viernes, diciembre 05, 2008

Destructores etarras contra los euro-constructores vascos

Destructores etarras contra los euro-constructores vascos

Permalink 04.12.08 @ 23:55:45. Archivado en Europa, España, Sociogenética, Arquitectura y urbanismo, Pro justitia et libertate, Francia, Geopolítica

Ignacio Uría Mendizabal, asesinado ayer por ETA, dedicó su vida a impulsar y fortalecer, junto con dos de sus hermanos, la empresa constructora Altuna y Uría, que heredaron de su padre y en la que también trabajan sus hijos. Ignacio Uría estaba casado y tenía cinco hijos.

Ignacio Uría era hasta ayer con sus dos hermanos uno de los constructores de la 'Y' vasca, un proyecto ambicioso que ayudará a vertebrar al país vasco español, en su relación consigo mismo, con el resto de España, con el país vasco francés y con el resto de Europa. Un proyecto a la altura de las generosas y lúcidas ambiciones de los euro-constructores vascos, que desean servir de la mejor manera posible la vocación interregional de sus tierras intermediarias dentro de la estructura europea.

La 'Y' vasca, que debe su denominación a la figura que forma su trazado, es la línea ferroviaria de ancho europeo y alta velocidad que se está construyendo para unir las tres capitales vascas y a éstas con el resto de las vías similares de España y de Europa. Es una red mixta, que se destinará tanto al transporte de pasajeros como al de mercancías. Más del 70% del trazado discurrirá bajo túnel. Se construirán 80 en total y se levantarán, además, 71 viaductos.

Pese a sus 71 años, Ignacio Uría seguía parcialmente activo en la empresa y se dedicaba por las mañanas a visitar "in situ" las numerosas obras que esta compañía tiene adjudicadas en Guipúzcoa, donde departía con los jefes de obra y se interesaba y controlaba el estado de los trabajos, según han comentado a Efe fuentes de Altuna y Uría.

La empresa fue fundada en los primeros años de la década de los 50 por su padre, Alejandro, un albañil que "empezó de cero" y que procedía del caserío "Azkune" del barrio de Loyola, el mismo en el que se ubica la compañía.

Alejandro legó la empresa a sus tres hijos varones, Imanol, Ignacio y Luis Mari, aunque éstos compartían la propiedad con los tres hijos de Altuna, el socio de su padre.

Un hombre muy familiar

Hace más de 20 años los tres hermanos Uría compraron su parte a los Altuna y se hicieron con el control total de la compañía, aunque no llegaron a cambiar la denominación, que continúa siendo hoy Altuna y Uría. La empresa, que ahora cuenta con 370 trabajadores, tiene a un buen número de "Urías" en su plantilla, ya que prácticamente la totalidad de los hijos de Imanol (4), Ignacio (5) y José Mari (5) trabajan en la constructora azpeitiarra.

Un trabajador nato

«Trabajar, trabajar y trabajar» es lo que ha hecho «toda su vida» Ignacio, según ha comentado uno de sus amigos, el ex diputado general de Guipúzcoa y ex presidente del PNV, Román Sudupe, quien también ha recordado la afición de la víctima a "echar la partida" después de comer. "Hace tres semanas cené con él", ha recordado, apesadumbrado, tras conocer el fallecimiento del empresario, del que además ha comentado que "estaba algo delicado de salud".

En la actualidad, con Imanol, el mayor de los hermanos, jubilado, Ignacio y Luis Mari se mantenían al frente de la sociedad, aunque el primero ya había comenzado a delegar responsabilidades en sus hijos. Además de la dirección y el control de las obras, Ignacio se encargó hasta ese mismo año de la interlocución con los trabajadores, aunque se había apartado de las actuales negociaciones del nuevo calendario laboral, que había delegado en uno de sus hijos, según han comentado las citadas fuentes de la empresa.

Casado y padre de tres varones y dos mujeres, Ignacio Uría tenía una gran afición a los naipes y todos los días, después de comer, jugaba partidas de tute y mus en el Kiruri, el restaurante en cuyo exterior ha sido asesinado, justo al lado de su empresa y muy cerca de su casa.

Empresa estable

Pese a la crisis que azota al sector de la construcción, fuentes de la empresa aseguran que no estaban pasando dificultades y no había en el horizonte ninguna amenaza de inestabilidad para los empleados. Clarinda, una mujer cuya pareja trabaja desde hace 6 años en Altuna y Uría, define a la familia como "muy buena gente", muy "honestos", que pagan bien y son "cumplidores". Con lágrimas en los ojos, Clarinda ha asegurado a los periodistas que hoy aguardaban junto al lugar del atentado que "hasta la fecha ningún empleado tendrá nada que decir de ellos".

La compañía cuenta con importantes adjudicaciones en obras civiles en el País Vasco, como la construcción del segundo cinturón de San Sebastián y del trazado del Tren de Alta Velocidad, un proyecto amenazado por ETA. Pese a que la empresa ya había sufrido un ataque en marzo de 2007 por su participación en las obras de la línea de alta velocidad, Ignacio Uría no llevaba escolta.

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Un empresario vasco a la vieja usanza

Ignacio Uría Mendizábal era un empresario vasco de los de antes; de los que jugaban a las cartas con obreros, de los que no se jubilaban a los 70 años
por María LUISA G. FRANCO | BILBAO

Ignacio Uría Mendizábal vivía con sencillez en Azpeitia, a pesar de ser el propietario, junto a sus hermanos, de la empresa que había heredado de su padre, Altuna y Uría, una constructora de más de trescientos cincuenta trabajadores. De la empresa familiar se ocupan también sus hijos y sus sobrinos, aunque él, a pesar de sus setenta años, iba cada mañana a visitar las obras que tienen adjudicadas en Guipúzcoa y Álava.

Respondía Uría al perfil que durante muchos años ha caracterizado a los empresarios vascos. Su vida era su empresa y el domicilio familiar, práctico y sin ostentaciones, que está situado a unos metros de las oficinas.

Madrugones

Acostumbrado a madrugar, ayer a la una de la tarde, cuando fue asesinado, ya había comido en su casa y se dirigía, como todos los días, a jugar una partida de cartas al restaurante Kiruri, que está también a unos metros de las oficinas de su empresa. Sus compañeros de partida podían ser en muchas ocasiones obreros, según contó a ABC la encargada del restaurante, profundamente afectada por el salvaje atentado. No obstante, Uría trataba también con gente influyente y entre sus amigos estaba el ex diputado general de Guipuzcoa y ex presidente del PNV Román Sudupe.

Esa amistad no era una relación de partido, pero sí era próxima. En Azpeitia aseguraron a nuestro periódico que Uría no era militante del PNV ni de ningún otro partido. Cuando jugaba a las cartas no hablaba de política. «Aquí nadie habla de política», señaló a ABC la encargada del local al que se dirigía Uría cuando fue asesinado ayer. Es normal que en poblaciones guipuzcoanas como Azpeitia, con una fortísima presencia de los filoetarras, ni los amigos hablen de política.

La empresa Altuna y Uría está muy bien considerada por las instituciones vascas, que le adjudican importantes proyectos. Grandes constructoras del resto de España dan valor a asociarse en UTE con Altuna y Uría por sus privilegiadas conexiones con la administración vasca. Ignacio Uría ha tenido siempre valor para optar a proyectos que han estado y están en la diana de ETA. Su empresa trabajó en su momento en la autovía de Leizarán, como ahora lo hace en el trazado de la red de alta velocidad conocido como la «Y vasca». Si sus amigos le conocían bien, no tenía miedo a ser asesinado por ETA. Ni llevaba escolta, ni cambiaba sus rutinas. Era una presa fácil. Tal vez pensaba que los terroristas se conformarían con quemar camiones y maquinaria de su empresa, como hasta ahora.

Ignacio Uría Mendizábal vivía con sencillez en Azpeitia, a pesar de ser el propietario, junto a sus hermanos, de la empresa que había heredado de su padre.

El lendakari, Juan José Ibarretxe, calificó ayer a Uría y al resto de empresarios vascos que se arriesgan a trabajar en proyectos señalados por ETA como «valientes», pero probablemente Ignacio Uría, a sus setenta años, lo considerara algo cotidiano, tan enraizado en su vida como él lo estaba en la sociedad vasca.

Todas las personas a las que preguntamos por él en Azpeitia coincidieron en definirle antes como buena persona que como buen empresario, a pesar de que seguramente Altuna y Uría debe a su intenso trabajo su actual solvencia. Sus empleados estaban ayer muy afectados. Al fin y al cabo, él se comportaba como si fuera uno más de los asalariados de su empresa.

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