de dársele la más alta prioridad... A sus cincuenta años, contemplando su propio futuro, la Unión no tiene apenas que reafirmar los valores fundamentales que la cimientan, sino darles sobre todo una traducción práctica con la aprobación de una carta europea contra la xenofobia y el racismo, capaz de sancionar a los prevaricadores. Además, la Unión tiene que promover en su actuación internacional exactamente los mismos valores que defiende y aplica en su ordenamiento interno... Tiene que ser una activa promotora de un civismo planetario"

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Una Europa mundo
por Álvaro VASCONCELOS
director del Instituto de Estudios Estratégicos e Internacionales de Portugal.
Traducción de Carlos Gumpert.
25/03/2007

La nueva etapa de la construcción europea pasa por la necesidad de profundizar en la diversidad

La Comunidad Europea hizo impensables las guerras fratricidas europeas, y gracias a su progresiva expansión extendió el espacio democrático casi hasta la propia dimensión del continente: el gran objetivo de la Unión, hoy, debe ser el de la Europa mundo. Para cumplirlo, tiene que vencer una nueva xenofobia: la del nacionalismo identitario.

Muchos europeos se preguntan cuál es hoy -cuál debe ser- el nuevo gran designio de la construcción europea. Para sus fundadores, con la memoria viva de las terribles guerras fratricidas, la paz perpetua entre los Estados europeos era la razón de ser primordial de la Comunidad. El nacionalismo, el gran enemigo de las sociedades abiertas, quedó deslegitimado por las decenas de millones de muertos en las dos guerras mundiales, en tanto que europeas, en el horror de la barbarie del nacionalismo extremista y del holocausto. Los que vinieron después, casi intuitivamente y a veces sin gran entusiasmo, hicieron de la democratización del continente, por los caminos de la inclusión y del ensanchamiento, un proyecto sin paralelo en la historia.
Ambas vías demostraron tener éxito en sus objetivos, más allá de cualquier quimera visionaria. La guerra entre los enemigos de ayer se volvió impensable. Hoy, la Unión está a punto de coincidir con el continente europeo y se celebran elecciones libres desde Portugal hasta las fronteras de Rusia. Más de 600 millones de europeos viven en democracia.

Cuando la Unión cumple cincuenta años y los mercados experimentan un proceso de mundialización, es bueno recordar que el doux commerce nunca fue una finalidad, ni mucho menos una ideología, sino un mero instrumento. Para la Unión Europea, más que para cualquier Estado, lo interior coincide con lo exterior. Su poder de atracción se deriva principalmente de haber construido para los europeos un espacio supranacional de unidad en la diversidad. Es ese modelo europeo de asociación de Estados, una construcción asentada en los valores fundamentales y en la solidaridad, lo que el mundo admira.

La nueva etapa de la construcción europea pasa precisamente por la necesidad de profundizar en la diversidad, haciendo de todos los que aquí viven ciudadanos de pleno derecho, independientemente de sus creencias religiosas, culturas o tradiciones. Sólo siendo mundo podrá la Unión seguir siendo Europa. La Constitución fue un paso importante para mantener desterradas las definiciones culturales y religiosas de la identidad europea, que algunos, en vista del impasse actual, intentan imponer de nuevo. Acoger a Turquía cuando allí se consolide la democracia es un test decisivo que significará una auténtica prueba, ante los ojos de los países de mayoría musulmana, de que la Unión no es un club de civilizaciones sino que es de facto mundo. Para concretar tal designio, con todo, hay que vencer el nacionalismo identitario que corrompe las democracias europeas.

Hoy, el nacionalismo identitario y la intolerancia asumen formas insidiosas. Atributos ayer de la extrema derecha tradicional, están corrompiendo hoy a algunos partidos democráticos.

Europa ha vivido, en los últimos años, una fase de acentuada transformación: las grandes ciudades se han vuelto mucho más cosmopolitas, y el Islam es una gran religión europea, que tiene en la Unión muchos millones de practicantes. Esa fuerte diversidad supone una enorme riqueza, que contribuye a que se produzca una identificación con la Unión en muchos lugares del mundo. Frente a este cambio inexorable, ha surgido la oposición de algunos sectores de la sociedad europea, principalmente en momentos de crisis social, políticamente explotados por corrientes populistas. Los inmigrantes se ven señalados como una amenaza para la identidad nacional y el rechazo hacia el otro se trivializa.

El culturalismo, al identificar la democracia con una determinada religión y una cultura, en la que procura situar razonadamente su origen, y al negar su compatibilidad con otras, principalmente el Islam, se erige como paradigma para explicar divergencias y conflictos; y precisamente quienes niegan su fundamento a la tesis tan en boga del "choque de civilizaciones", ven en ello la explicación plausible de la fractura social que se manifiesta en tantas ciudades europeas.

En la era de la globalización, al combate contra la "nueva" xenofobia no puede dejar de dársele la más alta prioridad. En primer lugar, hay que dejar definitivamente de ver en la inmigración un problema -¡y mucho menos un riesgo para la seguridad!-, y hacer de los inmigrantes ciudadanos, y de sus descendientes, actores plenos de la construcción de la acción internacional de la Unión. Hay que aplicar el concepto de hospitalidad tal y como lo definió Jacques Derrida, que considera que cada persona forma parte de la misma casa humana y debe ser respetada como tal, y reconoce después al Otro, no como diferente, sino como intrínsecamente igual.

A sus cincuenta años, contemplando su propio futuro, la Unión no tiene apenas que reafirmar los valores fundamentales que la cimientan, sino darles sobre todo una traducción práctica con la aprobación de una carta europea contra la xenofobia y el racismo, capaz de sancionar a los prevaricadores. Además, la Unión tiene que promover en su actuación internacional exactamente los mismos valores que defiende y aplica en su ordenamiento interno. Es la propuesta de una actuación internacional regida por los valores y no por una política de gran potencia lo que hace de la Unión un "bien público internacional", en feliz expresión de Celso Lafer. Pero para eso la Unión tiene que intervenir decisivamente en los grandes problemas mundiales -desde la guerra y la opresión hasta la pobreza o el cambio climático-. Tiene que ser una activa promotora de un civismo planetario, de esa propuesta de "sociedad mundo" de la que habla Edgar Morin.

Esta orientación debe materializarse antes que nada en su relación con sus vecinos, los del Mediterráneo y los del Este, a quienes la Unión debe extender la lógica de inclusión, poniendo el énfasis, como hizo en fases anteriores, en los objetivos de la democracia y de la cohesión social, empleando el libre mercado como un instrumento y nunca como un fin. Debe significar, también, una intervención decisiva para acabar con el genocidio de Darfur, para derrotar allí la manifestación más extrema del nacionalismo identitario que, después de las tragedias de Bosnia y de Ruanda, la comunidad internacional afirmó que "nunca más" volvería a tolerar.

En definitiva, mirando hacia el futuro, y en estos tiempos de conmemoración, la Unión debe hacer de la Europa mundo su nuevo gran proyecto, que tiene en el combate contra la intolerancia y contra el racismo, en la adhesión de Turquía y en la inclusión de los países vecinos sus próximas grandes etapas.