Plumillas acusadoras
12.05.07 @ 18:30:00. Archivado en Sociogenética, Pro justitia et libertate, Pintura
Tanto ayer como hoy, la guerra, negación suprema de la justicia y de la libertad, causa directamente la muerte, la enfermedad, la desigualdad, la orfandad, la deseperanza, la intolerancia y el odio de multitud de inocentes en todo el mundo.
La guerra es también, como proyecto continuo de quienes la preparan sin cesar, la causa indirecta de la persistencia del hambre en la mayor parte de las regiones de la tierra, incluidas las de nuestros propios países, que por su estatuto social llamamos cínicamente el cuarto mundo, reconociendo su peor suerte que la pésima suerte del tercero.
En efecto, desde hace muchísimos años, las naciones llamadas civilizadas gastan en preparar la guerra contra estas mismas regiones, cuya rebeldía temen, los medios con que podrían eliminar el hambre en todo el mundo. Con lo que ya han gastado en armas, las mal llamadas naciones civilizadas podrían haber eliminado varias veces el hambre de la faz de la tierra, pero no lo han hecho, porque, en vez de atender a la voz de su conciencia o a los gritos que les imploran, se han dejado vencer por el imperio del miedo.
La plumilla del maestro peruano Dionisio Torres ha ilustrado de manera magistral esta verdad.
Imagen: El hambre en el mundo, por Dionisio Torres. Grandes formatos.
EL HAMBRE EN EL MUNDO
UN RETO PARA TODOS: EL DESARROLLO SOLIDARIO
« La amplitud del fenómeno pone en tela de juicio las estructuras y los mecanismos financieros, monetarios, productivos y comerciales que, apoyados en diversas presiones políticas, rigen la economía mundial: ellos se revelan casi incapaces de absorber las injustas situaciones sociales heredadas del pasado y de enfrentarse a los urgentes desafíos y a las exigencias éticas. Sometiendo al hombre a las tensiones creadas por él mismo, dilapidando a ritmo acelerado los recursos materiales y energéticos, comprometiendo el ambiente geofísico, estas estructuras hacen extenderse continuamente las zonas de miseria y con ella la angustia, frustración y amargura... ». « No se avanzará en este camino difícil de las indispensables transformaciones de las estructuras de la vida económica, si no se realiza una verdadera conversión de las mentalidades y de los corazones. La tarea requiere el compromiso decidido de hombres y de pueblos libres y solidarios ».
(Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptor hominis, 1979, n. 16)
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