Cuento y aventura del rebuzno
26.02.07 @ 21:05:05. Archivado en El Quijote, Sociogenética
El cuento del rebuzno del Quijote se convierte en la aventura más sanchopancesca que quijotesca del rebuzno, por obra de la palabra mal interpretada. No es muy difícil ver en esta aventura una parábola del círculo vicioso de la historia humana, que vuelve siempre neciamente a la guerra, incluso cuando los discursos contra ésta han hecho todo por evitarla para siempre jamás.
Al publicar por la primera vez este artículo, bajo el título de "Aventura sanchopancesca del rebuzno", el 28 de octubre de 2005, hacía yo la siguiente reflexión: Esperemos que el cuento de las negociaciones zapateriles con los terroristas no se convierta en otra aventura sanchopancesca del rebuzno. Por desgracia la tragedia del 30 de diciembre 2006 transformó mis temores en previsión sociogenética cumplida.
Imagen: Fernando Selma, "La aventura del rebuzno" (T.V, p.1).
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“Rebuznar” en el Quijote
rebuzn-: rebuzna: 1; rebuznaba: 3; rebuznaban: 1; rebuznado: 1; rebuznador: 1; rebuznadores: 1; rebuznando: 2; rebuznar: 8; rebuznara: 1; rebuznaré: 1; rebuznaréis: 1; rebuznaron: 4; rebuznase: 1; rebuznasen: 1; rebuznó: 1; rebuzno: 13; rebuznos: 6
rebuznar (doc. 1335, posible der. del lat. bucinare 'tocar la trompeta' + el prefijo de repetición re- ) v.intr. 'emitir el asno su voz': «REBUZNAR. Es propio del asno, como del caballo relinchar», Cov. 897.b.39.
|| comenzó a rebuznar: Nótese el eficaz empleo de la aliteración por el narrador para evocar el rebuzno del rucio: «comenzó a rebuznar, tan recio; que toda la cueva retumbaba», II.55.20.
|| yo sé rebuznar: 'yo sé imitar el rebuzno'
Como se ve en II.25.7, era habilidad de que solían presumir algunos villanos y pícaros: «rebuzne el pícaro», Coloquio de los perros, NE, ed. S-B, III, p. 173., (Rgz Marín) Los rebuznos del asno figuran en muchos cuentos folklóricos. Pellicer notó la semejanza entre esta anécdota y un episodio de Apuleyo, El asno de oro, en cuyo libro VIII el protagonista, al pedir auxilio, olvidándose de que se ha transformado en asno, rebuzna, confundiendo a unos aldeanos que están buscando un pollino robado.
|| rebuznaron en balde: «Rrebuznaron en balde el uno i el otro alkalde.», Corr. 571.b. Puede ser que este refrán popular que registra Correas en 1627 en forma positiva sea la fuente no escrita de Cervantes, o bien, como lo piensa Murillo, que el refrán haya tenido su origen en este episodio del Q.: «No rebuznaron en balde el uno y el otro alcalde», II.27.7.
|| rebuznase: por 'rebuznasen' en la aventura del rebuzno: «[el diablo] ordenó e hizo que las gentes de los otros pueblos, en viendo a alguno de nuestra aldea, rebuznase, como dándoles en rostro con el rebuzno de nuestros regidores.», II.25.7.
Como la palabra gente es mucho más frecuente en el Quijote en singular que en plural (158 veces contra 36), el escritor ha podido pensar al acordar su verbo que la había escrito en singular (Opinión de Gaos).
rebuzno (doc. 1490, de rebuznar) m. 'voz del asno'
|| cuento y aventura del rebuzno: cuento del Rebuzno: II.25.5-8; aventura: II.27.6-21.
Una particularidad del Cuento del Rebuzno, espléndido ejemplo de reelaboración intertextual cervantina, es que comienza como relato que no implica a don Quijote y Sancho como oyentes, y que luego, debido al discurso de don Quijote y sobre todo a la necia perorata de Sancho, que enoja a sus oyentes, se convierte en aventura que los implica a ambos, como actores pasivos del pueblo, que los apalea hasta romperles las costillas y la cabeza, II.27.
No es muy difícil ver en este cuento, que se convierte en aventura por obra de la palabra mal interpretada, una parábola del círculo vicioso de la historia humana que vuelve siempre neciamente a la guerra, incluso cuando los discursos contra ésta han hecho todo por evitarla para siempre jamás, II.25 y II.27.
Este cuento se inscribe «en una larga tradición de cuentecillos de asnos y rebuznos, que aparecen ya en El asno de oro de Apuleyo (en cuyo libro VIII el protagonista, al pedir auxilio, olvidándose de que se ha transformado en asno, rebuzna, confundiendo a unos aldeanos que están buscando un pollino robado)… En el Q. toma la apariencia de conseja tradicional enmarcada en otro motivo folclórico, el de la rivalidad de los pueblos vecinos, muy documentado en numerosos textos, refranes y tradiciones orales… C. arranca de estos motivos para presentar el torneo de los rebuznos con matices cómicos, subrayados por la necedad de Sancho, que provoca con su propio rebuzno la venganza de los ofendidos… en la alocución pacifista de DQ, que recomienda no matarse por naderías, se ha señalado la influencia erasmiana y el ideal ético del perdón, propio del humanismo erasmista», Ignacio Arellano, en Rico 1998 b, p. 157-158.
|| rebuzno de los alcaldes: La anécdota del rebuzno de los alcaldes es de origen folklórico y la recoge Correas en uno de sus refranes: «Rrebuznaron en balde el uno i el otro alkalde», Corr. 571.b. ® rebuznar
La necia perorata de Sancho y sus consecuencias
Helas aquí, tal como aparecen en II.27.18-21.
18. —Mi señor don Quijote de la Mancha, que un tiempo se llamó el Caballero de la Triste Figura y ahora se llama el Caballero de los Leones, es un hidalgo muy atentado, que sabe latín y romance como un bachiller, y en todo cuanto trata y aconseja procede como muy buen soldado, y tiene todas las leyes y ordenanzas de lo que llaman el duelo, en la uña; y así, no hay más que hacer sino dejarse llevar por lo que él dijere, y sobre mí si lo erraren; cuanto más que ello se está dicho que es necedad correrse por sólo oír un rebuzno; que yo me acuerdo, cuando muchacho, que rebuznaba cada y cuanto que se me antojaba, sin que nadie me fuese a la mano, y con tanta gracia y propiedad, que en rebuznando yo, rebuznaban todos los asnos del pueblo, y no por eso dejaba de ser hijo de mis padres, que eran honradísimos; y aunque por esta habilidad era invidiado de más de cuatro de los estirados de mi pueblo, no se me daba dos ardites. Y porque se vea que digo verdad, esperen y escuchen, que esta ciencia es como la del nadar: que una vez aprendida, nunca se olvida.
19. Y luego, puesta la mano en las narices, comenzó a rebuznar tan reciamente, que todos los cercanos valles retumbaron. Pero uno de los que estaban junto a él, creyendo que hacía burla dellos, alzó un varapalo que en la mano tenía, y diole tal golpe con él, que, sin ser poderoso a otra cosa, dio con Sancho Panza en el suelo. Don Quijote, que vio tan mal parado a Sancho, arremetió al que le había dado, con la lanza sobre mano; pero fueron tantos los que se pusieron en medio, que no fue posible vengarle, antes, viendo que llovía sobre él un nublado de piedras, y que le amenazaban mil encaradas ballestas y no menos cantidad de arcabuces, volvió las riendas a Rocinante, y a todo lo que su galope pudo, se salió de entre ellos, encomendándose de todo corazón a Dios, que de aquel peligro le librase, temiendo a cada paso no le entrase alguna bala por las espaldas y le saliese al pecho, y a cada punto recogía el aliento, por ver si le faltaba.
20. Pero los del escuadrón se contentaron con verle huir, sin tirarle. A Sancho le pusieron sobre su jumento, apenas vuelto en sí, y le dejaron ir tras su amo, no porque él tuviese sentido para regirle; pero el rucio siguió las huellas de Rocinante, sin el cual no se hallaba un punto. Alongado, pues, don Quijote buen trecho, volvió la cabeza y vio que Sancho venía, y atendióle, viendo que ninguno le seguía.
21. Los del escuadrón se estuvieron allí hasta la noche, y por no haber salido a la batalla sus contrarios, se volvieron a su pueblo, regocijados y alegres; y si ellos supieran la costumbre antigua de los griegos, levantaran en aquel lugar y sitio un trofeo.
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Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, 2005-2006.
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