Hipérboles en El Quijote
17.10.06 @ 18:47:12. Archivado en El Quijote, Pragmática
Quizá haya que añadir a lo dicho por otros editores que don Quijote y el mismo Cervantes nos tienen habituados a la hipérbole, en lo cual nunca hay que olvidar que Cervantes era un castellano andaluzado. Esta figura toma con frecuencia en El Quijote la precisión de los números cardinales, cuando es de forma cuantitativa, más bien que la imprecisión de los indefinidos.
hipérbole: 1; hipérboles: 2
hipérbole (doc. 1515, del gr. hyperbolé 'exceso, exageración', der. de hyperbállo 'yo lanzo más allá, excedo') f./m. y adj. «Es en romance encarecimiento y exageración grande de alguna cosa.» Cov. 691.a.49; en El Quijote aparece también con el sentido adjetivo de 'hiperbólico'.
Un juego estilístico de Cervantes, que cabe denominar hipérbole acrobática, consiste en conceder que nunca conviene exagerar más allá de ciertos límites, al tiempo que solicita la venia del lector para encarecer algo que merece la excepción a esta regla, como la merece el andar el acróbata por las alturas, pues éste es su arte:
«—Con las cosas divinas—replicó Periandro— no se han de comparar las humanas; las hipérboles y alabanzas, por más que lo sean, han de parar en puntos limitados: decir que una mujer es más hermosa que un angel es encarecimiento de la cortesía, pero no de obligación. Sola en ti, dulcísima hermana mía, se quiebran reglas y cobran fuerzas de verdad los encarecimientos que se dan a tu hermosura.», Persiles, L.II, c.2, P.925.
|| aunque sean hipérboles sobre todos los hipérboles: 'aunque sean exageraciones sobre todas las exageraciones'
La figura retórica llamada hipérbole consiste en exagerar aquello de lo que se habla, con términos que lo engrandecen o lo disminuyen, para conseguir una mayor fuerza expresiva.
El narrador no encuentra excesivas las hipérboles cuando se trata de narrar el valor de don Quijote al afrontar los leones:
«¿Con qué palabras contaré esta tan espantosa hazaña, o con qué razones la haré creíble a los siglos venideros, o qué alabanzas habrá que no te convengan y cuadren, aunque sean hipérboles sobre todos los hipérboles?», II.17.46.
|| por hipérbole que sea: 'por muy exagerado que parezca' :: aunque parezca que está por encima de lo verosímil'
Para don Quijote Dulcinea es «sujeto sobre quien puede asentar bien toda alabanza, por hipérbole que sea.», II.73.23
Don Quijote, que en su monomanía hace de la hipérbole y la acumulación de vocablos su modo de expresión normal, hace lo propio con la repetición de los vocablos, especialmente si habla con supuestos enemigos y contrarios, en cuyo caso llega a combinar ambas técnicas. Así sucede, por ejemplo, cuando discutiendo con los mercaderes de Toledo, repite dos veces de manera intencionalmente incompleta una hipérbole inventada por ellos, injuriosa para Dulcinea:
«No le mana, canalla infame, no le mana, digo, eso que decís», I.4.39.
|| HIPÉRBOLE CUANTITATIVA (CON CARDINAL):
Quizá haya que añadir a lo dicho por otros editores que don Quijote y el mismo Cervantes nos tienen habituados a la hipérbole, en lo cual nunca hay que olvidar que Cervantes era un castellano andaluzado. Esta figura toma con frecuencia la precisión de los números cardinales, cuando es de forma cuantitativa, más bien que la imprecisión de los indefinidos, siendo probablemente la más conocida de estas hipérboles la que aparece en boca de don Quijote al hablar de su notoriedad literaria:
«Treinta mil volúmenes se han impreso de mi historia, y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de millares, si el cielo no lo remedia.», II.16.18.
Para explicar los rezos de don Quijote en Sierra Morena, el narrador emplea en su expresión hiperbólica el cardinal millón:
«esto le sirvió de rosario el tiempo que allí estuvo, donde rezó un millón de avemarías», I.26.3.
El ventero, replicando al cura que él prefiere las proezas de los caballeros de sus libros de caballerías a las de los caballeros históricos, habla hiperbólicamente de Felixmarte de Hircania:
«Y otra vez arremetió con un grandísimo y poderosísimo ejército, donde llevó más de un millón y seiscientos mil soldados, todos armados desde el pie hasta la cabeza, y los desbarató a todos, como si fueran manadas de ovejas.», I.32.26.
El canónigo de Toledo critica las hipérboles de los libros de caballerías:
«cuando nos quieren pintar una batalla, después de haber dicho que hay de la parte de los enemigos un millón de competientes, como sea contra ellos el señor del libro, forzosamente, mal que nos pese, habemos de entender que el tal caballero alcanzó la vitoria por solo el valor de su fuerte brazo», I.47.30.
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Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, 2005-2006.
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