El Yelmo de Mambrino en El Quijote, 2/2
04.03.07 @ 18:55:55. Archivado en El Quijote
Don Quijote, habiendo descubierto a lo lejos un hombre a caballo, que traía en la cabeza una cosa que relumbraba como si fuera de oro, pregunta a Sancho: «Dime, ¿no ves aquel caballero que hacia nosotros viene, sobre un caballo rucio rodado, que trae puesto en la cabeza un yelmo de oro?», I.31.7. ® yelmo de Mambrino
Imagen: Javier Serrano Pérez, El yelmo de Mambrino. Don Quijote de la Mancha, I. Ed. Ángel Basanta, Anaya, 1987, p. 344-345.
|| yelmo de oro: por analogía paródica con el yelmo dorado de Amadís: «El Rey dixo a don Galaor: —¿Por ventura sería aquel del yelmo dorado vuestro hermano Amadís?, que según lo que él hizo, no podía ser otorgado a otro sino a él.», AdG, p. 1051.
Nótese la semejanza de esta aventura con la anécdota que cuenta Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España: «Vueltos a embarcar, siguiendo la costa adelante, desde a dos días vimos un pueblo junto a tierra, que se dice el Aguayaluco, y andaban muchos indios de aquel pueblo por la costa con unas rodelas hechas de conchas de tortugas, que relumbraban con el sol que daba en ellas, y algunos de nuestros soldados porfiaban que eran de oro bajo, y los indios que las traían iban haciendo pernetas, como burlando de los navíos, como ellos estaban en salvo, por los arenales y costa adelante; y pusimos a este pueblo por nombre La Rambla, y así está en las cartas de marear.», BDdelC, c. XII, p.31.
||…yelmo…|| encantado yelmo: El tema del yelmo de Mambrino es introducido tras la aventura del vizcaíno: «hágole y confírmole de nuevo [el juramento] de hacer la vida que he dicho, hasta tanto que quite por fuerza otra celada tal y tan buena como ésta a algún caballero. Y no pienses, Sancho, que así a humo de pajas hago esto, que bien tengo a quién imitar en ello; que esto mesmo pasó, al pie de la letra, sobre el yelmo de Mambrino, que tan caro le costó a Sacripante.», I.10.22. Se supone 'encantado', como lo dice don Quijote al contemplarlo, porque tenía la virtud de hacer invulnerable al que lo llevase o ganase: «—¿Sabes qué imagino, Sancho? Que esta famosa pieza deste encantado yelmo, por algún estraño acidente debió de venir a manos de quien no supo conocer ni estimar su valor, y, sin saber lo que hacía, viéndola de oro purísimo, debió de fundir la otra mitad para aprovecharse del precio, y de la otra mitad hizo ésta, que parece bacía de barbero, como tú dices», I.21.22.
«La ganancia del yelmo de Mambrino es una batalla victoriosa, que compensa a DQ con creces por la media celada perdida. El yelmo de Mambrino es consustancial a la literatura orlandiana: en Boiardo, Orlando innamorato, I, IV, Reinaldos de Montalbán mata al rey moro Mambrino y gana su yelmo encantado; en Ariosto, Orlando furioso, XVIII, el yelmo encantado había sido conquistado del rey moro Mambrino por Dardinel de Almonte (no Sacripante, como creyó recordar DQ), y lo gana Reinaldos de Montalbán al quitar la vida a Dardinel. En su subconsciente DQ actúa como el paladín carolingio. Se puede ver que el yelmo de Mambrino tiene credenciales caballerescas irreprochables, lo que hace tanto más disparatada la identificación de una bacía de barbero con tan mentado yelmo por parte de DQ. Sancho, ajeno a toda cultura literaria, recibe la orden de su amo de alzar el yelmo del suelo (donde lo dejó su dueño al huir), así lo hace y comenta: «Por Dios que la bacía es buena» (I.21). Este conato de duda ontológica, manejado con sabia maestría, aviva y da unidad narrativa adicional a una veintena de capítulos (I, 21-44)… La dinámica narrativa de este capítulo hace que la imaginación del lector tenga que saltar hacia atrás (I.10) y hacia delante (I.44), y estas volteretas imaginativas son las que imprimen una unidad orgánica al relato. Desde luego que la distensión máxima se alcanza al pensar en el puente imaginativo que une I.21 con II. 45..», Juan Bautista de Avalle-Arce, en Rico 1998 b, p. 60. ® Mambrino
|| ¿Qué va de yelmo a batanes?: '¿Qué tiene que ver yelmo con batanes?' • Don Quijote se enfada con Sancho en el epílogo de la aventura de los batanes: «¡Válate el diablo por hombre! —replicó don Quijote—. ¿Qué va de yelmo a batanes?», I.21.5. ® Dios
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