martes, abril 21, 2009

Contra el feminicidio.

Contra el feminicidio. Homenaje a los defensores de la Mujer 1/2

Archivado en Semántica, Pragmática, Sociogenética, Antropología conyugal, Ética, Epistemología, Arte, Educación, Pro justitia et libertate, Ciencias biomédicas

Mantengo con Marcela Lagarde, autora sociopolítica del neologismo morfosemántico feminicidio, que este crimen «es el genocidio contra mujeres y sucede cuando las condiciones históricas generan prácticas sociales conformadas por el ambiente ideológico y social de machismo y misoginia, de violencia normalizada contra las mujeres, que permiten atentados contra la integridad, la salud, las libertades y la vida de las mujeres... todos coinciden en su infinita crueldad y son, de hecho, crímenes de odio contra las mujeres».

Toda una personalidad en el feminismo latinoamericano, Marcela Lagarde es hoy legisladora y preside la Comisión especial de la Cámara de Diputados que da seguimiento a las investigaciones sobre el feminicidio en México. Sus ideas buscan dejar huella en las políticas públicas.

Antropóloga y feminista, ha sido elegida como diputada del parlamento mexicano en los últimos comicios de ese país. Lagarde, catedrática en la Universidad Nacional Autónoma de México, lleva más de treinta años luchando por la causa de las mujeres; proviene del Partido Comunista Mexicano y se ha presentado como independiente en las listas del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Ana Belén Puñal tiene toda la razón del mundo al señalar la enorme mentira encubierta por el eufemismo "crimen pasional": «No hay crímenes pasionales. Nadie mata por amor. Lo que hay detrás es una situación de poder».

Feminicidio (neologismo formado con el adjetivo antiguo feminino, origen genético de las palabras feminidad y feminismo, cuyo origen latino común es fémina 'mujer: persona del sexo femenino' y el sufijo -cidio 'acción de matar') n.f. 'asesinato de una mujer'; alterna con la forma sincopada por haplología (1)

femicidio. Para introducir este neologismo, sinónimo del anterior, nuestra lengua se inspiró del vocablo inglés femicide, cuyos autores son Radford, Jill y Diana E. Russell, en 1992. Marcela Lagarde emplea también esta forma sincopada, como lo hacen muchos políticos en latinoamérica, pero, con gran sentido pragmático y morfosemántico, prefiere la forma completa feminicidio.

Ninguna de estas dos palabras ha sido incoporada todavía en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE). Espero que lo sean muy pronto, puesto que en el momento en que yo escribí la primera versión de este artículo, en 1997, el buscador Google encontraba en décimas de segundo las siguientes referencias: feminicidio: 191 000; feminicidios: 153 000; femicidio: 76 400; femicidios: 22 400. En el momento actual, 20.04.09, la versión francesa del mismo buscador encuentra: "environ 218.000 pages en espagnol pour feminicidio. (0,40 secondes); un total d'environ 282.000 pages en espagnol pour feminicidios. (0,30 secondes); un total d'environ 83.100 pages en espagnol pour femicidio. (0,34 secondes); un total d'environ 33.900 pages en espagnol pour femicidios. (0,20 secondes)". El masivo progreso pragmático de estos dos neologismos morfosemánticos indica tanto el avance de la toma de conciencia de este crimen contra la humanidad como la indudable progresión de su virulencia.

El Banco de datos del Español Actual, Corpus de Referencia del Español Actual (CREA), me responde por Internet, tanto en 1997 como en este mismo momento: "No existen casos para esta consulta". Espero que mis colegas lexicógrafos de la RAE corrijan sin tardar este retraso informativo.

El feminicidio o femicidio es el grado máximo en la escala del 'maltrato de mujeres', maltrato conocido también bajo la denominación hiperónima de 'violencia de género'.

Entre dos denominaciones para una misma realidad (o concepto), llamamos hiperónima 'denominación superior' a la más amplia y menos precisa de las dos, e hipónima 'denominación inferior' a la menos amplia y más precisa. La razón de llamarlas respectivamente 'denominación superior' y 'denominación inferior' proviene del hecho que los lógicos, siguiendo el modelo arborescente de Porfirio, se servían de una representación vertical de los términos. La misma costumbre, reinstaurada por numerosas disciplinas actuales, explica el que se llamen cohipónimos a dos términos que se encuentran situados bajo el mismo hiperónimo.

Semánticamente feminicidio es un hipónimo del término genericidio, introducido en 1985 por Mary Anne Warren, en su libro Gendercide: The Implications of Sex Selection (en castellano: Genericidio: las implicaciones de la selección por sexos). Al ser el término feminicidio cohipónimo del término masculinicidio, bajo el hiperónimo inmediatamente superior genericidio, es normal que se emplee cuando se pretende subrayar el hecho de que la víctima de un homicidio, causado por un varón, es una mujer.

La mujeres adolescentes y adultas, particularmente entre los 15 y los 44 años, corren un mayor riesgo de ser mutiladas o asesinadas por hombres que de morir de enfermedad, de guerra, de accidentes de tráfico e incluso de todas estas causas combinadas.

El Centro de Ginebra para el Control Democrático de las Fuerzas Armadas (DCAF) indica que demográficamente "faltan" entre 113 y 200 millones de mujeres. Esta pérdida demográfica de mujeres es el resultado de diversos mecanismos feminicidas:

• Aborto provocado de los fetos femeninos, basado en una selección prenatal deliberada.

• Feminicidio infantil, (infanticidio femenino), tolerado o no penalizado, en los países en los que se prefieren los varones a las hembras.

• Privación de alimentación adecuada y de atención sanitaria, que se destinan prioritariamente a los miembros masculinos de la familia y de la sociedad.

• Los mal llamados "asesinatos de honor" y las muertes ocasionadas por la disconformidad de los maridos con el monto de las dotes matrimoniales aportadas por sus esposas.

• Trata de mujeres (compraventa, prostitución, pornografía, etc)

• Esclavización doméstica, uno de cuyos síntomas por antonomasia es la violencia marital, que muchas sociedades toleran, minusvaloran o intentan ocultar, camuflándola con la denominación de 'violencia doméstica'.

• La falta de una asistencia sanitaria adecuada antes, durante o después de un parto produce la muerte de 600.000 mujeres al año: Women in a dangerous world .

Entre un millón quinientas mil y tres millones de mujeres y niñas son víctimas cada año de la violencia masculina, ejercida contra ellas.

El término sincopado femicidio es usado intensivamente, a partir del año 2004, para referirse con una palabra abreviada e impactante a los excepcionalmente frecuentes asesinatos de mujeres, que tienen lugar en Ciudad Juárez (Chihuahua México) y Ciudad de Guatemala (Guatemala). El nuevo neologismo, calcado intencionalmente sobre homicidio, pretende crear la conciencia de que hay que considerar estas muertes como una forma de genocidio de mujeres. Tanto en un caso como en el otro, en el mexicano como en el guatemalteco, la justicia local no investiga los crímenes. La mayoría de las mujeres víctimas de este holocausto son violadas y algunas de ellas mutiladas, torturadas e incluso descuartizadas. Se sabe que en Ciudad de Guatemala un veinte por ciento de las más de quinientas mujeres asesinadas, entre 2004 y 2005, lo fueron de dos en dos, debido a que se quiso castigar con la muerte su "relación íntima" de parejas, según lo atestigua Claudia Acevedo de Lesbiradas. (Ver el testimonio en: Amnesty International).

El término sincopado femicidio ha sido traducido al francés por feministas canadienses, que se han asociado a los movimientos de protesta mejicanos y guatemaltecos. Estas feministas sospechan que hay femicide contra las mujeres indígenas canadienses, ya que desde 1980 quinientas mujeres aborígenes han sido declaradas como desaparecidas o han sido asesinadas. Este número es demográficamente alarmante por su desproporción, dado lo reducido de la población indígena canadiense. Algunos sociólogos explican que estas mujeres son consideradas como un blanco fácil para la violencia machista, porque su raza las sitúa en el nivel más bajo de la jerarquía socio-económica. Los casos de muchas de las mujeres desaparecidas han sido descartados de la investigación policial, por el simple hecho de haber sido consideradas como prostitutas. El escándalo causado por el asesinato de Helen Betty Osborne, en 1971, fue un factor determinante para llamar la atención internacional sobre la inseguridad de las mujeres en Canadá.

Sociogenética del poder y feminicidio

El historiador que no se contenta con la cadena causal corta de los hechos socioculturales que estudia, sino que remonta hasta sus eslabones más antiguos, practica la disciplina que nuestro colega Albert d'Haenens denomina sociogenética.

Entre los hechos socioculturales que cautivan la atención de todo historiador destaca el hecho diacrónico de la aparición de una sociedad determinada mediante un proceso que se ha dado en llamar proceso de socialización. Curiosamente este hecho, cuyo conocimiento permite comprender sociogenéticamente la aparición de una sociedad determinada, se repite alegóricamente en cada iniciación educativa de los nuevos miembros de la misma sociedad, para garantizar su correcta incorporación al cuerpo social que los acoge. Llamemos socialización fundadora al primero de estos dos procesos y socialización educativa al segundo.

El proceso de socialización educativa cumple la función de reproducir y justificar en cada individuo las jerarquías sociales de la sociedad que le acoge. Se trata principalmente de hacer admitir por el candidato la jerarquía de poder entre los individuos que componen la sociedad que le acoge, aceptando como reglas constitucionales los patrones de dominación y opresión institucionalizados existentes, ya que "la transmisión de la ideología de la opresión es el elemento central de la socialización" (Sagot, 1994) (3).

El proceso de socialización de género, en el caso de las sociedades patriarcales, que son las que nos preocupan aquí, es un proceso violento, ya que forma parte de todo un engranaje social y cultural que pretende enseñar a las mujeres a vivir en la opresión, dentro de una jerarquía en la que imperan los varones. Esta violencia machista se manifiesta en una gama muy variada de comportamientos, que abarcan desde las formas más sutiles de la manipulación y de las presiones psicológicas hasta las más violentas como la violencia física y sexual. En todos los casos se trata de que las mujeres repriman actitudes e incluso rasgos comportamentales considerados como inadecuados a su género de sexo, inferior al masculino.

La violencia contra las mujeres es también un componente estructural del sistema de opresión de género, además de ser uno de los elementos fundamentales del proceso de socialización educativa. El uso de la violencia machista contra las mujeres es no sólo uno de los medios con los que la sociedad patriarcal las controla, sino también una de las expresiones más brutaIes y explícitas de la subordinación.

La investigación sociogenética descubre que el legado de leyes antiguas y de prácticas sociales abiertamente aprobadas continúan generando las condiciones que permiten la existencia generalizada de este tipo de violencia, a pesar de que el derecho legal de los hombres a ejercer violencia contra las mujeres ya no es explícitamente reconocido en la mayoría de las sociedades occidentales ( Rebecca y Russell Dobash, 1979 (4). La brutalidad, la indiferencia, la inacción, las políticas y procedimientos contradictorios de las instituciones sociales patriarcales continúan reflejando el ideal fundador y educativo de la posición subordinada de las mujeres y del derecho correlativo de los hombres a dominarlas y controlarlas, incluso haciendo uso de la violencia. Frente a todas estas actitudes machistas, resultan inoperantes tanto las leyes correctivas del machismo como las que brindan un apoyo explícito a la respresión de la violencia contra las mujeres,

Este complejo entretejido sociogenético de permisividad y dominación machistas conduce a prácticas cotidianas y rutinarias de violencia sistemática contra las mujeres. La violencia es tal, que no sólo afecta a la integridad y calidad de vida de las “sobrevivientes”, sino que en muchísimos casos culmina con la muerte de sus víctimas.

Un estudio sociogenético de este hecho capital prueba que la muerte de mujeres a manos de sus novios, pretendientes, amantes, e incluso esposos, padres y parientes, conocidos o desconocidos, no es el producto de conductas desviadas o patológicas, que se presentan informativamente como casos inexplicables. La pura verdad es que tales muertes asesinas de las mujeres son el producto directo de un sistema estructural de opresión. Tales muertes son feminicidios, que son a su vez la forma más extrema de terrorismo sexual, motivado, en última instancia histórica y educativa por un sentido de posesión y control sobre las mujeres característico del sistema social patriarcal.

Al llamar a estas muertes de mujeres “feminicidios” o “femicidios”, es decir, mediante estos neologismos morfosemánticos de forma y de sentido transparentes, se remueve el velo oscurecedor con el que las cubren hipócritamente términos demasiado generales y "neutros" como son “homicidio” o “asesinato” (Jill Radford y Diana Russell, 1992).

La forma y el sentido, es decir, la palabra y el concepto de “feminicidio” y de “femicidio” son también útiles, porque nos indican sin ambages el carácter social y generalizado de la violencia machista basada en la inequidad de género. Al hacerlo nos distancian de planteamientos casuísticos, que tienden sea a culpar a las víctimas, sea a representar a los agresores como "locos", "fuera de control" o "animales" o sea a concebir estas rnuertes como el resultado de "problemas pasionales". Estos planteamientos, individualizantes, naturalizados o patologizados, producto de lugares comunes muy extendidos como mitos entre los criminólogos, niegan ocultándola bajo palabras inadecuadas la verdadera dimensión del problema, cuya denominación transparente de “feminicidio” traduce la verdad fenomenológica tanto de las experiencias de las mujeres como de la responsabilidad de los hombres “feminicidas”. Es decir, el empleo pragmático de la forma y del sentido del neologismo morfosemántico “feminicidio” ayuda a desarticular los argumentos de quienes juzgan que la violencia basada en la inequidad de género es un asunto personal o privado, mostrando el carácter profundamente social y político de esta violencia, resultado de las relaciones ancestrales de poder entre los hombres y las mujeres en la sociedad patriarcal.

El empleo pragmático de la forma y del sentido del neologismo morfosemántico “feminicidio” permite también hacer ver la estrecha conexión existente entre las múltiples formas de violencia de que son objeto las mujeres como tales mujeres, estableciendo lo que cabe llamar un “continuum de violencia contra las mujeres” (Liz Kelly, 1988, (5). La escisión, el incesto, el abuso físico y emocional, el acoso sexual, la violación, la explotación sexual, la prostitución, el uso de las mujeres en la pornografía, la maternidad forzada o la esterilización, etc., no son, desde esta perspectiva global, fenómenos inconexos, sino que son todas expresiones distintas de la opresión de las mujeres en un sistema de dominación machista. A partir del momento en que cualquiera de estas formas de violencia provoca la muerte de la mujer, esta violencia se convierte en “feminicidio”. El “feminicidio” es, por consiguiente, la manifestación más extrema de este continuum de violencia.

En esta panorámica global, en la que el “feminicidio” aparece como la punta visible de un terrible iceberg, la violencia de género es un agente sociogenético central, que ayuda a comprender “la condición social de las mujeres”. La presencia de violencia cotidiana, con amenaza real de “feminicidio” ilustra cómo la opresión y la desigualdad colocan a las mujeres en una posición terriblemente vulnerable. El continuum de violencia contra las mujeres, bajo la espada de Damocles del “feminicidio”, es de hecho la piedra angular de la dominación de género: "esta violencia no es casual, el factor de riesgo es ser mujer. Las víctimas son elegidas por su género. El mensaje es de dominación: confórmate con tu "lugar" (Lori Heise, citada por Sunch, 1991; Lori Heise, 1989, p. B4). (6).

Reeditando este trabajo, enriqueciéndolo y publicándolo en la joven enciclopedia bloguera Knol, rindo un homenaje especial y suscribo la opinión de mi colega el profesor Jesús Neira, defensor de la Mujer:

El silencio de los hombres ante la violencia de género es el más claro síntoma de nuestra decadencia.

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Bibliografía

* Banco Datos Feminicidio. Monitoreo sobre femicidio/feminicidio en El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Panamá.

* Cybersolidaires: Féminicide à Ciudad Juárez : veille informationnelle.

* Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Situación de los derechos de la mujer en Ciudad Juárez, México (2002)

* La Jornada, El feminicidio en la República Maquiladora, México (2005)

* Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Situación de la mujer en Guatemala (2003)

* Bibliografía internacional en Wikipedia

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Notas

(1) Se dice que una palabra ha sido sincopada cuando ha sufrido el corte de una sílaba interior. Una de las razones de este tipo de corte es la simplificación o haplología, para facilitar su fonética. haplología.(Del gr. ἁπλόος, simple, y -logía).1. f. Ecd. haplografía.2. f. Fon. Eliminación de una sílaba semejante a otra contigua de la misma palabra; p. ej., cejunto por cejijunto, impudicia por impudicicia.

(2) Radford, Jill y Diana E. Russell. 1992. Femicide. the Politics of Woman Killing. Twayne Publishers: New York

(3) Sagot, Montserrat. 1994. "Marxismo, Interaccionismo Simbólico y la Opresión de la Mujer". Revista de Ciencias Sociales N° 63. San José, Costa Rica.

(4) Dobash, Rebecca y Russell Dobash. 1979. Violence Against Wives. The Free Press: New York.

(5) Kelly, Liz. 1988. Surviving Sexual Violence, Polity Press: England.

(6) Heise, Lori, et. al. 1994. Violencia contra la Mujer La Carga Oculta Sobre la Salud. OPS: Washington, DC. Mujer, salud y desarrollo. Organización Panamericana de la Salud. Washington, noviembre, 1994.

Lori Heise es una reconocida experta mundial en temas de violencia en contra de las mujeres, sexualidad, género y HIV. Actualmente es Asesora Senior en el Programa para las Tecnologías Apropiadas en Salud(PATH) Washington, D.C. También es investigadora invitada en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical London School e integrante del Comité Timón del Estudio Multicéntrico sobre Violencia Doméstica y Salud de las Mujeres, que está actualmente realizando la Organización Mundial de la Salud (OMS). Está redactando los resultados de esta iniciativa que incluye a nueve países.Ha sido líder en el movimiento de mujeres en los últimos 19 años y ha escrito numerosos artículos sobre el tema de violencia hacia las mujeres. Ver: Fundación Isonomía de la Universitat Jaume I.

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