Gran coalición contra el terrorismo
15.01.07 @ 15:03:00. Archivado en España, Sociogenética, Ética
A grandes males, grandes remedios. Una inmensa mayoría de españoles está esperando esta salida, la coalición unitaria de todos los partidos democráticos, o al menos la gran coalición de los dos grandes partidos no separatistas que, según Victor Manuel Arbeloa, Ex presidente del Parlamento navarro, será a la vez una solución grande, democrática y patriótica, al servicio del Bien Común de todos los españoles.
Hacia la gran coalición
Por Victor Manuel Arbeloa
Ex presidente del Parlamento navarro
VOY directo «in medias res». Después de darle muchas vueltas al asunto, y tras estos días tristísimos, no veo mejor solución política en España, que tenga decisivas consecuencias en todos los ámbitos, que una gran coalición entre el PSOE y el PP, entre el PP y el PSOE, después de las próximas elecciones generales del año 2008.
No sólo acabaremos así con ese «problema», «cáncer», «plaga»... -como le han llamado muchos- que es el terrorismo (no la «violencia») independentista de ETA, que está convirtiéndose en el mayor «obstáculo tradicional» de nuestros últimos tiempos y que ha ido arrastrando a varias fuerzas políticas y sociales a intentar terminar con la mejor herencia de nuestra Transición política, sino que seremos así capaces, por fin, de coronarla con éxito, haciendo de la concordia, la reconciliación, el consenso y el espíritu constituyente la base y el eje de los cambios necesarios y urgentes en la misma Constitución y en otras leyes complementarias.
La Ley Electoral, en primer lugar. Ya lo ha dicho a veces algún locuaz presidente de Comunidad Autónoma, pero al modo de un relámpago fugaz y tronituante. Sin esa reforma no llegaremos nunca a tener una representación justa y proporcionada de la voluntad del pueblo español. Nadie podría imaginarse que los independentistas escoceses pusieran en un brete al Parlamento y al Gobierno británicos. Ni que los independentistas bretones y corsos hicieran o deshicieran los gobiernos de la República francesa. Jamás los italianos tolerarían que los diputados soberanistas del «Volkspartei» del «Südtirol» -la Liga Norte ha sido una broma pesada- fueran determinantes. (Y no llamo «nacionalistas» a los que en España son independentistas, soberanistas o confederalistas, y no sólo nacionalistas, cosa que aquí se hace a cada paso, dado nuestro habitual, indigente y desnaturalizado vocabulario político).
Podremos por fin reformar, con las mayorías cualificadas requeridas, la Constitución de 1978, no sólo en los tres puntos mínimos en los que parece haber un acuerdo teórico, sino en aquellos mucho más decisivos propuestos por el Consejo de Estado. Podremos así cerrar el proceso autonómico, corregir los desequilibrios tantas veces denunciados por tantos, añadir los nombres de las Comunidades Autónomas (no «Autonomías»), contemplar la posible modificación de todas ellas, y no sólo de Navarra, suprimiendo la singular y decaída disposición transitoria cuarta, etcétera. Y podremos entonces igualmente disolver las Cortes y convocarlas de nuevo, así como organizar y aprobar los referenda de ratificación, según ordena el texto constitucional.
Juntos los dos grandes partidos, con la colaboración de todos los que quieran, cargaremos con las consecuencias de la decisión del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña y podremos aplicarlas al resto de los Estatutos reformados o por reformar.
Será la ocasión pintiparada para aprobar otras importantes leyes nacionales tan necesarias como arduas, que no pueden seguir dividiéndonos por más tiempo, como la del Agua o la de Educación, que otros países ya tienen consensuadas y aprobadas.
No voy a comparar España con la Confederación Helvética, donde la concentración de los cuatro grandes partidos es ya una costumbre. Ni siquiera con los países del Benelux, donde ha sido y es algo habitual. De esa forma logró Bélgica una federalización complicada pero pacífica. La República Federal de Alemania nos ha dado dos buenos ejemplos por razones políticas y económicas, y hasta un nombre sonoro: «Die grosse Koalition».
El caso de España es mucho más grave hoy. Pero a grandes males, grandes remedios.
Una inmensa mayoría de españoles está esperando esta salida, que es a la vez una grande, democrática y patriótica solución.
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