"El curioso impertinente" en El Quijote
29.08.07 @ 08:57:23. Archivado en El Quijote, Poética, Ética, Educación, Novela
Cabe decir de La Novela del Curioso impertinente que es la historia de la relación de un antiquijote con las mujeres; la impertinencia consiste en creer que las mujeres deben ser sometidas a pruebas, para que aparezca la verdad de su virtud (tema de la misoginia ambiente vs filoginia quijotesca).
Imagen: "Ventana del Albaicín", de Arquímedes Artal.
No se olvide que el tema de la lectura, que da lugar a la inserción de esta novela como objeto de lectura por los personajes en la venta, es uno de los temas mayores del Quijote; lo cual no obsta para que desde su aparición en 1605 se haya discutido mucho sobre la oportunidad de esta inserción en la primera parte del Quijote, donde ocupa tres largos capítulos (I.33-I.35).
Cervantes mismo se refirió a ella por boca de Sansón Carrasco, que se hacía eco ante don Quijote de las críticas a la historia publicada de sus hazañas (nótese la transformación de la crítica en autocrítica y la entrada de los lectores del Quijote en el Quijote, dos características esenciales de la segunda parte):
« —Una de las tachas que ponen a la tal historia—dijo el bachiller— es que su autor puso en ella una novela intitulada El curioso impertinente: no por mala ni por mal razonada, sino por no ser de aquel lugar, ni tiene que ver con la historia de su merced del señor don Quijote.» II.3.39.
El editor, refiriéndose a las dudas respectivas del autor y del traductor en cuanto a la composición del texto, declara al comienzo del capítulo consagrado a la partida de Sancho Panza a su gobierno:
«el ir siempre atenido el entendimiento, la mano y la pluma a escribir de un solo sujeto y hablar por las bocas de pocas personas era un trabajo incomportable, cuyo fruto no redundaba en el de su autor, y que por huir deste inconveniente había usado en la primera parte del artificio de algunas novelas, como fueron la del Curioso impertinente y la del Capitán cautivo, que están como separadas de la historia…», II.44.1.
Personalmente compartimos el punto de vista de Hatzfeld en cuanto a la justificación interna de esta inserción.
Mediante esta novela Cervantes multiplica las perspectivas y presta una ilusión de profundidad insondable a la ya compleja realidad creada por las dos historias sinópticas de Dorotea y Cardenio:
«A la luz de los principios de la crítica moderna se podría bien justificar la inserción de esta novela corta. Es que la novela se lee por el Cura frente a Cardenio y Dorotea (I, 32) y es su historia: Cardenio es el curioso impertinente que mostró su novia Luscinda ligeramente vestida a su amigo Fernando a través la ventana de su habitación. Fernando se enamoró de Luscinda, abandonó a su propia desposada Dorotea y se huyó con Luscinda. Lo que junta la historia acaecida con la historia relatada es, de hecho, una curiosidad impertinente y ambas historias representan dos nuevas versiones de la leyenda de Giges y su anillo. Candaules hace ver su esposa en el momento de desvestirse al pastor Giges. Ella, ofendida, pide la muerte de su esposo y el matrimonio con Giges. He aquí un curioso impertinente típico legendario: Candaules, transformado dos veces según el gusto barroco en un curioso impertinente de la historia del Quijote: Fernando y el curioso impertinente de la novela: Anselmo .», Hatzfeld, 112-113.
Dos temas que mezcla y desarrolla Cervantes en su novela corresponden a dos de sus fuentes literarias: la Prueba del vaso, que en puridad remonta a la historia de Tristán, y el Cuento de los dos amigos. Las dos fuentes se encuentran separadas en dos cuentos del Orlando furioso de Ariosto.
«Ambos los tuvo presentes Cervantes, tomando del uno el arrepentimiento y las lágrimas; del otro, el nombre de Anselmo. y de ambos la moralidad de los daños que causa la codicia de las mujeres y la impertinente curiosidad de los hombres.», Clem. 1331.b. ® Luscinda.
Cabe pensar que otra fuente sean las Églogas de Garcilaso de la Vega, donde el único personaje femenino se llama igualmente Camila, cuyo enamorado trastornado es Albanio, de cuyas locuras se compadecen e intentan sacarlo sus amigos Salicio y Nemoroso:
«Camila es ésta que está aquí dormida; | no puede de otra ser su hermosura; | la razón está clara y conocida: | una obra sola quiso la natura | hacer como ésta, y rompió luego apriesa | la estampa do fue hecha tal figura.», p. 193, vv. 778-783.
También hay que pensar en algunos sonetos del mismo Garcilaso y en la explicación que dio del Celoso temor el poeta Sevillano Fernando de Herrera en 1580:
«¡Oh celoso temor! ¿a quién pareces?, | que la envidia, tu propia y fiera madre, | se espanta en ver el mostro que ha parido.», G. de la V., p. 122.
He aquí la explicación de Herrera: «Celoso temor. Traslación en el ayuntado. Es el celo una pasión que tiene alguno porque otro goza y posee aquello que él quería poseer y gozar solo; o es una sospecha que tiene el amante de la que ama, que ella no se enamore de otro; o una temerosa sospecha del amante con la que ama, que él querría que ella no fuese de otro, sino de él. Al fin es el celo un temor o sospecha que alguno (que no querríamos nosotros) no goce alguna belleza, o por gozalla solos nosotros, o porque aquel solo goza la que nosotros querríamos. Así, sin duda el celo es especie de envidia, y Platón dice que el celo es el que tiene envidia por sospecha amorosa.», Herrera, in G. de la V., p. 468.
Cabe decir de La Novela del Curioso impertinente que es la historia de la relación de un antiquijote con las mujeres; la impertinencia consiste en creer que las mujeres deben ser sometidas a pruebas, para que aparezca la verdad de su virtud (tema de la misoginia ambiente vs filoginia quijotesca).
La impertinencia de Anselmo, el Curioso impertinente, consiste en querer someter a prueba la virtud de Camila, su mujer, como si el valor de esta virtud no consistiera en ella misma, en su verdad de conciencia, sino en la experiencia que hacen de ella los otros, en su apariencia:
«el deseo que me fatiga es pensar si Camila, mi esposa, es tan buena y tan perfeta como yo pienso, y no puedo enterarme en esta verdad, si no es probándola de manera que la prueba manifieste los quilates de su bondad, como el fuego muestra los del oro.», I.33.9.
Curiosidad impertinente que su amigo Lotario rechaza al preguntarle una y otra vez: «¿qué mejores títulos piensas darle después que los que ahora tiene, o qué será más después de lo que es ahora?… si es tan buena como crees, impertinente cosa será hacer experiencia de la mesma verdad», I.33.14;
y más adelante:
«¿para qué quieres poner esta verdad en duda?», I.33.16.
En 1611 podía leerse en el Tesoro de Covarrubias:
«Los que en el siglo celan a sus mujeres indiscretamente, son hombres de poco valor, y el demonio los trae atormentados, y ellos atormentan sus mujeres; y algunas veces las ponen en condición de hacer lo que no les pasaba por pensamiento.», Cov. 400.a.64.
El Curioso impertinente explica a su amigo la causa enfermiza de su propia impertinencia:
«Prosupuesto esto, has de considerar que yo padezco ahora la enfermedad que suelen tener algunas mujeres, que se les antoja comer tierra, yeso, carbón y otras cosas peores», I.33.22.
Esta causa enfermiza lo impulsa a someter a su mujer a tres tipos de pruebas:
1) de palabras (hasta: «—Bien está—dijo Anselmo—. Hasta aquí ha resistido Camila a las palabras», I.33.30);
2) de obras (a partir de: «es menester ver cómo resiste a las obras: yo os daré mañana dos mil escudos de oro para que se los ofrezcáis…», I.33.30;
3) de celos (I.34.8). Trágico fin de la historia: El Curioso impertinente «dejó la vida en las manos del dolor que le causó su curiosidad impertinente.», I.35.41.
¿Moraleja de la historia? La apunta el narrador en uno de sus comentarios:
«el que busca lo imposible, es justo que lo posible se le niegue», I.33.36.
«Se descalifica el comportamiento de Anselmo, porque su experimento se basa en una curiosidad malsana y en un presupuesto quimérico: la perfección moral que él busca no existe, pues no está en la naturaleza humana (y no sólo en la femenina); por lo tanto exige de Camila algo imposible. Y al exigir lo imposible «es justo que lo posible se le niegue», como advierte el comentario del narrador. Es más: al no dejarla desenvolverse según sus posibilidades, impide que su mujer –que, en el fondo, presta una digna resistencia– pueda salir airosa… C. aboga aquí, lleno de escepticismo bondadoso, por una moral que cuenta con las posibilidades reales de la naturaleza humana en vez de las exigencias de un idealismo abstracto. Y al mismo tiempo concede –contrario al drama de honor– dignidad moral a una adúltera, condenando la soberbia de un hombre que, por exigir lo imposible, es el único culpable de la degradación de su mujer.», Hans-Jörg Neuschäfer, en Rico 1998 b, p. 79.
Hay un precedente del tema de esta novela en la primera obra cervantina:
«no son los celos señales de mucho amor, sino de mucha curiosidad impertinente», La Galatea, lib. III.
¿Ha visto Cervantes en Amadís un curioso impertinente? Una justificación externa menos invocada por la crítica, pero que nos parece digna de estudio, es el precedente del Amadís de Gaula de Garci-Rodríguez de Montalvo, ±1492, donde el propio Amadís pide a su futuro suegro el rey Lisuarte, enemigo suyo poco antes, por preferir para su hija la mano del emperador de Roma, que someta a Oriana a la prueba del arco encantado de los leales amadores y la cámara defendida. He aquí la situación resumida por A. Rosenblat:
«—Mandad, señor, que antes de comer, Oriana pruebe el arco encantado de los leales amadores y la cámara defendida. Yo confío en que podrá entrar, y que en esa cámara se hará la fiesta de nuestras bodas. § —Mi buen hijo—dijo el rey—, me es fácil cumplir lo que pedís, mas temo que pongamos turbación en esta fiesta, porque muchas veces acontece que el amor engaña a los ojos, y así podría acaeceros con mi hija Oriana.», Versión de A. Rosenblat, p. 318.
En el texto original el narrador se refiere a Oriana, hija del rey Lisuarte y mujer de Amadís:
«El Rey la levantó y la besó en el rostro, y dixo: —Hija, pues conviene que antes de comer sea por vos provado el arco de los leales amadores y la cámara defendida, que esto es lo que vuestro marido me pide. § Cuando esto fue oído de toda aquella gente, a muchos plugo de ver que la prueva se hiziesse, y a otras puso gran turbación, que como la cosa tan grave de acabar fuesse y tantas y tales en ella havían falleçido, bien pensavan que, la gloria que acabándola se alcançava, que assí en ella falleçiendo se aventurava menoscabo y verguença Mas pues que vieron qu'el Rey lo mandava y Amadís lo demandava, no quisieron dezir sino que se hiziesse.», AdG, l. IV, c. CXXV p.1620. ® zelador
Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, 2005.
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