Objeción de conciencia parlamentaria
29.10.06 @ 19:44:38. Archivado en Europa, Ética
Rosa Díez no fue la única europarlamentaria que empleó la objeción de conciencia, para oponerse a la propuesta de su partido en la votación del miércoles pasado en el Parlamento Europeo. También lo hicieron los liberales-reformadores belgas Frédérique Ries, antigua periodista de la RTBF (ver foto), y Gérard Deprez, cuyo grupo apoyaba la propuesta socialista.
Conviene observar que dentro del "Movimiento Reformador", liderado por los liberales francohablantes, Gérard Deprez, antiguo presidente del partido socio-cristiano, es el fundador del "Movimiento de los ciudadanos por el cambio".
La objeción de conciencia de estos dos europarlamentarios se debía a que
"la Resolución adoptada no mencionaba a ETA y también porque cada eurodiputado recibió una carta de Batasuna, la rama política de este grupo armado. “Es que alucina que terroristas nos escriban”, exclama Frédérique Ries que acusa a los socialistas españoles de haber instrumentalizado el Parlamento."Une corrida sur fond d'ETA, La libre Belgique, 26/10/2006.
Frente a esta declaración resulta patética la denegación de su derecho a la objeción de conciencia, formulada de manera alambicada contra Rosa Díez por Juan Carlos Rodríguez Ibarra:
Es cierto que nadie puede ponerse en la piel de otro. Yo no tengo tus vivencias en el País Vasco y, por ello, no puedo sentir como tú, pero puedo comprender casi todo lo que sientes, lo que piensas y lo que dices. Pero, querida Rosa, no puedo entender tus dudas respecto a las intenciones del Gobierno de España y del partido que lo sustenta. Sin quererlo, nos ofendes a todos, y las ofensas de uno de los nuestros duelen infinitamente más que las ofensas que el PP se ha propuesto infligirnos semanalmente.
Sé que no vas a dejar de ser socialista, ni militante socialista, ni quiero que dejes de serlo. Tu voz es importante y tus reflexiones, también. Tirar desde el lado opuesto de la cuerda es un ejercicio difícil, pero noble, porque, si no, todo el peso se desplaza del lado contrario. No abandones, pues, nunca. Pero, querida Rosa, si lo que diga Otegui o el PP te provoca dudas sinceras respecto a las intenciones del Gobierno y del PSOE, si el debate en el Parlamento Europeo te parece una traición, sin que dijeras nada cuando Aznar internacionalizó el conflicto con ETA acudiendo al Consejo de Seguridad de la ONU después del 11.M, debes renunciar a tu acta de eurodiputada que esa dirección socialista puso en tus manos. Yo no estaría ni un minuto en un cargo donde me hubiera situado una dirección a la que pido explicaciones sobre su conducta mientras mataban a Joseba Pagazaurtundúa.
Un fuerte brazo.
Carta abierta a Rosa Díez, ABC,26 Oct 2006.
Ni Frédérique Ries ni Gérard Deprez han sido objeto de una amenaza de expulsión ni de sus escaños parlamentarios ni de sus partidos respectivos, mientras que a Rosa Díez no sólo se le indica la puerta de salida del Parlamento Europeo, sino que se le afirma que en conciencia debe renunciar a su acta de eurodiputada, porque es la dirección socialista quien se la puso en las manos: "si el debate en el Parlamento Europeo te parece una traición, ... , debes renunciar a tu acta de eurodiputada que esa dirección socialista puso en tus manos". Es decir, que si quiere atender a la voz de su conciencia más que al compromiso de obedecer ciegamente a las consignas de voto del partido, tiene la obligación de abandonar el cargo que el partido le ha confiado.
El señor Ibarra, que se presenta a sí mismo como modelo de este tipo de comportamiento, olvida que éste es el mecanismo inmoral que toda dictadura implanta en la conciencia de sus cargos: quien atiende a su conciencia en menoscabo de su obediencia debe ser expulsado del sistema. Peor aún, debe autoexpulsarse: "Yo no estaría ni un minuto en un cargo donde me hubiera situado una dirección a la que pido explicaciones sobre su conducta...".
Lo paradojico de este tipo de conciencia es que su único ejercicio consiste en ahogar los llamados de la propia conciencia, suplantándola por la obediencia ciega. El resultado es la pérdida generalizada de la conciencia individual y con ella la pérdida de todo valor moral tanto en la vida personal como en la vida ciudadana.
El señor Ibarra olvida también que el mandato político de Rosa Díez no deriva en última instancia de su propio partido, sino de la voluntad de los electores, que la han legido en conciencia para que ella, dondequiera que ejerza su representación, lo haga a conciencia.
Lo que este caso pone de manifiesto es que la partidocracia ha llegado a un grado tal de insensatez en su deriva autoritaria, que ha olvidado por completo los principios más elementales de la democracia.
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