lunes, diciembre 11, 2006

La aventura de encontrar casa

La aventura de encontrar casa

Permalink 11.12.06 @ 08:36:44. Archivado en Ética, Arquitectura y urbanismo

«Con ninguna cosa se apoya tanto nuestra lengua como con lo que usaron nuestros pasados, y esto se conserva en los refranes, en los romances viejos y en los cantarcillos triviales, y así no se han de menospreciar, sino venerarse por su antigüedad y sencillez; por eso yo no me desdeño de alegarlos, antes hago mucha fuerza en ellos para probar mi intención.», Covarrubias, 144.b. 11.

Hagamos pués como Sebastián de Covarrubias e invoquemos una vez más algunos refranes y réplicas proverbiales muy sencillas, para probar nuestra intención, no yéndonos por las estrellas, sino volando muy bajo, a la altura de las viviendas más humildes, que son las que desean los jóvenes, no para especular, sino para vivir dignamente:

-Malvives si con hambre vives,
pero también si en tu casa no vives.

-Vivo sin vivir en mí,
porque en mi casa no vivo.

Otra mi vida fuera,
si en mi casa viviera.

-Quien en su casa no vive,
sabe muy bien que malvive.

-Quien vive sin vivienda,
carece de toda hacienda

-Sin vianda del alma vive
quien sin vivienda malvive.

Cuando se habla de corrupción inmobiliaria, en la tele o en la radio, somos muchos los que pensamos en las gravísimas consecuencias de este problema para la mayoría de los jóvenes de nuestro país, que se ven en la imposibilidad de disponer de una vivienda digna, entre otras cosas para casarse con casa. Para todos ellos la falta de casa significa no solamente la negación de su derecho fundamental a disponer de una vivienda digna, sino también de su derecho a vivir, sin que su vida se convierta en un injusto y absurdo malvivir.

Movido por esta inquietud y deseoso de propiciar una toma de conciencia entre quienes tienen la generosidad de leer lo que escribimos en apoyo de los derechos humanos, dirigí hace seis días el mensaje siguiente a algunos de mis mejores amigos blogueros:

El derecho fundamental a una vivienda digna

Estimado Amigo: Las Navidades son un buen momento para acordarnos de quienes no disfrutan de una vivienda digna propia. Recuerda que en el Evangelio leemos que Jesús nació en un establo, porque sus padres no encontraron albergue, a pesar del estado evidente de María, que estaba de parto.

Como sabes que este tema me toca en lo más íntimo de mis entrañas de padre, de hermano, de amigo y de ciudadano, te invito a que hagas uso de tu talento organizativo y de tus conocimientos de (estudiante, profesor, periodista, columnista, etc.), para que entre todos los amigos blogueros despertemos a nuestros conciudadanos sobre la importancia vital de este problema. El derecho fundamental a una vivienda digna está continuamente pisoteado en España. Doy una idea de la gravedad de la situación en mi artículo de ayer: Malvivir sin vivienda o sin vianda.

Sería estupendo si cada uno de nosotros contara en su propio blog su experiencia y que todos los blogueros que participaran aparecieran como asociados mediante los enlaces oportunos. Yo me comprometo a internacionalizar al máximo nuestra iniciativa mediante los blogs y portal de la "Amistad Europea Universitaria", que dependen de mí como editor.

Cordialmente.

La aventura de encontrar casa
es la respuesta a mi invitación
de Macaria Corleone

Mi estimado amigo Salvador García Bardón me ha pedido que hable de mi experiencia para encontrar vivienda y, de paso, que todos los que escribís por aquí, hagáis lo mismo, de tal manera que podamos compartir nuestras aventuras para encontrar casa, en estos tiempos tan difíciles que nos ha tocado vivir.

Os diré que mi primera vivienda, por supuesto, fue la de mis padres. Un hogar acogedor y muy cuco que mi madre siempre decoró con esmero.

La primera vivienda que compraron fue una estafa, por lo que mi madre se encontró con un bebé, o sea, yo, y sin un techo donde cobijarnos. Acabaron en un piso de alquiler y del dinero entregado, unas 80000 pesetas de las de hace 37 años, desaparecidas para siempre.

Finalmente compraron un piso en Alcorcón, donde vivimos hasta que yo cumplí 6 años. Era una casa grande en un tercer piso, con una gran terraza frente a una plaza, donde yo solía jugar siendo niña.

Finalmente a mis padres les empezó a ir bien económicamente y mi padre decidió que era mejor cambiar de piso. Nos mudamos a Fuenlabrada, muy a pesar nuestro, que no de mi padre.

La verdad es que la casa era muchísimo mejor. Una urbanización cerrada con jardines y columpios, con piscina, parking privado y un solarium donde jugar a lo que quisiésemos. Teníamos calefacción central y una de esas cocinas con placa de acero inoxidable que, en aquella época, era el colmo de la modernidad.

La casa costó la friolera de 3.000.000 de pts. En aquella época una fortuna, pero ahora nos resultaría una ganga.

En esa casa hemos vivido hasta nuestra emancipación. Hemos tenido que reformarla, por supuesto, y las mejoras nos trajeron una casa más cómoda y mucho mejor.

El día que decidí independizarme no me imaginaba lo que me iba a arrepentir. Empecé por alquilar un piso. Yo sola, porque nunca me gustó compartir vivienda con extraños. Entre otras cosas, porque yo soy bastante peculiar. A simple vista la casa parecía aceptable. Algo fría, porque carecía de calefacción y el suelo era de terrazo, pero pensé, tonta de mí, que con unas alfombras y calefactores todo iría bien.

La verdad es que la casa era un desastre y la casera una usurera. Le había hecho un lavado de cara. Estaba recién pintada y limpia, pero al poco de llegar allí empezó a fallar todo.

La nevera se estropeó, las ventanas tenían las juntas mal y entraba un frío de mil demonios, las tuberías fallaban constantemente, etc., etc.

El colmo fue cuando reventó una tubería y tuvieron que picar media casa. Me tuve que chupar las obras, las pinturas, y las humedades y la tía tan fresca.

Por entonces yo ya estaba buscando piso, pero todo lo que encontraba de segunda mano y aceptable, o era de dimensiones ridículas, o de un precio desorbitado.

Tuve que estar en aquella casa varios años, ya que tampoco tenía tiempo de andar buscando. Por entonces trabajaba en Barajas y a turnos, con lo que andaba siempre de cabeza.

Finalmente, cuando ya no me quedaban ni ganas de buscar ni esperanzas de encontrar, mi hermano me dijo que se había comprado un piso nuevo en construcción y bastante asequible de precio.

Me fui a verlo y a los tres días lo señalicé. Resultó que la fase en construcción de mi hermano tardaría dos años en ser entregada, pero la fase anterior tenía un par de pisos aún sin vender y los entregaban en un año.

Me enseñaron el plano y las condiciones y me lancé de cabeza. El piso medía 107 metros cuadrados, con tres habitaciones, salón y dos cuartos de baño. Cocina con terraza, calefacción de gas natural y piscina, trastero y garaje. Todo por el módico precio de 16.500.000 de pts.

La verdad es que, por entonces, ya era caro, pero seis años después, o sea, ahora, se están vendiendo los mismos pisos por 55.000.000 de las antiguas pesetas.

En aquel momento yo ganaba bastante dinero en el aeropuerto y no tuve absolutamente ningún problema para pedir un préstamo. Me lo concedieron inmediatamente, sin exigirme aval alguno. Lo puso a quince años y aún me quedan 7 y pico, lo que me parece una eternidad.

Cuando pienso lo que habría pasado si me hubiese esperado un poco más de tiempo, me echo a temblar. Sencillamente no habría podido comprar una casa.

En la actualidad ningún banco me concedería un crédito para comprarme una vivienda. Los precios actuales son tan absurdos y desorbitados, que es prácticamente imposible comprar una vivienda, a menos que le traspases la hipoteca a tus hijos.

Cuando pienso en una hipoteca a 50 años me dan ganas de salir corriendo.

Pensaréis que estoy loca, pero me da tanto pavor lo que está ocurriendo que, nada más nacer Irlanda, le abrí una cuenta en un banco, para ir ahorrando para ella. Ese dinero no se toca jamás y cada regalo monetario que le hacen o cada dinero extra que puedo ir ahorrando va derechito a su cartilla.

No quiero que me hija viva esa pesadilla que viven ahora muchas personas ante la imposibilidad de comprarse una vivienda digna. Porque seamos sinceros, un alquiler no es la respuesta. Te cobran de mensualidad lo mismo que si estuvieses pagando una letra de un préstamo y encima es dinero perdido.

Lo más triste de todo esto y lo más injusto es que no me gusta mi casa. No es la casa con la que soñé siempre, ni es la casa con la que me siento identificada.

No soporto vivir rodeada de edificios ni en bloques. La ciudad no va conmigo y, cuando miro por las ventanas y veo tanto edificio y tanto cemento, me pongo muy triste.

Soy de esas personas que necesitan la naturaleza cerca, sentirla y olerla. Soy una persona de esas que tienen un apego a lo antiguo, a la vida de antes, a las chimeneas y las casas de piedra y madera. A esas casas y esos lugares donde no tienes que cerrar la puerta con treinta vueltas de llave por si te roban.

No es la casa de mis sueños ni el hogar que soñé ni el lugar donde me gustaría vivir, pero al menos tengo una casa y he de dar gracias y sentirme afortunada. Otros no pueden decir lo mismo.

Por ahora seguiremos en ella, ¡que remedio¡ e intentaremos que sea lo más nuestra posible, nuestro reflejo interior, nuestro hogar y, quién sabe, tal vez más adelante, mi sueño se cumpla y podamos vivir en una casita de piedra, en algún lugar rodeadas de pinos y campo.

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Invitación de Macaria:

OS INVITO A QUE DESDE VUESTRO BLOG COMPARTAIS CON TODOS NOSOTROS VUESTRAS PERIPECIAS PARA ENCONTRAR CASA.

www.PROYECTOSCPC.COM

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